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jueves, 23 de agosto de 2018

Los viejos: escuchar el silencio.


En nuestro difícil oficio de educar resulta también muy difícil enseñar a escuchar el débil y acaso acobardado comentario de quien más sabe, porque ha vivido más y, tal vez, porque más ha sufrido.
La actitud de un adolescente, y hasta de un joven, suele ser la de arrinconar al viejo. En el rincón descansa. En el rincón se calla. Desde el rincón no trata de seguir siendo maestro y protagonista. Se le ha pasado la vez. Lo mejor en el viejo es el silencio... Por fin se ha quedado dormido.   
Y, sin embargo, es fácil constatar que cuando un joven crece en la estima hacia su viejo, más podemos apreciar en el joven su madurez. Que no consiste solo en respetar, solo en apreciar, solo en acoger, sino también en descubrir que el viejo es un pozo profundo, y a veces desconocido, de experiencia, de sufrimiento, de aguante, de renuncias, de entrega,  de cariño…
Estas reflexiones me animan a transcribir el canto de un anciano que advierte con gozo la presencia en su vida de los que le quieren.

Benditos los que me miran con simpatía
Benditos los que comprenden mis pasos titubeantes
Benditos los que alzan la voz para disimular mi sordera
Benditos los que toman con calor en sus manos las mías temblorosas
Benditos los que se interesan por mi lejana juventud
Benditos los que no se cansan de escuchar mis historias tantas veces repetidas
Benditos los que comprenden mi necesidad de afecto
Benditos los que me regalan preciosos retazos de su tiempo
Benditos los que se acuerdan de mi soledad
Benditos los que me acarician cuando sufro
Benditos los que alegran los últimos días de mi vida
Benditos los que me acompañan en el momento de mi salida
Cuando entre en la Vida sin fin los acariciaré en mi corazón junto al Señor Jesús

sábado, 10 de febrero de 2018

Sénia, patria de olivos milenarios.


La Mancomunidad del Territorio de Sénia comprende algo más de 2.000 kilómetros cuadrados. Son, como sabes, 27 municipios de Castellón, Tarragona y Teruel. Y en ella hay un tesoro: casi 5.000 olivos milenarios en la mayor concentración de viejos y gloriosos olivos del mundo. Tienen más de tres metros y medio de perímetro y se elevan a 1,3 metros del suelo. Entre los estudiados por la Universidad Politécnica de Madrid hay media docena que tienen entre 1.000 y 1.490 años. Y entre los que están todavía esperando que se les extienda su fe de nacimiento hay uno en Ulldecona (Tarragona) que se calcula que llega a los 1.703 años.
El 9 de junio 2016, en el Salón de conciertos Vigadó de Budapest, el Consejo de Europa, ¡nada menos!, otorgó una mención especial al Paisaje de olivos milenarios del Territorio Sénia (España), noble paisaje olivarero, lleno de vida y de experiencia.
Parece que Sénia, el nombre que ha quedado, viene de saniya, como llamaban los árabes de la zona a una noria o aparato similar frecuente en aquellas tierras para el  riego. Hasta nosotros ha llegado como acenia, usado en muchos lugares desde el siglo XII o sus cercanías.   
A mí Senia me suena (pero que me suene no quiere decir nada) a viejo. Con toda la razón. Senex, vetulus… era viejo entre los romanos. En las culturas llamadas clásicas ser viejo era un valor. Porque a esas edades se consideraba que ser viejo era tener la mente (la sien) madura, el corazón engrandecido y enriquecido por la experiencia, la prudencia, la sabiduría, la paciencia, la bondad…
Es sabio (de viejos o no) educar en el aprecio a los mayores. Hay muchos argumentos para ello: el reconocimiento a su condición de fuente: de la vida, del ingreso en la sociedad humana, del aprendizaje del oficio de ser recto y justo, del sentido del equilibrio y la equidad, de saber dar al tiempo la pausa que necesita para que el nuevo árbol (el hijo, el nieto…) crezca, se afiance, se embellezca de flores, dé fruto… 

sábado, 1 de abril de 2017

S’Ozzastru, el árbol más viejo de Europa.

Los sardos llaman a este árbol, o así parece, S’Ozzastru, que es Olivastro, porque es un olivo. Aseguran que es uno de los más viejos de Europa, si no el más viejo. Y que tiene más de 4.000 años. Está en un pueblo llamado Luras de la provincia de Olvia Tempio, en el Norte de la isla de Cerdeña. Cerca hay otro que tiene ganas de que se le tenga en cuenta porque cuenta, dice, con más de 2.000 años. Pero ¿qué son 2.000 al lado de 4.000?
S’Ozzastru es Monumento natural desde que, en 1991, se reconocieron oficialmente sus características y dimensiones excepcionales: el perímetro de su tronco es de once metros y medio; el de su copa en su parte más ancha, 21; y tiene de altura 14.
Visto de cerca su noble tronco no caben dudas sobre su vejez: nudos y huras le dan un carácter venerable de viejo venerando, pensativo y hondo, fuerte y sabio, paciente y generoso, fiel a su condición y misión y decidido a seguir dando siempre sus frutos y siendo abuelo, abuelo de todos. Sigue con sus pies-raíces firmemente clavados en la tierra sin dar señales de fatiga ni cansancio en la región de Santo Baltolu (Bartolo o Bartolomé en español) di Carana junto a las orillas del lago Liscia en el Norte de la Isla.
¡Qué pena da ver a los abuelos orillados, como si ya no contasen, como si fuesen monumentos respetables (si así se los considera), pero con su aspecto de inútiles y hasta su carácter de estorbo! Es verdad que las edades avanzadas hacen mella en las personas. Pero también es verdad (que es mentira) que dejan de tener valor y fecundidad en las familias. Hay un culto admirable a la ancianidad en las sociedades sabias en las que un muchacho puede encontrar en su abuelo (¡que es padre de su padre!) un puerto acogedor después de una travesía en falso; o unos brazos seguros aunque flacos para un esfuerzo inútil; o una palabra experimentada tras un fracaso joven; y siempre el afecto, sin exigencia de retorno, de un padre doblemente padre.