miércoles, 28 de junio de 2017

Un invento de risa.

Parece que fue en 1885, al idear la Marina Imperial alemana bloquear las islas españolas en el Pacífico, cuando Isaac Peral pensó que un submarino podía oponerse  a la superioridad en superficie de las grandes potencias. Le costó mucho que el Gobierno aceptase su proyecto. Un ingeniero naval revisó los planos ya que Peral no era ingeniero. Se construyó en Cádiz. Y la gracia gaditana lo fue bautizando, antes de su botadura, como “El Cacharro” o “El puro”…
Se cuenta que, con más seriedad, un ingeniero pidió al general Montojo que prohibiese la botadura: «Vamos a hacer el ridículo. En cuanto este barco caiga al agua, empezará a dar vueltas como una pelota».
La ceremonia tuvo lugar en Cádiz el 8 de septiembre de 1888 e inmediatamente realizó las pruebas de que era un instrumento de alta utilidad. Pero el Gobierno canceló el proyecto: «No pasa de ser una curiosidad técnica sin mayor trascendencia», era el inteligente informe que lo sentenció al retiro apenas puesto en el agua.
Pero otros pensaban de otro modo: “Si España hubiese tenido un solo submarino de los inventados por Peral, yo no hubiese podido sostener el bloqueo ni 24 horas”, decía el almirante americano que diez años más tarde cercó a la Armada española en Santiago de Cuba y acabó con ella. Ingenieros alemanes reconocerían más tarde que el proyecto de Peral les sirvió de modelo para construir la flota que causó estragos en la Primera Guerra Mundial.
Isaac Peral había muerto en Berlín en 1895. Había servido en 32 buques durante sus 25 años de entrega desde los 16 a la Marina, con dificultades económicas para sostener a su mujer y a sus cinco hijos. Los ingleses le habían ofrecido un cheque en blanco al que renuncio porque él había investigado e invertido para que su fruto fuese solo para España. «Ofrecí al Gobierno mis ideas y se me han inferido agravios que no creo haber merecido como premio a mis modestos, pero leales servicios», había escrito con dolor y tristeza.
El submarino se pudrió en el arsenal de La Carraca (Cádiz), desmantelado y abandonado hasta que, en 1929 fue trasladado a Cartagena.
He escrito “De risa”, no solo porque para nadie en España pareció servir de algo aquel formidable invento. Y por el altivo desprecio con que se trató a aquel barco feo y raro. Era el exabrupto de la ignorancia y ausencia de respeto de muchos, grandes y enanos. Y sigue siendo una de las lacras de nuestra querida sociedad, muchas veces jueza, con ello, de su propia y profunda bajeza.

viernes, 23 de junio de 2017

La Encina de las Urracas.

Esta que ves aquí es una encina, el primer monumento vegetal de la historia de Italia a la que los toscanos llaman la Quercia delle Checche, la Encina de las Urracas. Mide 19 metros de altura, su tronco tiene un perímetro de casi 5 metros y su noble cabellera 34 metros de diámetro. Está rodeada por un simbólico abrazo para que nadie la humille desde el 15 de agosto de 2014, porque sufre las consecuencias del asalto de unos energúmenos que rasgaron una de sus nobles y enormes ramas haciendo lo que ellos llamaban una sesión de Tree Climbing. Es decir, haciendo el mono o el oso, se cargaron la rama que vemos a la derecha.
Y si es verdad (y parece que sí porque todo induce a creerlo) que tiene casi 400 años y que es casi seguro que figura en algunos de los preciosos fondos de bosque de la pintura del Renacimiento toscano, es natural que los débiles que veneramos la Naturaleza en todas sus formas, nos sintamos justamente rabiosos ante agresiones como esta.
Haces pocos meses visitaba con amigos un precioso paraje, el de la ermita sanabresa de Nuestra Señora de La Alcobilla, y admirábamos sus castaños a los que se atribuye la valiente edad de 1700 años. Dos jóvenes estaban haciendo un trabajo de control, bien documentado en sus apuntes, del estado de cada árbol y de cada una de sus impresionantes ramas.
Y me preguntaba y me sigo preguntando: ¿De qué modo cultivo en mí y en los que adornan mi vida (amigos, hijos, pupilos, nietos…) la veneración, el respeto y hasta el cariño hacia estos testigos seculares de la Historia? A veces se recibe de algunos la impresión de que el mundo vegetal les sirve solo para comer, para hacer leña, para guarecerse del sol y acaso y un poco de la lluvia…o, a lo más, decir ¡qué bonito! Cuando, aparte de ser un mundo grandioso, vivo y hermoso, sin el que la vida de este animal que llamamos hombre y el resto de los demás seres vivos no podría serlo, es un portentoso monumento natural que embellece la Tierra, la hace fecunda, sostiene la Vida y tira de nosotros.
¡Ojalá hubiese en las familias, en las escuelas, en los grupos y asociaciones una educación que enseñase a hacer una reverencia vital, profunda y convencida a esa bella parte del mundo que nos hace posible vivir!

viernes, 16 de junio de 2017

Saalumarada Thimmakka: 103 años de solidaridad.

Recordemos a Thimmakka que cumplió 103 años en el pasado 2015. Había nacido en la aldea Hulikal, al oeste de Bangalore, India. A Thimmakka la llamaban, con razón, Saalumarada Thimmakka.
Saalumarada significa “Hilera de árboles”. Veamos por qué. Thimmakka nació en una familia pobre y tuvo que hacer los trabajos pesados de la pobreza. La casaron con un pastor, Bekal Chikkayya, pero no lograron tener hijos. Pasados 25 años de su matrimonio, decidieron injertar y plantar banianos, una especie de higuera india, a lo largo de los cuatro kilómetros desde su aldea hasta Kudoor, protegerlos con arbustos espinosos y regarlos, día a día, llevando el agua en cuatro cubos.
Su esposo Chikkayya murió el año 1991. Y ella, casi desconocida fuera de los vecinos más cercanos, recibió el Premio Nacional de Ciudadanos en 1996 y algunos otros en un elegante papel. Y comentaba que en vez de papeles ella deseaba dinero para  construir un hospital en la zona. Y decía: "He estado deseando iniciar un hospital, pero nadie parece interesado. No obstante, seguiré intentándolo".  
Leer, admirar y hasta emocionarse ante una lección como esta no debe bastarnos. Es como si quisiésemos honrar la memoria de Thimmakka con un papel. Puede suceder que en nuestra vida no se nos presenten situaciones como las que vivió con  su marido. Pero tal vez sepamos de proyectos, de iniciativas, de inquietudes, de servicios en los que podamos colaborar de algún modo.
Pero me resulta más cómodo, a mí me gustan las cosas: “A mí que me dejen en paz”. “Eso les toca a…”. “¿No pago impuestos que el Estado y las Instituciones deben emplear en cosas en las que yo no quiero, no sé… no me puedo meter?”.

domingo, 11 de junio de 2017

Libertad de expresión.

Vivo desconcertado por la ley que impera en este mundo en el que necesito respirar. Esa ley – lo intuyes – es la Suprema Ley de la Libertad de Expresión. Cuando yo era muy pequeño aprendí a no hablar fuerte, a no hacer ruido, a no correr por mi casa mientras mi hermano más pequeño dormía su, para mí, fastidiosa y larga siesta. De algún modo me hacían comprender y, poco a poco y a regañadientes sin duda y a mi modo, yo comprendía, que existían otras personas además de la mía, que había derechos superiores a los míos, que había una forma de vivir juntos - la llamada convivencia – que me obligaba a no expresar mi libertad como me viniese en gana porque no tenía derecho a hacerlo.
¿Te has fijado con qué soltura, con qué seguridad, con qué insania se esgrime la dura porra de la ley de libertad de expresión? Sucede algo inaceptable en una situación de convivencia familiar, amigable, social… Si yo soy amigo del que produce ese hecho inmediatamente invoco la inviolable ley de libertad de expresión para escudarme,  para excusar, es decir, aceptar como bueno, no condenar lo que es a todas luces un ataque al buen gusto concertado socialmente, al orden aceptado inteligentemente, a la - ¡ojalá! - inviolable ley de convivencia que me exige el respeto a todos.
“La maté porque era mía” no lo digo porque suena mal, porque iba a ser demasiado. Pero el “Me avala la Ley de Libertad de Expresión” lo esgrimo como un mazo ante el que no cabe más que aceptar y callar. Porque si el que me escucha es pusilánime o medroso, o inteligente que sabe que no hay quien me arregle, o se escuda en la ególatra ley de la libertad de expresión… quedo como el déspota que tiende a dominar un mundo que voy moldeando con mis fuertes manos de dictador y logro que lo que me rodea viva sometido bajo mis pies.

No vale para acompañar, para compartir, para respetar, para construir, para amar, el orangután que cree que el primer tronco que se le pone delante le sirve para imponer justicia en el mundo.

martes, 6 de junio de 2017

Ébano y Marfil.

Margaret Patrick y Ruth Eisenberg coincidieron en la primavera de 1993 en el mismo Centro Geriátrico de Nueva Jersey casi con la misma edad y con el mismo mal, un derrame cerebral con inmovilidad de una mano, una de la derecha y la otra de la izquierda. Una era blanca y la otra negra y ambas habían sido concertistas de piano.
Millie McHugh era mucho más que un trabajador en aquel Centro. Era una mente privilegiada y un corazón ardiente. Y con aquella mente y aquel corazón se convirtió para Ruth y Margaret en un ángel bienhechor: Y les propuso tocar juntas. Las dos manos sanas, una blanca y otra negra, iban a deslizarse sobre el ébano y el marfil del teclado en una conjunción perfecta.
Ruth preguntó a Margaret: ¿Sabes el Vals en re bemol de Chopin? Y ellas mismas, Ébano y Marfil, como el teclado, fundieron su arte como melodía y acompañamiento en un concierto musical en televisión, iglesias, escuelas, centros de rehabilitación y residencias geriátricas. Pero los que admiraban aquella sinergia musical admiraron igualmente el precioso enlace de almas en un mismo acto de amor al arte, a la belleza y a la fusión de personas.
¿Nos vale? Debe valernos. Cuántas veces la defensa de nuestra independencia en juicios, resoluciones y ejecuciones ha dado al traste con proyectos mejores que los que individualmente hemos sido capaces de llevar adelante. Cuántas veces eso que llamamos orgullo, amor propio, libertad nos ha atado y hecho más pequeños y producido menos luz porque nuestra cabezonería infantil nos ha detenido a la mitad de un camino gozoso.

jueves, 1 de junio de 2017

Seis horas en Internet.

Como sabes, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) realiza desde 2000, cada tres años un estudio sobre el rendimiento académico en matemáticas, ciencias y lectura de estudiantes de 15 años a partir de unos exámenes en diversos países. Al estudio-informe lo llaman, para acabar pronto, PISA, que viene de Programme for International Student Assessment (Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) y busca obtener datos que ayuden a los países implicados a mejorar la instrucción de sus muchachos.
De lo descrito hasta aquí puedes deducir que a muchos no les convence este empeño, pero como eso pasa con todo, nos ponemos de parte de PISA para hacer una modesta reflexión a partir de algunos datos de su primer informe de 2017.
El coordinador del informe, Andreas Schleicher, decía que el grado de satisfacción de los estudiantes en España es de un 7,4 (de 0 a 10) por encima de la media de la OCDE. Pero añadía que, en cambio, “se observa un nivel de ambición personal inferior a la media de la OCDE, el 58 por ciento frente a la media del 71% del resto de países europeos”.
Es decir, parece que los estudios van bien. O, al menos, mejor que en otros países. Pero también parece que la mirada hacia el futuro, a partir de su condición de estudiantes, es menos entusiasta que  la europea.     
He escrito arriba “instrucción”. Pero importa sobre todo “educación”. Y en la educación, es decir, en la forja de hombres (¿suena bien, verdad?; ¿y por qué para algunos está trasnochado?) se encuentra no sólo la tarea de acompañar hacia la felicidad al obtener un trabajo seguro, aceptable y bien remunerado, sino la de construir un mundo solidario, generoso, acogedor, luminoso, ambicioso en el que sea posible un protagonismo que arrastre hacia los demás. Puede suceder que la actitud más común sea cuidar la propia parcela personal ¡y que me dejen en paz!
Cuando se ofrece a los adolescentes la meta de que sean algo más que ellos mismos se despierta naturalmente la ambición de crear un mundo en el que los demás cuenten, los demás sean también parte del propio proyecto vital.
Tal vez el hecho de que un 22 por ciento pasa seis horas diarias en internet, dibuja el perfil de quien huye de sí para no encontrarse con nadie.