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jueves, 25 de enero de 2018

Luis Orione y el primer milagro de D. Bosco.

La figura de San Luis Orione campea en la historia de la iglesia católica como una bandera desplegada en favor de los menos favorecidos. Siendo seminarista en Tortona (Italia) se volcó en el trabajo de servicio a los que recurrían a la Sociedad de mutuo socorro y a la Conferencia de San Vicente de Paul. Abrió un Oratorio y un colegio para muchachos pobres del barrio de san Bernardino. 
De 1886 a 1889 fue alumno de Don Bosco en el Oratorio de Valdocco de Turín y allí le pasó lo que se nos refiere en la publicación periódica “Amigos de Don Orione” de Tucumán (Argentina).
“El primer milagro obrado por Don Bosco luego de su muerte fue en favor del joven Luis Orione. De 1886 a 1889, fue alumno del Oratorio de Valdocco, en Turín. El día de la muerte de Don Bosco (1888), Orione era uno de los alumnos encargados de organizar la larga fila de devotos que venían a rezar ante su urna funeraria. Muchos fieles querían algún recuerdo del venerable sacerdote. ¿Cómo atender a tantos pedidos?
Presionado por las circunstancias, Orione, entonces con 16 años, optó por la solución que le pareció más simple y práctica. Corrió a la despensa –que estaba a su cargo– para cortar pedazos de pan, tocarlos en el Santo y dárselos a los fieles como reliquia. Pero la juventud no siempre es tan calma como generosa... En la prisa por satisfacer a todos, Luis Orione, que era zurdo, ¡se cortó el dedo índice derecho! ¿Dolor físico? Casi no lo sintió. Ninguna otra preocupación se apoderó de su mente más que esta: ¡sin ese dedo, no podría realizar su sueño de ser ordenado sacerdote!
Para evitar semejante desastre necesitaba la intercesión de Don Bosco. Corrió, sujetando el dedo que colgaba tan sólo de una delgada capa de piel, y lleno de fe lo tocó en el cuerpo del Santo. En el mismo instante, el dedo cicatrizó perfectamente. Aún puede verse hoy, en el cuerpo del Bienaventurado Orione, la marca del corte rodeando por completo el índice derecho”.

jueves, 17 de agosto de 2017

Rezad!! En las manos de un Dios Padre.

Habrás leído hace pocas semanas que un avión que volaba de Perth (Australia) a Kuala Lumpur (Malasia) tuvo que revolar lo volado y volver al aeropuerto de origen dos horas después de haber despegado. Saya Mae, una de las pasajeras, grabó y divulgó lo que ocasionó aquel rápido regreso: el avión, poco después del despegue y de un fuerte “bramido”, empezó a vibrar aparatosamente.
La seguridad en aviación es admirablemente casi total. De los más de 102.500 vuelos diarios y la presencia en el aire en un momento dado de más de 11.000 aviones, los que vuelan lo hacen respondiendo lealmente a lo que los pasajeros esperan de ellos.
Pero aquel 26 de junio para el avión de AirAsia las cosas se atravesaron. Y el capitán, un hombre, sin duda, bien construido, habló pidiendo tres cosas: colaboración, permanecer bien sujetos a los asientos y rezar. 
En un vuelo, como en el resto de su vida, hay quien se siente en las manos de Dios e ilumina de un modo especial su contacto interior con Él. Otros, menos acostumbrados a mirar “más allá” de su propia medida, lo evocan también y lo invocan con confianza para que no pase nada o por lo que pueda pasar. Otros se preguntan qué puede hacer Dios si el avión despegó, programado por un pequeño descuido de alguno de sus cuidadores, como un airoso y plural ataúd. También hay quien vive de un modo más simple su vida y no se ocupa de nada que no sea tangible y se pueda tocar y contar. 
Y, sin embargo, la oración (que no es, evidentemente, rezar o solo rezar) es el modo de existir de los que, inteligentemente, descubren en su vida la amorosa presencia de un Ser cercano, sensible, fuente del único verdadero Amor al que Jesús de Nazaret, el Hijo, definió como el Padre de todos.

domingo, 25 de diciembre de 2016

Navidad.

Aunque vivió hace tres siglos, conoces, sin duda, al pintor vizcaíno Patricio Ugarrize. El prior del monasterio cuyo retablo le habían encargado remozar a Patricio revisó la nota que este le entregaba con los honorarios al final de su largo y cuidadoso trabajo: 158 reales de vellón. Y no estaba de acuerdo el no menos cuidadoso prior porque le parecían muchos reales. Y así se lo hizo saber al artista pidiéndole detalle de lo hecho.  Y el artista volvió a repasar su intervención anotando cada uno de los arreglos y el precio de su trabajo.
Helos aquí: Por corregir, retocar y barnisar los Diez mandamientos, 26. Por afeitar a Pilatos y echar un galón nuevo en la gorra, 8. Por arreglarle cola al gallo de la Pasión y ponerle cresta, 4. Por arreglar los dedos al Buen Ladrón y sujetarlo en la cruz, 2. Por lavar la cara a la criada de Caifás, 12. Por ponerle los dientes a Herodes y atusarle la peluca, 6. Por limpiarle las orejas y el pelaje a la burra de Balaán, 8. Por aumentar el cabesa a Goliat y engordarle pantorrillas, 8. Por haser ventana nueva en Arca de Noé, 14. Por remendar camisa hijo pródigo, 6. Por echar una asa nueva en cubo del Samaritana, 2… más lo que importaron otros detalles hasta los 52 reales que faltan en la justificación total.  
Me ha venido al recuerdo este gracioso memorial económico al contemplar un año más con cuánta atención se prepara, se vive y se celebra la Navidad, el acontecimiento más asombroso en la historia de los hombres y el regalo más grandioso de Dios. Lo que importan, parece, son las luces, los adornos, los brillos, las juergas, los sombreros, las botellas, los disfraces, las sorpresas… Parece como si la niñez se apoderase de mentes que razonan bien en cualquier otra ocasión, de criterios equilibrados y maduros que aciertan en la gestión normal de la propia existencia y de la ajena, de posturas que parecerían ridículas y de las que se reirían los que no lo hacen de ordinario porque ahora las adoptan también.
Nuestra misión en la orientación de la vida de nuestros hijos, de nuestros jóvenes, de todos los que amamos, debe tener presente este desvío que resulta tan fácil y tan frecuente. El equilibrio al aceptar, la justa estima de las cosas sin dejarse dominar por ellas y la búsqueda de la verdad en medio de la hojarasca con la que algunos la ahogan, son fáciles de transmitir cuando nos ven optando con claridad, con decisión, con entusiasmo por lo que vale de verdad la pena.  

jueves, 15 de diciembre de 2016

La Huella.

Los historiadores aseguran que los primeros europeos que llegaron a Japón fueron los portugueses. Por aquel entonces Japón había logrado, con dificultad, la unidad política: en los comienzos del siglo XVI Tokugawa Leyasu daba a la nación una estabilidad que nunca había tenido.
Los portugueses llevaban el comercio, la novedad y la fe cristiana a la que se adhirieron en los cien años siguientes quinientos mil nativos. Tal vez, en el fondo, y por parte de algunos de ellos, se unieron en esa conversión el atractivo de su doctrina y costumbres, algunas ventajas políticas y económicas, la novedad y la facilidad para una mejor relación diplomática. Por ejemplo, se dice que el Daymio Nobunaga Onamura de Nagasaki pudo buscar alguna de esas ventajas. Y Kyoto, la ciudad imperial aquellos años, vio florecer en su seno la fe cristiana.
Pero los “bárbaros del sur” con su cristianismo empezaron a verse como una amenaza. Se decidió la pena de muerte excepto para los holandeses y los chinos: fue el Periodo Edo. Y en 1597 murieron crucificados nueve misioneros católicos y diecisiete conversos japoneses. Y comenzó una etapa de aislacionismo que duró mucho tiempo.
Pero la semilla había quedado en dos formas: la fe cristiana practicada en secreto y la entrada de muchas palabras portuguesas. Todos conocen el fervor actual de los católicos japoneses, pero tal vez menos esas palabras que quedaron en el lenguaje popular, por ejemplo y así hasta unas cuarenta según los entendidos: bateren (padre), biidoro (vidrio), furasuko (frasco),  chokki (jaqueta), kapitan (capitâo), kappa (capa), karumera (caramelo), pan (pâo), sabato (sábado), tempura (témporas)…
¡Cuánta semilla, buena muchas veces (pero también alguna mala) dejamos por la vida! Un gesto, a veces, una palabra, una actitud, una reacción, un estilo de vida, una virtud, un desorden, un afecto, un rechazo, una convicción… son muchas veces una herencia inevitable porque va con los que tienen culpa de todo, los genes, según dicen; pero en muchos otros casos, de un modo consciente o involuntario, de la inadvertencia de que vivimos sembrando, sembrando, sembrando…

lunes, 23 de mayo de 2016

El Temple.

Sin duda recuerdas que el Rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, determinó que ya estaba bien de Caballeros Templarios en su Reino. Y en todas partes. No se sabía cuántos eran ni cuánta  riqueza tenían ni hasta qué extremo podían ensombrecer su prestigio y su poder. Le ayudó en la extinción de la Orden el Papa Clemente V (Felipe IV había estado excomulgado en 1303 por el Papa Bonifacio VIII). Pensó Felipe que, en vez de devolver el capital recibido de los Caballeros para sus guerras con aragoneses, ingleses y flamencos, le salía más económico eliminar la Orden. La honradez siempre por delante. Duró siete años (1307-1314) el proceso basado en las imputaciones de dos testigos expulsados de la Orden. Se les acusaba de prácticas diabólicas, idolatría hacia la cabeza mágica de Baphomet (un numen de tres caras con barba y cuernos), de sodomía y de ritos iniciáticos que no son para traer aquí. Torturados, muchos se entregaron y confesaron esperando, seguramente, la protección del Papa. Pero éste, con la bula Vox in excelso (22 de marzo de 1312) acabó con ellos. Jacques de Molay se retractó, el gran Maestro, se retractó de su confesión anterior y con Godofredo de Charney, preceptor de Normandía y custodio de la Sábana Santa, fueron condenados al fuego en una islita del Sena y a la puesta del sol, el 18 de marzo de 1314, según cuenta Godofredo de París, testigo del suplicio: “El Gran Maestro, cuando vio el fuego encendido, se despojó sin tardanza de sus vestidos… excepto de la camisa, y lentamente y con aspecto tranquilo, avanzó sin temblar en absoluto, aunque le empujaban y golpeaban mucho. Lo sujetaron para amarrarlo en el palo y le ataron las manos con una cuerda, pero él dijo a sus verdugos: «Al menos, dejadme que una mis manos un momento para decir a Dios mi oración, porque este es su momento estando a punto de morir, Dios lo sabe, injustamente… En cuanto a vosotros, Señores, poned mi cabeza, os lo ruego, hacia la Virgen María, Madre de Jesucristo (se refería a la Catedral de Notre Dame de París)». Se le concedió esa gracia y la muerte lo acogió tan dulcemente, en esa actitud, que todos quedaron maravillados".
No vale nada añadir más. 

domingo, 14 de febrero de 2016

Neuschwanstein.

Sin duda conoces este castillo del que se dice que es el más bonito de todos los tiempos. Como sabes, está en Fussën (Baviera) cerca de la frontera de Austria. Es obra del rey Luis II de Baviera, mal llamado “el loco” y entusiasta del mundo y de la música de Richard Wagner. A Walt Disney le encantó hasta el punto de que quiso que La Bella Durmiente viviese en un castillo como ese. Y para ella lo plasmó en su película y después en Disneylandia. Este de Neuschwanstein era sin duda el más impresionante de los tres que construyó. Los otros son el de Linderhof y el de Herrenchiemsee. Y en él puso todo su cuidado y en el pasó los últimos días de su vida.
Luis II fue un rey que superaba la frontera de la normalidad y por eso su gobierno obtuvo un dictamen médico que lo declaró incapacitado para gobernar. ¿Era verdad? Su muerte y la de su médico, el doctor Gudden tuvieron lugar poco tiempo después el 13 de junio de 1886 en el lago Starnberg, a los pies del castillo.
Nos referimos aquí a este célebre castillo porque en el patio interior quiso Luis II que figurasen dos grandes pinturas, la del Arcángel San Miguel y la de María Auxiliadora. Su sólida fe católica le pedía tener las imágenes de los defensores de esa fe y de su vida a la entrada de su morada.
Este último deseo de Luis II puede servirnos de suave y valiosa sugerencia. ¿Mantengo a la Madre de Jesús como defensora de mi casa, de mi puerta, de lo más hondo de mí? ¿Tengo hacia Ella, sea yo creyente o no, la admiración y el afecto que despiertan las pocas y leves pero profundas y determinantes referencias a su persona que nos presentan los evangelios de su Hijo? ¿Sabes que era diáfana y pronta en descubrir la verdad de la Palabra divina, diligente en servir (te lo dirán su prima Isabel y los novios que no previeron que los invitados a su boda iban a beber tanto), fuerte en creer, grande en ver a su Hijo enfermo (o eso creyó cuando le vio decir y hacer cosas inusitadas), decidido en sanar el mal, más decidido aún en combatir la ceguera y, sobre todo, decidido a dar la vida para  rescatar a todos, después de habernos dicho “Esa es tu Madre”?

lunes, 23 de noviembre de 2015

Por fin...

¿Laicidad o dictadura? Anda por ahí suelto algún indocumentado que pretende que la vida sea laica. La vida es laica sin que nadie lo pretenda. Laico es el adjetivo que se atribuye al pueblo que quiere y siente vivir su vida social sin que ningún dictador le dicte lo que tiene que hacer o lo que no tiene que hacer, lo que puede hacer y lo que no puede hacer. Porque laico es el adjetivo de pueblo. Laós es la palabra griega de donde nace laico. Es verdad que no siempre hubo libertad en Grecia. Que también en ella, patria de la laicidad, brotó alguna vez alguna planta envenenada que quiso corromper la libertad de su laicidad.
Quien siente ganas de que haya leyes que prohíban u obliguen a cosas, conductas o gestos personales que no dañan ni la convivencia, ni la libertad de los demás, ni el obligado crecimiento y maduración de la persona y de sus iniciativas propias o colectivas, tiene vena de dictador.
Es muy bonito (pero da pena o risa) ver, sentir y aguantar que quienes vituperan y casi sienten arrebatos de locura con el recuerdo de presuntos dictadores del pasado y del muy pasado, se levanten dictando (y, a ser posible, metiendo miedo) porque tratan de proponer y llegan después a imponer la libertad laica haciendo de dictador. Es dictador el que impone no comer carne roja más de dos veces por semana o el que destruye los signos de los que creen que Halloween es la forma más desenfadada de pasarlo bien o el que elimina la muestra de destreza y energía sorteando la bravura de las olas haciendo surfing.  
Hay una expresión muy nuestra que es la de decir que hacemos lo que nos da la gana. Entre otras poderosas razones porque además de la gana puede haber en el fondo de la propia conciencia fuerzas más hondas como la honradez, la convicción, la identificación, la fidelidad… Los nuevos tiempos no pueden venir con una ola que nos arrebate la posibilidad de poner una cruz en la tumba de las personas que no sufren ya con nosotros. ¿Hace una cruz mal a alguien? ¿A quién se le ha ocurrido borrar, raer o cercenar la flor de la vida que luce en tantos monumentos desde el Abydos de las primeras dinastías egipcias hasta las catedrales góticas que nos protegen de la ignorancia?
El dictador actúa siempre dictando lo que le gusta. Se me ocurre pensar que la dictadura del gusto, que tanto nos va atando, puede ir haciendo a la libre sociedad laica esclava del capricho del dictador que más fuerza tenga en su bocaza. 

domingo, 8 de noviembre de 2015

Letanía.

(¡Qué bien nos viene -en este mes de noviembre- acariciar esta preciosa letanía que nos sigue regalando Gustavo Adolfo Bécquer en la Solemnidad de Todos los Santos).

Patriarcas que fuisteis semillas
del árbol de la fe en siglos remotos,
al vencedor divino de la muerte
rogadle por nosotros.
Profetas que rasgasteis inspirados
del porvenir el velo misterioso,
al que sacó la luz de las tinieblas,
rogadle por nosotros.
Almas cándidas, santos Inocentes,
que aumentáis de los ángeles el coro,
al que llamó a los niños a su lado,
rogadle por nosotros.
Apóstoles que echasteis en el mundo
de la Iglesia el cimiento poderoso,
al que es de verdad depositario,
rogadle por nosotros.
Mártires que ganasteis vuestra palma
en la arena del circo en sangre roja,
al que os dio fortaleza en los combates,
rogadle por nosotros.
Vírgenes bellas cual las azucenas
que el verano vistió de nieve y oro,
al que es fuente de vida y hermosura,
rogadle por nosotros.
Monjes que de la vida en el combate
pedisteis paz al claustro silencioso,
al que es iris de calma en las tormentas,
rogadle por nosotros.
Doctores cuyas plumas nos legaron
de virtud y rico tesoro,
al que es caudal de ciencia inextinguible,
rogadle por nosotros.
Soldados del ejército de Cristo,
santas y santos todos,
rogadle que perdone nuestras culpas
a aquel que vive y reina entre nosotros.

miércoles, 5 de agosto de 2015

El Papa.

Si lo que sale en estas páginas vale para algo, lo que sigue, sin duda alguna, vale. Por su autoridad, su valentía, su claridad, su inmediatez…
ATENCIÓN: Ayudemos a los jóvenes. Tengamos el oído atento para escuchar sus ilusiones, para escuchar sus éxitos, para escuchar sus dificultades. Tenemos que sentarnos, escuchando tal vez el mismo libreto, pero con una música diferente, con identidades diferentes. ¡La paciencia de escuchar! Esto os lo pido con todo el corazón. (27 de julio de 2013, Río de Janeiro, catedral de San Sebastián).
BOTA FE: «“Echa fe”, ¿qué significa? Cuando se prepara un buen plato y ves que falta la sal, entonces tú “echas” la sal. Falta el aceite, entonces tú “echas” el aceite. Echar, es decir, poner, verter. Así es también en nuestra vida: si queremos que tenga de verdad sentido y plenitud, digo a cada uno: “echa fe” y la vida tendrá un sabor nuevo, la vida tendrá una brújula que indica la dirección. Echa esperanza y cada día tuyo estará iluminado. Echa amor y tu existencia será como una casa construida sobre la roca» (25 de julio, Río de Janeiro, playa de Copacabana).
CLAMOR: «Quiero que os dejéis oír en las diócesis, quiero que se salga fuera, quiero que la Iglesia salga por las calles, quiero que nos defendamos de todo lo que es mundanidad, inmovilismo, de lo que es comodidad, de lo que es clericalismo, de todo lo que es estar cerrados en nosotros mismos» (25 de julio, Río de Janeiro, playa de Copacabana).
DIFICULTADES: «Cuántas dificultades hay en la vida de cada uno, pero por muy grandes que nos puedan parecer, Dios no deja nunca que nos anonaden. Ante el desánimo que pudiera haber en la vida querría decir con fuerza: tened siempre en el corazón esta certeza: ¡Dios camina junto a vosotros, en ningún momento os abandona!. ¡No perdamos nunca la esperanza! ¡No la apaguemos nunca en nuestro corazón!». (24 de julio de 2013, Santuario de Aparecida).

lunes, 29 de junio de 2015

Horizonte.

Conoces la foto y el hecho: en un reciente percance de carretera en Colorado “cuatro niños y su madre resultaron heridos mientras que el conductor y padre de la familia accidentada falleció en el acto”. Y mientras varios miembros de la Policía atendían a los heridos y estudiaban el modo de actuar, uno de ellos, Nick Struck, “se hizo cargo de la más pequeña, de solo dos años de edad. Para mantenerla al margen del terrible escenario, el agente la cogió en brazos y le cantó la canción 'Twinkle Twinkle Little Star' mientras señalaba algo con su dedo para que la pequeña estuviese distraída”. Decía después: «Cuando llegas al escenario y hay niños, lo primero que haces es reconfortarlos y mantenerlos a salvo. Tengo una niña de dos años; yo querría que alguien hiciera algo así por mí en una situación como esta».
Emociona ver acciones como la de Nick: sereno, inteligente, atento a lo más práctico, a lo más concreto que se podía hacer en aquel momento e identificado con las víctimas de la tragedia. 
Seguramente, ante la fotografía que has visto, se te han ocurrido cosas más sustanciosas que las que me han venido a mí, pero he pensado que estas pueden serte también útiles por modestas que sean.
Una niña que sufre un accidente en su vida queda desconcertada. El reventón de una rueda, el revolcón del coche saliendo de la carretera trastornan el aire de familia y de paz del que, sin duda, estaba gozando. O, más aún, si estaba dormida. Muchos hechos paralelos en la vida de los niños llevan a una realidad brutalmente distinta,  marcada cuando menos por el dolor.
¿Nos ha tocado acercarnos a acontecimientos parecidos? ¿He sabido cuál era mi papel y lo he asumido decididamente, con generosidad y con acierto? De la conducta del policía me agradan especialmente estos tres rasgos: la cercanía del abrazo que alivia la soledad que tan densa se hace cuando uno se siente solo; la canción que llena de un sabor positivo cuando todo sabe a tristeza; y su brazo extendido como un símbolo atinado de fe: hay un después, un más allá en el que cabe unir al dolor la belleza de la vida compartida con los que nos quieren.      

domingo, 14 de junio de 2015

Arte y amor.

Rogier de la Pasture, que había nacido en Tournai, Francia, tradujo su nombre al ir, jovencito, a vivir a Bruselas y allí se llamó Rogier van der Weyden, que es el nombre que seguramente te es más conocido. Era tan bueno pintando y conviviendo que le nombraron  pintor de la ciudad cuando tenía 35 años. Es fácil que sepamos identificar sus obras por su estilo, inconfundible. Trataba de presentar a sus personajes con  mimo, admiración, reverencia y compasión. Y lo lograba. Y añadía, tal vez para ello, una minuciosidad extrema hasta el punto de que, por ejemplo, daba relieve a las lágrimas y a los grumos de sangre, a los bordados, a los pequeños detalles en vestidos y particulares de la fisonomía. Como una exposición extraordinaria de su obra va a estar en el Museo del Prado hasta el 28 de junio es una buena ocasión para admirarla.
Peregrinó a  Roma en 1450, Año Santo ofrecido a los cristianos por el papa Nicolás V.
Poco después de su regreso y hasta su muerte en 1464 asumió, junto a otros ciudadanos ilustres, la administración del hospital Begijnhof van der Wijnaard para la atención de los pobres. Para su tumba en la capilla de Santa Catalina de la catedral de San Miguel y Santa Gúdula, Dominico Lampsone, filólogo y pintor, escribió un epigrama del que son estas palabras: «sus obras admirables en tiempos más atrasados que el nuestro… el recuerdo de tus últimas voluntades; esas riquezas amasadas por tu pincel dedicadas al consuelo de los necesitados».
En España tenemos el Tríptico de Miraflores, el Descendimiento del Prado y el Calvario del Escorial, tabla de 343 x 193 cm., comprado por Felipe II a la cartuja de Scheut, y del que se dice en el inventario de las obras entregadas al Monasterio en 1574: «Una tabla grande en que está pintado Christo nuestro Señor en la Cruz, con Nuestra Señora y Sant Juan, de mano de masse Rugier».
Gran maestro Rogier van der Weyden: en pintura, hasta el más mínimo y devoto  detalle; en fe, hasta peregrinar para gozar de los beneficios espirituales del Año Santo  de 1450; y en su entrega al servicio de los pobres hasta su prematura muerte en el hospital Begijnhof van der Wijnaard con sus «riquezas amasadas por su pincel dedicadas al consuelo de los necesitados».
Van der Weyden vivió y murió como los hombres grandes que viven aprendiendo y cumpliendo el precepto sabio y admirable del Maestro de maestros: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

jueves, 29 de mayo de 2014

La osadía de creer.


El pasado 24 de noviembre, Solemnidad de Cristo Rey y clausura del Año de la fe, el Papa Francisco nos decía en su exhortación apostólica La alegría del Evangelio (42):

La fe siempre conserva un aspecto de cruz, alguna oscuridad que no le quita la firmeza de su adhesión. Hay cosas que sólo se comprenden y valoran desde esa adhesión que es hermana del amor, más allá de la claridad con que puedan percibirse las razones y argumentos. Por ello, cabe recordar que todo adoctrinamiento ha de situarse en la actitud evangelizadora que despierte la adhesión del corazón con la cercanía, el amor y el testimonio”.

Nos cuesta creer porque queremos saber, tocar, morder, constatar, probar, ver. Ver si es verdad lo que creemos. Y eso, naturalmente, no es creer. Queremos hacer objeto de nuestra “ciencia”, de nuestra experiencia, lo que es solo contenido de nuestra confianza, de nuestra convicción. “Si no lo veo, no lo creo”. Evidentemente si lo ves no tienes fe, sino evidencia. Es decir, no nos fiamos. Y lo peor es que solo nos arrimamos a las personas que nos ofrecen objetos para tocar. Las que, en cambio, nos hablan de esferas no tangibles, desaparecen de nuestro interés, de nuestra atención. Es cuestión de vagancia. Porque fiarse es mucho más hondo, más esforzado, más difícil, más comprometido que tocar. Aunque lo que se nos propone para creer es mas noble, más alto, más rico que cualquier cosa que podamos tocar, nos quedamos con lo “seguro”, que es lo tangible.

Pero si es difícil creer, se nos hace mucho más difícil amar. Porque amar no es solo adherirse a algo o a alguien que no siempre es tangible, sino que nos exige entregarnos. Y entregarse es regalar el propio “yo”, porque se decide enriquecer el “yo” del otro con nuestra propia identidad. Y eso es duro. ¿Por qué hay matrimonios que acaban en desbandada? Porque en esas coyundas el programa es querer no amar, poseer no darse.

Repasar las palabras del Papa nos pueden ayudar a rasgar, al menos un poco, el velo de nuestro egoísmo, para descubrir con asombro y hacer caso con valentía a Quien nos ama.   

martes, 22 de abril de 2014

Homilia del Papa Francisco en la Vigilia Pascual.




"El Evangelio de la resurrección de Jesucristo comienza con el ir de las mujeres hacia el sepulcro, temprano en la mañana del día después del sábado. Se dirigen a la tumba, para honrar el cuerpo del Señor, pero la encuentran abierta y vacía. Un ángel poderoso les dice: «Vosotras no temáis», y les manda llevar la noticia a los discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea». Las mujeres se marcharon a toda prisa y, durante el camino, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». No tengáis miedo, no temáis, no temáis. Es la voz que anima a abrir el corazón para recibir este anuncia porque después de la muerte del Maestro, los discípulos se habían dispersado; su fe se deshizo, todo parecía que había terminado, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas. Pero entonces, aquel anuncio de las mujeres, aunque increíble, se presentó como un rayo de luz en la oscuridad. La noticia se difundió: Jesús ha resucitado, como había dicho... Y también el mandato de ir a Galilea; las mujeres lo habían oído por dos veces, primero del ángel, después de Jesús mismo: «Que vayan a Galilea; allí me verán». No temáis e id a Galilea. Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó. Volver al lugar de la primera llamada. Volver allí, volver al lugar de la primera llamada. Jesús pasó por la orilla del lago, mientras los pescadores estaban arreglando las redes. Los llamó, y ellos lo dejaron todo y lo siguieron.
Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la cruz y de la victoria. Sin miedo, no temáis. Releer todo: la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y las defecciones, hasta la traición; releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo, de este acto supremo de amor.
También para cada uno de nosotros hay una «Galilea» en el comienzo del camino con Jesús. «Ir a Galilea» tiene un significado bonito, significa para nosotros redescubrir nuestro bautismo como fuente viva, sacar energías nuevas de la raíz de nuestra fe y de nuestra experiencia cristiana. Volver a Galilea significa sobre todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino. Con esta chispa puedo encender el fuego para el hoy, para cada día, y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una alegría que no ofende el dolor y la desesperación, una alegría buena y serena.
En la vida del cristiano, después del bautismo, hay otra Galilea, hay también una «Galilea» más existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirlo y participar en su misión. En este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió de seguirlo; ir a Galilea significa recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba.
Hoy, en esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cual es mi Galilea? Hacer memoria, ir atrás ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? Búscala y la encontrarás, allí te espera el Señor. He andado por caminos y senderos que me la han hecho olvidar. Señor, ayúdame: dime cual es mi Galilea; sabes, yo quiero volver allí para encontrarte y dejarme abrazar por tu misericordia. No tener miedo, no temer. Volved a Galilea.
El evangelio de Pascua es claro: es necesario volver allí, para ver a Jesús resucitado, y convertirse en testigos de su resurrección. No es un volver atrás, no es una nostalgia. Es volver al primer amor, para recibir el fuego que Jesús ha encendido en el mundo, y llevarlo a todos, a todos los extremos de la tierra.
«Galilea de los gentiles»: horizonte del Resucitado, horizonte de la Iglesia; deseo intenso de encuentro... ¡Pongámonos en camino!

miércoles, 24 de abril de 2013

¿Qué sembramos?


Revolviendo papeles, he dado con estas líneas que siguen. Son de un gran amigo que, como se verá si se lee, lamenta los frutos amargos de unas vidas y una sociedad en las que se ignoró a Dios o se pretendió construir castillos para protegerse de Él o para eliminarlo, como un estorbo, de la propia existencia. 
Sobre todo está Dios, y por no haberlo tenido presente antes, hemos llorado hoy los brutales ataques de la impiedad. Sobre todo está Dios, pero esa verdad aceptada por nuestra mente no fue ordenadora de nuestros actos, no la antepusimos a nuestros intereses y a nuestros egoísmos… 
Dios sobre todo. ¡Arriba los corazones! Levantemos el espíritu hasta Dios y bebamos en esa fuente inagotable antes de seguir nuestro camino. Hay lágrimas en nuestros ojos y dolor en nuestras almas. La tristeza nos ha acobardado unos días. Pero ya pasó. Sigamos adelante restañando sonrientes la sangre de nuestra herida. Sobre todo está Dios, y por no haberlo tenido presente antes, hemos llorado hoy los brutales ataques de la impiedad. 
Sobre todo está Dios, pero esa verdad aceptada por nuestra mente no fue ordenadora de nuestros actos, no la antepusimos a nuestros intereses y a nuestros egoísmos. Todos, por acción y por omisión, somos culpables del mal. 
A solas con la conciencia, en unos momentos de vida interior ¿qué nos dice esa luz diáfana que penetra en los rincones más apartados y disipa todas las tinieblas? Nos habla de egoísmos, de ambiciones, de comodidades, y sobre todo de cobardía. ¡Cobardía atroz que nos llevó a quitar el nombre santo de Dios de las conversaciones de los hombres!

¡Hasta los hombres de buena fe buscaban muchas veces la perífrasis o la alusión para no nombrarle! ¡Dios desterrado de los labios y de los corazones! Y ya no doblaron la rodilla ante Él, hicieron una pirueta ridícula y grotesca antes que humillarse a su Señor. Nuestra fe llegó allí donde empezaba nuestra bolsa o nuestra comodidad. ¡Hay que hacer! ¡Hay que obrar!  Pero nadie hacía, ni aun siquiera daba para que otros hicieran por ellos. Dios no reinaba en los corazones y... ¡Dios es justo!
Y hacer aplicación de ellos a cada instante, en todos los momentos de nuestra actividad. 
¡Quién sabe el bien que nos puede venir de estas lágrimas de hoy! Se ha dicho: Dios escribe muy derecho con renglones muy torcidos. Llenemos de Dios el corazón y sigamos adelante, ¡pero sin claudicar ante nuestras propias comodidades  o nuestros egoísmos! Para vencer necesitamos eso, aceptar el sacrificio y la renunciación. 
Pronto, obrando así, lograremos seleccionar la semilla. Hoy en la troje juntábase el grano bueno con el malo: todo era trigo, mucho trigo, pero muy poco servía para sembradura. Y hace falta sembrar mucho, porque el campo todo estaba de erial y cuajado de malas yerbas. Pero para echar la semilla es menester abrir el surco a fuerza de sudores, trabajos y paciencia. Comencemos nuestra barbechera y ¡Dios sobre todo!