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domingo, 12 de mayo de 2019

Superga: Agradecer es Merecer.


Los que visitan Turín un día soleado descubren en lo alto, hacia el Sur, en el arranque de los Apeninos, el espléndido santuario-basílica de Superga dedicado por Víctor Amadeo II de Saboya a la Virgen de la Gracia en 1717.
Era una meta relativamente cercana a la meta de los muchachos de Don Bosco que, cuando recibían una loncha de salame, la veían tan fina que aseguraban poder ver, a través de ella, el precioso santuario.  
A sus espaldas hay un triste monumento dedicado a los 18 jugadores del Torino, que murieron allí, en el choque en medio de la niebla del avión que los llevaba desde Lisboa, el 4 de mayo de 1949.
En los sótanos de esta Basílica hay un mausoleo de la familia real de los Saboya. Y entre los 62 enterramientos reales está el del que, entre 1873 y 1875, fue Rey de España, Amadeo.
Con su esposa María Victoria dal Pozzo visitaba en Madrid algunos lugares donde se prestaba un servicio doméstico, por ejemplo el de las lavanderas del Manzanares, mujeres que sostenían a sus familias con la remuneración de su trabajo.
Si visitas alguna vez el mausoleo de Superga podrás ver, sobre la lápida de Amadeo, una corona con la que le agradecieron en su día esas lavanderas de Madrid la atención recibida de aquel matrimonio real.      
El agradecimiento es el efluvio de un corazón sano, grande, generoso, abierto al otro, sea quien sea el otro, que brota con una carga espontánea de cercanía y regalo de lo más noble que se posee. Educar en el corazón de los nuestros la grandeza lleva consigo de un modo natural, espontáneo, luminoso a agradecer.      
Un viejo y sabio amigo, lo recuerdo y repito frecuentemente, a las personas que le atendían en su ancianidad y a las que les agradecía esa atención y le decían que no merecían tanto, él, grande de corazón, lo justificaba diciendo “Agradecer es merecer”.

viernes, 25 de enero de 2019

Fieles, fieles, fieles...


No sé cómo se llaman ellos, pero sé que su amigo, el mendigo  a quien esperan, se llama César, un sintecho de Rio do Sul - un ayuntamiento de Brasil en el Estado de Santa Catarina - que está en el hospital para una cura que no interesa para nuestro fin.
Es medianoche y ellos, los cuatro amigos, sin una voz, sin dar un paso donde saben que no deben, esperan que salga su amigo. Que lo quieren, que lo necesitan, que no se separarán de él porque le necesitan para vivir porque no pueden vivir sin él. Y no es por lo que les da, sino porque su vida, la de César, es la ellos, los perros amigos.
Si tienes ocasión búscalo en alguno de estos medios que nos asoman a la vida y podrás ver a César, sentado en la acera, casi ciego del ojo izquierdo, que es el lado hacia el que apunta su corazón que es todo cariño.     
Este hecho tan simple, tan profundo y tan clamoroso despierta sin duda en tu tesoro más grande que es el afecto, unas ganas tan sinceras, tan emocionadas, tan decididas, tan valientes, que a lo mejor se convierten en lágrimas de impotencia o rebelión contra ti mismo porque no haces nada.
En toda vida humana, con una respuesta u otra, desde la de los valientes que se lanzan, hasta la de los cobardes que envejecen preguntándose “¿Y yo qué voy a hacer?” hay siempre un momento en el que podríamos sentir el placer de dar un paso adelante, dejando atrás todo lo que nos ataba a nuestro afán de ahorrarnos. 

miércoles, 8 de agosto de 2018

Cine "Paradiso": para los niños que nunca han visto.


El Ischia Film Festival de este año de 2018, en su decimoquinta edición, se cierra el 7 de julio. Tiene lugar en el Castillo Aragonés de la Isla. Es una competición internacional al aire libre en aquel excepcional escenario a la que se presentan películas, cortos y documentales. Uno de estos, Un cine en concreto (con título en español) lo ha presentado Luz Ruciello y cuenta esta historia de la que ha sido testigo durante nueve años.
Omar J. Borcard, albañil argentino, construyó, domingo tras domingo, a lo largo de nueve años, un cine para los niños que nunca habían visto una imagen en pantalla grande. Lo llamó, recordando aquel entrañable film de Giuseppe Tornatore, Cine “Paradiso”.
Compró a un cura un proyector Gaumont del año 28, que algún tiempo más tarde pudo cambiar por otro más moderno. Y pudo ser feliz sabiendo que muchos niños de Villa Elisa acudían a ver, a gozar, a reír algo que nunca habían conocido.
Trabajando ocho horas cada domingo y buscando, como de limosna, medios para  seguir adelante en su empeño, consiguió la gratísima meta.
El terreno en el que lo había construido no era del todo suyo. Era de la familia. Y la  familia le hizo deshacer lo hecho, tabla a tabla, ladrillo a ladrillo, ilusión a ilusión. Quería disponer de él.
Nuestras vidas (¡y las de los demás!) están rodeadas o habitadas por situaciones, personas, vacíos, ilusiones, sueños, proyectos… que podrían ser nonadas, fruslerías, tonterías… pero también deseo de embellecer el mundo, enriquecer el propio espíritu y el de los demás, mejorar la situación de personas o familias, abrir el horizonte, propio y de los nuestros o de los que no son nuestros… Y la vagancia, la cobardía, el temor a una crítica, la desconfianza en nosotros mismos y en los demás paralizan nuestros pies, atan nuestras manos, aguan nuestra fantasía y dejan que nuestro espíritu siga amenazado de raquitismo.
Vivimos en un mundo en el que (¡menos mal!) nos asombra la infinidad de obras grandes, construcciones maravillosas, acciones nobles con sus consecuencias, servicios generosos, regalos mágicos, historias sublimes… ¿Pensamos que fuente de todo ello ha sido un corazón grande, generoso, osado, decidido, abierto, lleno de amor? Tuve ocasión de escuchar el consejo que un padre le daba a su hijo. “¡Tú a lo tuyo! ‘Lo de los demás no te importa!”.
¿Cómo sería el mundo si todos los que nos han dejado esta herencia sublime hubiesen recibido, hecho norma y seguido ese consejo? 

sábado, 9 de junio de 2018

Don Pietro Zago (SDB).


«Cumplo 83 años el 6 de enero próximo pero, mira por dónde, todos esos años no los siento en absoluto. Además me siento extraño en una patria que había dejado 61 años antes, patria que ahora me cuesta reconocer. He pedido a mis superiores de Roma, y me lo han concedido, poder volver a las Islas Filipinas, donde había dejado más de 22 años de trabajo misionero. Aquí en Italia me muero de nostalgia y de pereza».
Y en esa espera, la tarde del pasado 28 de diciembre murió en Perosa Argentina (Italia) donde había nacido, el misionero salesiano Pietro Zago.
Desde 1969 había desplegado su simpatía, su afecto, su entrega como entusiasta misionero en la India, Filipinas, Papúa Nueva Guinea y, desde 2001, en Pakistán, en  Quetta (aquel Beluchistán que estudiamos de niños en nuestras geografías, próximo a las fronteras con Afganistán).
Su precioso servicio era apreciado en países donde el cristianismo y sus formas de convivir parecen al menos extrañas. Se volcó en acoger, ayudar, proveer a cristianos y no cristianos. Especialmente a las víctimas del terremoto de 2005 y de las inundaciones de 2010. En Filipinas había construido escuelas y albergues y ese recuerdo le llevaba a revivirlo con su vuelta a aquellas islas.
Viene a estas páginas el querido y gran salesiano Don Pedro, no solo porque el que escribe estuvo ligado a él por la estima y otros lazos sino, sobre todo, porque su vida estuvo entregada plenamente al sueño interminable de Don Bosco, que nos da las Buenas Noches, sobre las Misiones.

sábado, 21 de abril de 2018

Trevi: una fuente milenaria y solidaria.


En el siglo IV había en Roma 1352 fuentes públicas, más o menos vistosas y más o menos abundantes. Una de ellas, la de Trevi, cumple este año 2.037 años de edad.
Fue una jovencita pastora la que, según la leyenda, indicó a un destacamento militar un lugar donde beber en las cercanas colinas de Roma, a unos 20 kilómetros al Oeste. Se la llamó Aqua Virgo. Agua destinada en un principio, según la propuesta del general Marco Vipsanio Agripa, yerno del emperador Augusto, a las termas del llamado Campo Marcio donde ahora se encuentra la espléndida Piazza del Popolo.
En el relieve, que figura en el precioso conjunto escultórico de la Fontana di Trevi, se recuerda ese hecho.
El monumento se tocó y retocó, hasta llegar a su espléndido estado actual  en 1762.
No es difícil verla, cuando se visita la ciudad, ya que se encuentra en un lugar muy céntrico y concurrido, a pocos minutos, por ejemplo, de la Presidencia de la República.
Hay una vieja costumbre de arrojar monedas al agua, esperando que el gesto mueva a fuerzas ocultas a llevar los que las lanzan a visitarla de nuevo.
Cuando se recuenta la cantidad recogida en un año se llega actualmente, más o menos, a 1.400.000 euros. Don Luigi di Liegro fundó en la Caritas de la diócesis un ente que ofrece, con parte de ese fondo, hospedaje a pobres sin hogar, familias en crisis, comida diaria… Roma es también grande en pobreza.
Hace unos meses el Ayuntamiento decidió cambiar la gestión de esos fondos y desde el próximo 1º de abril será el municipio el que decida. Se espera que se siga atendiendo a los pobres y que los admiradores de la fuente sigan siendo generosos al tirar sus monedas al mismo tiempo que expresan el deseo de volver de nuevo a la Ciudad Eterna.

viernes, 17 de junio de 2016

Suricatos.

O suricatas, ya que su nombre científico es suricata suricatta (¡un respeto!). Viven en el Sur de África (Namibia, Botsuana -desierto de Kalahari-) y, aburridas, en algunos zoos. Es una mangosta, la más pequeña, prima hermana de la garduña, conocida entre nosotros. Se asocian en grandes grupos, en los que solo una pareja suele ser la que reproduce, mientras que los demás componentes se resignan a colaborar alimentando a las crías. Las hembras son agresivas entre sí para mantener o lograr el papel de madre. Y lo hacen engordando. Los machos dejan el grupo cuando están en condición de ser dominantes y buscan serlo en otro grupo. Son muy sociales y juegan y fingen luchar y perseguirse, especialmente las  crías.
No es que sean un ejemplo para nosotros, pero la tentación de poder más para mandar más es parecida. Nos cuesta ser parte de un todo y tendemos a sobresalir, a que se nos haga caso, a que nos den una prebenda en la que logremos que se nos tenga en cuenta o podamos gobernar nuestro corralito. A lo mejor no nos atrevemos a decir la última palabra y nos resignamos a decir la penúltima  o no decir ninguna. O a lo mejor tenemos siempre alguna palabra que decir y nos gusta, no solo que se nos oiga, sino que, si es posible,  nos sigan. 
Son admirables esas mujeres y hombres de pocas palabras pero de mucha entrega, de entrega generosa, de entrega generosa. Parece que no vale la pena fijarse en ellos. Hay quien los tiene, tal vez, por puros peones. Pero el que no avancen a caballo no significa que no sean quienes mejor construyen, más luchan, más aportan… En realidad son más.

domingo, 12 de junio de 2016

Laura.

Hace unas semanas (estoy seguro de que lo leíste), en el partido de dieciseisavos de final del Campeonato de Europa de bádminton en Francia para optar a los juegos de Río, jugaban la húngara Laura Sarosi y la alemana Karin Schnaase. A esta se le desprendió la suela de una zapatilla y se quedó a punto de quedar descalificada porque en su bolsa no tenía repuesto. “A punto”… porque la húngara, en vez de cantar su victoria al no poder seguir en el juego su oponente, sacó el par de zapatillas que llevaba en su repuesto y se las dio a Karin que calzaba el mismo número. El partido continuó obteniendo la victoria la recalzada por 21-18.
En la página web en la que se piden firmas para obtener en favor de Laura una invitación especial del COI para Río, se lee, por ejemplo: "La húngara le ofreció sus zapatillas con una sonrisa, como si fuera la cosa más natural del mundo". "Y para Laura era, por supuesto, la cosa más natural del mundo y la esencia de la gran comunidad del bádminton". Lo que hizo Sarosi "verdaderamente abraza la cultura y el espíritu olímpico que en las dos últimas décadas ha sido enterrado a causa de su excesiva comercialización".
Estoy seguro de que cada uno de nosotros siente y cuenta o guarda sus sentimientos a propósito de esta joven húngara. Me permito callarme los míos pero, al mismo tiempo, escribir algo de lo pobre que me viene a mi mente de poblador de la generalidad de los pensantes (el pensamiento de los que ocupan la excepcionalidad se encarna en papeles más altos).     
En la vida del día a día, en la calle, en los  espectáculos, en el lugar de trabajo, en las tertulias de toda especie y número, en cada momento y a toda hora se oyen estas expresiones, manifestación del corazón: «Allá ella». «Ya sabrá arreglarse», «Me alegro», «Se lo ha ganado», «Bien merecido lo tiene», «Había que cortarle los humos», «Se lo ha buscado», «Que se aguante», «Se le acabaron las ínfulas», «Si se veía venir»… Y muchas más expresiones menos “pulidas»” que estas.
Son fruto del corazón, es decir, de los sentimientos que tenemos y engordamos hacia los demás. Porque en el fondo (del corazón, ¡claro!) hay un cocedero continuo de envidias, revanchas, suspicacias, deseos de venganza, impotencia, vagancia, asechanzas reprimidas… y hasta odio.
Es triste que este fenómeno exista. Más triste que se justifique, que se propale, que se vierta en otros corazones, especialmente cuando esos corazones están en los primeros trajines para amueblarse. 

miércoles, 24 de febrero de 2016

Una herencia.

“Marija Zlatic tiene 86 años y vive en una casa de adobes en la zona montañosa de Boljevac, en Serbia. Recientemente ha heredado seiscientos mil euros tras la muerte de su exmarido hace cinco años. El hombre había ido con ella a Australia en 1956, pero después de dos años Marija volvió a su casa para atender a su madre enferma. Al conocer la muerte de su exmarido un vecino la ayudó para ponerse en contacto con la embajada australiana y ha tenido acceso a la herencia hace pocas semanas. «No necesito dinero - explicó en una entrevista -  a mí me basta con tener pan, agua y leña para el invierno». Marija ha decidido dar la herencia para los necesitados de la comunidad. Ella sigue manteniéndose con su pensión de 65 euros al mes”. Hasta aquí la nota de prensa.
Y desde aquí algunas preguntas: ¿Me acostumbro a tener y no puedo prescindir de lo que tengo? ¿Sueño con un pariente de América que me deje un pellizquito de dinero para mis desahogos más perentorios? ¿Lo compartiría con alguien de mi cercanía? ¿Daría la mitad para los más necesitados de mi entorno o lo  entregaría a la autoridad competente para su distribución a instituciones de asistencia social?
¿Soy de los que se quejan de la insuficiencia de lo que ganan, de lo que gastan, de lo que queman? ¿Deseo un milagro para poder concederme un caprichito? ¿Vivo quejándome, envidiando, rabiando…? ¿Me gustaría no tener ya que trabajar porque he reunido todo lo que me hace feliz sin temor a quedarme en blanco?
Desde mi postura vital y crediticia hasta la situación de Marija hay dos distancias que son el tener y el desear. Marija no tiene ni retiene ni desea. Es feliz con su agua, su pan y su leña.
Y desde la postura de Marija hasta la que ha quedado descrita hay otra que es la de gozar con la propia realidad sin perder de vista que hay otros que tal vez necesitan de mi recuerdo.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Has visto?

Resulta que lo de pedir un asiento para cambiar de aires en lejanos lugares no era solo un pacto, más que amistoso, entre aquel cuervo y aquella águila calva de Seabeck que ya contemplamos. Mire usted ahora este mirlo de alas rojas (Agelaius Phoeniceus) en la grupa de una Poiana de Jamaica (Buteo Jamaicensis), de la Reserva Natural de De Soto y Boyer Chute de Nebraska y Iowa, en la fotografía de Mike White; y esta osada comadreja (Mustela nivalis) -que puede verse al final de nuestra entrada- bien segura sobre un pájaro carpintero verde (Picus viridis) de algún lugar misterioso de estos lares. (Lo de bastardilla encerrado en paréntesis es para mi querido amigo Heliodoro que gusta, me dice, de acercarse al mundo vivo con nombres siempre vivos). 
Nuestro mal es que no miramos hacia arriba. Miramos, en cambio, mucho el fango que nos rodea y que no llega a animarnos a cambiar de camino. Es verdad que estamos hechos de barro (¡o de alguna otra sustancia menos noble!) pero ni podemos contentarnos con llorar nuestro sino, ni contagiarnos con la mísera convicción de algunos de que, de mancharse, hay que hacerlo hasta el tuétano. Es esa verdad (que vemos en crónicas de sociedad, de falso deporte, de pseudoarte, de economía, de política y hasta de religión) para algunos que hacen del lodo, que tantas cosas tapa, una meta, un objeto y un instrumento artero de muerte.
A nuestro alrededor hay muchos que pisan la tierra y vuelan sin mancharse, y cargan con otros, con sus caprichos, sus debilidades, sus cobardías, su vagancia, sus reticencias para ponerse a hacer algo por los demás. Y hay otros que critican que se atienda a gentes que huyen de la persecución en sus hogares, de pobres sin nada, de soñadores o de ilusos que saltan la valla creyendo que van a encontrar salvación y encuentran desconfianza, temor, rechazo… Sigo volando (o enlodándome) pero yo solo, hablando mucho, despotricando mucho, pero sin tener que cargar con nadie que no sea yo mismo. 
En el precioso mundo de nuestros estímulos para hacer del otro un yo-mismo hay un ejemplo maravilloso que nos propuso el Maestro de todo Amor: el del caminante que se encuentra, bañado en el barro de la agresión y del desprecio, a un miserable extranjero, un juthita, un cutheo, un abominable samaritano y… carga con él. 

domingo, 6 de septiembre de 2015

Una cruz barata...

Franciszek Ksawery Pruszyński, polaco, fue periodista, escritor y diplomático polaco. Vivió en su corta vida los vaivenes históricos de su patria (1903-1950) y adoptó para su vida el color del momento. Conservador en su juventud, llegó a simpatizar con el comunismo llegando a ser diplomático al servicio de la República Popular de Polonia.
En 1936 fue enviado como corresponsal a la Guerra Civil Española, en Madrid. En  1939 formó parte del ejército polaco al servicio de los aliados.
En la España republicana estuvo desde septiembre de 1936 hasta el año siguiente en que volvió a Polonia. Como fruto de su experiencia escribió En la España roja.
En sus crónicas se puede leer su experiencia visitando un hospital de sangre atendido, como enfermeras, por Hijas de la Caridad. De allí conservó «la imagen de una monja, joven, con una cruz “barata” que le colgaba del cuello, y que cambiaba vendas “sucias y repugnantes” de un herido». Y recordaba: «Jamás he agachado tanto la cabeza ante un ser humano y probablemente jamás en toda mi vida volveré a agacharla tanto»”.
“Agachar la cabeza” no es sino reconocer la grandeza de una persona, de un gesto, de un acontecimiento. Y es un gesto de personas que, por su madurez, descubren la grandeza personal, el valor, la generosidad y el amor de muchas personas sin aparente relieve y casi insignificantes socialmente, que viven con amor su relación con el prójimo. Y cuando una cruz “barata” sobre el pecho refleja toda la riqueza del corazón de quien se fía de Aquel que dio la vida por amor a todos los hombres de todos los colores y de todos los frentes, está cerca de descubrir el misterio de la fe en Cristo.  

viernes, 31 de julio de 2015

De viaje con...

No he estado nunca en Seabeck, Estado Federal de Washington, donde el agua y la tierra se abrazan y se aficionan dibujando costas acogedoras y curvas entrañables.
Pues en Seabeck, donde el hombre y el mundo se distienden para la contemplación, un aficionado a la fotografía, Phoo Chan, consiguió esa secuencia admirable.
Como ves, el cuervo va de camino – caminos los del cuervo, caminos en el aire – y ve pasar a un águila calva en su misma dirección. Y se dice: “¡Esta es la mía! No peso mucho. El águila siempre es noble. No creo que me rechace”. Y muchas más cosas que dijo el cuervo y que tú intuyes. Vuelo de aproximación, tanteo en el posarse, ¡buen viaje! y… “¡Gracias!”. ¿Cómo no?  
Esta imagen debería ser la de nuestra propia vida. Recuerdo que, siendo yo muy joven y ante la necesidad de hincar el diente en algo poco agradable, oí por primera vez: “¡Que cada palo aguante su vela!”. Una afirmación muy humana pero, como ves, poco propia de quienes en la vida se sienten águilas y no lo son.
Y recuerdo igualmente, cuando ya era menos joven, la lectura que hice en un periódico de un hombre que, en la Roma de 1945, empobrecida por la guerra, cada tarde, después de su trabajo diario, cargaba su furgoneta y llevaba a quien sabía que lo necesitaba, un colchón, un mueble, un poco de comida, ropa, carbón o leña, una medicina…       
No vivimos solos. Ni convivimos solo con los que nos halagan, nos jalean, nos aprecian y hasta nos envilecen contagiándonos con su indiferencia. No podemos creer que la carretera de la vida es solo para nosotros y que la calle que con tanto gusto pisamos la han tendido para que desfilemos insensibles junto a los que no nos importan.
Debiéramos hacer ejercicio de águilas calvas para que nuestros vuelos no sean solo un cambio de destino, sino una oportunidad de ser verdaderamente grandes porque los demás nos interesan. 

domingo, 12 de abril de 2015

Los terminales.

Pues, ¡sí, señor!
Kerala es uno de los 29 estados de la India. Es una larga franja en el Suroeste del país. Tiene más de 38.000 kilómetros cuadrados y unos 34 millones de habitantes. Es el estado con mayor alfabetización (90%) y prueba de ello es el requerimiento de las familias y sus jóvenes para recibir educación y formación. Don Bosco está allí presente desde hace poco más de medio siglo. En 1987 los salesianos abrieron en Thrissur, a medio camino entre el Norte y el Sur del Estado, el Don Bosco College de Mannuthy, uno de los 23 lugares de trabajo de los salesianos en este Estado y de los 357 en toda la India. La obra de Mannuthy comprende una parroquia, un centro juvenil, una escuela de formación profesional y una residencia universitaria.    
Y…, dejando esta orientación, leemos los que nos cuenta el Padre Bibin Kunnakkattu, que es no solo noticia, sino invitación a la reflexión y, ¡ojalá!, a la acción:  
«“El Instituto Don Bosco de Mannuthy, de Kerala, se ha convertido en el líder en la recaudación de fondos para el “Pain and Palliative Care Society” (PPCS - Sociedad de Cuidados Paliativos y del Dolor), con sede en Thrissur, que ofrece cuidado y apoyo a los pacientes con enfermedades terminales. En las últimas semanas la escuela salesiana ha recogido 400.000 rupias (unos 6.000 euros). Cada uno de los 640 miembros de la comunidad estudiantil tuvo un papel en la recogida de esta considerable cantidad. Todos los estudiantes se han movilizado en sus barrios, y equipados con cupones especiales y volantes, han pedido la ayuda de la población local, consiguiendo una respuesta de gran generosidad por parte de la gente de Thrissur. Además, en apoyo de la campaña de recaudación de fondos también se realizó un evento titulado "Ad Astra 2k15" (a las estrellas, en latín), dirigido a los estudiantes de diversas escuelas de Kerala, que tuvo una gran participación juvenil.
El producto de la campaña fue entregado a la PPCS en dos partes: la primera, de 300 mil rupias, el 13 de febrero durante la celebración del décimo aniversario de la institución; y la segunda, de 100.000 rupias, el 6 de marzo. En esta ocasión, en el campus de la escuela salesiana fue también simbólicamente plantado un árbol, Lakshmitharu, capaz de resistir a los tumores.
"Es la primera vez en la historia de nuestra Sociedad que recibimos la atención y la participación de manera genuina y sincera por parte de los estudiantes, del personal y de la administración de una institución educativa", dijo el Secretario de la PPCS.
Será oportuno tener en cuenta que el 5 de marzo, en el encuentro con los  participantes en la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia para la Vida, llamada a reflexionar sobre el tema "Asistencia al anciano y cuidados paliativos", el Papa había dicho: "Animo a los profesionales y estudiantes a especializarse en este tipo de asistencia que no tiene menos valor por el hecho de que ‘no salva la vida’. Los cuidados paliativos dan cuenta de algo igualmente importante: valorar a la persona (...) Es esta capacidad de servicio a la vida y a la dignidad de la persona enferma, incluso cuando es anciana, la que mide el verdadero progreso de la medicina y de la sociedad en su conjunto"».

lunes, 26 de enero de 2015

Es mejor dar que recibir.

Pablo de Tarso, aquel coloso de la fe en Cristo del que predicó, al que defendió y por el que murió, en su último y tercer viaje por Asia Menor y Grecia que relata su fiel compañero Lucas, llegó a Mileto. Antes de zarpar para estar en Jerusalén para la fiesta de Pentecostés, quiso ver una vez más a los ancianos de Éfeso y los convocó allí, en Mileto, a unos 40 kilómetros. Tuvo con ellos un encuentro lleno de afecto y pena porque ya no los vería más. Al final de las palabras que les dirigió les dijo: “Hay que acoger a los débiles recordando el dicho del Señor Jesús: más vale dar que recibir”.
Esta preciosa convicción fue lo que movió a los santos a dar y a darse. Y estando cerca de la fiesta de Don Bosco es bueno recordar que ese fue el punto de partida de la entrega de Don Bosco a sus muchachos. Me refiero brevemente a tres anécdotas que figuran entre los muchos gestos de su vida.          
Estando ya muy mal de salud, su joven secretario Carlos Viglietti, que le atendía y que escribió una crónica de la vida del santo en los tres últimos años, consignó lo siguiente: “8 de enero de 1888 (Don Bosco moriría  23 días más tarde, el 31): Esta noche me ha dicho Don Bosco que «Don Bosco gastó hasta el último céntimo antes de su enfermedad, se quedó sin dinero durante su enfermedad y sus huérfanos siguieron pidiendo pan antes y después; por eso el que quiera hacer caridad que la haga, porque Don Bosco no podrá ya ni ir ni volver»”. 
A cuántas puertas llamó Don Bosco y cuántas invitaciones a comer aceptó con la condición de que le diesen una limosna para el pan de sus hijos. Después de una de estas comidas y de haber recibido la generosa ayuda que quisieron darle, Don Bosco empezó a meter en su bolso la vajilla de plata que vio en el aparador. - ¡Don Bosco!, ¿qué hace usted? – Me la llevo. – Pero si es una herencia de mis abuelos que apreciamos mucho…  - Se la vendo. - ¿Cómo?  - Sí, usted puede comprármela.
– Pero… ¿cuánto quiere por ella? – Mil liras, respondió Don Bosco que la fue sacando de su bolso y que recibió las mil liras del amigo generoso.
Salía, acompañado por un salesiano, de la visita a una señora muy pudiente. Y ya en la calle le preguntó el joven salesiano: - ¿Por qué, después de haber recibido una buena cantidad de la señora le pidió usted más? – Para hacerle un favor. Es muy rica y si no da bastante de lo mucho que tiene no se salvará.
Conocer a los santos nos ayuda a serlo también nosotros. Y si la palabra del Señor Jesús es vida, es natural que, si queremos vivir de verdad, tengamos presente de un modo constante y generoso que es mejor dar que recibir

domingo, 29 de diciembre de 2013

Barbakeios.



Seguramente has leído en la prensa el caso de los “ángeles de Barbakeios”. Te lo copio si no te ha llegado. El “poder adquisitivo” de las familias ha caído en Grecia un 40% desde 2008 y en paro está el 27% de la población. Se usa la leña para calentarse, porque no hay dinero para la calefacción. En el viejo mercado de Barbakeios se agolpa la gente desde la seis de la mañana desde hace siglos para comprar pescado, carne, verduras, pan, queso… y se mezclan voces, ruidos, colores y olores.
El pasado domingo, 22 de diciembre, las cosas eran como siempre, pero en esta ocasión, para la preparación de la Nochebuena familiar, se miraban las cosas, los precios y las básculas con mucho cuidado para no pasarse del escaso gasto posible. Cuando “hete aquí” (así se dice al llegar a un cierto punto en los cuentos de hadas) que aparecieron a media mañana, sin saberse de dónde, ni quiénes eran, ocho mujeres vestidas de negro que se situaron junto a otras tantas cajas de pago. Cuando se acercaba una (o uno) a pagar el minúsculo corte de carne que llevaba a su casa, los “ángeles de Barbakeios” (así las han llamado después), no sólo pagaban el coste de lo que ya llevaban, sino que invitaban a los asombrados compradores a que comprasen lo que quisiesen pagándolo ellas igualmente.
El director del mercado declaró a una cadena de TV: "Esta escena increíble siguió durante casi una hora. Al menos 320 personas han hecho la compra gracias a la generosidad de las señoras de negro y al final, según nuestros cálculos, han regalado cerca de 16.000 euros de carne".
Después sucedieron cosas menos maravillosas. Cuando corrió la noticia de la aparición de las misteriosas dadivosas por las calles al pie de la Acrópolis, empezó a crecer el número de compradores, a aumentar el apretón de la gente y… las ocho  bienhechoras desaparecieron en silencio como habían llegado dejando el comentario sobre su intervención.
Esto, aquí, no es una gaceta de prensa, ni una invitación a suponer quiénes serían, ni una reflexión sobre las crisis y sus parches, sino una insinuación a que una auténtica iniciativa de las personas es (o debe ser) un aliento de su espíritu, un gesto de solidaridad, no sólo en dar y en darse, sino en unirse y organizarse para hacerlo. Y muchas cosas más que el inteligente y generoso lector siente bullir en sí.  

domingo, 15 de julio de 2012

Nehebkau


Los que han tenido ocasión (o necesidad o gusto o disgusto) de leer las 192 fórmulas hasta ahora encontradas del mal llamado (porque su verdadero “nombre”, como todos saben, es el de Peri Em Heru, es decir Palabras para salir al día) Libro de los muertos egipcio saben quién es (o era) Nehebkau.                
Y como todos saben, pero ahora se lo recordamos, ese Libro ayudaba a los que habían dejado de ver el Sol, porque se morían, a acertar con el proceso de purificación en la Duat subterránea (sobre todo el exigente juicio de Osiris) hasta llegar a la casa del Sol, el Aaru.
Como el tema es rico en lección, volveremos a él otro día. Pero hoy nos interesa tener en cuenta que el nombre de la serpiente Nehebkau, significa, más o menos la que alimenta a los kas. Lo hacía en dos vasos con “leche de luz”. Los kas eran los difuntos en su difícil camino hacia el Día. Y Nehebkau era una serpiente divina cuya misión era mantener unidas y en vigor todas las energías del universo. Tenía también el poder de curar a los que habían sido mordidos o picados por animales ponzoñosos.
Y como una imagen es suficiente para saber cómo imaginaban los egipcios a la serpiente, sobra la descripción.
Pero viene bien – pienso - esta breve y simple reflexión sin la que la noticia anterior no valdría mucho: ¿No andaban un poco despistados los egipcios de aquellos lejanos tiempos (¡hace más de cuatro mil años! por lo menos) si dejaban para después de muertos el arreglo de sus asuntos con la justicia?
¿Y no andamos liados nosotros, después de esos años, con nuestros conflictos del día, sin darnos cuenta de que el tiempo pasa y vale la pena ajustarlos ya ahora? Porque creer que Nehebkau nos va a dar fuerzas cuando nos encontremos con un corazón arrugado por el egoísmo, es creer algo muy arduo: que alguien ajeno a nuestra libre conciencia pueda enderezar, cuando ya no hay tiempo, lo que quisimos torcer porque nos dio la gana.

jueves, 5 de enero de 2012

¡POR FIN LLEGARON! (El Polo Norte).

El barco Fram de Nansen.
Ellos dijeron que sí, o quisieron decir que sí, pero como siempre hay gente chinche que viene detrás negándote el laurel, parece que resultó que no. Primeros en intentarlo en el buque Fram, bien proyectado y bien abastecido, fueron los noruegos Fridtjof Wedel-Jarlsberg Nansen y Fredrik Hjalmar Johansen en 1893. Pero se quedaron a 3º 55’ de la meta, el Polo Ártico. Tuvieron que rescatarlos tres años más tarde.
Doce más tarde Frederick Albert Cook, explorador y médico norteamericano, dijo que el 22 de Abril de 1908 había puesto el pie (los dos, naturalmente), con los esquimales Ahpellah y Etikishook, en el Polo Norte. Había ido por tierra (léase “hielo”). Pero no se aceptó su afirmación ya que en ella había puntos oscuros.
También era norteamericano el explorador Robert Edwin Peary que se puso a ello y aseguró haber llegado el 6 de abril de 1909. Al día siguiente escribió en su diario: “¡Mío al fin!”. Como entre Peary y Cook se mantenía la contienda sobre la autenticidad de su gesta, se hiló fino en el estudio de sus aseveraciones y se concluyó varios años más tarde que había logrado sólo llegar a 150 kilómetros del lugar soñado.
Fue Walter William Herbert (Wally para los amigos), británico, el que el 6 de abril de 1969 (¡también el 6 de abril!), con tres colaboradores, después de una travesía a pie que duró 16 meses, alcanzó el Polo de los osos. Habían recorrido 6.115 kilómetros.
(Un recuerdo curioso, más cercano y más audaz: El 21 de julio de ese mismo año, 1969, dos estadounidenses, Neil Alden Armstrong y Edwin F. Aldrin pisaron la Luna. Michael Collins se había quedado en órbita esperando su regreso al Apolo 11).
El sucinto repaso de esos hechos inspira muchos pensamientos. He aquí algunos muy simples. ¿Pusieron una pica en Flandes? Es decir: ¿hicieron mucho y presumieron poco? Realmente hicieron mucho y se sintieron justamente orgullosos de una proeza. ¿Mintieron Peary y Cook? En absoluto. Creyeron haber llegado y lo afirmaron como tal. ¿No hubo desproporción entre el esfuerzo y el fin? Eran exploradores o, lo que es lo mismo, buscadores. Necesitaban hacerlo. Hay una ley biológica que se llama del mínimo esfuerzo: No gastar, no invertir, no arriesgar, no dar, no perder, no buscar, no sudar… Es una ley que canaliza, encanijándola, la vida de los débiles, de los timoratos, de los cobardes, de los cardíacos, de los viejos, de los vagos, de los peleles… Pero no es una ley que podamos imponer a los valientes, a los osados, a los soñadores, a los buscadores, a los generosos de alma, a los empresarios de grandezas.
¿Tenemos que ser los mejores? Ser el mejor es a veces ser sólo el menos miserable de los miserables. Se nos pide sólo ser bueno, lo bueno que nos toca ser. Pero, comparándonos con nosotros mismos, como quien aspira a ser obra de arte y para lograrlo emplea todas sus fuerzas en realizar el propio proyecto. Ser bueno no es una meta que alcanzamos, sino que tenemos siempre delante. Labrarse al cien por cien no es acabar la obra, sino morir en el empeño.

jueves, 16 de junio de 2011

"De la Rosa"

Rilke a los 25 años

Rainer María Rilke (1875-1926), el inquieto conquistado y sensible poeta checo que odiaba las armas y se enamoraba de las rosas, quebrantado por la leucemia sin saberlo, y entregado a seducir con la belleza que sugerían sus palabras, pasó una breve temporada de su vida en París. 
Se cuenta de esa estancia (y, si no es verdad, es bonito) que pasando muchas veces por un mismo lugar con una amiga, encontraban a una pobre que, casi doblada sobre sí misma en la acera, pedía limosna. La amiga le dejaba siempre alguna moneda. Y nada Rilke. Un día le preguntó la amiga por qué no daba algo a aquella mujer. El poeta no respondió. Al día siguiente apareció con una rosa. Y al pasar delante de la mendiga le dejó la rosa en el plato. Y entonces aquella mujer, que nunca cambiaba su postura de derrotada, alzó los ojos y, sin decir nada, se puso de pie y desapareció.
Pasaron varios días sin que volviesen a ver a la abatida hasta que apareció como siempre la habían conocido. La amiga preguntó: «¿De qué habrá vivido estos días». El poeta respondió convencido: «De la rosa».
Pasamos por la vida pidiendo y dando limosnas. Pedimos más que damos. Tal vez porque nos parece necesitar todo y porque no encontramos razón de que nos pidan. Pero en nuestro aturdimiento ante el otro, nunca sabemos lo que pide ni por qué lo pide ni qué sentimientos tiene cuando lo hace, cuando no recibe, cuando recibe y según lo que le damos. Es decir, pensamos con más atención en nosotros mismos, en lo que nos va a pasar si damos o no damos, en lo que van a pensar los que nos ven… Y no caemos en que el otro está levantando ante nuestros ojos toda su historia, sus vacíos, sus razones, su orgullo, sus fracasos, sus penas, sus esperanzas y su desesperanza. La tragedia (¡se trata siempre de una tragedia!) la representa no sólo y sobre todo el mendigo de la acera, sino el vergonzante de afecto que pasa por la vida sin recibir atención ni afecto, sin que yo le haga sentir que, al menos para mí, importa y mucho y que me da vergüenza decirle que le admiro y que le quiero. ¡Una rosa!

miércoles, 16 de febrero de 2011

Un granito de Oro


Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.
La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra diciéndome: “¿Puedes darme alguna cosa?”.
¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di.
Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dárteme todo!
Este poema (el 50 de los 103 de Gitangali, que publicó en 1912 Rabindranatn Tagore - 1861-1941 -, poeta, pintor, dramaturgo, músico, novelista... como muchos de sus trece hermanos) refleja nuestra tragedia: vamos llenando la vida de pasos vacíos, de puerta en puerta, por la aldea de nuestra mendicidad, pidiendo, sin sueños ni esperanzas.
Y no acertamos a descubrir que es a nosotros a los que se nos pide que demos. Y que crecemos cuando damos. Y que nos hacemos gigantes cuando nos damos. Las últimas palabras del poema de Tagore lo explican bien. Al final viene el llanto. Cuando seguramente no nos habría costado lágrimas haber derramado en las manos de aquel Rey de Reyes toda nuestra cosecha. ¿No me animaba a ello que hubiese bajado hasta mí y me sonriese de aquel modo? ¿No había en su mano tendida hacia mí el encanto misterioso del que ama y necesita ser amado?
“No tuve corazón”. Tenemos huchas, cajas fuertes, arcas, ladroneras, cofres… y contemplamos, arrodillados en el suelo, el brillo dorado de nuestro ahorro. No es adoración, pero…casi sí. ¡Cuánto me ha costado llegar hasta donde he llegado! ¡Cuánto esfuerzo para convertirme en el hombre importante que soy! ¡Qué acierto en no haber gastado inútilmente la cosecha de mis sudores! ¡No me importa no tener corazón, pero… no vivo en un mundo en el que los demás lo tengan muy en cuenta!
Y si me cuesta dar, ¿cómo voy a saber lo que es darse? ¿Y darse todo? ¿Quién hace eso hoy?