La República de Honduras, como sabes, tú que sabes
todo, es un país de América situado en el
centro de América Central,
casi a la mitad del gran istmo que une las dos Américas y abierta al mar
Atlántico. Tiene al Norte y el Este el Mar Caribe. Y sus tierras,
continentales e isleñas, tienen una extensión de 112.492 kilómetros
cuadrados. La forman 18 departamentos para más de 8 millones de
habitantes multiétnicos con cuatro grupos: blancos, mestizos (lencas,
misquitos, tolupanes, chortis, pech, tawahkas), garífunas y criollos de habla
inglesa. En Honduras existen unas 8.000 especies de plantas, alrededor de
250 de reptiles y anfibios, más de 700 especies de aves y 110 especies de
mamíferos.
Las Islas de la Bahía
(Utila, Roatán y Guanaja donde Colón, sin saberlo, descubrió el cacao), con un
agradable clima tropical, son una meta deseada para quienes desean
disfrutar del buceo. Pero…
Te ruego que te asomes ahora a la
foto que preside nuestra reflexión. Se ve un toldo sobre la borda de un barco.
Y a la derecha, el mar. ¡Pero un mar de plástico! Debajo está el agua, sí, pero
el mar que vemos es un vertedero de plástico y espuma de poliestireno que
afecta profundamente a estas islas y hasta a las playas de Omoa.
Las quejas ante el Gobierno de
Guatemala, desde donde llega, advierten de que la mayor parte de los residuos
vertidos al río Motagua llegan aquí. Pero esas quejas no alcanzan solución.
Porque hoy nadie sabe qué camino eficaz se debe emprender para librar a la espléndida Naturaleza de esta maldición
de la modernidad.
Pero en este
modesto observatorio del Mundo (Mundo
significa Limpio) interesa, por
encima de todo, hacer notar la presencia del mal, invitar e impulsar, si es
posible, una lucha sin tregua ni desánimo contra todo lo que contamina,
ennegrece y embrutece la belleza admirable de la infancia y la juventud.
La resignación suele
ser el refugio cómodo y cobarde al que recurrimos con frecuencia. ¿Qué se puede
hacer? ¿Qué puedo hacer yo?... ¡Hoy, hoy, hoy…! El Hoy lo hago yo, puedo
hacerlo yo, debo hacerlo yo. Vivir, como padre y maestro de vida, cerca de los
hijos que modelan esa vida. Convertirme, no en un hombre cansado porque ya he
hecho bastante, porque no hay remedio, porque ¿qué vamos a hacer…?, sino en un
artista que transmita la estima, la belleza del amor-amor, la limpieza de vida
frente al derrotismo del que respira el polvo de la resignación ante el aire
limpio del esfuerzo.
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