Nuestro Rector Mayor don Ángel
Fernández Artime, llegará a Roma, de la mano de Don Bosco, el próximo día 18 de
Mayo. Dejó la capital de Italia el 28 de Abril. Y volando de isla en isla
(islas Fiji, Islas Salomon, Nueva Zelanda, Samoa, Tasmania y Australia) en el
Mar de Oceanía, habrá visitado en aquellas lejanas tierras y mares de Australia
a todos los Hermanos de la Familia Salesiana que respiran allí el aire de Don
Bosco. La Inspectoría de Australia es una de las más jóvenes con poco más de
sesenta años y son 72 los salesianos, secundados por los salesianos
cooperadores, que trabajan en ella por
el Reino de Dios en 15 obras apostólicas (gran parte de ellas en Melbourne),
especialmente parroquias, formación profesional, atención a emigrantes, a niños
abandonados y pastoral juvenil.
Don Bosco soñó una noche que
volaba desde Valparaíso hasta Pekín. Pero en aquel sueño del 9 de Abril de 1886
en Barcelona, no excluía ninguno de los lugares a los que habría de llegar poco
a poco, año tras año, siglo tras siglo.
Cuando el Don Bosco vivo, el
sucesor en su paternidad de la Familia Salesiana, pasa unas horas en alguno de
los lugares donde están sus hijos se aviva el perfume de su presencia, que es
siempre y por encima de todo, una presencia salvadora.
Esta convicción (que es también o
debe ser compromiso de las personas y de los grupos) debe florecer en la
actitud que definió toda la vida de nuestro Padre, la entrega.
Cuando Don Bosco
escribía “Tengo prometido a Dios que incluso mi último aliento será para mis
pobres jóvenes”. O “Me basta que seáis jóvenes para que os ame con todas mis
fuerzas”. Y “Yo por vosotros estudio, por vosotros trabajo, por vosotros vivo,
por vosotros estoy dispuesto incluso a dar mi vida” no escribía frases bonitas,
ni para quedar bien o redondear el enunciado de un proyecto. ¡No: era su vida!
Probablemente lo heredó de sus padres: de Francisco a quien no conoció, pero
del que conoció las últimas palabras a su querida Margarita poco antes de
morir: “Cuídalos tú, especialmente a Juan: ¡Es tan pequeño!”. Y de Margarita,
la enamorada de los pobres y la pobreza, la madre de todos.
Y aquella mano de la
Maestra recibida en su primer sueño, con la que le tomó de la suya y después
puso sobre su cabeza, fue la garantía permanente para su entrega total, sin
ahorro de esfuerzos ni sufrimientos.
Don Bosco había leído
con seriedad el Evangelio. Y en él había tomado de los labios de Jesús el
programa de amar hasta dar la vida para que el amor que llenaba su vida fuese
de verdad.