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lunes, 31 de diciembre de 2018

Un Hotel de muchas Estrellas.


Leí hace algún tiempo que los hermanos gemelos Frank y Patrik Riklin habían ideado un hotel a 1700 metros sobre el nivel del mar, al aire libre, de muchas y con muchas estrellas, las infinitas estrellas que permiten dormir bajo su encanto y dejándose mirar por ellas antes de conciliar el sueño.
No he sabido más que lo de aquella primera noticia del Null Stren Hotel (creo recordar que ese era el nombre) con una sola suite al aire libre por 300 dólares. Y que tenían ya cubierto todo el año 2017 con 1300 peticiones desde todo el mundo.
También manifestaban que con ello denunciaban las contradicciones del mundo moderno.
Y me preguntaba al leerlo y me sigo preguntando si hay algún camino y alguna experiencia que sirva para curar alguna, una sola, de las contradicciones del mundo moderno. Pienso que nada hace cuerdo al necio. Pero también que quien vive el gozoso oficio de la educación y de la formación tiene en su mente y en su corazón un instrumento precioso para orientar el sentido vital de quien forma para que piense, ame, proyecte y programe siempre con ese sentido común que guía a las mujeres y a los hombres capaces de construir un acogedor mundo mejor. Otras lenguas lo llaman buon senso, bon sens, savvy, Menschenverstand… que no es mejor que común, aunque común puede confundirnos con lo de todos sabiendo como sabemos que no todos lo tienen.

domingo, 7 de octubre de 2018

Nada en demasía (Μηδέν άγαν).


Pausanias, viajero griego del siglo II, geógrafo e historiador, nos dejó entre sus escritos, como sabes, diez libros en los que nos describe el mundo griego que él visitó. En el capítulo 24 del último, dedicado a la Fócida, nos dice que en la pronao del templo de Apolo, en Delfos, figuraban frases que los sabios ofrecían a los hombres para norma de su vida. He aquí dos: “Conócete a ti mismo” (Γνῶθι σαυτόν) y “Nada en demasía” (Μηδέν άγαν), que los romanos tradujeron Ne quid nimis, conocidas por muchos y vividas por pocos.
La observación de la conducta de los hombres, después de veinte siglos, teniendo presentes aquellos sabios consejos, de los que hoy me preocupa el segundo, despierta en mí estas dudas: ¿Me gustan los “demasiados”, los “absolutos”, los “irrepetibles”, “los “pluscuamperfectos”...? Y, sin embargo, tendemos a creer que existen, que hay quien vive sin error, quien alcanza el zenit de la perfección, quien nunca nos ha decepcionado…
El camino de la demasía se recorre de muchos modos. Por eso en nuestra obra educativa debemos atender a que la mesura (que no es la mediocridad sino la medida correcta) sea la meta de nuestra búsqueda.
A partir de la adolescencia (y a veces bien avanzada la juventud) nuestros hijos y formandos tienden a compararse y a distinguirse. Se cubren con un manto que no es el suyo, se dan cuenta de que se les evita y no aciertan a saber por qué. Ser petulantes queriéndose hacerse valer es fácil en esas etapas inmaduras de la vida.    
Hay quien se esfuerza en quedar bien. Casi siempre mete la pata. Porque en la vida no debemos ir adelante (en todas las esferas de la dignidad, del bienestar y del mando) buscando sobresalir.
¿Cuál es la fórmula? Estoy seguro de que todos los que leen estas simplezas la conocen: Cumplir enteramente con el deber, asimilar todo cuando pueda forjar un carácter flexible y exigente; mirar el futuro con confianza; servir, servir y servir. Es decir: tener presente al otro, a los otros; y aportar con nobleza, prudencia, constancia y generosidad lo bueno que se tiene.

viernes, 25 de mayo de 2018

Elusur Macrurus (en vías de extinción).


Esta tortuga tan extraña, a la que tachan de punk por su melena verde, es, con todos los respetos, un bicho raro. No lo era todavía a mediados del siglo pasado cuando se buscaban y llevaban a casa como mascotas. Tanto que hoy quedan poquísimas y viven amedrentadas temiendo desaparecer a manos del hombre. El nombre que le han puesto puede significar Huidizo Rabilargo y hacen muy bien en ocultarse.
Se encuentra solo, que se sepa, en ríos de Australia. En uno de ellos, el río Mary, la captó en su cámara el fotógrafo australiano Chris Van Wyk cuando, buceando en busca de tesoros naturales perdidos, se le apareció hace diez años.
La melena que luce no le es propia: es un llamativo postizo de algas que no le sirve para hacerse notar, sino, todo lo contrario, para pasar desapercibida en la vegetación del río. Debajo de la mandíbula le crecen dos picos que son barbas sensitivas. Y los grandes ojos capaces de hipnotizar, es un decir, lucen un azul claro natural de la especie. Es capaz de permanecer bajo el agua 72 horas, respirando por los orificios de sus órganos de reproducción.
¿Para qué asomarse a este extraño elusor con estas líneas? Los que hemos vivido un poco en este maravilloso mundo podemos constatar que han desaparecido de la vida, del uso, de la costumbre no sólo objetos ya inservibles, sino actitudes, apreciaciones, observaciones, ¡admiraciones!... ante personas, instituciones, valores, costumbres que debieran seguir sirviendo de escuela para la vida. El respeto, la honradez, la generosidad, la apertura al otro, la acogida serena y cálida de lo bello y bueno, el cultivo de modos de conducirse, de reaccionar, de crecer que ennoblecen, debiéramos proponerlos como tesoros y metas, los responsables de formar a los que nos van a suceder en la construcción de familias e instituciones que valgan la pena.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Agujeros Negros.


Nunca pensé que hubiese una percepción popular sobre el comportamiento de los agujeros negros. Pero si una autoridad en ellos como Ashley King, de la Universidad de Michigan, afirma que "contrariamente a la percepción popular de que los agujeros absorben toda la materia a la que se acerca, creemos que hasta el 95 por ciento del material que hay en el disco alrededor de IGR J17091 es expulsado por el viento", es que hay más gente de la que creemos que vive pensando en ellos. Yo diría que es lo natural en tiempo de crisis y sobre todo de crisis económica.
Cuando una estrella masiva (de las que tienen más de diez veces la masa del sol, que ya es masa) se colapsa (dicen los entendidos y el pueblo sabe, como asegura King) se forman los agujeros negros.
Pero lo más digno de atención y nos debe servir de aviso no es que esos agujeros expulsen y no absorban, sino que los vientos que se producen tienen una velocidad de 32 millones de kilómetros por hora, de acuerdo con la aportación del observatorio espacial Chandra.
Por si acaso alguno de los lectores tuviese la curiosidad de saber qué es el IGR J17091 se lo decimos. Es (y si usted lo entiende, le ruego que me lo explique) es “un sistema binario en cuya estrella central, equivalente a nuestro sol, orbita el agujero negro”. Está en nuestra Vía Láctea, pero a las afueras, y a unos 28.000 años luz de la Tierra.
Como curiosidad, los expertos explican que a diferencia de los vientos de los huracanes en la Tierra, el viento de IGR J17091 sopla en todas las direcciones.
Todos estos datos tan impensables ayer, cuando el cielo me parecía un mar en calma, me ha hecho descender hasta el mundo nuestro, el que pisamos, que se mueve a una velocidad aterradoramente acumulada: la que lleva la Tierra dando vueltas sobre sí, alrededor del Sol, en nuestra blanca Galaxia, antiguamente llamada Vía Láctea, y en la carrera sin fin de las galaxias hermanas…
Andamos un poco mareados: se nos colapsa algo que parecía inconmovible, se derrumban los andamiajes que los hombres construyen con su tarda, torpe, interesada agitación, y en vez de mirarlo con la parsimonia del sabio, que sabe que nada humano es más durable que una flor del campo, organizamos o nos metemos en aspavientos que soplan en todas las direcciones, sin rumbo fijo y cierto, arrastrando consigo la serenidad, entorpeciendo la búsqueda de soluciones, cargando sobre el más enemigo la causa, la culpa, la mala intención de todo.         
¿Podremos madurar un poco para que el Patrón pueda confiarnos sin miedo el gobernalle de nuestra vida?