Imagen y texto extraidos del Blog: Cristianisme i Justícia.
Tal como se esperaba la película “The artist” se cargó de óscars. Una película muda y en blanco y negro. Sin la inestimable ayuda expresiva de la palabra y sin el halago del color. Y he aquí que, privada de esos dos rodrigones, la película entusiasma y nos lleva a percibir, entre otras cosas, la increíble capacidad expresiva que pueden tener los rostros humanos…
Esta constatación me evocó un proceso inverso que se dio en la
genialidad de Berlanga: cuando tuvo que filmar en los márgenes angostos
de la censura franquista, resultó mucho más genial que cuando la
liberación de la censura le permitió echar mano, con demasiada
facilidad, del recurso fácil o grosero. Bienvenido Mr. Marshall o Calabuig son quizá lo mejor de Berlanga.
Siguiendo por la senda del cine, vayamos a “La fuente de las
mujeres”, encantadora película iraní hecha también con claras
restricciones de censura. Sin embargo la escena casi final de amor donde
sólo se ven los rostros, tiene mucha más hondura y riqueza humana que
todo el sexo explícito de muchas películas occidentales.
Estos datos vuelven inevitable el recuerdo de La Codorniz,
aquella asombrosa revista de humor a la que la censura franquista hizo
aguzar el ingenio y conseguir una calidad y una gracia no igualadas
después. Todavía hoy, uno echa de menos la “nada con sifón”, los
jeroglíficos alusivos o las marquesas de Serafín. Revistas posteriores
como El Jueves, con pistas tan anchas de facilidad no le llegan ni a la suela del zapato.
“El hambre aguza el ingenio” dice el refrán; y efectivamente es así.
Quizá pues ha llegado la hora de reconocer que la facilidad tiende a
embotarlo: algo hemos perdido desde que nos deshicimos de la censura. Y
es preciso evitar que la anhelada libertad de expresión degenere en
embotamiento mental o en simple libertad de lo hortera, y
encarcelamiento de la creatividad.
No estoy abogando por un regreso a la censura, por supuesto. Pero sí
por un reconocimiento de que la dificultad saca muchas veces lo mejor de
nosotros. Aviso muy necesario para ciertas izquierdas baratas que
confundieron la imprescindible educación en libertad con una educación
sin dificultad. Pero educar sin dificultad es más bien deseducar o
entontecer. Lo que exige la educación es una dificultad que esté
motivada por una buena meta, y que no sea excesiva sino proporcionada a
las fuerzas del que la afronta. De lo contrario, como gustaba de repetir
J. L. Segundo siguiendo a G. Bateson (Pasos para una ecología de la mente), la tendencia a la facilitonería estropea todo lo humano.
Y éste no es un principio sólo pedagógico sino que parece brotar de
la naturaleza misma de las cosas. En la física del bachillerato
aprendíamos que la energía se degrada porque tiende a configurarse en la
forma más fácil de energía que es el calor. Y el calor sólo hace sudar,
sin poner nada en marcha. Luego la ciencia nos ha enseñado que la
evolución del universo es tan infinitamente lenta porque tiende siempre a
las síntesis más fáciles, mientras que los pasos adelante sólo los dan
las combinaciones difíciles y minoritarias de hecho, que tardan mucho en
producirse.
Pocos dudarán hoy de que el ser humano ha sido creado (o existe) para
progresar. La pregunta es más bien si el camino del progreso es una
pendiente hacia abajo o es una ascensión penosa: porque el primero sólo
puede llevarnos al nivel del suelo o más abajo todavía, mientras que la
segunda es la que nos permite alcanzar algunas cumbres. No diré con W.
Benjamin que nuestro progreso se está convirtiendo en un “regreso a la
barbarie”, pero es bueno que una persona tan de izquierdas dijera eso.
Porque detrás de todo lo dicho hay algo que las izquierdas deberían
repensar mucho: el choque derecha-izquierda que antaño sonaba a
confrontación entre la insolidaridad y la justicia interhumana, se nos
ha travestido hoy en un choque entre el esfuerzo y la comodidad.
¿Ha sido sólo por culpa de algunos medios hipócritas de comunicación?
¿O hay aquí un material para un buen examen de conciencia? Ya
hablaremos de ello otro día. De momento sirvan estas obviedades para
animar a los excursionistas estivales.
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