Hace pocos días tuvimos el
placer de escuchar un delicioso concierto de Villancicos y composiciones de
Navidad de la coral Aures cantibus de
la ciudad donde resido. He leído que esta coral tiene quince años. Y además de
acierto en la selección de composiciones, de seguridad, mimo y exactitud en la
ejecución y de dominio y entusiasmo en la directora, tiene un nombre
aparentemente extraño y atractivo: Aures
cantibus. Son dos palabras de una corta frase de un brillante y eficaz discurso de Marco Tulio Cicerón: Oculi pictura tenentur, aures cantibus,
que, libre y torpemente, me permito
traducir: A los ojos los cautiva la
pintura, al oído los cantos.
El discurso era la defensa de
Lucio Licinio Murena. Lo habían propuesto como cónsul el año 62 aC junto a
Décimo Junio Silano. Y los que tenían otra propuesta le acusaron de soborno. Sí
o no, Cicerón basó su defensa en la necesidad de tener un cónsul fuerte ante el
peligro de la acometividad de Lucio Sergio Catilina, con un ejército cerca de
Roma y amigos dentro.
Dejamos a Catilina y volvemos
al Aures cantibus. En su arte de
cautivar los oídos y el corazón, muestra, como todas las corales, un tejido de
virtudes y de aciertos que ennoblecen el oficio de la voz humana como
instrumento de belleza. El canto de un pájaro, por bello que sea, no pasa de
ser una llamada repetida y monótona a la compañera para poder mantener la
continuidad de su esplendor. El que labra oro, puede dejar para siempre una
obra llena de atractivo, un regalo vivo, pero adormecido, que se guarda en un
estuche o se exhibe en un anaquel.
Un conjunto de voces encierra,
fundamentalmente, un ejercicio gratuito de disciplina de la voz, de obediencia
a unos criterios ajenos pero compartidos, de la atención, de la libertad, de la
finura de expresión, del uso del tiempo y del ritmo, de la seguridad de que la
propia voz es un elemento esencial pero no imprescindible para labrar la
belleza final que se ofrece, porque hay otros que lo hacen también.
El modelo de una coral puede
servir de ejemplo y de estímulo en la dura tarea de modelar el alma de nuestros
educandos y de nuestros hijos.
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