Has leído que Noam
Bedin, reportero gráfico del Dead Sea Revival Project, asegura haber fotografiado peces vivos
en el Mar Muerto. Como bien sabes, este impresionante Mar está en la cabecera
del Gran Rift, esa fractura
geológica de 4830 kilómetros que va
preparando poco a poco la separación de África, de Norte a Sur, en dos grandes continentes.
Tal vez el
profeta Ezequiel (repasa su capítulo 47) lo adelantaba con estas
palabras: «Estas aguas salen de nuevo a la región oriental, bajan por el Araba
y entran en el mar…”. Y viven los peces, completamos nosotros.
El Mar Muerto – dicen los estudiosos - pierde cada día
el equivalente a 600 piscinas olímpicas de agua. Y el fenómeno progresivo,
desde siempre con el descenso del nivel de un metro cada año, se agudiza ahora con
la toma de agua para irrigar tierras de Jordania.
“¿Cómo ha podido llegar
a eso?”, nos preguntamos los padres y educadores cuando ese muchacho,
prometedor (o así lo parecía) hasta hace poco, se presenta ante nuestros ojos y
ante la prensa y los medios, como un cabal sinvergüenza autor de un disparate
impensable.
“Poco a poco”. Lo que
pasa “poco a poco” escapa fácilmente de la atención e interés de los que
debemos hacer un seguimiento adecuado, prudente pero continuo y activo, de la
obra de arte que se nos ha encomendado acompañar en su automodelado. ¡Cuántas
veces hemos oído echar la culpa a otros y a otras circunstancias del desvío de
nuestros hijos y educandos! Nos necesitan siempre. Es cierto que poco a poco
(también aquí “poco a poco”) vamos dejando que ocupe su responsabilidad
personal madurante el lugar de nuestras orientaciones. Pero, si como Cervantes
acertadamente escribía, “los hijos, señor, son pedazos de las entrañas de sus
padres”, debemos vivir siempre, prudente y oportunamente, cercanos a ellos para
que no les falte nunca la luz de nuestra madura experiencia. No podemos
consentir que su vida se convierta en un mar muerto.
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