sábado, 1 de diciembre de 2018

El tesoro de Berthouville.

Los lexovios fueron un pueblo celta, en la costa de la Galia, inmediatamente al sur de la desembocadura del río Sena en la actual Normandía. Tuvieron dificultad en el trato con los vecinos y alianza, más tarde, para liberarse del dominio de Roma. Como es sabido no lo lograron.
Pero Roma dejó allí, cerca de la localidad que hoy se llama Berthouville, un tesoro: el Tesoro de Berthouville que descubrió casualmente Prosper Taurin, un labrador normando, el 21 de marzo de 1830.
Son unas cien piezas de plata, algunas de alto valor artístico como se puede comprobar en la figura del encabezamiento de estas líneas. Pasaron en seguida, por 15.000 francos, al Cabinet des Médailles de la Biblioteca Nacional de Francia.
Algunas tienen inscripciones votivas (Quintus Domitius Tutus, Propertus Secundus, Lucia Lupula, Merio Caneto Epatticus, Aelius Eutychus…) y parecen proceder del templo de Mercurius Canetonensis, dios venerado en la Galia romana.
La reflexión sobre este hecho puede despertar en nosotros de nuevo la necesidad de educar el respeto, el agradecimiento y, a veces, la veneración por el pasado. Llama la atención el esfuerzo que hicieron algunos de nuestros mejores artistas, por acudir a lugares donde trabajaban y enseñaban los maestros universales del arte. Antes habían sido los romanos quienes aprendieron en Grecia. Pero muchas ciudades de Italia, especialmente Florencia, Siena, Milán, Pisa, Venecia, Lucca, Verona, Roma… acogieron y enseñaron a contemplar la belleza proyectada en un mármol, en un lienzo, en un edificio, en una columna… ¡Y a copiarla! 

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