sábado, 18 de agosto de 2018

Juanelos: una historia de trabajo y entrega.


Quien se adentra en los terrenos del Valle de los Caídos descubre, al llegar al llamado Soto de la Solana y a unos seis kilómetros del Monumento, cuatro enormes columnas de granito de Orgaz, llevados a este lugar en el otoño de 1953.  
Proceden del proyecto de Juanelo Turriano para elevar agua desde el río Tajo a Toledo según deseo de nuestro Carlos V.
Ya antes de Turriano, en 1528, el Emperador había hecho venir a Toledo a un ingeniero flamenco, criado del conde de Nassau, según narra el luminoso cronista Francisco de Pisa: “... subió el agua desde los primeros molinos de junto a este puente de Alcántara hasta el Alcázar”. Pero el Tajo, celoso, se llevó, en un enfado, todo el ingenio.
Fue Felipe II quien, según nos cuenta Luis Hurtado de Toledo, párroco de San Vicente, en 1576 vio realizado el deseo de su padre: “Debajo del Alcázar sube un miraculoso y estupendo edificio que el subtilísimo Juanelo Turriano de Cremona, príncipe de la arquitectura y servicio de su majestad, con ocho órdenes de caños de metal, cuatro en cada escalera, los cuales semovientes y laborantes arrojan dentro de dicho Alcázar dos caños del grueso de un real de a ocho cada caño, y estos andan y trabajan de día y de noche porque su movedor  es el mismo río, con unas ruedas y artificio casi sobrenatural...”.
Estos hechos, lejanos e irrepetibles, nos hablan del empeño, el tesón, el estudio, el esfuerzo, la colaboración, el recurso... que ennoblecen a tantos grandes personajes de nuestra fecunda historia. Y nos invitan a que, aun sin programar quedar en ella como personajes ilustres, hayamos vertido la luz de nuestro entusiasmo como grandes, medianos o humildes creadores de una honrosa historia de trabajo y entrega.  

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