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viernes, 25 de mayo de 2018

Elusur Macrurus (en vías de extinción).


Esta tortuga tan extraña, a la que tachan de punk por su melena verde, es, con todos los respetos, un bicho raro. No lo era todavía a mediados del siglo pasado cuando se buscaban y llevaban a casa como mascotas. Tanto que hoy quedan poquísimas y viven amedrentadas temiendo desaparecer a manos del hombre. El nombre que le han puesto puede significar Huidizo Rabilargo y hacen muy bien en ocultarse.
Se encuentra solo, que se sepa, en ríos de Australia. En uno de ellos, el río Mary, la captó en su cámara el fotógrafo australiano Chris Van Wyk cuando, buceando en busca de tesoros naturales perdidos, se le apareció hace diez años.
La melena que luce no le es propia: es un llamativo postizo de algas que no le sirve para hacerse notar, sino, todo lo contrario, para pasar desapercibida en la vegetación del río. Debajo de la mandíbula le crecen dos picos que son barbas sensitivas. Y los grandes ojos capaces de hipnotizar, es un decir, lucen un azul claro natural de la especie. Es capaz de permanecer bajo el agua 72 horas, respirando por los orificios de sus órganos de reproducción.
¿Para qué asomarse a este extraño elusor con estas líneas? Los que hemos vivido un poco en este maravilloso mundo podemos constatar que han desaparecido de la vida, del uso, de la costumbre no sólo objetos ya inservibles, sino actitudes, apreciaciones, observaciones, ¡admiraciones!... ante personas, instituciones, valores, costumbres que debieran seguir sirviendo de escuela para la vida. El respeto, la honradez, la generosidad, la apertura al otro, la acogida serena y cálida de lo bello y bueno, el cultivo de modos de conducirse, de reaccionar, de crecer que ennoblecen, debiéramos proponerlos como tesoros y metas, los responsables de formar a los que nos van a suceder en la construcción de familias e instituciones que valgan la pena.

domingo, 15 de octubre de 2017

Larga vida a la Honradez.

He leído con asombro, agrado y agradecimiento que el cardiólogo Valerio Sanguigni, de la Universidad Tor Vergata de Roma afirma que el helado que resulta de unir cacao, avellana y té verde es el conjunto de antioxidantes que mejor ayuda a disfrutar de una vida larga y sana. Y a quien le gusten y le vayan bien los helados, del placer de acercarse a él en verano. Y en invierno.      
Parece argumentar así (y digo parece porque siempre vale confirmarlo con el atestado de otro sabio) basándose en la cualidad de los tres nutrientes citados de ser ricos, como ya sabes, en capacidad antioxidante. ¿Y por qué helado? Porque el calor echa a perder ese valioso efecto antioxidante.
No hago propaganda ni receto elixires de larga vida, porque no soy quién para ello ni caben en este campo. Pero sí me permito subrayar, con la mejor intención, la necesidad que tenemos de acertar en nuestra labor de ayudar a modelar la personalidad de nuestros hijos y educandos: escoger con responsabilidad los alimentos que aseguren una conducta sana, una vida limpia, un carácter sólido y ecuánime.
La honradez es el primero de todos. Honradez significa ser uno mismo; buscar y defender la verdad y la justicia en juicios, decisiones y proceder; afianzar la fortaleza de actuar siempre como se debe y no como conviene; respetar a los demás y sus pasos pero sin que los amigos, los criterios que se airean como triunfo de las personas, de las ideas, de la propuestas morales personales y sociales oxiden la nobleza de la auténtica grandeza que hemos querido para ellos.

martes, 24 de enero de 2017

Capricho: barrera a nuestra acción educativa.

Aunque vivió hace mucho tiempo, estoy seguro de que conoces o conociste a Marcos Terencio Varrón. Terencio para los que frecuentan sus escritos, que fueron muchos y de los que nos han llegado solo algunos, vivió en el siglo de Pompeyo y Julio César, de Marco Antonio y Octavio. Militar con Pompeyo, perdonado por su opositor Julio César (del que recibió la dirección de las bibliotecas públicas de Roma),  declarado fuera de la ley por Marco Antonio y repuesto por Augusto, yo creo que, por tantas idas y vueltas, dejó la política y las armas y se dedicó al estudio, la observación y la escritura.
Y de ellas tomo algo que te gustará leer si no lo conoces. A propósito de salud y enfermedades, escribió: "Hay una raza de ciertas criaturas diminutas que no se pueden ver por los ojos, pero que flotan en el aire y entran al cuerpo por la boca y la nariz y causan enfermedades graves". ¿No crees que Louis Pasteur se inspiró en él?
A propósito del pulso del cuerpo humano escribió sus diversas formas y una de ellas la presenta como caprizans pulsus. Es decir, inesperado en su ritmo e irregular, como el salto de una cabra.
La definición clásica de capricho es “idea o propósito que uno forma arbitrariamente, fuera de las reglas ordinarias y comunes, sin razón”. Y los sabios dicen que la palabra capricho, dejando a las cabras en paz, saltando o no, está tomada directamente del italiano capriccio y antes caporiccio, es decir, cabeza de erizo, con los pelos de punta.   
Vayamos a una reflexión sobre lo anterior que nos ayude en nuestro alto oficio de ayudar a  modelar personalidades correctas. ¿No te parece que el mundo de hoy (modas, economía, política, corrientes, costumbres, relaciones, iniciativas, ideas,  comportamien-tos, arte, propósitos…) están tocados por impulsos parecidos al del salto sin ton ni son de la cabra? ¿Y que ciertas irregularidades que ponen los pelos de punta nacen de la arbitrariedad de nuestra acción educadora, de nuestra flojera en conocer y advertir, acompañar y estimular?
El fruto de ese proceder educativo, que es caprichoso, produce un efecto de capricho por imitación: “da lo mismo”, “por esta vez”, “no es para tanto”, “ten cuidado”, “que yo no me entere”, “no te pases”, “pues estaría bonito”, “que no vuelva a suceder”, “que yo no me entere”, “como se entere tu padre”… Es decir, eliminar la propuesta de honradez como condición indispensable de la conducta es el mejor modo de que  nuestro tesoro quede enterrado para siempre por el capricho. 

viernes, 30 de diciembre de 2016

Un navío inglés llamado "Resolute"

En 1845  Sir John Franklin había salido de Inglaterra al frente de una expedición ártica sin que en 1848 se hubiesen tenido noticias de su suerte. Sucesivamente siete buques británicos, dos de vapor y el resto de velas, intentaron dar con él. Uno de estos últimos era el HMS Resolute que, al mando del capitán Kellett, quedó atrapado en el hielo. Belcher, jefe de la expedición, ordenó a Kellet abandonarlo.
El 10 de septiembre de 1855, el Resolute abandonado fue encontrado, incrustado en un témpano a la deriva, por el ballenero norteameri-cano George Henry, capitaneado por James Buddington a 1.900 kilómetros del lugar de su rendición.
    “Sobre una mesa enorme había una tetera de metal, reluciente como si fuera nueva,
     también un gran volumen de la Biblia de la familia de Scott, junto con vasos y
     botellas de licores selectos. Cerca estaba la silla del capitán Kellett, un mueble
     macizo sobre el que se había extendido, como para proteger este asiento de un
     uso profano, la bandera real de Gran Bretaña”. 

Buddington llegó con el Resolute a New London Connecticut, la víspera de Navidad.
El Congreso de los Estados Unidos lo compró por 40.000 dólares y lo restauró devolviéndolo a la reina Victoria el 13 de diciembre 1856 como una muestra de cortesía. Y Resolute siguió sirviendo hasta su retiro y desguace en 1879.
La reina Victoria regaló en 1889 al Presidente de los Estados Unidos Rutherford B. Hayes un escritorio hecho con madera del Resolute. Y todos los Presidentes, menos tres, lo han tenido en su despacho como tributo de honor a tan noble historia. Se dice que una copia del mismo se conserva en el Museo de New Bedford y otra en el Museo Naval Real de Portsmouth.
Este hecho, tan complejo y tan frío, puede despertar en nuestras reflexiones de educadores alguna admiración por la conducta de los hombres envueltos en él.
El arrojo de los que sienten que sus vidas deben servir para abrir caminos de ayuda y altruismo. La veneración por los valores que los que nos han precedido han sembrado como semilla de generosidad y valentía. El agradecimiento hacia quienes han aportado algo o mucho a nuestro crecimiento como miembros de una familia, una sociedad, una nación. La resolución (recordemos el nombre de nuestro barco, RESOLUTE, Resuelto) en nuestros proyectos y actuaciones. Y, sobre todo, la honradez en la conducta, la generosidad en nuestras relaciones, la fidelidad y reconocimiento al pasado que nos permite vivir hoy nuestro presente.

martes, 15 de noviembre de 2016

Pylos, un ejemplo de arqueología.

El empresario prusiano Johann Ludwig Heinrich Julius Schliemann (1822-1890) soñó con comprobar que lo que se lee, por ejemplo, en la Ilíada, fue real y que aquella realidad se vivió en Troya, Micenas, Tirinto, Orcómono… Y a Troya y Micenas se fue para excavar la tierra y descubrir que su sueño era acertado.  
Con menos medios y más método se sigue excavando y excavando en muchos lugares del mundo. La arqueología se viste con la nobleza de descubrir el pasado. Y hace un año (mayo de 2015) un equipo de arqueólogos (Jack L. Davis y Sharon R. Stocker, de la Universidad de Cincinnati) encontró en las ruinas de Pylos, en el sudoeste de Grecia, la tumba de un guerrero que fue enterrado allí hace unos 3.500 años en una fosa a 2,50 metros de profundidad, dos metros de ancho y cuatro de largo. Guerrero importante si tenemos en cuenta el hallazgo: un ataúd de madera con los huesos de un hombre joven de entre 30 y 35 años. A la izquierda estaban las armas: una espada de bronce con empuñadura de marfil y oro y una daga con oro. A la derecha, cuatro anillos de oro con finas tallas minoicas y cerca de 50 sellos de piedra con imágenes de dioses y toros. Entre sus piernas había una placa de marfil en la que estaba tallado un grifo, criatura mitológica cuya parte superior es de águila y la inferior de león, que protegía a los dioses y a los reyes. También se encontraron copas de oro, plata y bronce, un espejo de bronce con mango de marfil y seis peines del mismo material. Todo lo que parecía que iban a necesitar para navegar con seguridad por el difícil camino del más allá.
¿Y a cuento de qué viene esta vieja historia para nuestra vida? A mí se me ocurren estas dos nimiedades: ¿Organizan los padres y formadores el futuro de sus pupilos de modo que en su futuro sobre la tierra esté provisto de todo lo que van a necesitar para vivir con dignidad su condición de hijos y de discípulos? Me refiero a la honradez, probidad, sentido de la justicia, grandeza ánimo, fortaleza, tesón, generosidad, tenacidad, limpieza de conciencia… Es decir, todo eso que cuando miramos  a nuestro alrededor o en nosotros mismos echamos de menos y nos gustaría no tener que echarlo así? ¿Intentamos despertar en ellos aprecio por esas condiciones de hombres maduros, estimulamos el deseo de crecer en estatura intelectual, perfección de alma, belleza de conducta, luminosidad de obras? 

miércoles, 20 de enero de 2016

Entre lobos.

Doce años pasó Marcos Rodríguez Pantoja entre lobos (ENTRE LOBOS tituló Gerardo Olivares la película que dirigió en 2010 sobre Marcos); entre lobos, ciervos, gamos, jabalíes, zorros y tejones del Parque natural de la Sierra de Cardeña, en el Nordeste de la Provincia de Córdoba. Desde 1953 hasta 1965; desde los siete hasta los diecinueve años. Y en la maleza no muy intensa poblada por el roble melojo, los quejigos, alcornoques, acebuches, jaras y brezos.
Un guarda forestal avisó de su presencia a la Guardia Civil que lo rescató de un destierro que había dejado en él un hondo sentido de la vida en solitario en una etapa muy sensible de ella. Inteligente y astuto, fue ganándose la amistad de aquel amplio paraje en el que no solo vivió entre lobos, sino que se convirtió en su “hermano mayor”.     
Le costó volver al mundo humano del que le había alejado su padre al darlo como compañero a un cabrero que desapareció enseguida de su presencia.  
Un cura joven, Juan Luis Gálvez, le volvió al habla humana. Las Hermanas del Hospital de Convalecientes de Madrid le ayudaron a caminar erguido y un buen corazón gallego le llevó a convivir con él en la dulce tierra del Noroeste español donde sigue hoy con nostalgias de una vida extraña, pero hecha propia.
Este es el torpe resumen de una intensa vida que puede despertar en nosotros muchas reflexiones y alguna que otra decisión.
Cuando se le ve tirado en el suelo compartiendo abrazos y querencias con un lobo comprendemos por qué dice que la vida entre animales es más apacible que entre hombres. Y cuando se le contempla como ido, pero sin duda atravesado por añoranzas de la paz de su soledad, nos damos cuenta de que la vida en la que los hechos le han vuelto afortunadamente a introducir, sentimos hacia él la ternura que produce haber despertado a un hijo pequeño de un bello sueño.
La aplicación a nuestra vida es la de que no podemos decidir que la aspereza de la sociedad que nutrimos tan llena de pretensiones, envidias, rivalidades, odios, imposiciones sea el modelo para nosotros y para nuestros hijos. No podremos evadirnos, pero sí forjar en nuestra conciencia la decisión de mantenernos en la nobleza moral a la estamos destinados.

viernes, 16 de octubre de 2015

Yangsi.

Hacia el suroeste de China está la provincia de Sichuan donde la pimienta, cuyo aroma se parece al de los cítricos, es - dicen - la mejor del mundo. Y en Sichuan está la aldea de Yangsi, cuyas referencias conoces sin duda. Pero por si acaso lo olvidaste, te recuerdo que hubo en esta pequeña población un hecho llamativo hace unas seis décadas. Los niños dejaban de crecer cuando llegaban a los cinco o seis años. Hoy cerca del cuarenta por ciento de la población lo forman habitantes que no miden más de 120 centímetros. El fenómeno cesó, pero nunca se supo su causa. Como es natural, las hipótesis apuntaron en todas las direcciones, aunque de ninguna de ellas, por muchos estudios que se realizaron, llegó la explicación del hecho. 
Este recuerdo me lleva a preguntarme: ¿cómo son las generaciones que nos siguen a nosotros, padres y educadores? ¿Tengo entre mis hijos, entre mis educandos, algún enano?  Y no me refiero a la estatura física, como comprendes. Causa admiración cómo crecen los muchachos y muchachas hoy. En seis décadas (y en mucho menos tiempo) las generaciones que han ido heredando nuestros puestos nos miran desde arriba con cierta satisfacción y nosotros las miramos desde abajo con cierto complejo. Dicen los entendidos que la media del aumento en la altura ha sido en los varones de unos once centímetros. Lo atribuyen, en gran parte, claro está, a las mejores condiciones higiénicas.
¿Y por dentro? Me refiero a lo más dentro del misterio humano. Si se pudiese usar el centímetro para comparar el crecimiento del “yo” personal, ¿qué diríamos? ¿Son los hijos más valientes que sus padres? ¿Más honrados’ ¿Más trabajadores? ¿Más fiables? ¿Más amables? ¿Más generosos? ¿Más estudiosos? ¿Más emprendedores? ¿Más obsequiosos? ¿Más educados?... Hay tantas demarcaciones en el fondo del ser humano que no acabaremos nunca de repasarlas. Pero sí nos corresponde advertir y confirmar que en alguna de esas regiones hace falta acompañarlos para que realicen un laboreo a fondo y saquen de sí lo que, sin duda, es germen de grandeza. “Del salón en el ángulo oscuro, de su dueña tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa. ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas como el pájaro duerme en las ramas, esperando la mano de nieve que sabe arrancarlas! lamentaba Bécquer.

viernes, 5 de julio de 2013

Rafael y Roland.



Como todo el mundo sabe, Roland Garros jugaba al tenis. Pero no tanto ni tan bien como para que al Gobierno francés le pareciese oportuno dar su nombre al estadio que todos conocemos. La historia es que en 1927 Jacques Brugnon, Jean Borotra, Henri Cochet y René Lacoste (Los cuatro mosqueteros”) habían ganado a Estados Unidos la Copa Davis ¡en su casa! (en la de los americanos). Y se dijeron: “Necesitamos un digno estadio para la revancha (revanche en francés) de los vencidos (¡Si pueden!)”. Cedieron a la Federación francesa de tenis tres hectáreas y le pusieron el nombre de un joven luchador, en el aire, caído en batalla en 1918. Fue un pionero (pionnier en francés: un peón del ejercito, como nuestro gastador en los Tercios de Flandes - véase el Tesoro de la lengua castellana, ya con cuatro siglos: el soldado que trabaja con pico y pala - de la aviación).

Había nacido el 6 de octubre de 1888 (Saint Denis). Se apasionó de la aviación, el 23 de septiembre de 1913, cruzó el mar Mediterráneo en seis horas, trastornó el arte (¿arte?) de la guerra con un nuevo modo de ataque de los aviones con ametralladora. Cayó, fue hecho prisionero, escapó… y sobre las Ardenas (norte de Francia) fue derribado el 5 de octubre de 1918 del avión y de esta vida. Treinta años.

Rafael Nadal nació el 3 de Junio de 1986; hoy tiene 27 años. Leer la lista de triunfos en su vida de tenista llega a confundir a quien no está acostumbrado, como me pasa a mí, a trazar día a día el perfil de un ganador. Como, además, se leen nombres de lugares, de campos de juego, de tierras batidas, azules, césped, cemento… es fácil quedar aturdido.

Pero saber que desde muy joven soñó con jugar y vencer y que le resulta tan natural ser honrado, luchador, sencillo, cercano, superior al dolor, amigo de los contendientes, nada engreído, rico en afecto y en sonrisa, constante en su ser joven, generoso, incansable, trabajador… le hace grande en mi estima y afecto.

Como los jóvenes de hoy. Vivimos un tiempo en el que la honradez y el esfuerzo, la entrega al duro trabajo de la formación y perfeccionamiento en su calidad de hijos, compañeros, de estudiantes estudiosos y de trabajadores denodados nos hace prever un futuro bien asentado en la probidad y el servicio, en el desprendimiento y la entrega a los demás.

Y todo ello gracias a vosotros, padres, que habéis entendido bien que el mayor tesoro de vuestras vidas son y serán vuestros hijos y vuestros nietos; que os habéis preparado y os seguís perfeccionando como sus mejores entrenadores en la vida con el sentido del deber, del respeto, del esfuerzo, de la grandeza de espíritu, del altruismo y del amor.

jueves, 20 de junio de 2013

Los Soprano.



La cadena por cable norteamericana Home Box Office (HBO) ha declarado a raíz de su reciente muerte a los 51 años (Roma, 19 de junio) que James Gandolfini era “una persona amable y cariñosa que trataba a todo el mundo con el mismo respeto”. Y el director de la serie, David Chase: “… fue mi compañero, mi hermano en formas que no puedo explicar ni jamás podré”. A estas afirmaciones podrían añadirse todas las que hicieron amigos, compañeros de trabajo, dependientes…
Cuando se analiza la historia de LOS SOPRANO queda uno pasmado por el rigor con que se labraba una obra de arte que ha merecido el juicio de haber sido “una de las mejores series de todos los tiempos”.
Se estrenó en enero de 1999 y se mantuvo durante seis años y con ochenta y siete episodios de una hora, debidos a los guiones de más de ocho guionistas y la constante, acertada y exigente dirección del creador y director, David Chase. 
Llama la atención conocer su método en la elección del reparto sin más concesiones que las debidas a la valía del actor; de los escenarios o de los lugares naturales de la vida y acción de una doble familia, de sangre y de mafia, a través de los episodios en los que se mezclan problemas de afecto, de estrategia tramposa y violenta, de debilidad ante la puerta nunca abierta a la felicidad de la psiquiatría…
Y todo esto ¿para qué? Estamos contemplando, hablando, sufriendo, criticando… a un mundo que llamamos corrupto, a una historia diaria, de ayer y de hoy, cercana y lejana, que nos resulta cada día (¡cada hora!) más sucia y bochornosa. Clamamos contra el que decimos que se aprovecha de lo que sea para conseguir lo que desea o, al menos, lo que puede. Y no nos damos cuenta de que nosotros estamos siendo, muchas veces, en nuestra cicatera crítica, lo mismo que ellos, sucios de corazón y de lengua, corruptos sin aportar mucho o nada al tremendo problema en que nos envolvemos.
En el origen de todo está la honradez: la que no tiene el que trepa hasta conseguir un puesto de influencia sin saber qué hacer en él sino aprovecharse; la que no tiene el que falsea la mercancía que vende como buena; el que abre la mano, con disimulo o sin él, para recoger la comisión con que se vende una firma; la que no tiene el que vaguea mientras se prepara (¿se prepara?) para ejercer una profesión que no dominará porque dedica el tiempo de su preparación al alboroto; la que no tiene el que muerde, porque cree que por sembrar hiel en la vida se consigue ahogar al enemigo...

viernes, 19 de abril de 2013

Honradez.



Está de moda hablar de honradez. Bueno, en realidad lo que está de moda es hablar de chorizos, corruptos, sinvergüenzas, golfos, aprovechados, tramposos, fulleros, malandrines… altos y bajos, señores y menestrales, asiduos o de ocasión. Es decir, se habla de honradez. De la que no hay. De la que se dice que se desea. O de los que se trata de reventar como sea hasta que viertan con su sangre el fruto de su pillaje.

Hace unos días la prensa (mi vista no llega a más) narraba que un señor ya mayorcito y, tal vez por eso, un poco despistado, se dejó en un tren noruego un bolso. Dos adolescentes se dieron cuenta del bolso y de que nadie llegaba a buscarlo. Lo abrieron, sin duda con la mejor voluntad, y descubrieron que contenía 467.000 coronas. Que son, dicen los expertos en trueques monetarios, unos 62.000 euros. Y pensaron en seguida en hacer lo que su corazón, un poco acelerado, les dictó. Dar parte (no parte: ¡todo!) a la Policía. Pensemos.

Pensemos en los que sucumben ante la sagacidad crematística: Coleccionar dinero no ocupa mucho espacio. Levantar un museo de billetes es algo que no ha hecho nadie hasta ahora. Conservar para los propios descendientes un testimonio abundante de la proeza europea de darse una moneda única es algo loable…

Pensemos en los que, hijos de alguna democracia, declarada o anónima, auténtica o de mentirijillas, arreglan o pretenden arreglar la historia y empaparla de moral a golpe de castigos, de ataques, de acorralamientos y de medidas correctivas más eficaces, si se le permitiese, y aportar así  solución al grave problema que denuncian. 

Probablemente no confían mucho en las urnas, ni en los juzgados, ni en ninguno de los instrumentos que tienen a su mano de acuerdo con algún pacto de convivencia del que hayan oído hablar. Y es fácil que no conozcan, o no recuerden o les tenga sin cuidado la palabra sensata de un gran Maestro: “El que no tenga culpa que tire la primera piedra”.

Pensemos, por último de mi parte, y más gozosamente, en la actuación de dos adolescentes que se condujeron con lo que les dictaba el corazón, no su bolsillo. Y pensemos en el encargo que tenemos todos los que creemos poder aportar algo al saneamiento de nuestros hijos, de nuestros muchachos, de la sociedad: que cuidar la  salud de su corazón, acrecentar la belleza de su corazón, procurar la fortaleza de su corazón es nuestro deber supremo y nuestro logro más sublime.

sábado, 8 de septiembre de 2012

La Honestidad.



Conocéis la leyenda del emperador chino que, para elegir esposa, lo hizo entre todas las jóvenes que, presentadas como aspirantes, volviesen al cabo de seis meses con la flor más hermosa obtenida del cultivo de una semilla recibida del rey. Eligió a la que presentó, en medio de un jardín de hermosísimas flores traídas por las otras, una maceta sin más que tierra. Su decisión, explicó el emperador, la había movido el deseo de compartir la vida con una mujer fiel a su amor. Todas se habían ido a su casa con una semilla estéril y volvían con la mentira de una flor deslumbrante. La elegida presentaba la hermosura de la honradez.
Vivimos y convivimos, con frecuencia, engañando y engañándonos. Engañar a los demás nos resulta fácil desde que nos hemos entrenado engañándonos a nosotros mismos. ¿Qué por qué nos engañamos? Porque nos gusta soñar más que vivir, esperar más que trabajar, suponer más que constatar, desear más que ahondar, exigir más que dar, recibir más que servir. Nos sentimos inseguros y nos creamos arrimos que disimulan nuestra inseguridad. Deseamos ser importantes y en vez de buscarlo y lograrlo siendo honrados, siendo auténticos, recurrimos a parecerlo, a darnos importancia, a pedir a los demás que nos lo reconozcan: que es el mejor argumento para demostrar que no lo somos.
Engañamos al débil porque sabemos que podremos aprovecharnos de él y de su debilidad. Al fuerte, pero con disimulo y taimadamente, para que el bien que esperamos obtener sea, al menos, el de que nos aniquile. La mentira es un rebujo en el que la apariencia del papel dorado es lo contrario de lo que envuelve.
Que cuando el Rey ponga en claro cuál ha sido su política de amistad, de amor para con nosotros, podamos levantar la cabeza ofreciéndole en nuestros ojos la flor de la sencilla verdad.