Mostrando entradas con la etiqueta verdad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta verdad. Mostrar todas las entradas

lunes, 9 de julio de 2018

Quejicas? Educar en la Verdad.


Es frecuente que curioseemos o indaguemos o estudiemos o lloremos sobre las  estadísticas que nos hablan de la marcha del mundo. Y es más frecuente – y todos lo sabemos - que recurrir a la estadística es el instrumento más eficaz para despertar sensibilidades y hasta obtener un apoyo mejor a alguna causa que coreamos.
Me permito recurrir, como ejemplo, a algunos datos que han estado o pueden estar al alcance de tu mano.
Según los datos del Pacto de Toledo el año pasado, de 2007 a 2017 las pensiones habían aumentado un 16,53% (el IPC tuvo un crecimiento del 16,50%).
En el ámbito universal, de 1960 a 2016, la población mundial había aumentado un 145% y el PIB per cápita  un 183%. La tasa de pobreza extrema había sido en 1980 en un 44,3% mientras que en 2015 había bajado al 9,6%.
La tasa de mortalidad entre los recién nacidos era en 1990 de 64,8 por cada 1.000. En 2016 había descendido a 30,5. En los menores de cinco años la mortalidad pasó en 26 años de 93,4 fallecidos por 1.000 a 40,8.
En 1970, el 74% de los alumnos finalizaban la escuela primaria, mientras que en 2015 la cifra alcanzó el 90%...
La emisión de los seis gases contaminantes más comunes en los países occidentales un 67% desde 1980...
Nuestro papel es formar a jóvenes sinceros en una sociedad que intenta, día a día, mejorar. Pero ese papel nuestro tan delicado debe estar empapado, todo y siempre, por la veracidad; y nuestras conciencias y las de nuestros formandos por la Verdad.
Vivimos en un mundo inundado de noticias. Y no es bueno dejarse ahogar, o deformar o arrastrar. Por lo que nuestro deber de orientar hacia la exactitud de lo que se pregona debe oponerse a la tentación que tantas veces se sufre de querer llamar la atención, acusar, convertirnos en adalides de la verdad o, simplemente, de llevar el agua a nuestro molino como con triste frecuencia acaece.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Petrifying Well: no te quedes de piedra...

La bicicleta que ves es de piedra. Bueno,  parece de piedra. Porque está recibiendo el agua que cae hacia el pozo Petrifying Well, junto al río Nidd. Esa agua es tan rica en minerales que en poco tiempo estos se solidifican y dan, al cubrir los objetos que se colocan allí, un aspecto pétreo que asombra a los que lo visitan ¡desde mediado el siglo XVII!. Y desde entonces es una meta de visita y curiosidad para la gente que paga por verlo. Si deseas hacerlo, sábete que se encuentra en el pueblo de Knaresborough, en el condado de Yorkshire, a medio camino entre Londres y Glasgow. Es decir: en medio de Inglaterra.
Ya en 1538 John Leyland, anticuario de Enrique VIII, lo visitó y dejó escrito su testimonio en el que contaba que la gente del lugar bebía de aquellas aguas y se bañaba en ellas con la seguridad de que eran aguas milagrosas. O casi. 
El hombre, ahora y siempre, ha vivido y vive en una atmósfera social que no le deja indemne. ¡Ojalá sea solo por fuera como sucede en Petrifying! Pero la cabeza y el corazón no quedan siempre libres de la lluvia de criterios, costumbres, ritos callejeros, prácticas y contagios que le encierran en una especie de funda de piedra de inercias, de convicciones sin alma, de ataduras, de adhesión y pertenencia a grupos sin cerebro, de manadas de cabestros que hacen bulto pero nunca toman decisiones sensatas y acertadas.
Vivimos en una sociedad en la que creemos y cacareamos que somos libres. Pero basta escuchar durante unos minutos a algunas de esas personas “libres” y constatamos con cierta tristeza que están construidos interiormente con material de desecho. Les agrada repetir lo que han oído sin darse cuenta de que lo que han oído les ha impedido pensar por sí mismos, medir y ponderar el valor de lo que oyen y y tratan de hacer oír a los demás porque están convencidos de que esa  es “la verdad”: “¡Si es verdad!”.
El tesoro de nuestra vida de padres y educadores son nuestros hijos y educandos. Y nuestra tarea no está en convencerlos de que tenemos razón, sino acompañarlos en el difícil camino de escuchar, discernir, desechar y aceptar por sí mismos. No para rodearse de una capa aparente de saber y dominar, sino para enriquecer la mente y el corazón con la grandiosa y modesta actitud del que va aprendiendo, poco a poco y de verdad, la verdad.

viernes, 24 de agosto de 2012

Informar.


Me permito tomar, por lo que tiene de aleccionadora, una página de El libro de los hechos insólitos de Gregorio Doval, escritor fecundo, profundo y divertido, lector e investigador versátil e incansable, periodista, guionista, director de televisión…
No sé si figura como de advertencia a los alumnos de primer curso de periodismo. Pero en todo caso nos sirve a los que solemos ejercer de portavoces de la novedad o a los que nos gusta ser los primeros en contar o los que aseguran que ellos son los que tienen la verdad de la verdad.
En un estudio sobre el mecanismo de creación de los rumores, el investigador Jean-Noël Kapferer relata un famoso caso extremo ocurrido en la prensa europea durante la Primera Guerra Mundial. Todo comenzó al informar el periódico alemán Kölnische Zeitung de la toma de la ciudad belga de Amberes por el ejército alemán, con el siguiente titular: «Las campanas sonaron con la noticia de la caída de Amberes», entendiéndose que se refería a las campanas alemanas. Pues bien, basándose en esta noticia, el diario francés Le Matin informó como sigue: «Según el Köilnische Zeitung, los párrocos de Amberes se vieron obligados a tocar sus campanas una vez que las defensas habían caído». El tumo tocó entonces al londinense The Times, que daba su versión: «Según Le Matin, que reproduce una noticia de Colonia, los sacerdotes belgas que se negaron a hacer volar sus campanas después de la caída de Amberes han sido depuestos de sus funciones». La noticia se va complicando cuando la hace pública el italiano Corriere de la Sera: «Según The Tímes, que cita noticias de Colonia comentadas en París, los desafortunados sacerdotes que se negaron a hacer sonar sus campanas han sido condenados a trabajos forzados». Pero la cuestión queda rematada cuando de nuevo Le Matin informa sobre el suceso: «Según una información del Corriere de la Sera, vía Colonia y Londres, se ha confirmado que los bárbaros ocupantes de Amberes han castigado a los sacerdotes que heroicamente se negaron a repicar las campanas, colgándolos de ellas con la cabeza hacia abajo, como un badajo vivo».
En nuestra jerga nacional esto se llama cotilleo. Ya en el lejano 5 de marzo del año pasado reflexionábamos (o eso queríamos hacer) sobre el deporte olímpico del cotilleo. Es deporte porque es ejercicio de práctica ociosa (¿quién cotillea en el trabajo? o ¿es trabajo-trabajo lo que hacemos salpimentándolo con alfilerazos de ocurrencia, comadreo, rumor y aserto?).
Y es olímpico por varias razones. En primer lugar porque nos sentimos dioses de nuestro olimpo decidiendo como dioses sobre la vida, la conducta y la suerte del vecino (¡cuánto más vecino, mejor!). Es olímpico porque lo ejercemos en competición airada y a veces desairada y entregamos a ello nuestras mejores energías. Es olímpico porque nos gusta encumbrar los podios de las medallas y gozamos con oírnos pregonar como los mejores artistas en el arte de referir, tergiversar, amplificar, desdecirnos, mejorarnos en el arte de arrancar la piel con bizarría y solidez.

lunes, 30 de abril de 2012

Una carta al New York Times (y 2)


Sigue la carta del P. Martín Lasarte, sdb.
 
¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que se consumen por millones de niños, por los adolescentes y los más desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo! Pienso que a vuestro medio de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños... No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU. No es noticia que un sacerdote de 75 años, el P. Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina, que alfabeticen cientos de presos; que otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan casas de pasaje para los chicos que son golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio. Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando los enfermos y desesperados. No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, y religiosos hayan dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a cero positivos… o sobretodo, en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.
No es noticia que mi amigo, el P. Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión haya sido ametrallado en el camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que decenas de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región…Ninguno pasa los 40 años.
No es noticia acompañar la vida de un Sacerdote “normal” en su día a día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la comunidad que sirve.
La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.
No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir sus hermanos. Hay miserias, pobrezas y fragilidades como en cada ser humano; y también belleza y bondad como en cada criatura…
Insistir en forma obsesionada y persecutoria en un tema perdiendo la visión de conjunto crea verdaderamente caricaturas ofensivas del sacerdocio católico en la cual me siento ofendido.
Sólo le pido amigo periodista, busque la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso lo hará noble en su profesión.
En Cristo, P.  Martín Lasarte sdb

viernes, 27 de abril de 2012

Una carta al New York Times (1)


El 14 de Abril de 1912 el transatlántico Titanic (construido a partir del 31 de marzo de 1909, botado el 31 de mayo de 1911; de 46.318 toneladas de tonelaje bruto, 269,06 metros de eslora, 28,19 de manga, 53,5 de punta y 10,54 de calado; con 17 secciones independientes; puesto en su primera - y última ruta -  el 10 de abril de 1912 con 2.227 personas a bordo) chocó contra un iceberg al Sur de las costas de Terranova a las 23.40 horas de la noche de ese día y se hundió a las 2.20 de la mañana del día 15 con 1.517 personas en su interior.
Fue una tragedia espeluznante: Por lo que los cientos de miles de otras personas muertas en naufragios en muchas costas de muchas partes del mundo no tienen mucha prensa.
Ruego a los lectores de las Buenas Noches de Don Bosco de hoy y en las siguientes, que presten atención, si no la conocen, a esta carta que el Padre Martín Lasarte, salesiano uruguayo, que trabaja en las misiones de Angola, dirigió hace dos años al diario New York Times. Y tengan en cuenta la reflexión anterior sobre la atención desequilibrada hacia el Titanic.

Querido hermano y hermana periodista:
Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero.
Me da un gran dolor por el profundo mal que personas que deberían de ser señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no puede estar, sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la dignidad de los niños será siempre una prioridad absoluta.
Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico la ampliación del tema en forma morbosa, investigando en detalles la vida de algún sacerdote pedófilo. Así aparece uno de una ciudad de USA, de la década del 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente, otros casos recientes… Ciertamente todo condenable! Se ven algunas presentaciones periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de preconceptos y hasta odio.

domingo, 8 de enero de 2012

La verdad.

La HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA fue una obra de ancianidad de Bernal Díaz del Castillo. Se había ido a los 19 años, en 1514, sin dineros y sin letras, con el denostado, más sin razón que con ella, Pedrarias Dávila.
Nuestro Bernal estuvo en todos los fregados de la conquista del Nuevo Mundo. Desde Cuba, donde recalaba a las órdenes de descubridores, exploradores y conquistadores de Panamá, Méjico, Guatemala, Honduras… casi casi hasta su muerte, pobre, en Guatemala en 1584. Tenía 88 años y había ido escribiendo lo que vivió u oyó haber vivido por otros. Y dejo una obra monumental  por su verdad, su denso contenido y su deseo de reivindicar la gloria para los humildes luchadores de su Castilla (él había nacido en Medina del Campo) a los que se tenía poco en cuenta al exaltar a los que, sin duda, fueren grandes capitanes, pero lo pudieron ser casi sólo por el esforzado denuedo, la entrega, la ilusión, el aguante, la entereza, la valentía de sus hombres “de a pie”.
Y como esto no es una lección de historia, sino la pantalla desde la que nos habla un gran hombre, para ejemplo nuestro, y basta con ello, le dejamos decir:
«...ningún capitán ni soldado pasó a esta Nueva España tres veces arreo, una tras otra, como yo; de manera que soy el más antiguo descubridor y conquistador que ha habido ni hay en la Nueva España...»… «De quinientos cincuenta soldados que pasamos con Cortés desde la isla de Cuba no somos vivos en toda la Nueva España de todos ellos, hasta este año de mil quinientos setenta y ocho, que estoy trasladando esta mi relación, sino cinco».
«Lo que yo vi y me hallé en ello peleando, como buen testigo de vista yo lo escribiré, con la ayuda de Dios, muy llanamente, sin torcer ni una parte ni otra...»…  «Según nuestro hablar de Castilla la Vieja, y que en estos tiempos se tiene por más agradable, porque no van razones hermoseadas ni policía dorada, que suelen poner los que han escrito, sino todo a las buenas llanas, y que debajo de esta verdad se encierra todo bien hablar».
«Mi intento desde que comencé a hacer mi relación no fue sino para escribir nuestros heroicos hechos e hazañas de los que pasamos con Cortés, para que agora se vean y se descubran muy claramente quiénes fueron los valerosos capitanes y fuertes soldados que ganamos esta parte del Nuevo Mundo y no se refiera la honra de todos a un solo capitán; porque no hay memoria de ninguno de nosotros en los libros y memorias que están escritos, y sólo el marqués Cortés dicen en esos libros que es el que lo descubrió y lo conquistó, y los capitanes y soldados que lo ganamos quedamos en blanco, sin haber memoria de nuestra personas y conquistas, que por sublimar a un solo capitán quieren deshacer a muchos».
«Todos dimos muchas gracias a Dios que escapamos de tan gran multitud de gente, porque no se había visto ni hallado en todas las Indias, en batalla que se haya dado tan gran número de guerreros juntos, porque allí estaba la flor de México y de Tezcuco y todos los pueblos que están alrededor de la laguna, y otros muchos sus comarcanos, y los de Otumba, Tepetezcuco y Saltocán, ya con pensamiento de que aquella vez no quedara roso ni velloso de nosotros».

viernes, 22 de abril de 2011

Tiresias.


Ulises, hecho el sacrificio, invoca a Tiresias
En la enmarañada mitología griega que heredaron, corrigieron y aumentaron los romanos, sobresalen, entre todos los adivinos, Tiresias y Calcas. A los dos se les puede dar diploma de honor. Los demás, a lo más, quedaron con un honorable accesit. Aunque Mopso, nieto de Tiresias, hizo que Calcas, experto en ver el futuro en la guerra de Troya,  muriese de dolor al tener que aceptar su superioridad.
Tiresias lo pasó muy mal a pesar (o debido precisamente a ello) de su prestigio como vidente. Atenea lo convirtió en mujer cuando era joven. Pero, arrepentida, le devolvió a su ser primero siete años más tarde. Y lo dejó ciego por su curiosidad de verla en el baño. A Tiresias recurrió el trágico Edipo para conocer su oscuro origen y el porqué de su torcida conducta. Tiresias aconsejó al joven Odiseo en el Hades sobre el regreso a su adorada isla de Ítaca.
Y a Tiresias recurren los conocedores del genoma por lo de Edipo: ¡complejo de Tiresias!; y los psiquiatras por la condición del ciego que no ve el presente mientras adivina el futuro. Es decir, la situación de los que ven lo que no ven los demás porque son ciegos o, de otro modo y más exactamente, los que se ciegan ante otras cosas cuando tienen clara su visión sobre una concreta. ¡El complejo de Tiresias! 
Algo parecido nos sucede a todos con frecuencia cuando defendemos con tanta pasión nuestra verdad. Hasta el punto de matar o matarnos. Nos cegamos para cualquier otra “verdad” que no sea la nuestra. Se trata de un conflicto entre “yos”. O del ejercicio (parece ser que necesario o al menos higiénico) de llevar la contraria.  
 ¿A qué se debe? Las razones pueden ser muchas y sería bueno ver todas. Pero nuestra “verdad” llega a poco, si es que es verdad de verdad y si es verdad que llega. Contentémonos con ello. Quien es capaz de poseer la verdad puede ampliar este comentario. 
Defendemos hasta la muerte (mejor la del oponente) nuestra verdad, porque nos creemos más que él. O porque creemos que sólo nosotros tenemos derecho a pensar, a opinar, a expresarnos. O porque nos produce tanto placer vivir chinchando, que no somos capaces de renunciar a él. O porque vivimos tratando de acomodar el mundo a nuestro gusto, de moldearlo según nuestro criterio, de colorearlo de acuerdo con nuestro daltonismo. O porque no sabemos hacer otra cosa. O porque estamos insatisfechos de la vida y de la historia y de todo y no podemos aceptar que haya algo que esté bien. O porque destruir nos gusta tanto, que apenas aparece algo o alguien en quien asestar nuestra maza, nos entregamos con placer a no dejar títere con cabeza. O porque nos sabe a derrota dar el visto bueno a lo que no  hemos pensado o dicho o hecho nosotros. O porque somos idiotas. En el buen sentido de la palabra. O en el malo.