sábado, 29 de octubre de 2011

Atacama.

Son nada menos que 105.000 kilómetros cuadrados los que ocupa el desierto de Atacama. Los que lo conocen dicen que es impresionante: por su horizonte infinito, su sequedad (la mayor del planeta, aseguran), su silencio, su soledad… Las lluvias se miden con un promedio de 2 milímetros por año. Está en el norte de Chile, en la Región de Antofagasta y el norte de la Región de Atacama, entre los Andes y el mar. Y es parte de un desierto mayor en el que se integra también el desierto costero de Perú. Y lo bordean los ríos Loa y Copiapó.      
Parece una tierra estéril. Pero sucede que de vez en cuando (una de esas veces fue de un modo todo especial el pasado año 2000) lo transforma un milagro y se convierte en “El Desierto Florido”. Una lluvia generosa, aunque no necesariameente torrencial, hace un vergel del yermo. El color fucsia de las “patas de guanaco”, la “malvilla” en todas sus especies, la “coronilla de fraile”, la “rosita”, las rojas "añañucas" hacen creer que se está soñando. 
Las semillas que viven y esperan convertirse en flor; la tierra, que duerme y espera convertirse en cuna, llegan a ser así lo que desean ser, lo que sueñan ser, lo que pueden ser, lo que deben ser. 
Esto es un espejo de algunos desiertos mucho más espléndidos que Atacama, porque son esos niños, adolescentes y jóvenes que esperan ansiosamente unas gotas de vida llegadas desde sus padres. Hay niños (¡niños!) que confiesan que viven agazapados, como semillas muertas, en el seno de su abuela. Esperan. Pero de sus padres sólo reciben sofiones. Y adolescentes y jóvenes que se arriman al calor de la calle porque el hogar de su casa está siempre apagado. Sus padres están muy lejos, absorbidos por el trabajo, las preocupaciones, el mal humor, la decepción de sí mismos. Y no dejan caer ni una gota de cariño sobre esa semilla, que es fruto de su vientre y que todavía no ha empezado a abrirse como una luminosa flor.
Hay padres que intentan, o lo parece, dar todo a sus hijos. “Que no les falte nada”. Y hacen una larga lista de cosas que van acumulando sobre la soledad de sus hijos como un manto pesado de distancia y asfixia. Pero lo que necesitan, la lluvia de amor, una palabra de interés, de muestra de que son padres, que debiera ser lo más espontáneo, lo más inmediato y urgente, no llega nunca porque no tienen tiempo.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Tomarse un tiempo para pensar

Hace unos años, Manos Unidas lanzó una campaña con el lema “Su mañana es hoy”, es decir: el futuro depende de hoy. ¿Cómo se come esto? Pues a través de proyectos, de objetivos, de pequeños gestos como reducir la mortalidad infantil, la operación bocata que evoca la necesidad de acabar con el hambre en el mundo, ofrecerse como voluntario para atender alguna necesidad, etc. De esto sabemos mucho cuando nos lo proponemos y nos sale la vena solidaria.

Algunos pensarán que todo esto vale sólo para vosotros, para que ejercitéis buenos hábitos y valores como personas y como creyentes cristianos que recibimos y seguimos recibiendo de los que nos son educadores y profesores. Pero como también lo somos nosotros, no hay nosotros sin ellos, ni ellos sin vosotros; por eso no es de extrañar este tema: “Un gesto en los que forman: tomarse un tiempo para pensar

Ninguna profesión es eficaz si uno no se pone al día a través de una formación continua propia de su profesión; quien no lo hace pierde el tren y queda marginado.

En esta clave de que no hay vosotros sin ellos, es natural que también los formadores nos tomemos un tiempo para pensar, que, en este caso, no es otro que, sin olvidarse de los formandos, hijos y discípulos, también nosotros pensemos en nosotros mismos para poder ofrecer mejor formación, ya que nadie da lo que no tiene; pensando en nosotros, pensando en ellos, nos tomamos un tiempo para pensar.

Aconsejaba Don Quijote a Sancho, tomándolo como un sesudo formador de semejantes: “los cristianos católicos y andantes caballeros, más habemos de atender a la gloria de los siglos venideros, que es eterna en la regiones etéreas y celestes, que a la vanidad de la fama que en este presente y acabable siglo se alcanza; la cual fama, por mucho que dure, en fin se ha de acabar con el mismo mundo, que tiene su fin sañalado; así,¡oh Sancho!, que nuestras obras no han de salir del límite que nos tiene puesto la religión cristiana, que profesamos. Hemos de matar en los gigantes a la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira, en el reposado continente y quietud del ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la pereza, con andar por todas partes del mundo, buscando las ocasiones que nos puedan hacer y hagan, sobre cristianos, famosos caballeros”.

domingo, 23 de octubre de 2011

Domund 2011: Sembrador de Nogales

(Tomado del blog de Jesús Bastante en Religión Digital, que a vez dedica este cuento de Portal Misionero, a todos aquellos hombres y mujeres, laicos, sacerdotes, religiosos y familias, que dejan seguridades siguiendo los pasos del Resucitado, para hacer de este mundo un lugar más habitable. Hoy, día del Domund, conviene recordar su esfuerzo por una sociedad más justa y solidaria. A ellos, este pequeño homenaje).- 
Un día caminaba por el campo, cuando vi a un hombre bastante anciano, que estaba cavando un pozo. Intrigado, me acerqué a él para preguntarle qué estaba haciendo. "A mí siempre me gustaron las nueces", me contestó. "Hoy llegaron a mis manos las nueces más exquisitas que probé en mi vida, así que decidí plantar una de ellas".
Me entristecí al pensar que ese pobre hombre, a tan avanzada edad, jamás llegaría a probar una de esas nueces. "Disculpe, amigo", le dije. "Para que un nogal dé frutos deben pasar muchísimos años, y dada su edad, es muy probable que cuando este arbolito de sus primeras nueces, usted ya haya muerto hace mucho. ¿No ha pensado que tal vez sería más provechoso para usted sembrar tomates, o melones o sandías, que le darán frutos que usted sí podrá saborear?".
El hombre me miró un instante en silencio, durante el cual, no supe si sentirme muy sagaz por mi observación o muy estúpido. Tras unos segundos que me parecieron horas, finalmente me contestó: "Toda mi vida me deleité saboreando nueces, cosechadas de árboles cuyos sembradores probablemente jamás llegaron a probar. Cuando de nueces se trata, no le corresponde a quien siembra el ver los frutos. Por eso, como yo pude comer nueces gracias a personas generosas que pensaron en mí al plantarlas, yo también planto hoy mi nogal, sin preocuparme de si veré o no sus frutos. Sé que estas nueces no serán para mí, pero tal vez tus hijos o mis nietos las saborearán algún día."
Y entonces me sentí muy pequeñito y egoísta por pensar sólo en mí. Desde ese día, me dediqué a plantar nogales.
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Así es la labor del misionero. Nosotros sembramos, pero no nos corresponde ver los frutos. Claro, si sembramos sandías o tomates, obviamente pronto veremos los frutos, pero si nuestra siembra es profunda y sincera, estaremos sembrando nueces. No esperemos ver los resultados de nuestra labor misionera, porque si así lo hacemos, es probable que nos frustremos al no verlos. Si nuestro accionar es verdadero y está fundado en Cristo, quedará dentro de los corazones de la gente, y cuando Dios quiera, lo hará brotar y convertirse en frutos abundantes.
No hay que desanimarse si en algún momento parece que es inútil lo que estamos haciendo porque parece que alguien no nos escucha, o no le importa lo que hacemos, o no acuden a las celebraciones la cantidad de gente que esperaríamos. Que sea suficiente el saber que estamos dando lo mejor de nosotros, haciendo nuestro mejor esfuerzo. No nos corresponde a nosotros ver los frutos de la misión. Nosotros tan solo sembramos. Otros regarán, y será Dios, a su tiempo, quien cosechará.

viernes, 21 de octubre de 2011

¿Voy bien?


Más de una vez hemos preguntado o nos han preguntado: ¿por dónde se va a…? ¿Dónde queda…? ¿Qué camino o qué ruta debo seguir para llegar a…? O nos contestan: no soy de aquí o responden a nuestra pregunta de la mejor manera posible.
Siempre vamos a algún lugar; siempre seguimos un camino o una ruta. Para llegar a algún lado o caminamos (seguimos un camino) o tomamos algún vehículo, pero siempre para llegar a algún lugar. Lo antiguos miraban al cielo y se guiaban por la ‘via (camino) lactea’; y muchos miles, para llegar a la tumba del Apóstol Santiago han seguido el trillado “Camino de Santiago”. Todo ello nos indica que la vida diaria, entre otras cosas, es un camino, y nosotros siempre unos caminantes.
En la vida es importante conocer el camino que debemos hacer y no despistarse. A veces oiremos: “Vas bien, pero fuera de camino”. Tomar una determinación es algo que cuesta, primero porque hay que acertar y ser realistas en la elección del camino; y segundo, una vez elegido, no desanimarse ni desviarse del camino o perderlo.
Eso sí: todo ser que nace sabe que, entre varios caminos que en la vida hay que elegir para conseguir esto o aquello, hay un camino que, al final, es igual para todos: dejar este mundo para encontrarse con Dios nuestro Padre y llegar a Él con las manos llenas de buenas obras. Éste sí que es un camino importante, cuya ruta hay que trazarla con claridad y que normalmente necesita guías que nos ayuden para llegar bien a nuestro destino final.
Hay un tiempo del año cristiano, la Cuaresma, que se nos brinda como un camino para acompañar a Jesús en su Pasión y Muerte y también en su Resurrección. Jesús siguió su camino que al final fue un auténtico ‘Via Crucis’, que, en español, significa: el Camino de la Cruz. Él sí que es un buen guía del camino; para nosotros basta seguirle, pues Él mismo nos dijo: Yo soy el Camino. Seguirle nos asegura no perdernos y acertar. Él lo hizo para entregarse a los demás. Nosotros podemos entregarnos a Él y entregarnos a los que comparten nuestras vidas; hacer algo bueno por los demás. Si alguno quiere orar, aquí tiene una oración bien sencilla: “Señor, enséñame tus caminos

martes, 18 de octubre de 2011

Miguel Rúa


He leído y oído estos días, y seguro que vosotros también, que Amancio Ortega, el del imperio Inditex-Zara, ha decidido poner al frente de su empresa, como Presidente no ejecutivo, a su hija Marta. La ha preparado durante estos años haciéndola visitar sus diversas tiendas extendidas por todo el mundo para conocer los entresijos de esta multinacional. La mayor ilusión de un padre es que los hijos continúen con la empresa creada por él. No todos los hijos aceptan el reto. Otros sí lo hacen.
De ese parecer era Don Bosco y para ello escogió y preparó a su primer sucesor. Lo bueno fue que escogió a un niño de 8 años, que se llamaba Miguel Rúa, (9.6.1837).  Don Bosco iba de vez en cuando a confesar al Colegio de La Salle (de las Escuelas Cristianas); muchos acudían a él; cuando le rodeaban, solía repartir estampas. Miguel nunca recibió una. Pero un día Don Bosco observó que Miguel le miraba fijamente, como suplicándoselo. Entonces Don Bosco extendió su propia mano izquierda y con la derecha hizo varias veces el gesto de cortarla por la mitad. Y así varios días.
Después de morir su padre, Don Bosco le dijo que si quería estudiar en su Colegio. No lo dudó. Su madre le dejó. Pasaba el día allí y por la noche iba a dormir a su casa. Un día fue de excursión con otros chicos, guiados por Don Bosco, a su pueblo; Miguel ya iba preparado y allí, en la iglesia del pueblo, le impuso la sotana. Tenía 17 años. A la vuelta Miguel le preguntó por qué años atrás le hacía el gesto de la mano cortada, y Don Bosco le dijo: “Porque tú y yo siempre haremos las cosas a medias”. A los 18 años fue el primero en hacer los  votos religiosos como salesiano, cuando aún no estaba aprobada la Congregación Salesiana. Fue uno de los 17 chicos, más o menos de su misma edad, que un 18 de diciembre de 1859 fundaron la Congregación Salesiana.
Muy pronto Don Bosco le encargó tareas de gran responsabilidad; era tal la pasión que tenía por Don Bosco que quienes le veían trabajar decían que era la fotocopia de Don Bosco. Fue varias veces a Roma con Don Bosco para entrevistarse con los Papas Pío IX y León XIII; éste, en 1884, cuatro años antes de la muerte de Don Bosco, le indicó que lo hiciera su Vicario, es decir, su segundo y prácticamente su sucesor. Cuando Don Bosco estaba en punto de muerte, Miguel le pidió que los bendijera; le cogió la mano y la elevó mientras iba haciendo la señal de la cruz y diciendo las palabras de la bendición. Hasta el final ambos hicieron las cosas a medias. Las dos manos juntas. A la muerte de Don Bosco los salesianos le eligieron como el primer sucesor.
Miguel Rúa caminó a medias con Don Bosco, adaptó la Congregación a las necesidades de su tiempo, consolidándola, abriendo nuevas obras y visitándolas en los diversos continentes. Murió en Turín el 6 de abril de 1910, a los 73 años, con la misma edad de Don Bosco. Fue beatificado por el Papa Pablo VI el 29 de octubre de 1972.
Estoy seguro que si DB estuviera con nosotros a más de uno le haría el gesto que le hizo a Miguel y le diría: “Te necesito; tú y yo haremos las cosas a medias”.

sábado, 15 de octubre de 2011

Gratuidad.


Es bueno que reflexionemos sobre diversas facetas de “Caminos de servicio”, como la atención al mundo social, la educación, la salud, la cultura., etc. Y es que la vida sin servir a alguien o algo, no es vida, es una imitación de la vida. En realidad vale quien sirve.
Entre estos caminos de servicio hay uno muy especial que lo recorren algunos, no muchos; es el de la gratuidad. Servir gratis es ponerse a disposición de quien lo necesita, de balde, sin coste monetario alguno, sin cobrar por ello y sin pretensión de obtener otra cosa a cambio; es servir libre de condiciones y sin interés de beneficiarse de alguna manera.
En una sociedad en la que casi todo se cobra y que casi nadie hace algo por lo demás sino se lo pagan, resulta casi extraño que uno preste un servicio gratis, que lo haga sólo por hacer el bien al otro.
Pero existen personas que así lo hacen. Son aquellos que forman parte de un ejército casi invisible y que se llama el “voluntariado”. Podemos no tener en cuenta a misioneros que lo dejan todo para regalar cultura y formación, para cuidar enfermos, leprosos, abandonados, los consumidos por el sida, los tirados en las calles inmundas de algunos barrios, los que se están muriendo en una cuneta ante la impasible mirada de los demás, pero que unas religiosas anónimas los recogen y están cerca del lecho donde se mueren. No, no quiero señalar tan alto y lejanos a nosotros.
¿Se dan entre nosotros casos de voluntariado? Sin duda alguna. Una franja de nuestra sociedad, los ancianos, están a veces en situación de soledad que los convierte en destinatarios cercanos de nuestro voluntariado. Hay universitarios, que en los fines de semana se van a atender a ancianos solitarios, a cuidarlos, a charlar con ellos, simplemente a estar a su lado y escucharles, sin cobrar nada. Y así muchos que lo hacen sin meter ruido. Hay un grupo de valientes servidores que, además de visitarlos,  han ideado una cadena de comunicación con ellos por webcam para preguntar, interesarse cada día si han dormido bien, si necesitan algo, si se encuentran sanos.
¡Cuántas cosas se hacen gratuitamente! Si se os ofrece la ocasión, haced algo gratuitamente. Estaréis en el buen camino de servir a los demás. No os pesará. Os sentiréis más felices.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Beato Miguel Rúa.


En Galicia son muchas las familias que tienen el apellido Rúa. Palabra que en castellano significa “calle, como “Rúa Nueva”. Según la Guía de teléfonos, en la provincia de La Coruña, hay 25 en Santiago; 17 en La Coruña; 14 en Melide; 11 en Outes; y en Ferrol 9. En otras localidades unos veintitantos. Total, según la Guía, unos 100. Habrá más ciertamente.
Este apellido también es italiano. Por ejemplo, Miguel Rua. ¿Quién es éste Rúa? Pues el que sucedió a D. Bosco cuando éste murió. Fue el primer salesiano; hizo sus Votos Religiosos ante D. Bosco cuando tenía 18 años.
¿Cómo conoció a D. Bosco? Rua había quedado huérfano. Su padre trabajaba en la Fábrica de Armas de Turín y él por entonces estudiaba con los Hermanos de la Salle, de las Escuelas Cristianas. Allí iba D. Bosco a confesar a los alumnos quienes, al llegar, le rodeaban y le pedían una medalla. Rúa se ponía delante en el primer corro. Rúa extendía la mano pero nunca le daba nada. D. Bosco sólo le decía: “Toma, toma”, y le cogía la palma de su mano izquierda al tiempo que, D. Bosco,  con la derecha hacía el gesto de partirla por la mitad.
Después pasó al colegio de D. Bosco y éste un día le preguntó si quería estudiar para sacerdote; Rua, después de pensarlo, le dijo a su madre: “Quiero ser sacerdote; quiero irme con Don Bosco”. Ella mostró su alegría; “Dile a Don Bosco que cuente contigo”. Y así comenzó a estar a su lado. Un día le preguntó qué significaba aquel gesto de cortar la mano izquierda con la derecha. “¿Cómo, aún no lo has entendido? Tú y yo haremos las cosas a medias”. Y así fue a lo largo de su vida. Quiso tanto a D. Bosco que llegó a convertirse como una fotocopia suya. Podían olvidarse todas sus palabras y todos sus escritos, que D. Rúa los repetiría todos.
Rua puso en Don Bosco sus ilusiones, pero D. Bosco también las puso en Rua. Porque ilusionarse, tener ilusiones, es como tener esa alegría que produce la esperanza o la realización de un deseo que uno tiene. D. Bosco fue un soñador que llenó su vida y la de los que estaban a su lado, de ilusiones. Ahí estuvo la clave de su éxito. Ilusionarse con algo, de este modo, es un modo de crecer y hacerse persona
Como D. Rúa era la fotocopia de D. Bosco, no es extraño que fuera santo como él. El 29 de octubre de 1972 Pablo VI lo beatificó. ¿Alguno dejaría que D. Bosco hiciera el gesto de cortarle la mitad de la mano para decirle a D. Bosco que estaría dispuesto a trabajar a medias con él?