Katia Molodovsky (1894-1972), hebrea rusa, fue una excelente poetisa, seleccionada para la obra monumental promovida por el National Yiddish Book Center de los Estados Unidos y finalizada el año 2001, que reúne las “cien mejores obras de la moderna literatura judía”.
La oración que podemos leer a continuación nos ayuda a penetrar un poco en el alma de un pueblo elegido, amado y perseguido en la historia por el dolor.
Nosotros estamos cansados de morir y de muertos, no tenemos ya oraciones.
Escógete otro pueblo mientras tanto.
No tenemos ya sangre para el sacrificio.
Nuestra casa se ha convertido en un desierto.
La tierra escasea de tumbas para nosotros;
ya no hay para nosotros cantos fúnebres ni himnos de lamento en los viejos libros.
Dios de misericordia, santifica otra tierra, otra montaña.
Nosotros hemos cubierto ya todos los campos y cada piedra con ceniza santa.
Con viejos y con jóvenes y con niños se ha pagado
cada letra de tus diez mandamientos.
Dios de misericordia, desfrunce tus ardientes cejas y mira los pueblos del mundo,
dales profecías y "días de temor".
Se murmura tu palabra en toda lengua, enséñales las obras, los caminos de tentación.
Dios de misericordia, danos vestidos ásperos de pastores de rebaños,
de herreros con martillo, de lavanderas, de trabajadores del cuero y más sencillos aún. Y haznos otro favor, Dios de misericordia, quítanos este aire de sabios”.
Otro hebreo, dos mil años antes, José de Nazaret, había sentido el mismo peso de la misma cruz. Pero su vida estuvo volcada en aceptar en silencio la defensa de la Vida, de la belleza, del Bien y del Amor, perseguido por la envidia, la persecución, los celos, la violencia y la muerte. Hoy lo admiramos, tratamos de aprender algo de él y le pedimos que siga junto a nosotros que tan sobrados andamos de palabras y tan pobres estamos de lealtad, de honradez y de apertura y de entereza a los proyectos de Dios.
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