El barco Fram de Nansen.
Ellos dijeron que sí, o quisieron decir que sí, pero como siempre hay gente chinche que viene detrás negándote el laurel, parece que resultó que no. Primeros en intentarlo en el buque Fram, bien proyectado y bien abastecido, fueron los noruegos Fridtjof Wedel-Jarlsberg Nansen y Fredrik Hjalmar Johansen en 1893. Pero se quedaron a 3º 55’ de la meta, el Polo Ártico. Tuvieron que rescatarlos tres años más tarde.
Doce más tarde Frederick Albert Cook, explorador y médico norteamericano, dijo que el 22 de Abril de 1908 había puesto el pie (los dos, naturalmente), con los esquimales Ahpellah y Etikishook, en el Polo Norte. Había ido por tierra (léase “hielo”). Pero no se aceptó su afirmación ya que en ella había puntos oscuros.
También era norteamericano el explorador Robert Edwin Peary que se puso a ello y aseguró haber llegado el 6 de abril de 1909. Al día siguiente escribió en su diario: “¡Mío al fin!”. Como entre Peary y Cook se mantenía la contienda sobre la autenticidad de su gesta, se hiló fino en el estudio de sus aseveraciones y se concluyó varios años más tarde que había logrado sólo llegar a 150 kilómetros del lugar soñado.
Fue Walter William Herbert (Wally para los amigos), británico, el que el 6 de abril de 1969 (¡también el 6 de abril!), con tres colaboradores, después de una travesía a pie que duró 16 meses, alcanzó el Polo de los osos. Habían recorrido 6.115 kilómetros.
(Un recuerdo curioso, más cercano y más audaz: El 21 de julio de ese mismo año, 1969, dos estadounidenses, Neil Alden Armstrong y Edwin F. Aldrin pisaron la Luna. Michael Collins se había quedado en órbita esperando su regreso al Apolo 11).
El sucinto repaso de esos hechos inspira muchos pensamientos. He aquí algunos muy simples. ¿Pusieron una pica en Flandes? Es decir: ¿hicieron mucho y presumieron poco? Realmente hicieron mucho y se sintieron justamente orgullosos de una proeza. ¿Mintieron Peary y Cook? En absoluto. Creyeron haber llegado y lo afirmaron como tal. ¿No hubo desproporción entre el esfuerzo y el fin? Eran exploradores o, lo que es lo mismo, buscadores. Necesitaban hacerlo. Hay una ley biológica que se llama del mínimo esfuerzo: No gastar, no invertir, no arriesgar, no dar, no perder, no buscar, no sudar… Es una ley que canaliza, encanijándola, la vida de los débiles, de los timoratos, de los cobardes, de los cardíacos, de los viejos, de los vagos, de los peleles… Pero no es una ley que podamos imponer a los valientes, a los osados, a los soñadores, a los buscadores, a los generosos de alma, a los empresarios de grandezas.
¿Tenemos que ser los mejores? Ser el mejor es a veces ser sólo el menos miserable de los miserables. Se nos pide sólo ser bueno, lo bueno que nos toca ser. Pero, comparándonos con nosotros mismos, como quien aspira a ser obra de arte y para lograrlo emplea todas sus fuerzas en realizar el propio proyecto. Ser bueno no es una meta que alcanzamos, sino que tenemos siempre delante. Labrarse al cien por cien no es acabar la obra, sino morir en el empeño.
Ellos dijeron que sí, o quisieron decir que sí, pero como siempre hay gente chinche que viene detrás negándote el laurel, parece que resultó que no. Primeros en intentarlo en el buque Fram, bien proyectado y bien abastecido, fueron los noruegos Fridtjof Wedel-Jarlsberg Nansen y Fredrik Hjalmar Johansen en 1893. Pero se quedaron a 3º 55’ de la meta, el Polo Ártico. Tuvieron que rescatarlos tres años más tarde.
Doce más tarde Frederick Albert Cook, explorador y médico norteamericano, dijo que el 22 de Abril de 1908 había puesto el pie (los dos, naturalmente), con los esquimales Ahpellah y Etikishook, en el Polo Norte. Había ido por tierra (léase “hielo”). Pero no se aceptó su afirmación ya que en ella había puntos oscuros.
También era norteamericano el explorador Robert Edwin Peary que se puso a ello y aseguró haber llegado el 6 de abril de 1909. Al día siguiente escribió en su diario: “¡Mío al fin!”. Como entre Peary y Cook se mantenía la contienda sobre la autenticidad de su gesta, se hiló fino en el estudio de sus aseveraciones y se concluyó varios años más tarde que había logrado sólo llegar a 150 kilómetros del lugar soñado.
Fue Walter William Herbert (Wally para los amigos), británico, el que el 6 de abril de 1969 (¡también el 6 de abril!), con tres colaboradores, después de una travesía a pie que duró 16 meses, alcanzó el Polo de los osos. Habían recorrido 6.115 kilómetros.
(Un recuerdo curioso, más cercano y más audaz: El 21 de julio de ese mismo año, 1969, dos estadounidenses, Neil Alden Armstrong y Edwin F. Aldrin pisaron la Luna. Michael Collins se había quedado en órbita esperando su regreso al Apolo 11).
El sucinto repaso de esos hechos inspira muchos pensamientos. He aquí algunos muy simples. ¿Pusieron una pica en Flandes? Es decir: ¿hicieron mucho y presumieron poco? Realmente hicieron mucho y se sintieron justamente orgullosos de una proeza. ¿Mintieron Peary y Cook? En absoluto. Creyeron haber llegado y lo afirmaron como tal. ¿No hubo desproporción entre el esfuerzo y el fin? Eran exploradores o, lo que es lo mismo, buscadores. Necesitaban hacerlo. Hay una ley biológica que se llama del mínimo esfuerzo: No gastar, no invertir, no arriesgar, no dar, no perder, no buscar, no sudar… Es una ley que canaliza, encanijándola, la vida de los débiles, de los timoratos, de los cobardes, de los cardíacos, de los viejos, de los vagos, de los peleles… Pero no es una ley que podamos imponer a los valientes, a los osados, a los soñadores, a los buscadores, a los generosos de alma, a los empresarios de grandezas.
¿Tenemos que ser los mejores? Ser el mejor es a veces ser sólo el menos miserable de los miserables. Se nos pide sólo ser bueno, lo bueno que nos toca ser. Pero, comparándonos con nosotros mismos, como quien aspira a ser obra de arte y para lograrlo emplea todas sus fuerzas en realizar el propio proyecto. Ser bueno no es una meta que alcanzamos, sino que tenemos siempre delante. Labrarse al cien por cien no es acabar la obra, sino morir en el empeño.
vendrá de ahí la idea de los libros de ¿dónde está Wally? jajaja, sería para investigarlo,eh? lo que está claro es que desde el sofá no se conquista nada...
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