Recordemos a Thimmakka que cumplió 103 años en el pasado 2015. Había nacido
en la aldea Hulikal, al oeste de Bangalore, India. A Thimmakka la llamaban, con
razón, Saalumarada Thimmakka.
Saalumarada significa “Hilera de árboles”. Veamos por qué. Thimmakka nació
en una familia pobre y tuvo que hacer los trabajos pesados de la pobreza. La
casaron con un pastor, Bekal Chikkayya, pero no lograron tener hijos. Pasados
25 años de su matrimonio, decidieron injertar y plantar banianos, una especie
de higuera india, a lo largo de los cuatro kilómetros desde su aldea hasta
Kudoor, protegerlos con arbustos espinosos y regarlos, día a día, llevando el
agua en cuatro cubos.
Su esposo Chikkayya murió el año 1991. Y ella, casi desconocida fuera de
los vecinos más cercanos, recibió el Premio Nacional de Ciudadanos en 1996 y
algunos otros en un elegante papel. Y comentaba que en vez de papeles ella
deseaba dinero para construir un
hospital en la zona. Y decía: "He estado deseando iniciar un hospital,
pero nadie parece interesado. No obstante, seguiré intentándolo".
Leer, admirar y hasta emocionarse ante una lección como esta no debe
bastarnos. Es como si quisiésemos honrar la memoria de Thimmakka con un papel.
Puede suceder que en nuestra vida no se nos presenten situaciones como las que
vivió con su marido. Pero tal vez
sepamos de proyectos, de iniciativas, de inquietudes, de servicios en los que
podamos colaborar de algún modo.
Pero me resulta más cómodo, a mí me gustan las cosas: “A mí que me dejen en
paz”. “Eso les toca a…”. “¿No pago impuestos que el Estado y las Instituciones
deben emplear en cosas en las que yo no quiero, no sé… no me puedo meter?”.