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jueves, 23 de agosto de 2018

Los viejos: escuchar el silencio.


En nuestro difícil oficio de educar resulta también muy difícil enseñar a escuchar el débil y acaso acobardado comentario de quien más sabe, porque ha vivido más y, tal vez, porque más ha sufrido.
La actitud de un adolescente, y hasta de un joven, suele ser la de arrinconar al viejo. En el rincón descansa. En el rincón se calla. Desde el rincón no trata de seguir siendo maestro y protagonista. Se le ha pasado la vez. Lo mejor en el viejo es el silencio... Por fin se ha quedado dormido.   
Y, sin embargo, es fácil constatar que cuando un joven crece en la estima hacia su viejo, más podemos apreciar en el joven su madurez. Que no consiste solo en respetar, solo en apreciar, solo en acoger, sino también en descubrir que el viejo es un pozo profundo, y a veces desconocido, de experiencia, de sufrimiento, de aguante, de renuncias, de entrega,  de cariño…
Estas reflexiones me animan a transcribir el canto de un anciano que advierte con gozo la presencia en su vida de los que le quieren.

Benditos los que me miran con simpatía
Benditos los que comprenden mis pasos titubeantes
Benditos los que alzan la voz para disimular mi sordera
Benditos los que toman con calor en sus manos las mías temblorosas
Benditos los que se interesan por mi lejana juventud
Benditos los que no se cansan de escuchar mis historias tantas veces repetidas
Benditos los que comprenden mi necesidad de afecto
Benditos los que me regalan preciosos retazos de su tiempo
Benditos los que se acuerdan de mi soledad
Benditos los que me acarician cuando sufro
Benditos los que alegran los últimos días de mi vida
Benditos los que me acompañan en el momento de mi salida
Cuando entre en la Vida sin fin los acariciaré en mi corazón junto al Señor Jesús

viernes, 4 de abril de 2014

Niumbaha superba.



El murciélago panda (Niumbaha superba) es una especie de murciélago de la familia Vespertionidae. Basta mirarlo para que uno se dé cuenta de lo bien que le sienta el sobrenombre de Panda que le dan. Vive en los bosques de Ituri de la República Democrática del Congo, Ghana, Costa de Marfil y Sudán del Sur. Los estudiosos de estos pequeños mamíferos nocturnos dicen que es una especie rara que no se puede encuadrar entre los demás murciélagos del género Glauconycteris. Y por eso lo llaman “raro”, que es lo que significa niumbaha en la lengua Ubangui Azande que se habla en la zona concreta del centro de África ya indicada. Azande significa “el pueblo que posee muchas tierras”, ya que fueron guerreros y conquistadores.
Seguramente te han llamado la atención las zonas blancas de su pelaje que los hacen más atractivos y simpáticos y que despiertan las ganas de tener uno. No te lo aconsejo. No te enseño los incisivos, que son de miedo en los vampiros, los únicos que tienen desarrollados (no comen insectos como los demás murciélagos, sino que se alimentan de sangre, como sabes). A mí me han impresionado sus orejas. Grandes como las de todos estos animales que de noche deben descubrir con ese radar particular la presencia de insectos.    
Se acabó el niumbaha. Pero bueno es considerar que no son nada raro en la sociedad humana, diurna y nocturna, los y las lenguas largas. Piensa uno que a veces se impone por alguna ley poderosa el ejercicio de hablar. Copio algunos sinónimos cuya carga se siente especialmente en determinadas personas, grupos y tertulias…: parlotear, rajar, enhebrar, ensartar, predicar, arengar, sacar a colación, traer a cuento, meter baza (y no dejarla meter), calentarse la boca, hablar a chorros, hablar por los codos, proclamar, vociferar, gritar, interrumpir, traer, murmurar, criticar, rezongar, cuchichear, comadrear, chismorrear        
No nos damos cuenta de que nos escuchan o nos oyen (que no es lo mismo) personas que juzgan en silencio, condenan en silencio, clasifican en silencio, sufren en silencio, acumulan en silencio… Y, en silencio, como es natural, tratan de evitar una sola palabra que pueda servir de motor de arranque para los decidores, detractores y e interventores de la tertulia o de la conversación no enhebren de nuevo la palabra ¿Es que el silencio no es muchas veces mucho más precioso, más amable, más justo, más atractivo que la palabra? 

domingo, 10 de marzo de 2013

Hay veces que es mejor callar.

Con toda la atención puesta en Roma son muchos los que se escandalizan por el mutismo comunicativo del colegio cardenalicio. Cada vez saben a menos las píldoras de Lombardi y son más los que se quejan de la política de medios que suspende las ruedas de prensa y amenaza con pena de excomunión al cardenal que se atreva a tuitear durante el cónclave.
Esta estrategia es difícil de explicar en un mundo híper-mediático en el que cualquier silencio hacia los medios se malinterpreta como falta de transparencia. He aquí una interesante lección que pone en su sitio la incuestionada dictadura de los medios. Y es que hoy toca hablar no de libertad de información, sino de la discreción y la prudencia que exige este tipo de procesos en los que, nunca mejor dicho, es fundamental preservar la libertad de Espíritu.
Jamás habíamos asistido a previos de un cónclave tan mediatizado por la opinión pública como éste. Hay quien quiere hacerlo parecer una campaña electoral o un escrutinio público del que debería surgir un elegido. Pero la Iglesia se empeña en recordarnos que hay momentos en que el silencio es el mejor compañero, en que necesitamos espacio y profundidad para captar aquello que se mueve en lo hondo y discernir con libertad las mociones del Espíritu.
Quizá cueste admitirlo, pero ya pasó el momento de opinar, comentar, incluso de informar... Ahora es tiempo de rezar para que sea el Espíritu, con su sabiduría, el que mueva los corazones del cónclave. Sólo así, desde el misterio, Dios encontrará, una vez más, espacio para hacerlo todo nuevo.
(Fr. Dan, tomado de www.pastoralsj.org)

sábado, 21 de abril de 2012

Anecoica.


El diccionario de la RAE dice de un lugar anecoico que es capaz de no reflejar el sonido. Tal vez venga del griego anecoo, que es lo mismo que no oír. Y tal vez yo esté en confusión porque no sé si es lo mismo no oír que no reflejar un sonido. La sociedad norteamericana Minnesota Orfield Laboratories se ha puesto a construir una cámara anecoica y ha conseguido que lo sea (que no se oye en ella nada) al 99,99%, dicen los medios de comunicación.  
Por si alguien necesitase en su casa algo parecido y no hubiese tenido acceso a la fuente, le damos las pistas para lograrlo: paredes de 3,3 metros de espesor en fibra de vidrio y acero y 30 centímetros de hormigón; suelo blando al paso. Se calcula que en un dormitorio doméstico hay 30 decibelios, mientras que en la anecoica de Minnesota el ruido de fondo es de -9,4 dB (la respiración tranquila de una persona sana es de 10 dB, dicen las tablas). 
Pero, claro. En un silencio tan extremoso suceden cosas como que asusta el ruido del latido del corazón, la respiración y los gorgoritos del sistema digestivo. ¿Con que resultado? Nadie ha aguantado dentro más de 45 minutos.
En realidad no se usa para cámara de tormentos, sino para comprobar el efecto de los sonidos sobre ciertos productos comerciales sensibles.
Pero conocer ese “antro” nos puede hacer pensar en las situaciones que a veces creamos en la vida (y hasta con las personas a las que más debiéramos querer) y que nos hacen aislarnos sin querer saber nada de nada. “Liarse la manta a la cabeza” era la forma elemental antes de que llegase el producto del Minnesota Orfield Laboratories. Y sigue siendo el recurso inmediato para levantar un muro de ignorancia del prójimo más próximo.
¿De qué está hecho? El espesor lo da, evidentemente, el egoísmo. Mi “yo” se escucha a sí mismo con tal seguridad que no necesitamos ninguna otra voz para orientarnos en la vida. Esa fuerza animal que tan fuertemente nos maneja muestra sus formas de grosería, falta de respeto, ausencia de amor, engreimiento, desprecio… hasta regurgitar ganas de destrucción del que está invadiendo el sagrado recinto de nuestro “yo”.
A los padres y a los educadores les falta con frecuencia en su prontuario de educación familiar el capítulo que habla del otro (¡los otros1) como la realidad afortunadamente tangible y audible con la que se puede practicar el delicioso ejercicio de la comunicación.

sábado, 19 de marzo de 2011

¡No nos mires!


Katia Molodovsky (1894-1972), hebrea rusa, fue una excelente poetisa, seleccionada  para la obra monumental promovida por el National Yiddish Book Center de los Estados Unidos y finalizada el año 2001, que reúne las “cien mejores obras de la moderna literatura judía”.
La oración que podemos leer a continuación nos ayuda a penetrar un poco en el alma de un pueblo elegido, amado y perseguido en la historia por el dolor.

"Dios de misericordia, escógete otro pueblo mientras tanto.
Nosotros estamos cansados de morir y de muertos, no tenemos ya oraciones.
Escógete otro pueblo mientras tanto.
No tenemos ya sangre para el sacrificio.
Nuestra casa se ha convertido en un desierto.
La tierra escasea de tumbas para nosotros;
ya no hay para nosotros cantos fúnebres ni himnos de lamento en los viejos libros.
Dios de misericordia, santifica otra tierra, otra montaña.
Nosotros hemos cubierto ya todos los campos y cada piedra con ceniza santa.
Con viejos y con jóvenes y con niños se ha pagado
cada letra de tus diez mandamientos.
Dios de misericordia, desfrunce tus ardientes cejas y mira los pueblos del mundo,
dales profecías y "días de temor".
Se murmura tu palabra en toda lengua, enséñales las obras, los caminos de tentación.
Dios de misericordia, danos vestidos ásperos de pastores de rebaños,
de herreros con martillo, de lavanderas, de trabajadores del cuero y más sencillos aún.
Y haznos otro favor, Dios de misericordia, quítanos este aire de sabios”.

Otro hebreo, dos mil años antes, José de Nazaret, había sentido el mismo peso de la misma cruz. Pero su vida estuvo volcada en aceptar en silencio la defensa de la Vida, de la belleza, del Bien y del Amor, perseguido por la envidia, la persecución, los celos, la violencia y la muerte.  Hoy lo admiramos, tratamos de  aprender algo de él y le pedimos que siga junto a nosotros que tan sobrados andamos de palabras y tan pobres estamos de lealtad, de honradez y de apertura y de entereza a los proyectos de Dios.