Mostrando entradas con la etiqueta cine. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cine. Mostrar todas las entradas

miércoles, 8 de agosto de 2018

Cine "Paradiso": para los niños que nunca han visto.


El Ischia Film Festival de este año de 2018, en su decimoquinta edición, se cierra el 7 de julio. Tiene lugar en el Castillo Aragonés de la Isla. Es una competición internacional al aire libre en aquel excepcional escenario a la que se presentan películas, cortos y documentales. Uno de estos, Un cine en concreto (con título en español) lo ha presentado Luz Ruciello y cuenta esta historia de la que ha sido testigo durante nueve años.
Omar J. Borcard, albañil argentino, construyó, domingo tras domingo, a lo largo de nueve años, un cine para los niños que nunca habían visto una imagen en pantalla grande. Lo llamó, recordando aquel entrañable film de Giuseppe Tornatore, Cine “Paradiso”.
Compró a un cura un proyector Gaumont del año 28, que algún tiempo más tarde pudo cambiar por otro más moderno. Y pudo ser feliz sabiendo que muchos niños de Villa Elisa acudían a ver, a gozar, a reír algo que nunca habían conocido.
Trabajando ocho horas cada domingo y buscando, como de limosna, medios para  seguir adelante en su empeño, consiguió la gratísima meta.
El terreno en el que lo había construido no era del todo suyo. Era de la familia. Y la  familia le hizo deshacer lo hecho, tabla a tabla, ladrillo a ladrillo, ilusión a ilusión. Quería disponer de él.
Nuestras vidas (¡y las de los demás!) están rodeadas o habitadas por situaciones, personas, vacíos, ilusiones, sueños, proyectos… que podrían ser nonadas, fruslerías, tonterías… pero también deseo de embellecer el mundo, enriquecer el propio espíritu y el de los demás, mejorar la situación de personas o familias, abrir el horizonte, propio y de los nuestros o de los que no son nuestros… Y la vagancia, la cobardía, el temor a una crítica, la desconfianza en nosotros mismos y en los demás paralizan nuestros pies, atan nuestras manos, aguan nuestra fantasía y dejan que nuestro espíritu siga amenazado de raquitismo.
Vivimos en un mundo en el que (¡menos mal!) nos asombra la infinidad de obras grandes, construcciones maravillosas, acciones nobles con sus consecuencias, servicios generosos, regalos mágicos, historias sublimes… ¿Pensamos que fuente de todo ello ha sido un corazón grande, generoso, osado, decidido, abierto, lleno de amor? Tuve ocasión de escuchar el consejo que un padre le daba a su hijo. “¡Tú a lo tuyo! ‘Lo de los demás no te importa!”.
¿Cómo sería el mundo si todos los que nos han dejado esta herencia sublime hubiesen recibido, hecho norma y seguido ese consejo? 

lunes, 15 de julio de 2013

Metrópolis.



¿Os acordáis de Metrópolis, aquella película expresionista alemana, muda, de 1927, de Fritz Lanzg y su esposa Thea von Harbou? De ella se pueden decir muchas cosas, verdaderas o inventadas dada la complejidad de la hisoria. He aquí algunas, sencillas y breves.     
Una breve síntesis del punto de partida para recordar o situar: En el año 2026 (¡!) la ciudad está formada por los propietarios (que viven en una suntuosa, fría, atormentada y complicada superficie) y los trabajadores (pobladores perpetuos de un sórdido mundo subterráneo, anónimo y maquinizado). Un robot incita a éstos a la rebelión y a la destrucción de la ciudad bajo la que viven y para la que trabajan. Pero Freder, hijo de Joh Fredersen, el dueño de todo el complejo, se enamora de María, defensora de los trabajdores y cuidadora de sus hijos.
Mi primer subrayado es este de María. María, como suena en alemán, latín, español, italiano, portugués… No es sólo una figura simbólica. Es la fusión de la belleza, de la bondad, de la sencillez, de la generosidad, de la fe en los hombres, de la entrega, del amor. Es la personificación de la Madre de todos, de  María, Madre de Jesús, el Mediador, el Amor.
Juntos (y este es el segundo rayo de luz bajo cuyo ardor me parece oportuno acogerme)  Freder y María tratan de hacer sentir el amor a los sublevados, que nunca han sentido el amor aunque siempre han suspirado por él. Freder se convierte (gracias a la invitación de María y al amor hacia ella) en el Mediador entre el cerebro y la mano, es decir, el corazón de la ciudad que parecía no tenerlo, ni arriba ni abajo. No arriba por estar embrutecidos por el egoísmo. Ni abajo porque sin horizonte de libertad es imposible amar.
Y por último, los niños. Se preguntan los sublevados por ellos en un momento de lucidez: “¡Nuestros hijos!”. Es el instante de la verdad. María los ha amado, los ha guardado, los ha conservado como seres humanos y los presenta como la realidad de una promesa de vida frente a los inventos de destrucción del científico Rotwang que fabrica venganza y odio. Vale la pena ver de qué lado estamos nosotros hoy.

jueves, 20 de junio de 2013

Los Soprano.



La cadena por cable norteamericana Home Box Office (HBO) ha declarado a raíz de su reciente muerte a los 51 años (Roma, 19 de junio) que James Gandolfini era “una persona amable y cariñosa que trataba a todo el mundo con el mismo respeto”. Y el director de la serie, David Chase: “… fue mi compañero, mi hermano en formas que no puedo explicar ni jamás podré”. A estas afirmaciones podrían añadirse todas las que hicieron amigos, compañeros de trabajo, dependientes…
Cuando se analiza la historia de LOS SOPRANO queda uno pasmado por el rigor con que se labraba una obra de arte que ha merecido el juicio de haber sido “una de las mejores series de todos los tiempos”.
Se estrenó en enero de 1999 y se mantuvo durante seis años y con ochenta y siete episodios de una hora, debidos a los guiones de más de ocho guionistas y la constante, acertada y exigente dirección del creador y director, David Chase. 
Llama la atención conocer su método en la elección del reparto sin más concesiones que las debidas a la valía del actor; de los escenarios o de los lugares naturales de la vida y acción de una doble familia, de sangre y de mafia, a través de los episodios en los que se mezclan problemas de afecto, de estrategia tramposa y violenta, de debilidad ante la puerta nunca abierta a la felicidad de la psiquiatría…
Y todo esto ¿para qué? Estamos contemplando, hablando, sufriendo, criticando… a un mundo que llamamos corrupto, a una historia diaria, de ayer y de hoy, cercana y lejana, que nos resulta cada día (¡cada hora!) más sucia y bochornosa. Clamamos contra el que decimos que se aprovecha de lo que sea para conseguir lo que desea o, al menos, lo que puede. Y no nos damos cuenta de que nosotros estamos siendo, muchas veces, en nuestra cicatera crítica, lo mismo que ellos, sucios de corazón y de lengua, corruptos sin aportar mucho o nada al tremendo problema en que nos envolvemos.
En el origen de todo está la honradez: la que no tiene el que trepa hasta conseguir un puesto de influencia sin saber qué hacer en él sino aprovecharse; la que no tiene el que falsea la mercancía que vende como buena; el que abre la mano, con disimulo o sin él, para recoger la comisión con que se vende una firma; la que no tiene el que vaguea mientras se prepara (¿se prepara?) para ejercer una profesión que no dominará porque dedica el tiempo de su preparación al alboroto; la que no tiene el que muerde, porque cree que por sembrar hiel en la vida se consigue ahogar al enemigo...

domingo, 14 de abril de 2013

È Pascua!



Apenas acabada la segunda guerra mundial (y aun antes) el cine italiano brilló con una luz muy propia del momento: la pobreza. Y sirvió para dar a las producciones de otros países un toque de cercanía al mundo sencillo de cada día. Era el neorrealismo. Se contemplaban las dificultades, las ansias de salir de la miseria que había traído la guerra, la tragedia familiar, la pequeña y mediana argucia, muchas veces inocente e inocua, para sacar partido de la nada.              
Seguramente siguen sonando nombres como Blasetti, De Sica, Rossellini, Antonioni, Zavattini, Fellini… Y películas como La terra trema, Roma, città aperta, Paisà, Ladri di biciclette, La  strada…
En una de ellas – no recuerdo su título – un emocionado y sencillo ciudadano camina por la acera y dice con alegría y casi entusiasmo a los que encuentra: È Pasqua! È Pasqua!
Aquella escena me hace preguntarme qué sentimientos despierta hoy en los cristianos creyentes la celebración de la Pascua.   
Es verdad que hay una fiesta cristiana que pasa desapercibida, más estremecedora aún, que es la de la Encarnación: el Hijo de Dios se hace hombre en María. Pero esta de la Pascua de Jesús, su Paso supremo, su victoria sobre todo mal, debería ser (y lo es para tantos de un modo pleno) la superación de todo lo carcomido, lo acabado de este mundo imperfecto e incompleto que nos toca restaurar. No tiene sentido el griterío histérico de los que protestan contra la corrupción cuando lo hacemos con un corazón corrompido. No tiene sentido declarar que no nos fiamos de los que parece que tienen en sus manos de las marionetas que somos, cuando somos marionetas de nuestros propios gustos, intereses y criterios sin tener presente que únicamentre el mundo (¡y nuestra propia vida, ante todo, y nuestra familia y nuestros hijos…!) estará lleno de justicia y de amor cuando nos fiemos de verdad y hasta el fondo de quien es Amor, Justicia y Verdad.

martes, 14 de agosto de 2012

Elogio de la dificultad (J.I. Glez. Faus)

Imagen y texto extraidos del Blog: Cristianisme i Justícia.

Tal como se esperaba la película “The artist” se cargó de óscars. Una película muda y en blanco y negro. Sin la inestimable ayuda expresiva de la palabra y sin el halago del color. Y he aquí que, privada de esos dos rodrigones, la película entusiasma y nos lleva a percibir, entre otras cosas, la increíble capacidad expresiva que pueden tener los rostros humanos…
Esta constatación me evocó un proceso inverso que se dio en la genialidad de Berlanga: cuando tuvo que filmar en los márgenes angostos de la censura franquista, resultó mucho más genial que cuando la liberación de la censura le permitió echar mano, con demasiada facilidad, del recurso fácil o grosero. Bienvenido Mr. Marshall o Calabuig son quizá lo mejor de Berlanga.
Siguiendo por la senda del cine, vayamos a “La fuente de las mujeres”, encantadora película iraní hecha también con claras restricciones de censura. Sin embargo la escena casi final de amor donde sólo se ven los rostros, tiene mucha más hondura y riqueza humana que todo el sexo explícito de muchas películas occidentales.
Estos datos vuelven inevitable el recuerdo de La Codorniz, aquella asombrosa revista de humor a la que la censura franquista hizo aguzar el ingenio y conseguir una calidad y una gracia no igualadas después. Todavía hoy, uno echa de menos la “nada con sifón”, los jeroglíficos alusivos o las marquesas de Serafín. Revistas posteriores como El Jueves, con pistas tan anchas de facilidad no le llegan ni a la suela del zapato.
“El hambre aguza el ingenio” dice el refrán; y efectivamente es así. Quizá pues ha llegado la hora de reconocer que la facilidad tiende a embotarlo: algo hemos perdido desde que nos deshicimos de la censura. Y es preciso evitar que la anhelada libertad de expresión degenere en embotamiento mental o en simple libertad de lo hortera, y encarcelamiento de la creatividad.
No estoy abogando por un regreso a la censura, por supuesto. Pero sí por un reconocimiento de que la dificultad saca muchas veces lo mejor de nosotros. Aviso muy necesario para ciertas izquierdas baratas que confundieron la imprescindible educación en libertad con una educación sin dificultad. Pero educar sin dificultad es más bien deseducar o entontecer. Lo que exige la educación es una dificultad que esté motivada por una buena meta, y que no sea excesiva sino proporcionada a las fuerzas del que la afronta. De lo contrario, como gustaba de repetir J. L. Segundo siguiendo a G. Bateson (Pasos para una ecología de la mente), la tendencia a la facilitonería estropea todo lo humano.
Y éste no es un principio sólo pedagógico sino que parece brotar de la naturaleza misma de las cosas. En la física del bachillerato aprendíamos que la energía se degrada porque tiende a configurarse en la forma más fácil de energía que es el calor. Y el calor sólo hace sudar, sin poner nada en marcha. Luego la ciencia nos ha enseñado que la evolución del universo es tan infinitamente lenta porque tiende siempre a las síntesis más fáciles, mientras que los pasos adelante sólo los dan las combinaciones difíciles y minoritarias de hecho, que tardan mucho en producirse.
Pocos dudarán hoy de que el ser humano ha sido creado (o existe) para progresar. La pregunta es más bien si el camino del progreso es una pendiente hacia abajo o es una ascensión penosa: porque el primero sólo puede llevarnos al nivel del suelo o más abajo todavía, mientras que la segunda es la que nos permite alcanzar algunas cumbres. No diré con W. Benjamin que nuestro progreso se está convirtiendo en un “regreso a la barbarie”, pero es bueno que una persona tan de izquierdas dijera eso.
Porque detrás de todo lo dicho hay algo que las izquierdas deberían repensar mucho: el choque derecha-izquierda que antaño  sonaba a confrontación entre la insolidaridad y la justicia interhumana, se nos ha travestido hoy en un choque entre el esfuerzo y la comodidad.
¿Ha sido sólo por culpa de algunos medios hipócritas de comunicación? ¿O hay aquí un material para un buen examen de conciencia? Ya hablaremos de ello otro día. De momento sirvan estas obviedades para animar a los excursionistas estivales.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Muere Don Bosco


Así escribe ReligionenLibertad.com al dar la noticia de la muerte, el pasado día 3, de Biagio Anthony Gazzara. Es decir, Ben Gazzara en las pantallas, como recio, creíble y buen actor en muchas películas y protagonista en la que lleva el nombre de DON BOSCO de 1988.  La dirigió, con guión de Ennio di Concini, Leandro Castellani. Y en el reparto están, junto a Gazzara, Patsy Kensit, Piera degli Esposti, Philippe Leroy, Karl Zinny… La música es del veterano Stelvio Cipriani.
No interesa dar noticia ni crítica de la cinta, porque muchos la conocen o pueden conocer y en ella podrán apreciar los valores que contiene y las personas que le dieron vida.
Pero sí resaltar la actuación de este norteamericano, nacido en Nueva York, pero de padres sicilianos, escogido para convertirse en rostro del alma de Don Bosco. Y en esta fecha de su muerte, agradecerle con estima y cariño el regalo de su acertada y difícil interpretación. Acertada, a mi parecer, porque respondió a lo que el guión cinematográfico le atribuía, el director le encargaba y el asesor salesiano le sugería. Y difícil porque si ser actor es un empeño arduo siempre (y más cuando se interpreta a una persona real), hacerlo con un santo y más aún con un santo tan complejo como Don Bosco, supone un serio reto. Un santo está animado por un espíritu interior inflamado de amor. Y reflejar esa aura especial es un empeño casi inaccesible. Pero es que la vida de Don Bosco no se vio nunca poblada por aires de persona importante. Y se corre el riesgo de que, al considerar a un santo importante, se sienta un cierto impulso a vestirse de importancia. Ben Gazzara lo comprendió y resultó un Don Bosco plausible.             
Para cerrar este recuerdo es bueno releer lo que Gazzara confesaba de su adolescencia, cuando se vio libre de convertir su vida en la de un criminal al lanzarse con toda su fuerza a ser un buen actor. Esto le exigió entregarse al estudio, a la exigencia, a la docilidad como aprendiz de intérprete, al fracaso momentáneo sin abandonar el empeño de sus sueños. ¡Con qué agrado se vería rodeado de adolescentes y jóvenes que en el rodaje de la película fingían ser muchachos felices por haber sido arrancados del mal por el amor hacia ellos de un sacerdote paisano suyo que quería salvarlos a costa de su propia vida!