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martes, 11 de diciembre de 2018

Un raro Pulpo.


La imagen de este animal, que aquí se nos presenta, se debe a la ayuda de la telecámara de un submarino robótico de la expedición Ocean Exploration Trust a ochenta millas al Oeste de Monterey y a tres mil metros de profundidad.
Lo llaman “Dumbo” porque dicen que se parece al elefantito de Disney. Pero es, dicen, un pulpo, un pulpo raro, pero un pulpo. Un Grimpoteuthis bathynectes (ese es el solemne nombre que le han dado) de sesenta centímetros, que se alimenta de crustáceos, gusanos y moluscos.
Los apéndices que luce como orejas atentas no se han estudiado todavía dada la dificultad de observar esas realidades de vida tan profundas.
Pero contemplarlo vale para una sencilla reflexión sobre el bulismo infantil. Y escribo infantil porque es propio de quien no ha madurado como para comprender la amplitud, la riqueza, la dignidad de cualquier ser vivo, pero especialmente de las personas más cercanas.
¿De dónde nace esa práctica pueril que tanto mal provoca? ¿Podemos afirmarlo sin error? Sí. De los padres y solo de ellos adquieren los niños la capacidad de medir. Aprenden de ellos a clasificar, a medir el calibre de los bienes y los males, a comparar la altura o grandeza, la bajura y raquitismo de todos los que no son “de la familia”. La crítica es una práctica mezquina e inmadura en la vida de relación. Pero es muy frecuente que el criterio de valores (de cualquier tipo que se piense) que expresan los padres (el padre y la madre) en el hogar sea decidido, decisivo, tajante, exagerado. A veces va envuelto en un sentimiento de envidia o de revancha, de desahogo, de superioridad que sirve para plantar una cátedra propia de jueces.
Cuando esa debilidad en la entereza del respeto al otro, a todo otro, se une a la del amigo o compañero o grupo o rebaño, el contagio del placer de mortificar, la tendencia a acosar al animal herido, el regusto de creerse superior, la falta de compasión, el instinto desbocado forman escuela.
No es difícil en nuestra vida de relación comprobar que muchos, demasiado…, hasta el más necio  (seguramente más que ningún otro) viven embistiendo y son capaces de juzgar, de clasificar, de condenar, de despreciar –sin más- al que no le cae bien.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Rosa Azul: el arte del acompañar.


Parece que las rosas azules, que hasta ahora presumen de ser el símbolo del “No hay nada más bonito que yo”, son producto de la industria con colorantes artificiales. O pueden ser fruto de la ingeniería genética inyectando enzimas que producen pigmentos azulados en los pétalos de la rosa blanca.
Yihua Chen, de la Academia China de Ciencias, y Yan Zhang de la Universidad de Tianjin han escogido enzimas de bacterias que pueden convertir la L- glutamina, componente común de los pétalos de la rosa, en Indigoidina, pigmento azul. ¡A lo mejor, con ello, ya tenemos rosas azules!
Dejamos las rosas, tan nobles, tan abundantes, tan sugeridoras, tan misteriosas, sean blancas o rosas o rojas o azules, para preguntarnos por el éxito o fracaso de nuestro empeño al cultivar a nuestros niños, adolescentes y jóvenes. El celo de Yihua Chen y Yan Zhang pueden servirnos de orientación. ¿Nos cansamos de educar a los que nos debemos? ¿Nos cansamos de estar cerca de ellos? ¿Nos cansamos de sentirnos (porque no estamos convencidos, de que somos, en lo positivo y en lo negativo) ejemplo y hasta modelo de su vida? ¿Pensamos que la cercanía o la distancia, que mantenemos en lo físico y lo afectivo con ellos, es una realidad decisiva en el resultado de nuestro empeño?
“¡Este hijo me ha salido…!” no puede ser la confesión de una convicción que nos preocupa y nos entristece o nos halaga y nos llena de la satisfacción de haber contribuido a dar el color más valioso a su vida y su conducta.
“!Ojalá se muriese!” oí a un padre de su hijo. Se me ocurrió pensar: “!Ya lo mataste tú cuando olvidaste que te necesitaba precisamente cuando empezó a decirte (o a demostrarlo sin decirlo) que no te necesitaba. 

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Graffiti: escritura para perdurar.


O, más sencillo todavía, grafiti. El mundo y la historia están llenos de grafitis. En cada trozo de pared o tapia, valla o superficie disponible aparecen cada mañana las firmas sin forma de artistas (o destructores de la belleza y de las buenas formas)  que gustan de expresarse “en público”.  
Tal vez interesen más los que la arqueología saca al aire en Pompeya porque nos traen bocanadas de vidas sacrificadas por el Vesubio hace dos mil años. O las proezas de Banksy, originales, maestras, sugeridoras y acusadoras a veces. 
Pero es menos conocido que en Israel hayan ido apareciendo hasta 13.000 grafitis en más de 10 idiomas, como  nos da a conocer el profesor Jonathan J. Price, Presidente del Departamento de Lenguas Clásicas de la Universidad de Tell Aviv. Prepara la publicación de los mismos un equipo de expertos internacionales que facilitarán dar a conocer  se puedan conocer estos breves testimonios de vida, casi un testamento, de  once siglos (entre el siglo IV aC. y el VII dC).
El doctor Price nos ayuda a comprender algo muy interesante: “Los grafiti antiguos se escribían para que perdurasen. No eran bromas escatológicas en un lavabo, sino que a menudo eran epitafios escritos a mano con pintura en una pared, o grabado con un clavo, o mensajes para el futuro".
Nos cuesta entender que un leve gesto, una palabra que se nos escapa, un grito de dolor o en petición de ayuda, perduran en el tiempo. Sopesar una palabra que nos avergüenza haber dicho o recordar una sonrisa que alivió un apuro de alguien cercano o borró la mala impresión o el dolor que pudo producir en el que nos escuchaba son una buena lección que debemos ofrecer a los que educamos.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Cobras: conducta no imitable e inapropiada.


Bien se sabe que el nombre de Cobra es el nombre común de un grupo de serpientes venenosas. Pertenecen, dicen los entendidos, a la familia Elapidae, y en ella brillan por su especial energía y decisión en eliminar a los que les molestan o amenazan, las Naja, que comprende nada menos que veinte especies, y Ophiophagus, con una sola  especie, pero de aspecto amenazante y de mordedura fatal. Afortunadamente viven en zonas tropicales y desérticas poco habitadas por humanos en el sur de Asia y África.
No es frecuente el hecho de que en un zoo nazcan cobras. Pero los cuidadores del de Cincinnati, en Ohio, comprobaron hace unos años la eclosión, parece que por primera vez en cautiverio, de huevos de cobra. Y observaron con asombro que las cobras recién salidas a la luz tras haber roto el huevo, después de 48-70 días de incubación, irguieron sus 8-10 pulgadas dando ya juego a su lengua sibilante. Por instinto, naturalmente, porque no habían tenido ocasión de verlo hacer a sus madres.
El modus operandi es escupir a los ojos de las víctimas, desde un hueco de sus dientes, el veneno que provoca escozor, quemazón y en algún caso ceguera.  
¿Dónde y cómo aprenden los muchachos que insultan, ultrajan, zahieren a amigos y enemigos de su entorno? ¿O, en aparente tono menor, critican, inventan, descalifican y a veces, hunden en el temor y la huida, a compañeros de los que no han recibido ninguna forma de amenaza?       
Guardan, tal vez por herencia, el veneno de sentimientos de envidia, de complejos arbitrarios, de necesidad de vengarse sin razón para ello. O han mamado en la intimidad de su hogar (hogar viene de fuego) las llamas que pretenden abrasar a todo el que les pueda hacer sombra o mida un centímetro más que ellos.
Cultivar los sentimientos, pienso, es la primera y más delicada y necesaria de nuestra labor de educadores. No es en absoluto difícil, pero requiere la atención, delicadeza y constancia de un mundo interior como el de la estima y la pasión.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Revivir? Estar cerca, una y otra vez.


Has leído que Noam Bedin, reportero gráfico del Dead Sea Revival Project, asegura haber fotografiado peces vivos en el Mar Muerto. Como bien sabes, este impresionante Mar está en la cabecera del Gran Rift, esa fractura geológica  de 4830 kilómetros que va preparando poco a poco la separación de África, de Norte a Sur,  en dos grandes continentes.
Tal vez el profeta Ezequiel (repasa su capítulo 47) lo adelantaba con estas palabras: «Estas aguas salen de nuevo a la región oriental, bajan por el Araba y entran en el mar…”. Y viven los peces, completamos nosotros.
El Mar Muerto – dicen los estudiosos - pierde cada día el equivalente a 600 piscinas olímpicas de agua. Y el fenómeno progresivo, desde siempre con el descenso del nivel de un metro cada año, se agudiza ahora con la toma de agua para irrigar tierras de Jordania.
“¿Cómo ha podido llegar a eso?”, nos preguntamos los padres y educadores cuando ese muchacho, prometedor (o así lo parecía) hasta hace poco, se presenta ante nuestros ojos y ante la prensa y los medios, como un cabal sinvergüenza autor de un disparate impensable.
“Poco a poco”. Lo que pasa “poco a poco” escapa fácilmente de la atención e interés de los que debemos hacer un seguimiento adecuado, prudente pero continuo y activo, de la obra de arte que se nos ha encomendado acompañar en su automodelado. ¡Cuántas veces hemos oído echar la culpa a otros y a otras circunstancias del desvío de nuestros hijos y educandos! Nos necesitan siempre. Es cierto que poco a poco (también aquí “poco a poco”) vamos dejando que ocupe su responsabilidad personal madurante el lugar de nuestras orientaciones. Pero, si como Cervantes acertadamente escribía, “los hijos, señor, son pedazos de las entrañas de sus padres”, debemos vivir siempre, prudente y oportunamente, cercanos a ellos para que no les falte nunca la luz de nuestra madura experiencia. No podemos consentir que su vida se convierta en un mar muerto. 

jueves, 1 de noviembre de 2018

Reusar: el arte de hacer hombres.


No siempre es falta de ortografía escribir reusar. Porque aunque su prima, la palabra rehusar, lleva sombrero un tanto despectivo en forma de hache, esta, de la que hoy leemos, no lo necesita. Del aceite de oliva usado para freír patatas, por ejemplo… de los desechos de remolacha, de los de la caña de azúcar y de otros muchos restos de alimentos se obtendrá, dentro de poco, dicen los entendidos, alimento de bacterias que lo transformarán en materia prima reusable para elaborar plástico biológico biodegradable.  
Son los polihidroxialcanoatos (¡larga palabra!) que pueden convertirse en dióxido de carbono y agua o en metano, según como se les trate, que no pervierten el mundo en que respiramos, gozamos y vivimos.
Nos toca de cerca comprender cómo en el duro trabajo de formar y educar, que nos atormenta a veces, no acertamos porque no alimentamos bien. Creemos que el punto de partida pueden ser (¡o deben ser!) los derivados del petróleo que engendra fuerza y energía y nos cuesta aprender la lección magistral de Don Bosco que supo educar y supo formar educadores, con una fórmula muy sencilla, muy humana, muy eficaz: “La educación es cosa del corazón".
Y del corazón hay que partir. Si no amamos tendremos, como producto de nuestro empeño en educar, buenos gestores, buenos directivos, buenos pilotos. Pero ni la gestión, ni la capacidad de dirigir, ni la de acertar con el camino de la vida hace hombres. El hombre es y debe ser, por encima de todo, amor: producto del amor, maestro de amor, fuente de amor, de un amor creciente e incontaminado.
Amar, amar así, amar de verdad es comprometido, es exigente. Pero es el único camino para lograr el producto que deseamos. Y no ese hombre que, como el repelente plástico nacido del petróleo, lo invade todo, lo afea todo, mata todo.

viernes, 12 de octubre de 2018

No dejar morir...


Vincenzo tiene 80 años. Es calabrés, pero reside y trabaja en Roma desde hace ya casi 60. Tiene su pequeño taller de zapatero, como “los de siempre”, en un barrio histórico, el de San Lorenzo, que en tiempos pasado fue lugar de la vivienda de obreros, ferroviarios y artesanos y ahora es meta de visitas históricas (¡San Lorenzo!), piadosas (¡el cementerio del Agro Verano!) y residencia de estudiantes de la cercana Universidad de la Sapienza.  
De él dicen que es un poco gruñón, pero un gran profesional, enamorado de su trabajo que va a dejar. Hace todavía “con los ojos cerrados” el par de zapatos que le encargan y deja como nuevos los que le llevan para “ajustarlos”.
Él define su oficio como “una ciencia”. Y tiene toda la razón de quien ofrece ese soporte que usamos kilómetro a kilómetro en la vida sin pensar demasiado en él, porque llega a convertirse en parte de nuestros propios pies.
Después de este verano Vincenzo echará el cierre a su noble santuario de trabajo si no encuentra un alumno que siga sus pasos. 
Vivir enamorados del propio trabajo no es un regalo que nos hayan hecho. Es una actitud inteligente, que debemos dejar también en patrimonio a todos los que nos conocen o reciben algo de nosotros. De nosotros no heredarán el “oficio”, pero deben heredar siempre el “beneficio”. No serán, como soy yo, profesor, abogado, proyectista, torero… Pero el “beneficio”, el “honrado quehacer”, el “enamoramiento por nuestro trabajo y nuestro servicio”, sentirse “felices” por poder hacerlo, por hacerlo bien, por ‘beneficiar’ al mundo que me acoge, debe ser una transfusión de vida y entusiasmo que dejo como la herencia más noble, eficaz y feliz.

martes, 2 de octubre de 2018

Las Ocas del Segrino.


El grande y precioso lago de Como no es el único lago del Comasco, como llaman los italianos a esta privilegiada zona del Norte de Italia en el que están Como y su espléndido lago. Hay otros lagos, no menos dignos y atrayentes, aunque más pequeños y menos invadidos por el turismo, como es el lago  Segrino. Tan atractivo que todos los días recibe a un fiel grupo de patos, les ofrece alimento, les brinda un baño y los acoge con agrado. Hasta las siete de la tarde. No los echa. Se van ellos. Y vuelven puntualmente a casa respetando siempre el paso peatonal y pasando en grupo para no alterar el tráfico rodado del final del día.      
“Las ocas se ponen siempre en fila india y una de ellas se para en el centro de la carretera para controlar que todo el grupo pueda pasarla con seguridad. Es increíble. Podemos poner a punto el reloj a su paso. Se han convertido en nuestras mascotas”, relata un testigo.
Los animales aprenden del hombre algunas rutinas. Y el hombre aprende de algunos animales algunas virtudes. No vale lo dicho para que imitemos a los patos del Segrino. Pero sí para volver sobre nuestros pasos y constatar que caminamos siempre con prudencia y sabiduría, con respeto a las normas y a las personas, sobre todo a las más débiles. Porque es más frecuente de lo que advertimos, que pisamos terrenos que nos son nuestros con nuestras críticas y lecciones cívicas y morales.

sábado, 22 de septiembre de 2018

Cocodrilos: una lección de educación.


Crocódeilos era para los griegos (pero escrito en griego, que es más divertido) nuestra lagartija, el gusano sobre la piedra. Y el nombre se aplicó más tarde a todas las lagartijas, fuese cual fuese su tamaño, por ejemplo al cocodrilo.
Supongo que has leído hace unos días o has tenido ocasión de contemplar el lamentable espectáculo de un domador de cocodrilos en un parque zoológico (Phokkathara en Chiang Rai, al norte de Tailandia) que pretendía meter el brazo en la boca abierta de un animal domesticado de esta especie, pero que pudo salvarlo al reaccionar rápidamente ante el gesto egoísta del animal-cocodrilo que quería  comérselo.
Viendo el desarrollo del percance se me ocurría aplicarlo a nuestro ejercicio de educadores.
“¡Qué lástima!”, “¿Pero cómo le ha pasado?”, “¡No tiene arreglo!”, “¡No hay vuelta  atrás!”… Son algunas de las blandas e inútiles expresiones de desencanto o tristeza cuando conocemos la meta de los pasos (o el efecto de la acción o la identificación con uno u otro movimiento atractivo en sus propuestas y desolador en sus resultados) de algunos de los muchachos a los que hemos pretendido formar.       
No es presuntuoso creer que formamos. Formar no es crear. Formar es dar un perfil adecuado, firme, tal vez hermoso, a esa preciosa materia prima que llega a nuestra vida (¡a nuestro corazón!) y de la que soñamos (como el escultor ante un bloque de mármol) que se convierta en vida volando sobre la miseria que tal vez le rodea.
Nos llena de pasmo ver un retrato firmado, por ejemplo, por Rembrandt, pero no nos paramos a considerar que es un conjunto de tanteos, bosquejos, pinceladas, matices… latidos del corazón del artista hasta conseguir la obra que admiramos.   
A Luca Giordano le llamaban Luca fa presto por lo rápido de su obra. Pero pintaba bien. No podemos imitarlo. Educar bien es entregarse pacientemente a colaborar. Es el joven el que se educa, se forma a sí mismo. Pero nuestra cercanía es casi siempre de alta utilidad, si no imprescindible. Y esta convicción nos debe llevar a nunca desertar.    

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Lucky se ha muerto de pena.


Resumo de los diarios: Un perro Pastor de la Maremma, de dos años y medio, ha muerto de pena.   
Lucky era feliz con su joven propietaria. Y se portaba siempre correctamente, aunque crecía y crecía, alguna vez se escapaba (¡solo dos veces!) para dar una vuelta por el pueblo, pero sin hacer mal a nadie. Y ladraba, ladraba mucho y bien, sobre todo de noche. Hasta que la denuncia de la gente ante el tribunal correspondiente hizo que el responsable del Ayuntamiento lo condenase a vivir en la perrera del pueblo.  
Poco a poco se observó que Lucky estaba mal, de modo que hubo que llevarlo a la clínica canina. Allí le visitaron durante algunos días tanto la dueña como sus amigos. Pero nada valió para sacarlo de la mortal tristeza de sentirse solo en la historia.
Cualquier ser vivo despierta admiración. Y simpatía: “¡Vive su vida como yo la mía!”. Pero cuando el ser vivo es un ser humano, sobre todo si vive alimentado por la seguridad de que sus padres le quieren,  y un día descubre que no es verdad, que se interesan más en otros objetivos, porque andan liados por dar cauce a otros amores, empieza la irremediable enfermedad del desvío. Que desemboca en el saboreo amargo de la decepción más honda, en la muerte del amor, en el deseo del desquite, en  la venganza, si es posible y del modo posible, contra quien debiera alimentarle sin reservas con el fecundo aliento del amor.
Don Bosco decía que la educación es cosa del amor. La auténtica educación nace y crece en el amor. Un buen ejercicio de análisis de la propia conducta de educador –en esas estamos- es observar, juzgar y condenar la de los que construyen lo humano sin humanidad movidos por dar respuesta al propio yo tantas veces envenenado por el egoísmo. 

viernes, 7 de septiembre de 2018

Hablar: apreciar nuestra lengua.


Los lectores más jóvenes no conocen, tal vez, a Thomas James Merton (1915-1968). Fue un escritor estadounidense con un recorrido largo en su no larga vida y en sus experiencias políticas y espirituales. Se convirtió al catolicismo en 1938. Trapense en  1941, se ordenó como sacerdote en 1949. Escribió La montaña de los siete círculos donde expuso su camino hasta el catolicismo. En abril de 1940, un año y medio después de su ingreso oficial en la Iglesia católica tuvo en Cuba una experiencia muy grata que nos narra con evidente agrado (El corte magnético) en el libro citado.
Con frecuencia yo dejaba una iglesia e iba a oír otra Misa a otra iglesia especialmente si era domingo y podía escuchar los armoniosos sermones del sacerdote español, la perfecta gramática de quien estaba lleno de dignidad y misticismo y elegancia. Después del Latín me parece que no hay lengua tan apropiada para rezar y para hablar de Dios como la española, ya que es una lengua al mismo tiempo fuerte y flexible; hay en ella agudeza, se encuentra en ella la calidad del acero que le da la precisión que necesita la verdadera mística, y sin embargo es delicada también, y donosa y flexible como la devoción requiere; y cortés y flexible y afable y se presta asimismo sorprendentemente a un poco de sentimiento. Tiene algo de la intelectualidad del Francés, pero no la frialdad que intelectualmente se da en el Francés; y nunca se desliza hacia las melodías femeninas del Italiano. El español no es nunca un lenguaje lánguido, nunca tibio ni siquiera en los labios de una mujer”.
Los que leen estos leves comentarios de las Buenas Noches tienen la buena fortuna de poseer, usar y gozarse con la lengua que Merton apreció en su estancia en La Habana. Se me ocurre preguntar si la estimamos, la apreciamos, la cultivamos, la cuidamos, nos la exigimos con la nobleza y belleza que expresa, en nosotros mismos y en los que caminan a nuestro lado y aprenden de nosotros a hablar. La siembra que hagamos de ello será una buena defensa de nuestra hermosa lengua frente a los desgarros de los que es víctima con asidua frecuencia. 

domingo, 2 de septiembre de 2018

Los honderos o dar el blanco.


Los honderos baleares fueron buenos mercenarios en los ejércitos cartagineses y romanos que ganaban o perdían batallas (¡es un decir para los demasiado chinches!) en el encuentro o en el cuerpo a cuerpo. Porque no había balas.
Los honderos las ganaban a distancia. Iban en primera fila y, como David ante Goliat, con un solo disparo (de una de las tres hondas que llevaban en la cabeza, la cintura y la mano) eliminaban a un enemigo, con otra piedra (o una pieza de plomo de 200 gramos) a otro... Y así diezmaban la vanguardia, que era  lo más selecto del ejército enemigo.  
En la guerra de griegos contra cartagineses a finales del siglo V, en el ejército de AmílcarAsdrúbal y Aníbal (recuerda: Cannas, primero – derrota - y Zama más tarde - desquite) estuvieron destrozando escudos y corazas y… desconcertando al enemigo. O perforando, desde la costa, el casco de madera de los barcos hostiles o sospechosos.  
Se entrenaban desde niños, como sabes. Y debían acertar en su puntería si querían comer.
A veces serpea entre nuestras prácticas educativas una que suele ser complacer para que nos quieran o nos dejen en paz. A la larga lo que logramos es que nos declaren la guerra (esa guerra insidiosa de la desestima o el desquite solapado que tanta tristeza y desolación produce). El ejercicio de la paternidad nunca se realiza con el ejercicio del paternalismo. Autoridad es la calidad del que acompaña en el crecer, en madurar, en acompañar al hijo o al “pupilo” para que vaya siendo él mismo y lo sea sabiamente.
Dar de comer gratis no es el camino. Ayudar a entender que el premio de la amistad, de la cercanía, del triunfo sobre la propia limitación no es un regalo, sino una meta que se alcanza cuando se ha crecido en puntería, en fuerza y en constancia animado por la mirada exigente, estimulante y llena de aprecio y cariño del que lo quiere ver de verdad convertido en un buen luchador.

martes, 28 de agosto de 2018

Chiribiquete o dejarse asombrar...


En la sesión número 42 del Comité de Patrimonio Mundial de la Unesco (Manama, capital de Barein, ya sabes) fue declarado recientemente Patrimonio de la Humanidad este asombroso paraje natural y rupestre del corazón de Colombia, que es la Amazonia: el Chiribiquete.
Decir que ofrece, por ejemplo, más de setenta mil figuras de arte rupestre que nos han quedado al aire libre desde hace siglos es ya un buen estímulo para interesarte por ello.
Juan Manuel Santos, Presidente de aquella nación anunció, al conocer esta deseada declaración, que se ampliaría el parque quedando así protegidos su increíble biodiversidad y su inestimable legado histórico.
Si esta leve referencia que acabas de leer te hace sentir la curiosidad por ahondar en algunos de los medios que tienes a tu alcance para ampliar tu conocimiento y admirar su amplitud, sentirás la satisfacción de abrir tus ojos, tu mente y tu corazón a un mundo insospechado.
Pero en esta humilde página de propuestas para la reflexión cabe solo la que nos lleva a cultivar en nuestra tarea existencial y en la de nuestros sucesores esta idea, u otra parecida. No sé si del filósofo chino Lao Tse o de otro tan sabio como él, hace ya muchos años: “¡Ay del que ha perdido ya la capacidad de asombrarse con un ¡Ah!”.
Es frecuente que cuando nos referimos en el despliegue de nuestros argumentos a algún tema, a algún hecho, a alguna circunstancia valiosa para nuestro intento de educar, escuchemos un tajante “¡Ya lo sabía!” que nos deja sin ganas de seguir.          
Debemos orientar la cabeza de quien tratamos de acompañar en su maduración humana no sólo por el camino del saber, sino por la escala del sentir.
El que aprende agranda el saco de su conocimiento. El que modula su corazón con el asombro, la admiración, el aprecio, el agradecimiento, robustece el ejercicio y agranda su capacidad de hacer suya la riqueza espiritual de saber amar.

jueves, 23 de agosto de 2018

Los viejos: escuchar el silencio.


En nuestro difícil oficio de educar resulta también muy difícil enseñar a escuchar el débil y acaso acobardado comentario de quien más sabe, porque ha vivido más y, tal vez, porque más ha sufrido.
La actitud de un adolescente, y hasta de un joven, suele ser la de arrinconar al viejo. En el rincón descansa. En el rincón se calla. Desde el rincón no trata de seguir siendo maestro y protagonista. Se le ha pasado la vez. Lo mejor en el viejo es el silencio... Por fin se ha quedado dormido.   
Y, sin embargo, es fácil constatar que cuando un joven crece en la estima hacia su viejo, más podemos apreciar en el joven su madurez. Que no consiste solo en respetar, solo en apreciar, solo en acoger, sino también en descubrir que el viejo es un pozo profundo, y a veces desconocido, de experiencia, de sufrimiento, de aguante, de renuncias, de entrega,  de cariño…
Estas reflexiones me animan a transcribir el canto de un anciano que advierte con gozo la presencia en su vida de los que le quieren.

Benditos los que me miran con simpatía
Benditos los que comprenden mis pasos titubeantes
Benditos los que alzan la voz para disimular mi sordera
Benditos los que toman con calor en sus manos las mías temblorosas
Benditos los que se interesan por mi lejana juventud
Benditos los que no se cansan de escuchar mis historias tantas veces repetidas
Benditos los que comprenden mi necesidad de afecto
Benditos los que me regalan preciosos retazos de su tiempo
Benditos los que se acuerdan de mi soledad
Benditos los que me acarician cuando sufro
Benditos los que alegran los últimos días de mi vida
Benditos los que me acompañan en el momento de mi salida
Cuando entre en la Vida sin fin los acariciaré en mi corazón junto al Señor Jesús

sábado, 18 de agosto de 2018

Juanelos: una historia de trabajo y entrega.


Quien se adentra en los terrenos del Valle de los Caídos descubre, al llegar al llamado Soto de la Solana y a unos seis kilómetros del Monumento, cuatro enormes columnas de granito de Orgaz, llevados a este lugar en el otoño de 1953.  
Proceden del proyecto de Juanelo Turriano para elevar agua desde el río Tajo a Toledo según deseo de nuestro Carlos V.
Ya antes de Turriano, en 1528, el Emperador había hecho venir a Toledo a un ingeniero flamenco, criado del conde de Nassau, según narra el luminoso cronista Francisco de Pisa: “... subió el agua desde los primeros molinos de junto a este puente de Alcántara hasta el Alcázar”. Pero el Tajo, celoso, se llevó, en un enfado, todo el ingenio.
Fue Felipe II quien, según nos cuenta Luis Hurtado de Toledo, párroco de San Vicente, en 1576 vio realizado el deseo de su padre: “Debajo del Alcázar sube un miraculoso y estupendo edificio que el subtilísimo Juanelo Turriano de Cremona, príncipe de la arquitectura y servicio de su majestad, con ocho órdenes de caños de metal, cuatro en cada escalera, los cuales semovientes y laborantes arrojan dentro de dicho Alcázar dos caños del grueso de un real de a ocho cada caño, y estos andan y trabajan de día y de noche porque su movedor  es el mismo río, con unas ruedas y artificio casi sobrenatural...”.
Estos hechos, lejanos e irrepetibles, nos hablan del empeño, el tesón, el estudio, el esfuerzo, la colaboración, el recurso... que ennoblecen a tantos grandes personajes de nuestra fecunda historia. Y nos invitan a que, aun sin programar quedar en ella como personajes ilustres, hayamos vertido la luz de nuestro entusiasmo como grandes, medianos o humildes creadores de una honrosa historia de trabajo y entrega.  

lunes, 13 de agosto de 2018

Petulancia o el no saber pedir.


Pet, en la cuna de nuestra lengua, el indoeuropeo (según dicen los que son capaces de decir estas cosas tan sublimes y acertar), encerraba el significado o sentido de volar, lanzarse hacia, precipitarse sobre o en… De pet vino petere, que es, por ejemplo, pero no solo, dirigirse a otro generalmente para pedir. Y cuando petere se hizo canalla resultó petulare. Y petulantes eran los inaguantables pedigüeños en la pobre-rica Roma, las prostitutas en la misma Roma virtuosa y vil. Y petulantes son hoy todos los que inoportuna, extemporánea, irracionalmente… exigen. No piden, que es verbo racional, oportuno, comedido, a la medida del trato entre personas que razonan. Ellos petulan.    
Demos una vuelta por el inverosímil mundo (inverosímil: “que no se parece en nada a lo verdadero”, es decir a lo correcto, lo  conveniente, lo sensato) en que nos movemos: en la familia, en la llamada sociedad, en el mercadeo de la Política, en las instituciones, en las naciones y en sus conventículos y advertiremos cuánto hay de petulancia, de exigencia, de violencia sutil o palmaria en sus actuaciones.
Esto, que suena tanto a política, puede trasladarse sin reparo al precioso mundo de nuestra preciosa misión de educar. ¡Cuánto hay de petulancia donde no se ha enseñado a pedir! La insolencia no es arma de los fuertes. Los fuertes tienen armas que hacen reflexionar, callar, ordenar, dar. Los débiles se sienten movidos por lo que creen que remueve a los otros: el fingimiento, la exageración, las quejas, los llantos, los mimos, la mentira, y un pretendido paso a la concesión.
¿Qué hacer? Conducirnos a sentir que conversar es un noble ejercicio de convivir. Y que, como decía Quinto Horacio Flaco a su amigo, y casi preceptor, Publio Virgilio Marón, mi otro debiera ser siempre "dimidium animae meae", mitad de mi alma: ¿quién no ama la mitad de lo que es? Y educar en consecuencia.

viernes, 3 de agosto de 2018

Educamos o no educamos?


Cuando hablamos de desempleo, estudio, trabajo, abandono de estudios, sueldos… lo hacemos a veces (o muchas veces) con un cierto aire de compasión, cuando no de protesta o de abierta acusación. Acusamos al “sistema”, a los responsables políticos, a los mandamases de las empresas, a los educadores e instituciones consagradas al estudio… Es posible que no tengamos presente, por ejemplo esta triste nota suficientemente aireada: “687.430 alumnos de 18 a 25 años han dejado de estudiar al terminar la ESO y, por consiguiente, no tienen ni el Bachillerato ni una Formación Profesional de Grado Medio”.
Los que estudian esta situación atribuyen el abandono a la tentación de contratos inmediatos, aparentemente fáciles y parciales; a la postura insuperable del desdeño por el estudio heredada con frecuencia en la familia, al bajo nivel de estima de los padres, amigos y compañeros hacia la tarea intelectual y el mundo del pensamiento, a la rigidez del sistema escolar, a lo poco atractivo o lo mucho inaguantable que resulta la disciplina escolar. 
Me aventuro a creer que en el punto de partida, en el fondo, en las causas de ese problema está la “falta de educación”. ¿Por parte de quién? Mayoritariamente de los padres. La educación debe llevar, como una de las convicciones más enérgicas, el sentido de exigencia. La vida es exigente. Cuando una planta no recibe humedad se seca. Cuando un animal no se impone luchar y matar para poder comer, languidece y muere. Solo una actitud de exigencia mueve a obtener las condiciones necesarias para lograr una existencia sana, fuerte y digna.
Si esto sucede en el mundo de la vida de plantas y animales, se aplica con mayor dureza (y, evidentemente, con otro estilo) en la humana. Fue siempre así y seguirá siendo de un modo creciente así.
No me gusta”, “Me cuesta mucho”, “Es muy difícil”, “¿Para qué me sirve?”, “Esto no hay quien lo trague”… vienen a ser con frecuencia argumentos suficientes para que sucumban padres que no educan e hijos que no se dejan educar o no reciben la educación que necesitan.

domingo, 29 de julio de 2018

El pasado... para qué me vale?


Don Claudio Sánchez Albornoz hizo su entrada en la Real Academia de la Historia el 28 de febrero de 1926 con un discurso que tituló Estampas de la vida en León durante el siglo X. Ahora sigue estando a nuestro alcance con el título Una ciudad de la España cristiana hace mil años. Lo leí con el placer especial de sumergirme en el pasado.
“Circulan por León –se empieza a leer en la página 50- monedas del pueblo hispano-musulmán, con que comercia el reino y a la par las viejas piezas galicanas o romanas que alza el arado de la tierra a cada paso. Mas no bastan los dirhemes de Córdoba, los sueldos de Galicia ni los viejos denarios, y aunque con frecuencia se acude al trueque directo de objetos por objetos, como no es éste siempre suficiente y los reyes leoneses no acuñan numerario, fuerza es admitir en los pagos todo trozo de plata y pesar la moneda, para igualar de algún modo los diversos instrumentos de cambio”.
Nos hace saber, por ejemplo, que un asno se vendía por cuatro sueldos, una yegua vieja por quince, un galnape (o cobertor) por cuatro, un modio de trigo por uno, una saya carmesí por treinta…  
Naturalmente lo que me cautivó no fue la cotización de la vida el año 1.000 en León, sino la vida misma en León en el año 1.000, mostrada a través de un instrumento tan vívido como son las costumbres y usos de aquello que ha pasado.
Me hace esto pensar que hoy el interés y el valor de ese pasado no ocupan lugar en nuestra mente, en nuestros sentimientos, entre los “instrumentos” de nuestra labor de formadores del futuro. Se me ocurre que del pasado, en general y casi solo, tomamos ciertos hechos que nos animan a criticarlos. Y, sin embargo, en nuestra curiosidad por acercarnos a tantas cosas, el mundo grandioso del pasado (grandioso por sus errores, por sus esfuerzos, por sus carencias, por sus victorias, por su crueldad algunas veces, por su ternura otras muchas) no nos sirve de apoyo para afinar la sensibilidad de los que van a construir el futuro pero que, al mismo tiempo, son inevitablemente producto del pasado.

jueves, 19 de julio de 2018

Bonobos: la simpatía y el altruismo.


Los Bonobos no vienen aquí para que aprendas sobre ellos, sino para que, si es oportuno, aprendamos de ellos. Pero, de paso, recordemos que son chimpancés y que su nombre científico, que te sonará mucho, es Pan Paniscus Chimpancé pigmeo y Chimpancé enano o grácil. Porque existe otro género Pan que es el Pan troglodytes, nombre mucho más elemental, que es el chimpancé común.
Los que los han estudiado, por ejemplo Frans De Wall o Jingzhi Tan, dicen cosas como estas: son altruistas, ayudan a desconocidos aunque no se les pida, aunque no se les agradezca o pague de algún modo, y parecen felices de poder hacerlo. Desde luego que, cuando comparten la comida, la comparten de verdad. Es más, se ha hecho una prueba: se ha hecho pasar uno por uno a dieciséis por un recinto aislado de otro contiguo. Podían alcanzar media manzana que pendía sobre ellos; y después de alcanzarla la tiraban al recinto contiguo si en ella había otro bonobo.
En pruebas de simpatía o empatía por medio de videos con bonobos de la familia o desconocidos que bostezaban, los bonobos espectadores lo hacían también. Y los estudiosos lo atribuían a un “contagio emotivo” o a un deseo de identificarse con otros de los que sabían que pertenecían a su misma condición.
El comportamiento humano es fruto de muchos factores que nos hacen mucho más complejos que los bonobos. Si su comportamiento, como hemos podido observar, es instintivo, deberíamos reflexionar lo que hay o no hay de “instintivo” es decir, de  natural de los “tesoros” que podemos pulir con nuestra persona y advertir si el noble instinto de altruismo ha quedado empañado en ellos y a qué factor se puede atribuir.
Tal vez estamos a tiempo de intervenir prudentemente y, sin eliminar las riendas que la prudencia deben orientar sus actitudes y actos, sugerir que la ”simpatía”, en su sentido más genuino, no es sino la aportación mutua y natural que nos ayuda a ser mejores.

lunes, 9 de julio de 2018

Quejicas? Educar en la Verdad.


Es frecuente que curioseemos o indaguemos o estudiemos o lloremos sobre las  estadísticas que nos hablan de la marcha del mundo. Y es más frecuente – y todos lo sabemos - que recurrir a la estadística es el instrumento más eficaz para despertar sensibilidades y hasta obtener un apoyo mejor a alguna causa que coreamos.
Me permito recurrir, como ejemplo, a algunos datos que han estado o pueden estar al alcance de tu mano.
Según los datos del Pacto de Toledo el año pasado, de 2007 a 2017 las pensiones habían aumentado un 16,53% (el IPC tuvo un crecimiento del 16,50%).
En el ámbito universal, de 1960 a 2016, la población mundial había aumentado un 145% y el PIB per cápita  un 183%. La tasa de pobreza extrema había sido en 1980 en un 44,3% mientras que en 2015 había bajado al 9,6%.
La tasa de mortalidad entre los recién nacidos era en 1990 de 64,8 por cada 1.000. En 2016 había descendido a 30,5. En los menores de cinco años la mortalidad pasó en 26 años de 93,4 fallecidos por 1.000 a 40,8.
En 1970, el 74% de los alumnos finalizaban la escuela primaria, mientras que en 2015 la cifra alcanzó el 90%...
La emisión de los seis gases contaminantes más comunes en los países occidentales un 67% desde 1980...
Nuestro papel es formar a jóvenes sinceros en una sociedad que intenta, día a día, mejorar. Pero ese papel nuestro tan delicado debe estar empapado, todo y siempre, por la veracidad; y nuestras conciencias y las de nuestros formandos por la Verdad.
Vivimos en un mundo inundado de noticias. Y no es bueno dejarse ahogar, o deformar o arrastrar. Por lo que nuestro deber de orientar hacia la exactitud de lo que se pregona debe oponerse a la tentación que tantas veces se sufre de querer llamar la atención, acusar, convertirnos en adalides de la verdad o, simplemente, de llevar el agua a nuestro molino como con triste frecuencia acaece.