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jueves, 14 de septiembre de 2017

No vale todo...

Hace algunos meses pasó por la mente de algún privilegiado la idea de que estaría bien montar un concierto “Big night out”, ya sabes, en un zoo de Bristol.
Y acudieron algo así como 1400 personas. A los animales no se les invitó porque ya estaban allí, en su casa. Triste casa la suya, es decir, la que les habían asignado en la prisión.    
Un miembro de la Asociación Captive animals’ protection society grabó a los animales durante aquella demostración “artística”. Se observa claramente un desacostumbrado movimiento nervioso de los felinos de un lado para otro en su jaula. “Con un concierto como este, entre la música y el ir y venir de la gente, es natural que los animales sufran. No están acostumbrados a un guirigay semejante”.
En 2014 -se recuerda– hubo algo parecido en el zoo de Londres: uno de los asistentes a aquel disparatado espectáculo musical, por ejemplo, echó un vaso de cerveza sobre un tigre y otros intentaron tirarse al agua con los pingüinos. El revuelo de los medios sociales de expresión logró con su justa y enérgica protesta suspender para al futuro cualquier espectáculo como aquel.
Transigir no es una actitud noble, ni valiente, ni justa. Transigir es siempre una manifestación de debilidad, necedad y error. En nuestra noble misión educativa, en la que tratamos de proponer criterios, actitudes y actuaciones nobles, no cabe la más mínima concesión a la ordinariez, la chabacanería, la insolencia, la grosería… Cualquier debilidad de nuestra parte se convierte en permiso, concesión… e invitación al desorden.

viernes, 28 de julio de 2017

El Violinista que volvió a tocar.

Ameen Mokdad es un músico iraquí que quiere lanzar al mundo este mensaje: "La música es una cosa bellísima". "Contra todo terrorismo o ideología que limita las libertades". En 2014 el Isis logró el control de la ciudad de Mosul. Se prohibió inmediatamente la música porque la tachaban de pecaminosa. Los milicianos invadieron la casa de Ameen y se llevaron todos sus instrumentos. Cuando el ejército iraquí recuperó el control de la zona, Ameen decidió volver a su ciudad natal y ofreció un pequeño concierto con su violín entre las ruinas de la mezquita de Jonás, un lugar muy querido por musulmanes y cristianos. La iniciativa se hizo conocer por los medios de comunicación y atrajo a algunos curiosos. "La gente ama la música", afirma el joven. En el video filmado se oyen de vez en cuando el ruido de los disparos que se mezclan con las notas del violín de Ameen. La lucha no había acabado aún en la ciudad: los combates entre el ejército oficial y los milicianos continuaban. Pero él difundía la alegría de ser libre, la belleza que alimentaba su vida, la felicidad por hacer un poco más felices a todos.   
La música (excluyo los ruidos que llaman música) es una de las emanaciones espirituales más bellas. Recuerdo que, de niño, me hablaban de un san Virila que pasó siglos extasiado por el canto de un ruiseñor en San Salvador de Leyre.  
Acompañaba a un enfermo escuchando música (no “ruidos” que llaman música) y comentaba mi amigo: “Quien ha compuesto esto tuvo que ser un hombre bueno”.
No era posible que de un corazón torcido brotase tanta belleza.
Contemplo a una joven madre que intenta que su niño se duerma en sus brazos mientras le canta una dulce melodía. No es posible una conjunción más hermosa: la grandeza de un niño acunado en la nobleza de los brazos de su ángel; el placer de una madre que se siente fuente de un milagro como su hijo; y el regalo para el espíritu de una expresión inigualable de amor, belleza y esperanza.
¡Gracias, Ameen!

martes, 6 de junio de 2017

Ébano y Marfil.

Margaret Patrick y Ruth Eisenberg coincidieron en la primavera de 1993 en el mismo Centro Geriátrico de Nueva Jersey casi con la misma edad y con el mismo mal, un derrame cerebral con inmovilidad de una mano, una de la derecha y la otra de la izquierda. Una era blanca y la otra negra y ambas habían sido concertistas de piano.
Millie McHugh era mucho más que un trabajador en aquel Centro. Era una mente privilegiada y un corazón ardiente. Y con aquella mente y aquel corazón se convirtió para Ruth y Margaret en un ángel bienhechor: Y les propuso tocar juntas. Las dos manos sanas, una blanca y otra negra, iban a deslizarse sobre el ébano y el marfil del teclado en una conjunción perfecta.
Ruth preguntó a Margaret: ¿Sabes el Vals en re bemol de Chopin? Y ellas mismas, Ébano y Marfil, como el teclado, fundieron su arte como melodía y acompañamiento en un concierto musical en televisión, iglesias, escuelas, centros de rehabilitación y residencias geriátricas. Pero los que admiraban aquella sinergia musical admiraron igualmente el precioso enlace de almas en un mismo acto de amor al arte, a la belleza y a la fusión de personas.
¿Nos vale? Debe valernos. Cuántas veces la defensa de nuestra independencia en juicios, resoluciones y ejecuciones ha dado al traste con proyectos mejores que los que individualmente hemos sido capaces de llevar adelante. Cuántas veces eso que llamamos orgullo, amor propio, libertad nos ha atado y hecho más pequeños y producido menos luz porque nuestra cabezonería infantil nos ha detenido a la mitad de un camino gozoso.

viernes, 26 de mayo de 2017

Roberta y Edgar: el descubrimiento.

Permíteme que refiera – porque tal vez alguno de los lectores no la conozca - la historia de Roberta David, norteamericana, y Édgar Sanfeliz-Botta, cubano. En lo más rutinario de sus vidas, hace pocos años, cuando ella se dirigía a pedir algo en un McDonald’s de Miami y él esperaba su turno para atender a los clientes, un oído sensible (el de ella) y una voz extraordinaria (la de Edgar), coincidieron en un hecho notable.
Roberta, de cierta edad y por ello retirada ya del coro en el que había cantado, descubrió en el sonriente joven que la atendía al que había oído cantar poco antes un pasaje de La bella durmiente del ballet de Chaikovski.
Édgar llevaba ya en Miami un año y se había resignado (o lo parecía) a olvidarse de su música clásica. Porque en su Cuba había destacado por su preciosa voz, ya desde adolescente, y cantado ante personas ilustres y hasta muy ilustres. Procedía de Santiago donde se había cultivado, soñando seriamente, en su futuro como artista.
Pero el encuentro con Roberta produjo el milagro de su ingreso en la Universidad Internacional de Florida, donde alguno de los responsables dijo, al conocer las dotes del joven: “Nos ha tocado la lotería musical”.
Del rincón en el ángulo oscuro…” sentía y sufría nuestro admirado Becquer y seguía sintiendo y llorando el silencio de tanta nota dormida en las cuerdas del arpa suspirando por la mano de nieve que sabe arrancarla.
¿Hemos pensado alguna vez en la torpeza de nuestro oído, en la indolencia de nuestra capacidad de discernimiento, en la insensibilidad ante valores que debieran golpear nuestra atención, en la suficiencia de nuestro saber, entender, intuir y decidir? Y, sin embargo, nuestro oficio no es solo el de acompañar, instruir y facilitar a nuestros formandos el “grado” que necesita para pasar al siguiente, sino bucear en su personalidad, descubrir y alentar en ella la grandeza de un ser superior que con nuestra ayuda pueda alcanzar lo más alto de que sea capaz.

lunes, 15 de mayo de 2017

Alegría: bella chispa divina!

Beethoven comenzó a componer su sinfonía número 9 en 1818 y no la dio por terminada hasta enero de 1824. En el alma de sus inolvidables notas (¡mucho más que notas!) está el poema de Friedrich Schiller An die Freude escrito más de treinta años antes, que se llamó Oda a la alegría en su forma final de 1808. Beethoven tenía 22 años cuando ya soñaba con ponerla en música respetando para el cuarto movimiento, “Himno a la alegría”, el texto de Schiller con unas palabras propias de introducción. 
Su estreno (en Viena, no en Berlín, como le hubiera gustado a él: “Viena está dominada por los italianos” decía) se hizo el 7 de mayo de 1824, diez años después de la presentación de la Octava. La dirigió Michael Umlauf, aunque Beethoven estaba también en el escenario, siguiendo la obra en sus partituras, ya muy sordo y limitado en su salud y a tres años de su muerte.
La sala estaba llena de admiradores de Beethoven que suponían que iba a ser la última vez que le viesen. Y quedaron fascinados por tanta belleza. Cuentan que él estaba volcado en sus papeles, de espaldas a la sala, y que uno de los solistas le hizo volverse para que pudiese contemplar a un público conquistado por entero al que saludó con una inclinación del cuerpo. 
Como somos muchos los que no sabemos Alemán, pongo una traducción de las palabras del final de esta Novena Sinfonía. Sirven de invitación a la alegría de la fraternidad, don divino.

¡Oh amigos, no esos tonos!
Entonemos otros más gratos y llenos de alegría.
¡Alegría, alegría!

¡Alegría, bella chispa divina, hija del Elíseo!
¡Penetramos ardientes de embriaguez, oh celeste, en tu santuario!
Tus encantos atan los lazos que la rígida moda rompiera;
y todos los hombres serán hermanos bajo tus alas bienhechoras.
Quien logró el golpe de suerte, de ser el amigo de un amigo.
Quien ha conquistado una noble mujer ¡que una su júbilo al nuestro!
¡Sí! que venga aquel que en la Tierra pueda llamar suya siquiera un alma.
Pero quien jamás lo ha podido, ¡que se aparte llorando de nuestro grupo!
Se derrama la alegría para los seres por todos los senos de la Naturaleza.
Todos los buenos, todos los malos, siguen su camino de rosas.
Ella nos dio los besos y la vid, y un amigo probado hasta la muerte;
al gusanillo fue dada la voluptuosidad y el querubín está ante Dios.
Alegres como vuelan sus soles, a través de la espléndida bóveda celeste,
Corred, hermanos, seguid vuestra ruta alegres, como el héroe hacia la victoria.
¡Abrazaos millones de seres! ¡Este beso al mundo entero!
Hermanos, sobre la bóveda estrellada debe habitar un Padre amante.
¿Os postráis, millones de seres? ¿Mundo, presientes al Creador?
Búscalo por encima de las estrellas! ¡Allí debe estar su morada!
¡Alegría, bella chispa divina, hija del Elíseo!
¡Penetramos ardientes de embriaguez, ¡oh celeste, en tu santuario!
Tus encantos atan los lazos que la rígida moda rompiera;
y todos los hombres serán hermanos bajo tus alas bienhechoras.
¡Alegría, bella chispa divina, hija del Elíseo! ¡Alegría, bella chispa divina!

viernes, 27 de enero de 2017

Louis Mendre: escuchar con el corazón.

El 2 de abril de 1878 llegó Don Bosco a Marsella. El canónigo Guiol le esperaba, pero pidió a su vicario, el también canónigo Louis Mendre, que le atendiese en la primera fundación en aquella ciudad, el Oratorio de San León.
La simpatía y el cariño de Don Bosco cautivaban a todos los que le iban conociendo. Y también Mendre quedó atado por esos lazos de estima y cariño, de modo que los salesianos franceses decían: “El abate Mendre ha robado el corazón de Don Bosco”.
Realmente quería a Don Bosco como un hijo y se sintió animado a escribir en 1879 un opúsculo sobre él: Don Bosco sacerdote, Fundador de la Congregación de los Salesianos, que reprodujo poco después en su Revista Popular Félix Sardá y Salvany, sacerdote, apologista, defensor del bien y la verdad en Barcelona y que fue una fértil llamada para que varios sacerdotes jóvenes se hiciesen salesianos.
“Lo mismo que en un día de invierno – escribía Mendre - vemos a los pajarillos acudir en gran número adonde una mano generosa les echa el grano que les ha de salvar, así contemplamos, en derredor de Don Bosco, numerosos grupos de chiquillos y muchachos de los que nadie se ocupa”.
No fue Mendre el único francés que escribió sobre Don Bosco, como sabes. Lo hicieron también, en biografías más o menos amplias y documentadas o en escritos encendidamente defensivos, viviendo aún Don Bosco o poco después de su muerte, Albert Du Bois, Jules Rostand, Charles D’Espiney, Joris-Karl Huysmans, François Coppée…    
En una carta a Guiol, un año más tarde, escribía Don Bosco: “...... me he ruborizado más de una vez ante los grandes elogios que tributa a mi pobre persona. Todo sea para la mayor gloria de Dios  en favor de la Obra que se quiere recomendar...”.
Y en 1880, ante los acosos de la prensa, las calumnias y las barricadas contra el pobre Oratorio de San León, Mendre se hizo pasar por director de la Obra y escribió un memorial dirigido a la autoridad contra las falsas acusaciones del Petit Provençal.
En una velada en San León, los muchachos, improvisados como músicos,  se equivocaban. Mendre, sensible y entendido, ponía cara de disgusto. Y Don Bosco, que lo notaba, sonriendo, le dijo: Señor Mendre: “La música de los niños se oye con el corazón y no con los oídos”.
De Don Bosco debemos aprender esta convicción que debe convertirse en vivencia. A los niños, a los jóvenes, a los hijos… se los escucha con el corazón. No vale ningún otro filtro.   

domingo, 10 de enero de 2016

Aures Cantibus.

Hace pocos días tuvimos el placer de escuchar un delicioso concierto de Villancicos y composiciones de Navidad de la coral Aures cantibus de la ciudad donde resido. He leído que esta coral tiene quince años. Y además de acierto en la selección de composiciones, de seguridad, mimo y exactitud en la ejecución y de dominio y entusiasmo en la directora, tiene un nombre aparentemente extraño y atractivo: Aures cantibus. Son dos palabras de una corta frase de un brillante y eficaz  discurso de Marco Tulio Cicerón: Oculi pictura tenentur, aures cantibus, que,  libre y torpemente, me permito traducir: A los ojos los cautiva la pintura, al oído los cantos.
El discurso era la defensa de Lucio Licinio Murena. Lo habían propuesto como cónsul el año 62 aC junto a Décimo Junio Silano. Y los que tenían otra propuesta le acusaron de soborno. Sí o no, Cicerón basó su defensa en la necesidad de tener un cónsul fuerte ante el peligro de la acometividad de Lucio Sergio Catilina, con un ejército cerca de Roma y amigos dentro.
Dejamos a Catilina y volvemos al Aures cantibus. En su arte de cautivar los oídos y el corazón, muestra, como todas las corales, un tejido de virtudes y de aciertos que ennoblecen el oficio de la voz humana como instrumento de belleza. El canto de un pájaro, por bello que sea, no pasa de ser una llamada repetida y monótona a la compañera para poder mantener la continuidad de su esplendor. El que labra oro, puede dejar para siempre una obra llena de atractivo, un regalo vivo, pero adormecido, que se guarda en un estuche o se exhibe en un anaquel.
Un conjunto de voces encierra, fundamentalmente, un ejercicio gratuito de disciplina de la voz, de obediencia a unos criterios ajenos pero compartidos, de la atención, de la libertad, de la finura de expresión, del uso del tiempo y del ritmo, de la seguridad de que la propia voz es un elemento esencial pero no imprescindible para labrar la belleza final que se ofrece, porque hay otros que lo hacen también.
El modelo de una coral puede servir de ejemplo y de estímulo en la dura tarea de modelar el alma de nuestros educandos y de nuestros hijos.

sábado, 2 de enero de 2016

Stille Nacht

Cuando se canta Noche de Paz en Navidad se recuerda a su autor, Franz Xavier Gruber, maestro en la pequeña ciudad de Arnsdorf bei Laufen. Pero es un recuerdo a medias. Gruber, también maestro de coro de la iglesia de su pueblo y organista, fue el autor de la melodía que se canta en tantas lenguas, en tantos lugares, desde hace tantos años. Pero esa acariciadora melodía que Gruber compuso en pocas horas debe, tal vez, su belleza suave y sugerente, a la sencillez de las palabras para las que le fue a pedir la música, pocos días antes de la Navidad de 1818,  el sacerdote Joseph Franz Mohr desde su casa en Oberndorf bei Salzburg a tres kilómetros de caminos de nieve. Por los nombres citados el inteligente lector sabe que estamos en Austria.  
Joseph Franciscus Mohr había nacido en Salzburgo en diciembre de 1792. Su madre, Anna Schoiberin, soltera, bordadora y abandonada por el padre de nuestro Joseph, lo llevó al bautismo aceptando que hiciese de padrino, por delegación, el último verdugo oficial de Salzburgo, Joseph Wohlmuth.
Durante sus estudios de adolescente Mohr cultivó también la música, fue cantor y violinista en el coro de la iglesia de la universidad y en la del monasterio benedictino de San Pedro.  Desde 1808 y  por dos años estudió en el monasterio benedictino de Kremsmünster (Alta Austria), regresó a Salzburgo para los estudios del Liceo, y en 1811 entró en el seminario. El 21 de agosto de 1815 Mohr fue ordenado sacerdote.
Prestó su celo de sacerdote durante algún tiempo en Ramsau cerca de Berchtesgaden. Fue vicario parroquial en Mariapfarr (1815-1817) y entonces escribió la letra de "Noche de Paz". No estaba bien de salud por lo que debió regresar a  Salzburgo y, ya recuperado, en 1817, comenzó a servir como coadjutor en la parroquia de San Nicolás en Obendorf. Allí conoció a Franz Gruber, maestro de Arnsdorf.
La canción la interpretó en la misa de medianoche el coro de su parroquia acompañada por la guitarra de Mohr. En poco tiempo se hizo célebre en los alrededores. Y ahora… ya sabes.
Y él, Mohr, el autor de los versos que conoces,  empleando su sueldo en obras de caridad, cambió varias veces de lugar de trabajo como sacerdote: Kuchl, Golling, Vigaun, Adnet y Anthering. Desde 1827 fue párroco de Hintersee y en 1837 de la aldea alpina de Wagrain. Aquí formó un fondo para niños pobres y el cuidado de los ancianos. Murió de tuberculosis en diciembre  de 1848 a los 55 años.
Y como esta breve biografía es suficientemente sugeridora, basta para tu honda reflexión, tu generoso agradecimiento a este sencillo servidor de la Belleza Infinita y, sin duda, para estímulo y acicate. 

jueves, 7 de mayo de 2015

Regalar felicidad.

Escuchaba en los pobres altavoces de mi ordenador la Obertura de los Maestros Cantores de Wagner y, curioseando, me encontré, entre otros, con este comentario que transcribo literalmente. Me emocionó de modo que creí oportuno hacerme eco de él. Con un breve añadido, si me lo permites. 
¡Cuántas concesiones al gusto hacemos con nuestros hijos y educandos! ¡Y cuántos errores cometemos cuando el gusto que complacemos es el inmediato, el que parece que les va a hacerse callar, el que hace que nos dejen en paz, el que cultiva en ellos la complacencia material, física o desviada de la auténtica felicidad!
El feliz “limpiabotas” de diez años que descubrió en su “casucha” la felicidad de fundirse con la música de su tocayo en primer lugar y con la de Mozart, Beethoven, Prokofief, Haydn… después nos enseña a descubrir la grandeza de uno de los caminos de la educación que se identifica con el grandioso ingreso en el espacio de la belleza con la música, el arte, la lectura, el conocimiento de todo lo que hay de verdaderamente grande en el inmenso mundo del espíritu.
“Cuando niño, (1983) lustraba zapatos en una ciudad de Sudamérica, cierto día un señor de barba blanca (desconocido) me obsequió cinco casetes originales (philips) Eran de Mozart sinf. 40 y 41, Beethoven La pastoral 6ta sinf., Prokofiev Pedro y el lobo+sinf 1,  Haydn El reloj y la sorpresa y Richard Wagner. lado A Tristan e isolda preludio y muerte de amor+ los Maestros cantores de Nuremberg,  lado B Idilio de Sigfrido y el Holandés errante. Cuando llegué a mi casucha, de todos los compositores escuché primero a Wagner por que yo me llamo Richard y era mi tocayo. Jamás había escuchado música de este tipo y fue los maestros cantores la que me gustó inmediatamente, También la pastoral de Ludwing. Le agradezco a ese desconocido haberle regalado tremendo tesoro a un niño de 10 años que lustraba zapatos para sobre vivir. Creo que es el mejor regalo que me hicieron en la vida, hoy me he convertido en un amante de esta música y de todos los compositores sin desmerecer a ninguno es Wagner mi preferido. Los casetes los guardo hasta hoy como muestra de que existen personas buenas en el mundo. Gracias por colgar este video haces lo mismo que aquel desconocido: regalar FELICIDAD”.

viernes, 20 de febrero de 2015

Cuerdas.

El  Adagio para cuerdas que compuso el maestro norteamericano Samuel Barber en 1938 figura como fondo en series y películas apretando en un puño el corazón de los que miran y, necesariamente, oyen o, mejor, escuchan. Son 34 esas producciones de cine, dicen los entendidos, como los Simpson, Amelie, Platton, El hombre elefante… Y dicen también otros entendidos que la composición musical más triste y que más honda y porfiadamente llega al alma es esta. Tanto es así que Barber necesitó pasarla a canto y en 1967 hizo un arreglo para coro de voces mixtas. 
Pero voy adelante porque tú sabes de todo esto más que yo y te queda solo volver a escucharla sin prisas, sin querer que acabe ese gemido insistente que lacera el alma, pero que la empapa con una paz dolorosa, incurable y resignada. 
Y paso a algo que a lo mejor no conoces y que viene bien a nuestro intento de educador, de formador y de guía.
Cuando Samuel Barber tenía once años escribió una carta a su madre. Si la lees en Inglés verás, tú que dominas esa lengua, que tiene alguna falta de ortografía. Pero eran once años. Y a nosotros nos importa solo el agrado de descubrir su alma a esa edad para intentar modelar, en lo que podamos, las de los que se nos confían. El perfil del alma del muchacho está trazado, con otros, por los siguientes sentimientos que emanan de ella como rasgos que nos pueden inspirar para tocar las cuerdas del arpa de nuestros hijos, de nuestros educandos:
Haber llevado adelante su convicción sin atreverse a manifestarlo, como si fuese una traición. La delicadeza en tratar por escrito su honda preocupación. El deseo de que su madre no sufriese ante su declaración. El sentimiento de que su estado de ánimo y decisión venían de una esfera superior a la que habitaban madre e hijo. Sentirse culpable del dolor que pudiera causar en ella su destino. Su vocación de siempre de ser compositor.
Su decisión y convicción de que sería lo que quería y lo que fue.
Querida madre: He escrito esto para informarte de un secreto mío preocupante. No llores ahora cuando lo leas porque no es culpa ni tuya ni mía. Supongo que tendré que decirte que ahora no tiene ningún sentido. En primer lugar yo no estaba destinado a ser atleta. Estaba destinado a ser compositor, y lo seré, estoy seguro. Te voy a pedir una cosa más: - No me pidas más que intente olvidar este hecho desagradable y que me vaya a jugar al fútbol.- Por favor - A veces he estado tan  preocupado por esto que me he vuelto loco (no mucho)”.

domingo, 15 de febrero de 2015

Peer Gynt.

Peer Gynt fue el sugestivo nombre que el escritor noruego Henrik Ibsen dio al protagonista del drama que le musicó el rebelde compositor Edward Grieg. Se estrenó hace ya casi 150 años. Puede ser que la obra no se represente ya, pero ¿quién no se ha sentido lleno de tristeza por la muerte de la madre Aase, angustiado por el hechizo horrendo de la hija del Rey de las Montañas, seducido por la danza de la coqueta Anitra en el escenario del lejano y sin fin desierto de África donde Peer había caído en la esclavitud de ser tratante de esclavos, o escuchando, de vuelta ya de todo, la dulce canción de Solveig, su primer amor, su verdadero amor, su único amor, el amor que redime?
El adolescente Peer Gynt quiere llenar su vida de sueños, de riqueza, de amor, de felicidad… Pero nada es noble en lo que encuentra, porque su corazón no es noble. La Nada, la Sombra, el fracaso, el desengaño, el escarmiento, el vacío, la traición de los que parecían amigos le hacen volver a una tierra que es la suya, la de su destino. Porque es la de su cuna y la de una encantadora muchacha toda dignidad y amor que estuvo siempre esperando.
Peer Gynt es una metáfora existencial, una parábola de la vida. Ibsen, que supo ahondar en el corazón de la mujer (¡y denunciar el egoísmo del hombre!), por ejemplo en su espléndidamente triste Casa de muñecas, nos hace pensar que la educación en la que no se ofrece como supremo valor el servicio, es decir, el amor, la entrega al otro, es una educación de formas, de ciudadanos, de comensales en la mesa de los amiguetes, pero vacía de los cimientos y tejidos que le hacen a un hombre ser compañero de camino hacia la Verdad y la Justicia.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Mirlo.

Tomo de LA VOZ DE GALICIA, del pasado 14 de noviembre de 2014, este reportaje.  
La canción de cuna de Chris Picco a su bebé antes de morir".
El cantante californiano pidió llevar la guitarra a cuidados intensivos, después de perder a su mujer en el parto
El estremecedor vídeo de Chris Picco cantando una canción de los Beatles a su bebé prematuro que agoniza en una incubadora ha dado la vuelta al mundo en Youtube. Lennon nació el 8 de noviembre, cuando solo habían pasado 24 semanas de gestación. Su madre, Ashley Picco murió después de que se le practicara una cesárea de emergencia. Tres días después murió el pequeño.
Chris Picco es un músico californiano que, a través de su página web, anunció el pasado agosto la llegada en febrero de su primer hijo. Tras la trágica noticia del fallecimiento de su mujer, el cantante pidió al hospital Universitario Loma Linda, de Los Ángeles, poder acceder a la zona de cuidados intensivos con su guitarra, pues recordaba cómo el bebé «se movía cuando él cantaba durante el embarazo». Un amigo grabó la tierna imagen del músico cantando la canción «Blackbird» de Los Beatles a su hijo Lennon, que está en el interior de una incubadora. Finalmente, Lennon Picco murió el pasado 11 de noviembre, en los brazos de su padre.
El vídeo subido a Youtube ha superado en pocos días el millón de reproducciones.
«La vida de nuestra querida Ashley se cegó trágicamente el fin de semana pasado. Su amado bebé resistió con nosotros brevemente por unos pocos días más», según una necrológica publicada e Internet, informa AFP.
Chris Picco contó su tragedia en su perfil de Facebook: «He sido bendecido y honrado de amarlo antes de que él se formara, de alentarlo mientras su mamá lo llevaba, de encontrármelo cara a preciosa cara, y de sostener su perfecto pequeño cuerpo mientras decíamos "Adiós por ahora". No hay palabras, pero quería mantenerlos informados, ya que vuestro amor y apoyo ha significado más que nada en el mundo. Todo lo que necesitas es amor». Además, un portavoz de su familia explicó que el cantante pasaría los próximos días con su familia”.

Y lo he transcrito porque es el poema más bello que se puede recitar para embelesarse  y embelesar en la contemplación de lo más grande, más maravilloso, más alto, más valioso, más sublime, más delicado, más combatido, menos comprendido por energúmenos que pueblan los estratos sociales, políticos y económicos de la sociedad. Cuando se fracasa en la familia y con la familia se ha participado del suicidio social del futuro, porque se ha cometido el crimen de ahogar lo único divino que hay en el universo: el amor hecho vida humana, la familia.

lunes, 24 de noviembre de 2014

"La Hija del Regimiento"

Las sensatas reflexiones de Javier Camarena con ocasión de su actuación como Tonio en la ópera de Gaetano Donizetti el pasado 7 de noviembre en el Teatro Real de Madrid son ya un testimonio, un maravilloso ejemplo y unas buenas noches llenas de sencillez y ardor.
Nació en Xalapa, México, hace treinta y cinco años, y es un tenor, según los entendidos, a la altura de los grandes cantores en ese difícil registro. En un breve intervalo del aria “Ah, mes amis", se llega nueve veces al do de pecho: una proeza. Escuchemos la sabia lección humana que nos da Camarena.
El éxito es “ir cosechando lo que se ha venido sembrando desde hace 20 años que es cuando empecé a estudiar formalmente. No ha sido fácil. Ha requerido mucho esfuerzo, mucha disciplina y situaciones difíciles. Pero ha sido un camino muy hermoso. Afrontar sacrificios, con todo lo que hayan podido doler, para después ver este abrazo, este reconocimiento, me hace pensar que todo ha valido mucho la pena. Me siento muy agradecido a toda la gente que tiene esta reacción. En Madrid, el comentario general es que el público es muy difícil de satisfacer, más en la cuerda de los tenores. Este cariño es una gran recompensa...

El estudio es muy exigente. Tan solo la carrera de música, la más corta, puede durar 8, 10 o 12 años. No son carreras cortas, son caras, tienes que invertir mucho, también en disposición y disciplina. A mí me decían, "agarra una guitarra, ponte a cantar. ¿Para qué quieres ir a una escuela?". No se trata sólo de tener talento natural sino que hay que desarrollarlo. Emplearse a fondo en el repertorio, pero también solfeo, armonía, Historia de la música. Y es una carrera en la que jamás terminas de estudiar, en la que cada compositor tiene su estilo, en la que te puedes especializar. Una ópera dura como mínimo dos horas. En algunas, estarás cantando prácticamente todo el tiempo. La preparación es constante. Lo que se ve es la punta del iceberg. E incluso eso te lleva un mes o mes y medio”.

jueves, 3 de octubre de 2013

Eithne Patricia Ní Bhraonáin (Enya)



Enya Brennan. O simplemente Enya. Nació hace unos 50 años en Gweedore (Irlanda), sexta de nueve hermanos de una familia abierta a la música. Le gustan los gatos, la música de Sergio Rachmaninof (supongo que, sobre todo, el concierto de piano número 2: por lo mucho que a mí me dice), el cine clásico, sobre todo Rebeca (ya sabéis: Alfred Hitchcock, Laurence Olivier, Joan Fontaine…). Vive en su castillo de Manderley (Dublín), es católica y su nombre lo lleva el asteroide 6433 de la serie MPC, que no es poco. No sabe nadar y no da conciertos. Algunas de sus composiciones son banda sonora de alguna película y tiene al menos dos premios Grammy y varias decenas de discos de platino, es decir un montón de millones de discos editados. Es doctora honoris causa por las universidades del Ulster (Irlanda del Norte) y de Galway de su país.
Todo esto y muchas más cosas de Enya ya las sabías, sin duda. Pero vale la pena prestar atención a lo que afirmaba en una declaración cuando apareció uno de sus álbumes (1988).
Nada -excepto la música- es relevante para mí y no es que me esté escondiendo o justificando; tal vez por ello no tengo novio ni pasatiempo alguno. Para crear la música que compongo todo debe ser dejado de lado para así concentrarme por completo y lograr la composición tal y como yo la quiero. Yo creo que tienes sólo una oportunidad de elegir tu vida y tu trabajo: eso es lo que yo decidí sobre todas las cosas en esta vida y esa fue la razón por la que nació Watermark.
Es tan claro lo que dice, y tan rotundo, que merece tenerlo presente como un modelo para nuestra propia vida. Y para el camino en el que acompañamos a los que queremos. Los que reciben de nosotros afecto, reflexión y ayuda, luz y estímulo. Distraerse es muy fácil. Pero vivir distraído es muy triste. Y dejar que nuestros hijos o nietos o discípulos no busquen más que distraerse puede hacerles llorar un día.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Gustav Holst.



Gustavus Theodore von Holst (21.9.1874 – 25.5.1934), (Gustav Holst), inglés, tocaba el trombón, era vegetariano y se quitó el von de su apellido, por si las moscas, al empezar la guerra europea. De su amplia producción musical me agrada mucho su St. Paul’s Suite en sus cuatro movimientos (1912). La llamó así, entre las muchas composiciones para que las interpretasen sus alumnas, en agradecimiento al colegio St. Paul's Girls' School en Hammersmith (Londres), donde fue director de música casi treinta años. Aunque su obra más conocida es The Planets, inspirada en la contemplación de su horóscopo. Cosa de los artistas.
Pero… parece que Gustav Holst era frugal, nunca fumaba ni bebía alcohol. Hasta aquí, bien. Pero… alguien le debió de convencer y se hizo vegetariano. Que no está tampoco mal. Había dejado su patria Cheltenham para completar sus estudios en Londres y muy pronto (no tenía todavía veinte años) su alimentación empezó  a ser pobre y escasa (cosas de muchos artistas) y quedaron muy pronto y seriamente afectados su estómago y su vista.
No pretenden estas líneas animar a nuestros hijos a que estudien música (que estaría muy bien), ni a que no fumen ni beban (que está igualmente bien), ni a que se hagan vegetarianos (que no está mal si está bien), sino a buscar dos metas fundamentales para florecer como hombres cabales. La primera: vivir en tal equilibrio el periodo de la preparación, los años de maduración y el tiempo del ejercicio de la propia profesión que consigan alcanzar la felicidad de estar cumpliendo honradamente el propio deber. Segunda: sentir la necesidad de dar siempre de sí el cien por cien. No se trata de someterse a situaciones degradantes para la salud de la mente, del cuerpo y del corazón, sino a todo lo contrario: hacer que la entrega en el trabajo, en la atención a los demás, en la intensidad del compromiso en el bien (en todo el bien) vaya perfilando la personalidad de quien se pueda decir que es de verdad un hombre.