domingo, 16 de diciembre de 2018

Inclinada: ¿Se caerá?


Llaman Plaza de los Milagros a la que en Pisa alberga la historia y la belleza de varios monumentos inigualables. La llamada Torre de Pisa no es una torre sin más. Es, como sabes, el campanario de la catedral dedicada a Santa María en su Asunción.
En Pisa hay otras dos torres inclinadas, aunque ésta es la que tiene la fama y se lleva el sobrenombre de inclinada. A las otras dos (el campanario de San Nicolás con una inclinación de 2,5º y el de San Miguel de los Descalzos con 5º) se les hace menos caso.
¿Qué pasa en Pisa que las torres se inclinan? Cuando el 9 de agosto de 1173 se puso la primera piedra, su “padre”, Bonnano Pisano, miró con sus ojos soñadores los 56 metros de los siete pisos de su sueño, pero no se fijó tanto en que su obra (que iba a acabar Tomás de Andrés Pisano dos siglos más tarde y que pesaría 14.453 toneladas) no podía soportar su gloria sobre un terreno arcilloso sin suficiente cimentación.
En 1990 su pendiente era de 6 grados. Y se empezó a poner remedio: tirantes de acero y contrapesos de plomo hicieron posible que la inclinación se redujese a menos de 4 grados.
Y como no es arte, historia o turismo lo que nos trae a esta página, va bien añadir unas líneas de reflexión muy sencilla pero que deberían convertirse en convicciones y actuación.
¿Qué ha pasado con esos hijos, con esos muchachos para los que hubo un proyecto perfecto, que tanto prometían y que acabaron un poco o un mucho torcidos?
Crecieron desde sus cimientos sobre arcilla: engreimientos: “¡Qué guapo!”, “¡Qué listo!”, “¡Qué gracioso…!”, complacencias, concesiones, descuidos, desinterés por sus pasos, lejanía de afecto y amistad, ignorancia sobre sus amistades, aficiones, estudios, costumbres… “¡Ya es mayorcito!”, “Ya sabe lo que tiene que hacer”, “No debo coartar su maduración y crecimiento”, “Él sabrá lo que hace”, “Bueno, eso no tiene mucha importancia”. “¡Que me dejen en paz!”.
“¡Tener un hijo es una gran responsabilidad!”, “¡Aceptar ser formador es un deber sagrado!”… Pero no enterarse del piso que pisan, de la arcilla que los va hundiendo poco a poco en la mediocridad, en parecerse a un amigo que es muy brillante pero que carece de solidez moral, permitir de hecho lo que se prohíbe de palabra… son trampas sobre las que hay que prestar atención serena y decisivamente. Y nunca dejar de ser ese amigo honrado que es un padre y un auténtico educador que acompaña siempre, que alienta siempre, que eleva siempre.             

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