jueves, 28 de marzo de 2019

El Galán del verde Gabán (1/3).


Es tan rica y expresiva esta larga reflexión de Cervantes que atribuye al sabio caballero del verde gabán, que vale la pena escucharle en tres veces que volvemos a ella: Va aquí la PRIMERA PARTE:

En estas razones estaban cuando los alcanzó un hombre que detrás dellos por el mismo camino venía sobre una muy hermosa yegua tordilla, vestido un gabán de paño fino verde, jironado de terciopelo leonado, con una montera del mismo terciopelo; el aderezo de la yegua era de campo y de la jineta, asimismo de morado y verde. Traía un alfanje morisco pendiente de un ancho tahalí de verde y oro, y los borceguíes eran de la labor del tahalí; las espuelas no eran doradas, sino dadas con un barniz verde, tan tersas y bruñidas que, por hacer labor con todo el vestido, parecían mejor que si fuera de oro puro. Cuando llegó a ellos, el caminante los saludó cortésmente, y, picando a la yegua, se pasaba de largo; pero don Quijote le dijo: 
- Señor galán, si es que vuestra merced lleva el camino que nosotros y no importa el darse priesa, merced recibiría en que nos fuésemos juntos. 
- En verdad -respondió el de la yegua- que no me pasara tan de largo, si no fuera por temor que con la compañía de mi yegua no se alborotara ese caballo. 
- Bien puede, señor -respondió a esta sazón Sancho-, bien puede tener las riendas a su yegua, porque nuestro caballo es el más honesto y bien mirado del mundo: jamás en semejantes ocasiones ha hecho vileza alguna, y una vez que se desmandó a hacerla la lastamos mi señor y yo con las setenas. Digo otra vez que puede vuestra merced detenerse, si quisiere; que, aunque se la den entre dos platos, a buen seguro que el caballo no la arrostre. 
Detuvo la rienda el caminante, admirándose de la apostura y rostro de don Quijote, el cual iba sin celada, que la llevaba Sancho como maleta en el arzón delantero de la albarda del rucio; y si mucho miraba el de lo verde a don Quijote, mucho más miraba don Quijote al de lo verde, pareciéndole hombre de chapa. La edad mostraba ser de cincuenta años; las canas, pocas, y el rostro, aguileño; la vista, entre alegre y grave; finalmente, en el traje y apostura daba a entender ser hombre de buenas prendas. 
Lo que juzgó de don Quijote de la Mancha el de lo verde fue que semejante manera ni parecer de hombre no le había visto jamás: admiróle la longura de su caballo, la grandeza de su cuerpo, la flaqueza y amarillez de su rostro, sus armas, su ademán y compostura: figura y retrato no visto por luengos tiempos atrás en aquella tierra. Notó bien don Quijote la atención con que el caminante le miraba, y leyóle en la suspensión su deseo; y, como era tan cortés y tan amigo de dar gusto a todos, antes que le preguntase nada, le salió al camino, diciéndole: 
- Esta figura que vuesa merced en mí ha visto, por ser tan nueva y tan fuera de las que comúnmente se usan, no me maravillaría yo de que le hubiese maravillado; pero dejará vuesa merced de estarlo cuando le diga, como le digo, que soy caballero destos que dicen las gentes  que a sus aventuras van. 
Salí de mi patria, empeñé mi hacienda, dejé mi regalo, y entreguéme en los brazos de la Fortuna, que me llevasen donde más fuese servida. Quise resucitar la ya muerta andante caballería, y ha muchos días que, tropezando aquí, cayendo allí, despeñándome acá y levantándome acullá, he cumplido gran parte de mi deseo, socorriendo viudas, amparando doncellas y favoreciendo casadas, huérfanos y pupilos, propio y natural oficio de caballeros andantes; y así, por mis valerosas, muchas y cristianas hazañas he merecido andar ya en estampa en casi todas o las más naciones del mundo. Treinta mil volúmenes se han impreso de mi historia, y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares, si el cielo no lo remedia. Finalmente, por encerrarlo todo en breves palabras, o en una sola, digo que yo soy don Quijote de la Mancha, por otro nombre llamado el Caballero de la Triste Figura; y, puesto que las propias alabanzas envilecen, esme forzoso decir yo tal vez las mías, y esto se entiende cuando no se halla presente quien las diga; así que, señor gentilhombre, ni este caballo, esta lanza, ni este escudo, ni escudero, ni todas juntas estas armas, ni la amarillez de mi rostro, ni mi atenuada flaqueza, os podrá admirar de aquí adelante, habiendo ya sabido quién soy y la profesión que hago. 

sábado, 23 de marzo de 2019

Un canal de plástico.


El mal que contemplamos en esta imagen, tomada de un video hecho en Manado, Indonesia, no es un mal único o extraño. Todo eso y todo lo que escupen los muchos ríos de plástico que van a ahogar a los océanos, son una amenaza evitable y un reflejo aturdido de nuestra conducta, la de los hombres, vergonzosa.
Sesenta kilómetros más al Sur se retiró del agua, hace cuatro meses, una ballena muerta, con seis kilos de plástico en el estómago.
Ocean Conservancy, organización no gubernamental con sede en Washington, asegura que China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Tailandia arrojan al mar el 60 por ciento de los residuos de plástico que hay en los océanos. Indonesia, que trabaja contra esta plaga, es la segunda, después de China, en esta contaminación.
El mal mayor, sin embargo, está en la cabeza y en el corazón  de los que contribuimos a este asesinato de la Naturaleza. Nuestra indiferencia (pensemos en la  de nuestros hijos y educandos) lleva a nuestras manos un instrumento asesino sin pensar que lo es. Es el primer fallo en nuestra educación, la propia y la de nuestros dependientes.
“¡Si no mancha!, ¡Si no corta!, Si no pesa nada!...”, es una respuesta insensata (porque no pensamos) y criminal (porque aceptamos la propia complicidad) sobre el hecho de la muerte lenta (más o menos lenta), imparable (ahí y en muchos otros sitios están los instrumentos con los que convivimos alegremente mientras el cadáver de la Naturaleza, sin hedor, brillante, ligero… nos acusa de indolencia, vagancia y egoísmo insensible. 

lunes, 18 de marzo de 2019

Compadecer... y estar cerca.


Sin duda conoces esta foto y has leído algunos de los comentarios que despierta en quien la contempla y conoce su historia. La tomó, según consta, el fotógrafo inglés Phil Hatcher-Moore en 2012 (17 de julio) en el Parque Nacional Virunga de la República del Congo.
Este parque tiene una larga historia cercana al siglo. Y es Patrimonio de la Humanidad desde hace casi cuarenta años. Defiende una amplia variedad animal de especies en peligro de extinción.
Porque la dañina y sinvergüenza raza humana de cazadores furtivos hace que algunas de las especies allí presentes, especialmente hipopótamos y gorilas de la montaña, puedan desaparecer.
Patrick Karabaranga, guardia del Virunga, alivia la tristeza de un amigo suyo, un joven gorila, cuya madre ha sido víctima de los furtivos. Su brazo sobre el hombro del joven gorila es mucho más que un testimonio, un motivo de elogio y una espontánea condena. Me hace pensar y preguntarme. 
El sentimiento de compasión ¿sigue existiendo? ¿O antes de esa pregunta hay que preguntarse antes si existen todavía los sentimientos? ¿Si la suficiencia con que crecemos y nos relacionamos es motivo para que crezcamos con la ataraxia que nos hace superiores a cualquier flaqueza?
Enseñamos a decir ante las desgracias de amigos y enemigos, cercanos y lejanos: “¿A mí qué más me da?”. Y aconsejamos: “¡Tú no te metas en nada y verás que nadie se mete contigo!”.  
Y no educamos o acompañamos en la senda de lo que creemos maduración, haciendo desaparecer de nuestro diccionario existencial, de nuestro mundo espiritual palabras y realidades como simpatía, cariño, afecto, cercanía, apoyo, interés, identificación, altruismo, unión, acompañamiento, soporte, alivio, defensa, ayuda…    

miércoles, 13 de marzo de 2019

Göbekli Tepe, Observatorio del Tiempo.


Sin duda sigues con atención todo lo que sucedió, sucede o puede suceder en este mundo (llamado así por ser limpio), cosmos (llamado así por ser bello), universo (llamado así por abarcarlo todo).
No eres el único. Hace ya casi once mil años en Turquía, hombres de curiosidad, ciencia e inquietud quisieron dejarnos unos pilares de piedra con su testimonio de los efectos de un enjambre de fragmentos de cometas que provocó una edad de hielo conocida como Dryas Reciente o Joven Dryas (Dryas es, como sabes, el nombre de una atractiva y pequeña flor fanerógama de ocho pétalos blancos que crece en lugares altos de montaña).
Un pilar llamado Piedra del buitre muestra en el conjunto de Göbekli Tepe, tallados, animales presumiblemente relacionados con las constelaciones y nos sirven para una sencilla reflexión sobre nuestra vida y nuestra historia, nuestro hoy y nuestro mañana, el hoy y el mañana de nuestros destinatarios.
¿Dedicamos algún tiempo de nuestro siempre escaso tiempo para reflexionar sobre el tiempo y los acontecimientos que en ellos nos han de venir? No deben caber en nuestras expresiones, porque no lo han permitido nuestras observaciones, intuiciones,  decisiones e intervenciones frases como éstas: ”¿Cómo lo iba a suponer yo?”, “¡Nunca lo hubiera pensado!”, “¡Si lo hubiera sabido…!”…
Y sin embargo, nos toca hacer de adivinadores del futuro en medio de la contemplación del presente.          
No podemos ignorar ni los fragmentos de cometa que van labrando la personalidad de nuestros hijos, ni las constelaciones sociales entre las que se mueven, ni los efectos notables que dejan huella en sus juicios, opciones y actos.   
Dicho de otro modo más corto: Debemos acompañar a quien está creciendo con interés, tiento, respeto, tacto, calor de afecto y apertura incondicional de amigo.    

viernes, 8 de marzo de 2019

Dónde está el Norte?


Un amable lector (todos los que me leen son amables: ¡Muchas gracias!) me escribe: “Puedo ser comunista? ¿Puedo ser bolchevique? ¿Puedo ser gay? ¿puedo ser ateo? ¿puedo ser catalanista? ¿puedo ser de Romanones? ¿Puedo insultar a Prim? ¿puedo decir de Viriato que era bárbaro y cruel? ¿Puedo afirmar que el Imperio Romano fue una apisonadora insensible? ¿Puedo quejarme de Proserpina porque se empeñó en dar nombre a un embalse que se llama Albuera de Carija? ¿Puedo decir que Xi Jinping es el mejor Presidente de la Historia?... ”.
No sigo poniendo todas las cosas que me dice el lector que puede ser sin que nadie se meta con él. Puede ser todo y decir todo, porque vivimos en un mundo en el que la ley nos permite ser nosotros mismos, pensar lo que queramos pensar, decir lo que nos dé las ganas decir…
Hasta que la silenciosa (y, con frecuencia, inoperante) Suprema Ley de la Convivencia (que está, como todos sabemos, por encima de cualquier ley humana, caduca e interesada) me diga que eso que quiero ser o decir atenta contra la libertad, la vida o la dignidad de los otros. De cualquier otro.
Y sigue el buen lector: “Pero cuando digo que quiero ser «facha» me dicen que no se me ocurra; o me amenazan con excluirme de su aprecio”. ¡Ya estamos! Aquí se ha hecho “suprema” la necia Ley del Borreguismo. 
En el fondo hay en nuestra conducta (y por desgracia también en nuestro criterio) una especie de plantilla social que me sugiere ser, pensar y actuar de modo que no ofenda a la mayoría. Porque me da miedo la mayoría, temo que me acose, que me convenza  de que estoy loco, de que eso ya no se lleva, etc.   
Dicho de otro modo, vivimos moviéndonos dentro de corrientes, siguiendo a “Vicente porque va por donde va la gente”, dejando de ser personas, renunciando a tener un Norte en nuestras opciones, nuestras decisiones, nuestra conducta, ser yo mismo, aceptando las normas racionales y convencionales de la convivencia, pero sin “pertenecer”.
Pertenecer significa que algo o alguien me tienen atado sin salida fácil (¡o posible!) y eso va contra mi condición de hombre honrado y responsable que quiero ser lo que sé que debo ser y actuar colaborando con los demás, pero sin dejarme uncir al carro de una mayoría por grande que sea o una minoría por enérgica que me parezca.
Educamos tratando de ayudar a modelar respetuosamente desde fuera el tesoro que se nos ha confiado y que debe moldearse y tallarse valientemente desde dentro. 

domingo, 3 de marzo de 2019

Sagunto: ¡Arrasado!


Tito Livio, el eminente escritor-historiador de Roma recordaba dos siglos más tarde (Historias XXI,7,1) acerca del año 219 aC: Mientras preparan y consultan sobre ella, Sagunto ya estaba arrasada.
Recordaba que el general Aníbal Barca había sitiado la ciudad, había luchado contra sus defensores (¡y habitantes!) ocho meses y, por fin, la había conquistado y arrasado totalmente.
Abreviando a Tito Livio se solía decir “dum Romae consulitur” (mientras en Roma se discute) que nos viene bien tener presente para nuestra vida de cada día veinte o veintitrés siglos después.          
Todos hemos sido testigos pacientes o actores impacientes de discusiones que no conducen a nada. De ellas sacamos algunas conclusiones como éstas. “Con fulano no se puede discutir. Siempre quiere salir con la suya…” . “Fulanita es inaguantable… Parece que habla solo para discutir”.
Discutir significa originariamente, como se sabe, sacudir. Hoy se usa con el deseo de que se convierta en discernir, separar lo cierto de lo incierto, reparar y obtener de los aspectos del tema que se trata la verdad para concretar una salida beneficiosa, práctica.
Pero hay personas que lo que necesitan es tomar la acción del verbo en su origen y convierten una conversación en una sacudida continua.
Ignoran tal vez que conversar es verter en común lo que se piensa, se desea o se pide y en vez de diálogo, que significa algo así como el ejercicio de ofrecer y regalar palabras que reflejen el calor del propio espíritu y no el asedio saguntino que logre arrasar al que se tiene, no como amigo, sino como contrincante.