jueves, 6 de diciembre de 2018

Freeride Mountain Bike (Concurso de Saltos).


El pasado 30 de octubre (estamos en el año 2018) tuvo lugar una edición más de la Red Bull Rampage. A los profanos de esta asombrosa carrera se nos perdona que la describamos a otros profanos como una bajada en bici a tumba abierta. Los que saben la llaman freeride mountain bike. Y los cronistas comunican que el ganador, con 89,66 puntos, fue el canadiense Brett Rheeder, de 25 años por delante de otros 18 competidores. Se realizó en Virgin en el estado de Utah. Y el autor de la proeza hizo dos backflip impecables  y un giro de 360 grados. Así lo afirman los testigos.   
Tuve ocasión de verlo, sin creer que Brett pudiese llegar a la meta, en este medio tan generoso de GOOGLE. Y quedé lleno de asombro.
Pero se me ocurrió que este hecho deportivo puede inspirar una convicción para nuestra misión de educadores. Lo que vi hacer a Brett no era fruto de una improvisación, de una idea loca, de una decisión sin cabeza. Era natural que antes de aquella victoria hubiese habido tanteos, fracasos, caídas, decepciones, atisbos del logro y decisión para llegar al triunfo.
Un sentimiento frecuente en nuestros muchachos es el de dejar de esforzarse porque pierden el atractivo en lo que buscan, no están acostumbrados a esforzarse, a perseverar, a convencerse de que los valores no se encuentran tirados por la calle, de que el triunfo es siempre fruto de una dedicación perseverante, odiosa a veces, efecto de la entrega de una personalidad madura o que se está empeñando en madurar.
La fuente de todos los triunfos es la persona: la persona con convicciones, con el deseo de llegar a ser alguien que sirva en una sociedad en la que es fácil que lo que se desea llegue de regalo, por puro deseo, sin haberlo ganado.

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