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jueves, 11 de julio de 2019

El amigo inteligente y fiel.


Supongo que conoces la anécdota. A la niña se la cae la pelota al agua. Y, ¡no faltaba más!, avanza para recuperarla. El pastor alemán de la familia se adelanta, tira de la falda a la niña y la aleja del agua hasta que cae sentada; se mete en el agua no profunda y recupera la pelota que lleva a su propietaria.
A lo mejor te preguntas qué hacía mientras tanto el autor, sin duda adulto, del video, que no se adelantó al can amigo en su acción y, tranquilamente, se dedicó a hacer una toma tan simpática.
A mí se me ocurre imaginar que se daba cuenta de que no había peligro para la niña si  entraba en el agua. Pero el regalo de estos segundos valía la pena, excluido el riesgo, para hacernos pensar en la grandeza de la fidelidad de un animal cercano, probablemente tratado con cariño, partícipe a su modo de la vida de la familia, con el sentido de generosidad, identificación y entrega que cabe en un perro por animal que sea.
A veces convivimos con los hijos por costumbre, porque no hay más remedio, porque ya se valen ellos, porque estamos hartos de que no nos hagan caso…
En el fondo estamos cansados de ellos. Porque no hemos sido capaces, con tiento, respeto, pero intensa atención inteligente, de hacerlos fieles, es decir, capaces de amar sus raíces familiares, de identificarse con ellas porque en ellas descubren luz, calor, entusiasmo, alegría, fe mutua, aceptación sincera y apasionada, intenso placer de pertenecer a un hogar que los hace felices.

sábado, 6 de julio de 2019

Cerezas, pero... ¡Cerezas Maduras!

No vale la pena lanzarse sobre las primeras preciosas cerezas que nos trae abundantemente Mayo si un poco más tarde están suficientemente maduras. Hasta las últimas, Pico Colorado, de primeros de Junio. Todas ellas inspiran alegría.
Como sabes, las primeras son las Lucinio, madrugadoras, de finales de Abril, en el encantador Valle del Jerte desde Navaconcejo a la Cabezuela. Y sucesivamente las otras 17 variedades, mollares o garrafales, que se distinguen por la clase, el tamaño, el rabillo, el color, la consistencia, la adherencia y, naturalmente, la maduración. Dicen que la Ambrunés es la más sabrosa. Pero todas son exquisitas, bien lo sabes, si se las lleva a su adecuado punto de maduración.    
Ante esta gozosa contemplación de un fruto tan atractivo, se me ocurre preguntarme: ¿Y qué nos cabe en el acompañamiento del mejor fruto de nuestra vida, nuestros hijos, naturales o adoptados? Porque si es evidente que la calidad de la educación no sólo se hereda sino que se recibe, ¿qué desvelo, estudio, sabio e inspirado seguimiento, oportuno acompañamiento, cálida y sincera estimulación de las cualidades vamos descubriendo debidamente?      
Hay padres para los que el fruto de su vida, los hijos, son ¡lo que salga! Un hijo que se siente maduramente querido por sus padres crecerá siempre libre, porque crecerá en un aire que respeta su personalidad, pero cálidamente acariciado por el sol del afecto. Un hijo sin el sol del afecto de su familia crecerá como crece el tupinambo, que puede hacerse gordo, pero que es un poco triste.

viernes, 17 de mayo de 2019

La vida en juego.


A la entrada del tren en una estación de una ciudad de nuestra querida Europa sucedió, hace pocas semanas, lo que sigue. Anochecía y un grupo de muchachos como de 13 a 15 años jugaba, según parece, como otros días.
Alguno del grupo se ofrecía a esperar la llegada del tren de las 19,18 tendido entre los carriles para levantarse en el momento oportuno. Aquel día uno de ellos, de 13 años, según parece, lo hizo muy bien. Saltó en el momento oportuno entre aplausos del grupo. Para el tren siguiente, otro de ellos, de 15 años, comenzó el reto echándose cuando vio que llegaba; pero no pudo lanzarse a tiempo y el tren lo destrozó.       
Al de 13 años hubo que llevarlo al hospital en estado de shock. 
Era un juego. Pero un triste juego, para el que caben muchas preguntas de muy diversa índole. Por ello esta reflexión no va dirigida a los padres cuyos hijos juegan en las estaciones, sino a todos los padres cuando los hijos empiezan a encararse con los muchos juegos que ofrece la vida.   
No son menos mortales los contagios de ocurrencias aprendidas de amigos (¿amigos?) que hacen ver lo vistoso de lanzarse a los muchos juegos de diversión o pasatiempo que envenenan el criterio de los adolescentes. Adolescente es el joven que adolece de la falta de madurez de juicio, de voluntad y de decisiones personales. Decidir es un ejercicio continuo y necesario que debe ir aprendiéndose sabiamente. 
Para eso la vista atenta del padre en ese difícil mundo de las decisiones, la cercanía oportuna y equilibrada cuando se intuyen posibles desorientaciones íntimas o de relación, deben ir dando a la vida de los hijos el acierto, la firmeza y el agrado de acertar con lo mejor.

sábado, 27 de abril de 2019

El Galán del verde Gabán (3/3).


Atentísimo estuvo Sancho a la relación de la vida y entretenimientos del hidalgo; y, pareciéndole buena y santa y que quien la hacía debía de hacer milagros, se arrojó del rucio, y con gran priesa le fue a asir del estribo derecho, y con devoto corazón y casi lágrimas le besó los pies una y muchas veces. Visto lo cual por el hidalgo, le preguntó: 
-¿Qué hacéis, hermano? ¿Qué besos son éstos? 
-Déjenme besar -respondió Sancho-, porque me parece vuesa merced el primer santo a la jineta que he visto en todos los días de mi vida. 
-No soy santo -respondió el hidalgo-, sino gran pecador; vos sí, hermano, que debéis de ser bueno, como vuestra simplicidad lo muestra. 
Volvió Sancho a cobrar la albarda, habiendo sacado a plaza la risa de la profunda malencolía de su amo y causado nueva admiración a don Diego. Preguntóle don Quijote que cuántos hijos tenía, y díjole que una de las cosas en que ponían el sumo bien los antiguos filósofos, que carecieron del verdadero conocimiento de Dios, fue en los bienes de la naturaleza, en los de la fortuna, en tener muchos amigos y en tener muchos y buenos hijos. 
-Yo, señor don Quijote -respondió el hidalgo-, tengo un hijo, que, a no tenerle, quizá me juzgara por más dichoso de lo que soy; y no porque él sea malo, sino porque no es tan bueno como yo quisiera. Será de edad de diez y ocho años: los seis ha estado en Salamanca, aprendiendo las lenguas latina y griega; y, cuando quise que pasase a estudiar otras ciencias, halléle tan embebido en la de la poesía, si es que se puede llamar ciencia, que no es posible hacerle arrostrar la de las leyes, que yo quisiera que estudiara, ni de la reina de todas, la teología. Quisiera yo que fuera corona de su linaje, pues vivimos en siglo donde nuestros reyes premian altamente las virtuosas y buenas letras; porque letras sin virtud son perlas en el muladar. Todo el día se le pasa en averiguar si dijo bien o mal Homero en tal verso de la Ilíada; si Marcial anduvo deshonesto, o no, en tal epigrama; si se han de entender de una manera o otra tales y tales versos de Virgilio. En fin, todas sus conversaciones son con los libros de los referidos poetas, y con los de Horacio, Persio, Juvenal y Tibulo; que de los modernos romancistas no hace mucha cuenta; y, con todo el mal cariño que muestra tener a la poesía de romance, le tiene agora desvanecidos los pensamientos el hacer una glosa a cuatro versos que le han enviado de Salamanca, y pienso que son de justa literaria. 
A todo lo cual respondió don Quijote:
- Los hijos, señor, son pedazos de las entrañas de sus padres, y así, se han de querer, o buenos o malos que sean, como se quieren las almas que nos dan vida; a los padres toca el encaminarlos desde pequeños por los pasos de la virtud, de la buena crianza y de las buenas y cristianas costumbres, para que cuando grandes sean báculo de la vejez de sus padres y gloria de su posteridad; y en lo de forzarles que estudien esta o aquella ciencia no lo tengo por acertado, aunque el persuadirles no será dañoso; y cuando no se ha de estudiar para pane lucrando, siendo tan venturoso el estudiante que le dio el cielo padres que se lo dejen, sería yo de parecer que le dejen seguir aquella ciencia a que más le vieren inclinado; y, aunque la de la poesía es menos útil que deleitable, no es de aquellas que suelen deshonrar a quien las posee.

sábado, 16 de febrero de 2019

El Tambora de Sumbawa.


El Tambora es un volcán de 2850 metros de altura en la isla de Sumbawa, Indonesia.
Su máxima actividad conocida la tuvo el 10 de abril de 1815: arrojó 160 kilómetros cúbicos de material volcánico y causó la muerte inmediata de 71.000 personas. Provocó anomalías del clima en todo el mundo en 1816, “año sin verano” y sin cosechas. Con sus cenizas a más a 10 y 30 km de altura durante años produjo nieve de junio a septiembre  en Estados Unidos y Canadá y epidemias de tifus en el Sureste de Europa y en el Este del Mediterráneo.
En la historia de las personas nada de lo que sucede queda sin consecuencias. Ni nada de lo que hacemos. Hasta un gesto sin aparente relieve en una madre o un padre, en un educador se puede convertir en una actitud de reserva, en una conducta de apartamiento, en un vacío a todo lo que provenga de él, en una vida llena de resabios y desquites, de soledad interior, de desconfianza general y profundamente creciente.
Basta haber tenido la confianza de uno de nuestros jóvenes amigos tocado por una desafortunada intervención paternal (¿paternal?), para apreciar la hondura de ese mal. Y si por herencia o venganza continúa esa cadena de conductas torpes y egoístas, nos damos cuenta de por qué en nuestra cercanía familiar o en nuestra más o menos vecina sociedad advertimos en algunos de nuestros “amigos” amarguras, decepciones, desánimos, necesidad visceral de revancha… 

lunes, 11 de febrero de 2019

Diálogo...? O no es verdad.


Roger Rosenblatt comenzó su vida profesional como escritor y periodista. El teatro, la historia y la poesía moderna le abrieron después el paso desde muy joven camino de la cátedra. De las muchas cosas inteligentes que escribió está esta severa afirmación: Entre padre e hijo no puede haber monstruo más terrible que el silencio.
Que nos sirve para analizar nuestra conducta y relaciones en el ejercicio supremo de nuestra vida familiar: la comunicación. 
Parece natural que quienes comparten un mismo techo lo hagan también con la sangre y la palabra. Pero no siempre es así. Y porque es así se va abriendo un abismo en la “comunión” entre padre e hijo y se abre día a día una trinchera que los separa irremediablemente.
Conocí un caso en el que era el padre el que se desahogaba sin ser capaz de darse cuenta de que la situación la había creado precisamente él. La falta de una oportuna pero sincera declaración de afecto y estima fue dando cuerpo a una triste convicción en el hijo: “Mi padre no me aprecia, mi padre no me quiere, le tengo sin cuidado, hasta puede ser que me desprecie…”. Y el silencio se enseñorea en forma de desinterés e ignorancia recíproca… que va pervirtiendo poco a poco no solo la relación, sino la capacidad de transmitir palabras, sentimientos, estima, afecto y vida.
Si no se manifiesta el amor es inútil pretender lanzar puentes de otro tipo para poder acercarse al que es, por generación, por autoridad, por afecto, por cercanía la obra de nuestra vida.
Una vez más la palabra de Don Bosco bajo cuyo afecto vemos todo y vivimos nos vuelve a recordar que “la educación es cosa del corazón”.  

domingo, 16 de diciembre de 2018

Inclinada: ¿Se caerá?


Llaman Plaza de los Milagros a la que en Pisa alberga la historia y la belleza de varios monumentos inigualables. La llamada Torre de Pisa no es una torre sin más. Es, como sabes, el campanario de la catedral dedicada a Santa María en su Asunción.
En Pisa hay otras dos torres inclinadas, aunque ésta es la que tiene la fama y se lleva el sobrenombre de inclinada. A las otras dos (el campanario de San Nicolás con una inclinación de 2,5º y el de San Miguel de los Descalzos con 5º) se les hace menos caso.
¿Qué pasa en Pisa que las torres se inclinan? Cuando el 9 de agosto de 1173 se puso la primera piedra, su “padre”, Bonnano Pisano, miró con sus ojos soñadores los 56 metros de los siete pisos de su sueño, pero no se fijó tanto en que su obra (que iba a acabar Tomás de Andrés Pisano dos siglos más tarde y que pesaría 14.453 toneladas) no podía soportar su gloria sobre un terreno arcilloso sin suficiente cimentación.
En 1990 su pendiente era de 6 grados. Y se empezó a poner remedio: tirantes de acero y contrapesos de plomo hicieron posible que la inclinación se redujese a menos de 4 grados.
Y como no es arte, historia o turismo lo que nos trae a esta página, va bien añadir unas líneas de reflexión muy sencilla pero que deberían convertirse en convicciones y actuación.
¿Qué ha pasado con esos hijos, con esos muchachos para los que hubo un proyecto perfecto, que tanto prometían y que acabaron un poco o un mucho torcidos?
Crecieron desde sus cimientos sobre arcilla: engreimientos: “¡Qué guapo!”, “¡Qué listo!”, “¡Qué gracioso…!”, complacencias, concesiones, descuidos, desinterés por sus pasos, lejanía de afecto y amistad, ignorancia sobre sus amistades, aficiones, estudios, costumbres… “¡Ya es mayorcito!”, “Ya sabe lo que tiene que hacer”, “No debo coartar su maduración y crecimiento”, “Él sabrá lo que hace”, “Bueno, eso no tiene mucha importancia”. “¡Que me dejen en paz!”.
“¡Tener un hijo es una gran responsabilidad!”, “¡Aceptar ser formador es un deber sagrado!”… Pero no enterarse del piso que pisan, de la arcilla que los va hundiendo poco a poco en la mediocridad, en parecerse a un amigo que es muy brillante pero que carece de solidez moral, permitir de hecho lo que se prohíbe de palabra… son trampas sobre las que hay que prestar atención serena y decisivamente. Y nunca dejar de ser ese amigo honrado que es un padre y un auténtico educador que acompaña siempre, que alienta siempre, que eleva siempre.             

lunes, 26 de noviembre de 2018

Rosa Azul: el arte del acompañar.


Parece que las rosas azules, que hasta ahora presumen de ser el símbolo del “No hay nada más bonito que yo”, son producto de la industria con colorantes artificiales. O pueden ser fruto de la ingeniería genética inyectando enzimas que producen pigmentos azulados en los pétalos de la rosa blanca.
Yihua Chen, de la Academia China de Ciencias, y Yan Zhang de la Universidad de Tianjin han escogido enzimas de bacterias que pueden convertir la L- glutamina, componente común de los pétalos de la rosa, en Indigoidina, pigmento azul. ¡A lo mejor, con ello, ya tenemos rosas azules!
Dejamos las rosas, tan nobles, tan abundantes, tan sugeridoras, tan misteriosas, sean blancas o rosas o rojas o azules, para preguntarnos por el éxito o fracaso de nuestro empeño al cultivar a nuestros niños, adolescentes y jóvenes. El celo de Yihua Chen y Yan Zhang pueden servirnos de orientación. ¿Nos cansamos de educar a los que nos debemos? ¿Nos cansamos de estar cerca de ellos? ¿Nos cansamos de sentirnos (porque no estamos convencidos, de que somos, en lo positivo y en lo negativo) ejemplo y hasta modelo de su vida? ¿Pensamos que la cercanía o la distancia, que mantenemos en lo físico y lo afectivo con ellos, es una realidad decisiva en el resultado de nuestro empeño?
“¡Este hijo me ha salido…!” no puede ser la confesión de una convicción que nos preocupa y nos entristece o nos halaga y nos llena de la satisfacción de haber contribuido a dar el color más valioso a su vida y su conducta.
“!Ojalá se muriese!” oí a un padre de su hijo. Se me ocurrió pensar: “!Ya lo mataste tú cuando olvidaste que te necesitaba precisamente cuando empezó a decirte (o a demostrarlo sin decirlo) que no te necesitaba. 

domingo, 11 de noviembre de 2018

Revivir? Estar cerca, una y otra vez.


Has leído que Noam Bedin, reportero gráfico del Dead Sea Revival Project, asegura haber fotografiado peces vivos en el Mar Muerto. Como bien sabes, este impresionante Mar está en la cabecera del Gran Rift, esa fractura geológica  de 4830 kilómetros que va preparando poco a poco la separación de África, de Norte a Sur,  en dos grandes continentes.
Tal vez el profeta Ezequiel (repasa su capítulo 47) lo adelantaba con estas palabras: «Estas aguas salen de nuevo a la región oriental, bajan por el Araba y entran en el mar…”. Y viven los peces, completamos nosotros.
El Mar Muerto – dicen los estudiosos - pierde cada día el equivalente a 600 piscinas olímpicas de agua. Y el fenómeno progresivo, desde siempre con el descenso del nivel de un metro cada año, se agudiza ahora con la toma de agua para irrigar tierras de Jordania.
“¿Cómo ha podido llegar a eso?”, nos preguntamos los padres y educadores cuando ese muchacho, prometedor (o así lo parecía) hasta hace poco, se presenta ante nuestros ojos y ante la prensa y los medios, como un cabal sinvergüenza autor de un disparate impensable.
“Poco a poco”. Lo que pasa “poco a poco” escapa fácilmente de la atención e interés de los que debemos hacer un seguimiento adecuado, prudente pero continuo y activo, de la obra de arte que se nos ha encomendado acompañar en su automodelado. ¡Cuántas veces hemos oído echar la culpa a otros y a otras circunstancias del desvío de nuestros hijos y educandos! Nos necesitan siempre. Es cierto que poco a poco (también aquí “poco a poco”) vamos dejando que ocupe su responsabilidad personal madurante el lugar de nuestras orientaciones. Pero, si como Cervantes acertadamente escribía, “los hijos, señor, son pedazos de las entrañas de sus padres”, debemos vivir siempre, prudente y oportunamente, cercanos a ellos para que no les falte nunca la luz de nuestra madura experiencia. No podemos consentir que su vida se convierta en un mar muerto. 

jueves, 27 de septiembre de 2018

Rimas: Lo que queda en la historia...


Gustavo Adolfo Bécquer nos ha dejado una obra a la que se recurre con frecuencia deseando sentir como sentía aquel sensible autor. El respeto a su memoria no ahorra comentar que su breve vida (¡34 años!) no fue precisamente una vida feliz, porque sin duda estuvo poblada de ensueños, pero también de fracasos. 
Nació en Sevilla y buscó en Madrid, donde murió en 1870, hacerse un hueco entre los grandes de las Letras que, afortunadamente para nosotros, eran muchos. Y, sin duda, lo logró. Desde Madrid acudía de vez en cuando a Toledo, donde vivía y trabajaba como pintor su hermano Valeriano.
La prensa actual da cuenta de que en la portada de la iglesia del convento de San Clemente de Toledo se ha descubierto una firma de Bécquer hecha con grafito. El Centro de Restauración de Castilla La Mancha la ha descubierto recientemente  durante su intervención de limpieza y conservación.
Que yo no me lo crea no viene al caso: ¿cómo logró firmar tan alto, en el friso que corona la portada, si no fue en la noche, subiéndose al andamio que tal vez quedaba allí durante algunas obras en marcha?; ¿cómo un alma tan fina, por mucho que estuviese necesitada de atención y recuerdo, iba a caer en esa liviandad? 
Pero como de este comentario lo único que interesa es llegar a alguna reflexión que nos siga animando en la preciosa labor de educar, se me ocurre esta leve consideración.   
Todo lo que hacemos, decimos, dejamos de hacer o callamos, pensamos y sentimos… deja huella en la historia. Puede ser que, sin darnos cuenta, una mirada haya despertado en alguien confianza en sí mismo. O que una observación hiriese el amor propio del que la recibía. O que desde que nos portamos así, aquel amigo no haya vuelto a dirigirnos la palabra. O que el comentario en una reunión institucional haya provocado una enorme cruz y una interminable raya y abandonarla para siempre…
“Reflexionar” es flexionar una y otra vez. El caballo que da una coz la ha dado: y volverá a hacerlo si se le impacienta otra vez. La rata que se ha comido un queso volverá a comerse otro si se le pone al alcance.
La huella que deja un ser inteligente es un surco que se abre según sea la huella, para el aprecio, el agradecimiento, el hastío, el asco, el rechazo, la escabullida… Y este proceso nos debe hacer reflexionar, volver al antes para no tropezar en lo mismo. 

miércoles, 8 de agosto de 2018

Cine "Paradiso": para los niños que nunca han visto.


El Ischia Film Festival de este año de 2018, en su decimoquinta edición, se cierra el 7 de julio. Tiene lugar en el Castillo Aragonés de la Isla. Es una competición internacional al aire libre en aquel excepcional escenario a la que se presentan películas, cortos y documentales. Uno de estos, Un cine en concreto (con título en español) lo ha presentado Luz Ruciello y cuenta esta historia de la que ha sido testigo durante nueve años.
Omar J. Borcard, albañil argentino, construyó, domingo tras domingo, a lo largo de nueve años, un cine para los niños que nunca habían visto una imagen en pantalla grande. Lo llamó, recordando aquel entrañable film de Giuseppe Tornatore, Cine “Paradiso”.
Compró a un cura un proyector Gaumont del año 28, que algún tiempo más tarde pudo cambiar por otro más moderno. Y pudo ser feliz sabiendo que muchos niños de Villa Elisa acudían a ver, a gozar, a reír algo que nunca habían conocido.
Trabajando ocho horas cada domingo y buscando, como de limosna, medios para  seguir adelante en su empeño, consiguió la gratísima meta.
El terreno en el que lo había construido no era del todo suyo. Era de la familia. Y la  familia le hizo deshacer lo hecho, tabla a tabla, ladrillo a ladrillo, ilusión a ilusión. Quería disponer de él.
Nuestras vidas (¡y las de los demás!) están rodeadas o habitadas por situaciones, personas, vacíos, ilusiones, sueños, proyectos… que podrían ser nonadas, fruslerías, tonterías… pero también deseo de embellecer el mundo, enriquecer el propio espíritu y el de los demás, mejorar la situación de personas o familias, abrir el horizonte, propio y de los nuestros o de los que no son nuestros… Y la vagancia, la cobardía, el temor a una crítica, la desconfianza en nosotros mismos y en los demás paralizan nuestros pies, atan nuestras manos, aguan nuestra fantasía y dejan que nuestro espíritu siga amenazado de raquitismo.
Vivimos en un mundo en el que (¡menos mal!) nos asombra la infinidad de obras grandes, construcciones maravillosas, acciones nobles con sus consecuencias, servicios generosos, regalos mágicos, historias sublimes… ¿Pensamos que fuente de todo ello ha sido un corazón grande, generoso, osado, decidido, abierto, lleno de amor? Tuve ocasión de escuchar el consejo que un padre le daba a su hijo. “¡Tú a lo tuyo! ‘Lo de los demás no te importa!”.
¿Cómo sería el mundo si todos los que nos han dejado esta herencia sublime hubiesen recibido, hecho norma y seguido ese consejo? 

viernes, 3 de agosto de 2018

Educamos o no educamos?


Cuando hablamos de desempleo, estudio, trabajo, abandono de estudios, sueldos… lo hacemos a veces (o muchas veces) con un cierto aire de compasión, cuando no de protesta o de abierta acusación. Acusamos al “sistema”, a los responsables políticos, a los mandamases de las empresas, a los educadores e instituciones consagradas al estudio… Es posible que no tengamos presente, por ejemplo esta triste nota suficientemente aireada: “687.430 alumnos de 18 a 25 años han dejado de estudiar al terminar la ESO y, por consiguiente, no tienen ni el Bachillerato ni una Formación Profesional de Grado Medio”.
Los que estudian esta situación atribuyen el abandono a la tentación de contratos inmediatos, aparentemente fáciles y parciales; a la postura insuperable del desdeño por el estudio heredada con frecuencia en la familia, al bajo nivel de estima de los padres, amigos y compañeros hacia la tarea intelectual y el mundo del pensamiento, a la rigidez del sistema escolar, a lo poco atractivo o lo mucho inaguantable que resulta la disciplina escolar. 
Me aventuro a creer que en el punto de partida, en el fondo, en las causas de ese problema está la “falta de educación”. ¿Por parte de quién? Mayoritariamente de los padres. La educación debe llevar, como una de las convicciones más enérgicas, el sentido de exigencia. La vida es exigente. Cuando una planta no recibe humedad se seca. Cuando un animal no se impone luchar y matar para poder comer, languidece y muere. Solo una actitud de exigencia mueve a obtener las condiciones necesarias para lograr una existencia sana, fuerte y digna.
Si esto sucede en el mundo de la vida de plantas y animales, se aplica con mayor dureza (y, evidentemente, con otro estilo) en la humana. Fue siempre así y seguirá siendo de un modo creciente así.
No me gusta”, “Me cuesta mucho”, “Es muy difícil”, “¿Para qué me sirve?”, “Esto no hay quien lo trague”… vienen a ser con frecuencia argumentos suficientes para que sucumban padres que no educan e hijos que no se dejan educar o no reciben la educación que necesitan.

miércoles, 11 de abril de 2018

Flightradar_24 o el acompañamiento personal.


La plataforma FLIGHTRADAR24, como sabes, es una aplicación de seguimiento de vuelos en Google Play que incluye a cien países. Seguramente has tenido el deseo de pasar un rato siguiendo el vuelo de algún avión en tiempo real, porque, al conocer su procedencia y el tiempo del vuelo, te fue fácil dar con él. Y pudiste ver las horas de despegue y de llegada o su retraso real. Y muchos datos más sobre la aeronave y los aeropuertos interesados.
He empezado con esta leve y profana referencia para adentrarme un poco en el interés que desplegamos sobre los mundos de los que solemos tener curiosidad. Y de los que leemos, vemos o escuchamos en otros medios. Y de la inutilidad de conocerlos porque ni nos sirven, ni nos orientan, ni nos aportan nada, ni podemos modificar su trayectoria, ni podemos acceder a ellos para corregir su rumbo.
Es decir, la curiosidad nos abre acceso con su atractiva facilidad a cosas que ni nos van ni nos vienen, pero que nos regalan el placer de llegar a ellas de ese modo.  
Todo ello (o casi todo) es bueno: nos enriquece, estimula nuestra imaginación constructora, nuestra capacidad para juzgar, decidir y hasta para formular alguna solución a los posibles problemas descubiertos.
Despertemos ahora de esa evasión de los aviones y recorramos de arriba a abajo el panorama de nuestra vida, de la vida de los que la comparten con nosotros, de los que nos piden sin palabras que nos interesamos por el fondo de su espíritu, que manifestemos de un modo no anecdótico nuestro auténtico interés por ellos.
He oído decir alguna vez a una muchacha: “Mi madre no me quiere”. Yo estaba seguro de que no era verdad. Pero igualmente seguro de que su madre no la miraba. Porque esta clase de “aviones” hay que mirarlos para que no se vengan abajo. Y no hace falta decir a cada padre y a cada madre que su hija y su hijo creen en el amor, pero que a lo mejor (a lo peor) no lo sienten. 

jueves, 22 de marzo de 2018

La Familia: tres generaciones bajo un mismo techo.


Es difícil ser justo cuando se pretenden definir los rasgos que modelan a un personaje. Y más si, como en el caso de Ezra Weston Loomis Pound (1885-1972), sus flancos son tantos, su vida tan larga, sus aficiones tan pasionales, sus adhesiones tan comprometidas, su expresión tan definitiva...
Pero no es nuestro deseo entrar en ese mundo complejo. El parecer de cada uno, alimentado sin duda por el propio ambiente, se supondrá acertado según el punto cardinal de donde le llega el aire que respira.
Deseamos, en cambio, acercarnos a los versos que siguen (de Encargo) que no nos dejan en absoluto indiferente. 
¡Oh, qué asqueroso resulta
ver tres generaciones reunidas bajo un mismo techo!
Es como un árbol viejo con retoños
y con algunas ramas podridas y cayéndose.

Pienso que un árbol como el que describe Pound es siempre noble. No inspira asco ni rechazo, ganas de alejarse de él o deseos de que ya no exista, sino admiración, envidia, agradecimiento, propósito de copiar sus virtudes. Y esto no lo siente solo el viejo que se ve reflejado en su compleja imagen, sino también el adolescente al que Pound invita a abandonarlo. Porque con su vista puede apreciar que se encuentra ante un ser en el que se aúnan el nacimiento y el ocaso, la vida y la muerte, el vigor y la flaqueza, la generosidad y el egoísmo.
Pound se refiere a la familia como declara en los dos primeros versos. Porque tiene miedo de que en la familia se contagien de abajo arriba la sensatez, la paciencia, la bondad, la espera, la humildad, la mesura… ¡la aceptación de la caducidad! que anida en todo ser vivo.

domingo, 4 de marzo de 2018

Roatán: luchando contra el mal.


La República de Honduras, como sabes, tú que sabes todo, es un país de América situado en el centro de América Central, casi a la mitad del gran istmo que une las dos Américas y abierta al mar Atlántico. Tiene al Norte y el Este el Mar Caribe​. Y sus tierras, continentales e isleñas, tienen una extensión de 112.492 kilómetros cuadrados. ​La forman 18 departamentos para más de 8 millones de habitantes multiétnicos con cuatro grupos: blancos, mestizos (lencas, misquitos, tolupanes, chortis, pech, tawahkas), garífunas y criollos de habla inglesa. En Honduras existen unas 8.000 especies de plantas, alrededor de 250 de reptiles y anfibios, más de 700 especies de aves y 110 especies de mamíferos.
Las Islas de la Bahía (Utila, Roatán y Guanaja donde Colón, sin saberlo, descubrió el cacao), con un agradable clima tropical, son una meta deseada para quienes desean disfrutar del buceo. Pero…
Te ruego que te asomes ahora a la foto que preside nuestra reflexión. Se ve un toldo sobre la borda de un barco. Y a la derecha, el mar. ¡Pero un mar de plástico! Debajo está el agua, sí, pero el mar que vemos es un vertedero de plástico y espuma de poliestireno que afecta profundamente a estas islas y hasta a las playas de Omoa.
Las quejas ante el Gobierno de Guatemala, desde donde llega, advierten de que la mayor parte de los residuos vertidos al río Motagua llegan aquí. Pero esas quejas no alcanzan solución. Porque hoy nadie sabe qué camino eficaz se debe emprender para librar  a la espléndida Naturaleza de esta maldición de la modernidad.
Pero en este modesto observatorio del Mundo (Mundo significa Limpio) interesa, por encima de todo, hacer notar la presencia del mal, invitar e impulsar, si es posible, una lucha sin tregua ni desánimo contra todo lo que contamina, ennegrece y embrutece la belleza admirable de la infancia y la juventud.  
La resignación suele ser el refugio cómodo y cobarde al que recurrimos con frecuencia. ¿Qué se puede hacer? ¿Qué puedo hacer yo?... ¡Hoy, hoy, hoy…! El Hoy lo hago yo, puedo hacerlo yo, debo hacerlo yo. Vivir, como padre y maestro de vida, cerca de los hijos que modelan esa vida. Convertirme, no en un hombre cansado porque ya he hecho bastante, porque no hay remedio, porque ¿qué vamos a hacer…?, sino en un artista que transmita la estima, la belleza del amor-amor, la limpieza de vida frente al derrotismo del que respira el polvo de la resignación ante el aire limpio del esfuerzo.

sábado, 8 de julio de 2017

Orquídeas: como en las mejores familias.

Dicen que la Cattleya dowiana es la más bella de las orquídeas. Puedes encontrar su imagen en algún tratado especializado o en algún rincón del historial de estas flores tan llamativas. Su nombre proviene del de William Cattley, aficionado inglés, y del de su compatriota, capitán de barco, John Melmouth Dow. Dicen los que saben que hay unas  25.000 especies (los más exagerado llegan hasta 30.000) a las que hay que añadir unos 60.000 híbridos obtenidos por sus cultivadores.
Se dan en todas partes (menos en los polos y en el desierto, que envidian inútilmente a Madagascar, la patria privilegiada de estas linduras) y todas son admirables por su belleza. Si te fijas, todas son iguales en su maravillosa variedad: dos pétalos –derecha e izquierda-, tres sépalos (arriba, derecha e izquierda) y un labelo (abajo). Pero los colores, las formas y los tamaños las hacen parecer extrañas entre sí como inventoras de la perfección.
Esta que vemos arriba es la que me toca contemplar y me invita a meditar día a día. Creo no errar si digo que es una de las 52 especies del género Cymbidium, que significa, creo barquito. ¿Será por las velas?
De un conjunto de anchas, largas, espesas y ordenadas hojas verde botella se elevaban hace cuatro meses dos palos sosos y sospechosamente inútiles. Mi absoluta ignorancia en ese campo (como en los demás) me hacía pensar que de allí no podía salir nada que mereciese la pena. Salió. Poco a poco se fueron haciendo ver, crecieron y se alargaron dando paso a pequeños brotes de los que se abrieron casi con ritmo calculado otras tantas yemas y flores como las que admiras.
Llevan meses alegrando el aire en que viven. Cada una de ellas embellece un espacio reducido sin que llegue a invadir el que corresponde a la más cercana. Lo hacen de manera compensada de modo que conviven varias sin que lleguen a tocarse, orientándose de modo que todo el entorno goza con la nobleza de la más aledaña.
Me preguntaba: ¿cómo y cuándo acabarán? Y una de ellas me respondió hace dos semanas. Me pareció verla decaer. Un poco lacia al principio, se doblegó lentamente sobre sí misma y, sin decir nada ni entristecer a sus hermanas, fue a caer sobre una de las hojas verde de la base de la planta.
Inevitablemente pensé en la familia, en las familias capaces de darse a sí misma y dar a la sociedad un estímulo para vivir, de embellecer el aire que comparte y que respira, de sentirse solidaria, igual y distinta a las demás, sin llorar por tener, al final, que descansar.
Pero lo que en una planta es obligado, en la familia debe ser fruto de ese proceso delicado, constante, generoso y vivificante que llamamos educación. Y que no es sino la transmisión de la savia sana de dos troncos inigualables que se llaman padre y madre.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Yubartas: las ballenas jorobadas.

Como sabes, las ballenas jorobadas o yubartas pueden pesar hasta 40 toneladas. No es de extrañar: miden, alguna, claro, 18 metros. Y hay ejemplares que llegan a nadar 25.000 kilómetros al año. Los machos ya grandes cantan horas y horas sin cansarse. Mezclan, dicen los entendidos de quienes aprendo, aullidos, rugidos y pitidos. Y dicen que, si lo hacen, por algo será.
Practican el veraneo. Nacen, con solo cinco metros de “altura”, en los trópicos donde deben crecer (¡hasta un metro cada mes) para poder viajar, en verano, hacia el Ártico o el Antártico que son zonas más fresquitas. Pero no lo hacen por lo del fresquito, sino porque su alimento es el krill, tan abundante allí. 
Tienen un peligro: ¡las orcas! Las conoces: miden, los machos, de hasta 9 metros (las hembras, casi 8), negras con manchas blancas para disimular su mala intención, y se comen todo lo que pescan, hasta tiburones. Y no digamos yubartitas, si alcanzan alguna. 
Y aquí viene nuestra reflexión. Las crías de yubarta, que necesitan crecer y engordar para poder alcanzar el Polo que le toque, maman mucho. Y son ellas las que le piden a la madre que las atienda. Rozan su cuerpo con el de la madre y, dicen los especialistas, que susurran. Porque el susurro no lo escuchan a distancia con su sónar peculiar las orcas, pero sí la madre cercana. 
No es traer por los pelos (las yubartas no lo tienen ni lo tienen las orcas) afirmar que en las familias actuales es frecuente que la adhesión de los hijos hacia las madres sea muy débil. La madre se convierte muchas veces en otra mujer para las hijas y se monta en casa una especie de escuela de llevar la contraria. Es decir, el resultado es que la mujer–madre deja de ser madre porque se acentúa en ella más su carácter de mujer. La madre, que debe conservar siempre su identidad de diosa del hogar, expone demasiado su convicción de que ella sabe lo hay que saber, tiene experiencia y autoridad, ella es la que manda… Ante una madre-mujer así, la hija se aleja, se rompe el contacto de la piel, desaparece el susurro… y crece una futura madre calcada sobre el desafortunado molde de la madre-mujer porque no ha habido una mujer-madre. Pero lo mismo sucede con los hijos varones. Si una madre no logra que su hijo se enamore de ella, logrará que ese hijo se encuentre muy a gusto a distancia. En todo: en distancia física, en distancia moral, en distancia afectiva. ¿No es triste? 

domingo, 30 de abril de 2017

Exactitud, ejercicio de constancia.

La Galleria degli Uffizi que sin duda conoces, aunque no hayas estado en Florencia, es un singular edificio construido a partir de 1560 por el gran Giorgio Vasari para Cosme I de Medici. Su destino era el de oficinas para la administración. De ahí el nombre que tuvo al nacer y que ha conservado. Pero en 1765, desaparecidas desde hacía tiempo las oficinas que lo motivaron, Ana María de Medici lo abrió al público como museo, ya que en él se encontraban obras de arte de gran valor histórico y artístico. Una de ellas era La Adoración de los Magos que Leonardo de Vinci había pintado entre 1481 y 1482.
Hace pocos días ha vuelto, restaurada con exquisito cuidado, después de casi seis años de ausencia. Los entendidos dicen que en esa luminosa pintura sobre madera, de 246 x 243 centímetros, se pueden identificar elementos que serían después llevados a otros cuadros por el mismo genio.  
Para esta sencilla reflexión que ofrezco me agrada referirme a la estructura que se ve en el fondo del óleo. Son dos escaleras paralelas que, se supone, dan acceso a un palacio. ¿Por qué me interesan las escaleras? Porque Leonardo había hecho un dibujo minucioso, cuya reproducción encabeza este comentario, antes de trasladarlas a la pintura.
Y la reflexión que provoca este ejercicio meticuloso, línea a línea, en una perspectiva  fielmente observada, me hace pensar en la obra de arte de nuestra labor educativa: el fervor y el tiempo que le dedicamos, la entrega a su paciente, constante, atenta realización. No dejamos pasar ni un rasgo, ni un movimiento, ni una actitud que observamos para intervenir sabia y oportunamente después en el encauzamiento de los valores descubiertos, de las desviaciones observadas, de las intenciones más o menos intuidas en sus actos.
Porque mucho más que una obra magistral de un artista es la vida y la felicidad de cada uno de los destinatarios del noble oficio de forjadores de la personalidad de nuestros destinatarios.

jueves, 20 de abril de 2017

Crecer: lo más parecido a resucitar.

Encuentro una nota brillante entre otras vulgares:

Bienaventuranzas de la familia
Feliz la Familia que sabe dónde está la Verdad y la compra
Feliz la Familia que ha descubierto qué es el Bien y lo atesora
Feliz la Familia que conoce el sentido de la Justicia y la aplica
Feliz la Familia que vive la Libertad y la prodiga

Como el texto es en sí mismo un ánfora que se hunde en un pozo abundante y se rebosa, bastan aquí la reflexión que sigue y el deseo de que el que la lea, siga echando su corazón en la mina preciosa de la vida, la de los suyos y la propia.
El que se complace en contemplar así la felicidad de la familia da brillo a cuatro valores que están siempre en ella, pero que a veces se esconden en la alacena de las metas difíciles, en el rincón de los objetos incómodos fuera de uso, en una caja fuerte que rara vez se abre, en una redoma bien lacrada para que no se pierda el aroma.
Y, sin embargo, parece que la felicidad crece donde se sabe, se descubre, se conoce el sentido, se vive. Saber, descubrir, conocer el sentido y vivir son vivencias naturales en un cuerpo sano, ávido de ser, deseoso de vigor, salud, empuje.
Pero saber supone necesitar, buscar, ahondar, sudar, sufrir… Descubrir lleva consigo la valentía de abandonar la retaguardia, de lanzarse hacia lo que no se tiene exponiéndose a la incomprensión de otros (a veces muy poco “otros” y muy propios), a la contradicción, al cansancio, a la aparente inutilidad del esfuerzo. Conocer el sentido lo tiene el que afina el tino en sopesar, comparar, distinguir lo secundario de lo esencial, lo temporal de lo duradero. Y vivir es el resultado de volcarse en la grandiosa empresa de servir, dar la propia existencia, ver al que nos necesita, olvidar la esclavitud del pobre yo encanijado en sí.
La Verdad, el Bien, la Justicia, la Libertad son el alimento de nuestro hambriento ser y vivir. Son los ingredientes divinos que nos elevan por encima de nuestra caducidad hasta convertirnos en constructores de eternidad. El camino para salir de lo trillado por la costumbre, la comodidad, la inercia, la dependencia de los demás y de su aprobación de los otros.
Escribo el día en el que conmemoramos, es decir recordamos juntos, el triunfo de la entrega sobre el encogimiento visceral, la generosidad sobre el egoísmo, la Vida sobre la muerte: la Pascua de nuestro Hermano y Señor Jesús.

jueves, 13 de abril de 2017

La familia... Nadie ni nada por encima de la Vida del otro.

He sufrido hondamente al encontrar, en algún rincón de tantos y tantos papeles como se nos ofrecen, esta enternecedora fotografía antigua. Su pie dice: “Una abuela lleva a sus nietos, sin saberlo, al interior de una cámara de gas en el campo de exterminio de Auchswitz”. Seguramente la conoces, querido lector. Para mí era nueva.
Los hechos apuntados y denunciados en la foto nos hacen volver, una vez más, la vista atrás y gritar en nuestro interior, con lágrimas o con violencia, por tantos y tantos actos de barbarie que han encanallado la historia de los hombres de todos los tiempos.    
Parecería, por lógica y por la imparable inercia de los días, que la vida es algo tan sagrado, tan divino, tan por encima de cualquier forma de saña o de insensibilidad, que nadie y nunca se atreviese a tocarla de ninguna forma. Y, sin embargo, a pesar de esa lógica, tan débil según parece, es constante en la historia de todos los tiempos y en todas las naciones, que haya quien ha creído y cree y seguirá creyendo, por su alta autoestima que le hace sentirse capaz de gobernar los astros, que el gobierno del mundo depende de su criterio y voluntad.          
Cuando la familia es el centro inviolable en el que brotan las vidas, como tesoros inigualables en la historia de los hombres, entrar en ella, desgajarla, profanarla, aplastarla de cualquier modo es hacer de lo más noble de lo existente un canibalismo repulsivo que nos rebaja como seres humanos.
Porque en ninguna cadena de la vida animal en cualquiera de sus manifestaciones, desde la más suave en sus formas hasta la de bestias aparentemente feroces, se producen esas aberraciones.
El hombre, sí. Algunos, naturalmente: “Si soy capaz de segar la vida, lo hago. Me demuestro que estoy por encima de todo y de todos”. Te demuestras, pobre engendro, que estás podrido por dentro y que estás por debajo de cualquier sentina humana que se pueda imaginar.