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domingo, 14 de junio de 2015

Arte y amor.

Rogier de la Pasture, que había nacido en Tournai, Francia, tradujo su nombre al ir, jovencito, a vivir a Bruselas y allí se llamó Rogier van der Weyden, que es el nombre que seguramente te es más conocido. Era tan bueno pintando y conviviendo que le nombraron  pintor de la ciudad cuando tenía 35 años. Es fácil que sepamos identificar sus obras por su estilo, inconfundible. Trataba de presentar a sus personajes con  mimo, admiración, reverencia y compasión. Y lo lograba. Y añadía, tal vez para ello, una minuciosidad extrema hasta el punto de que, por ejemplo, daba relieve a las lágrimas y a los grumos de sangre, a los bordados, a los pequeños detalles en vestidos y particulares de la fisonomía. Como una exposición extraordinaria de su obra va a estar en el Museo del Prado hasta el 28 de junio es una buena ocasión para admirarla.
Peregrinó a  Roma en 1450, Año Santo ofrecido a los cristianos por el papa Nicolás V.
Poco después de su regreso y hasta su muerte en 1464 asumió, junto a otros ciudadanos ilustres, la administración del hospital Begijnhof van der Wijnaard para la atención de los pobres. Para su tumba en la capilla de Santa Catalina de la catedral de San Miguel y Santa Gúdula, Dominico Lampsone, filólogo y pintor, escribió un epigrama del que son estas palabras: «sus obras admirables en tiempos más atrasados que el nuestro… el recuerdo de tus últimas voluntades; esas riquezas amasadas por tu pincel dedicadas al consuelo de los necesitados».
En España tenemos el Tríptico de Miraflores, el Descendimiento del Prado y el Calvario del Escorial, tabla de 343 x 193 cm., comprado por Felipe II a la cartuja de Scheut, y del que se dice en el inventario de las obras entregadas al Monasterio en 1574: «Una tabla grande en que está pintado Christo nuestro Señor en la Cruz, con Nuestra Señora y Sant Juan, de mano de masse Rugier».
Gran maestro Rogier van der Weyden: en pintura, hasta el más mínimo y devoto  detalle; en fe, hasta peregrinar para gozar de los beneficios espirituales del Año Santo  de 1450; y en su entrega al servicio de los pobres hasta su prematura muerte en el hospital Begijnhof van der Wijnaard con sus «riquezas amasadas por su pincel dedicadas al consuelo de los necesitados».
Van der Weyden vivió y murió como los hombres grandes que viven aprendiendo y cumpliendo el precepto sabio y admirable del Maestro de maestros: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

lunes, 23 de junio de 2014

Castilviejo.

Cuando volvemos a nuestra Universidad Laboral de Zamora y entramos en la impresionante iglesia de María Auxiliadora, del eminente arquitecto Luis Moya Blanco (1904-1990), tan bien conocida por nosotros, admiramos los tres grandes óleos que llenan casi la totalidad de las paredes laterales y el fondo del coro. Todos recuerdan su contenido y significado. El sueño que tuvo Don Bosco viendo que la Iglesia, combatida por los siglos, seguía su avance alentada por las dos columnas de la Eucaristía y María Auxiliadora. El sueño de los creadores de las Universidades Laborales de ayudar a construir un mundo nuevo, forjado en el esfuerzo y la entrega. El canto de los hombres a su Madre elevada en lo alto.
Su autor fue en 1957 el admirable pintor zamorano (1925-2004) cuando tenía 32 años. En Cubillas de Santa Marta (Valladolid) pasó sus últimos años. De Cubillas decía: «Aquí, en Cubillas, pinto, como, trabajo, cazo perdices, ando por los rastrojos, charlo con los amigos, amo y vivo, porque el paisaje es determinante». Y Chema – fue siempre un amigo cercano para todos – “vivía Castilla para pintarla”.
Chema para los amigos y José María García Fernández para el registro civil, era Castilviejo en la pintura. Cuando le preguntaron por qué quería ese nombre respondía: «En honor a mi padre, que era de Rioseco, y para él la Virgen de Castilviejo era su virgencita, la que en medio del campo tiene la ermita. Y era tal la devoción que tenía y no era un beato, que entonces yo quería devolver a mi padre algo de lo muchísimo que me dio. Era algo en su honor y para mí es un orgullo».   
El día 8 de septiembre se celebra la fiesta patronal de Nuestra Señora La Virgen de Castilviejo con romerías en las praderas de la ermita: Misa, procesión, limonada y dulces.
La imagen actual de la Virgen es copia de la que desapareció hace algunos años. La imagen original, de sesenta centímetros de altura, era una talla del siglo XIII, de madera de peral policromada. La Virgen, sentada, abraza con su brazo izquierdo a su Niño y muestra una manzana en la mano derecha.
Estas noticias de algo tan entrañable como la acariciada herencia de un padre en las manos de un hijo artista, la presencia vida y vivificante de una Madre de todos los hombres y el rescoldo nunca apagado del pasado por nuestra querida ULZ bien valen para encerrarnos un rato en lo hondo de nuestros sentires para abrazar con fuerza entrañable tanto germen bello y bueno como hemos recibido y hemos tenido el placer celestial  de convertir en cosecha.