viernes, 17 de abril de 2015

Contaminación.

A lo mejor no es verdad, pero un Instituto Internacional para Sistemas Aplicados de Análisis austriaco ha lanzado la voz de alarma, publicada recientemente por el Washington Post, sobre la situación de contaminación de algunas ciudades dentro de 15 años. Sitúa en el vértice a ciudades como Milán, Turín, Gijón, Estocolmo, Stuttgart, París…  Mírate en el mapa. 
Se trata de adoptar medidas eficaces, y no como hasta ahora que hemos sido bastante remisos, para reducir el tanto por ciento de PM10 en el aire (PM10 son pequeñas partículas sólidas o líquidas de hollín, polvo, ceniza, metálicas - silicatos, aluminatos, metales pesados…- cemento, polen, sustancias orgánicas… que proceden de incendios, volcanes, combustiones: ¡ay los automóviles!, industrias, labores de construcción y del campo, quemas alegres de todo lo que estorba…
Aseguran que el clima, el estado de la atmósfera y de las aguas y, de un modo directo, de la pureza o impureza del aire del que toman vida bosques, animales y vegetales consumibles sufren de nuestra desidia o incultura.
Porque incultura es lo contrario de cultura que significa conocimiento, sí, pero también sabiduría, cortesía, civilización…  
Y porque esa incultura sobre la naturaleza es fruto de la incultura sobre el hombre, fruto de la falta de educación, es ahí donde debiéramos sentirnos sensibles, más sensibles, muy sensibles.  
Dejemos aparte la oleada de mal gusto que empapa muchas de nuestras actuaciones y manifestaciones. Desde las personales, nacidas de la debilidad del que no se preocupa de embellecer un mundo que de por sí ya es precioso (mundo, cosmos… significan precisamente limpio, bello, admirable) y las que brotan de una cierta violencia interior animal que lleva a deteriorar, achantar o hasta destruir la belleza porque nos fastidia que haya alguien más guapo que nosotros; o las que desplegamos para llamar la atención porque tenemos un cierto prurito de no saber vivir si no somos los primeros, los que más hablan, los que más gritan, los que más ruido hacen.
Cultura y educación es saber que ocupamos un lugar junto a muchos otros, y que ni ese lugar ni esos muchos otros tienen por qué aguantar nuestras excentricidades ni nuestras gracias destructoras. Que ese lugar debe quedar limpio para el que venga después (nadie está aquí para siempre). Y que esos otros tienen, al menos, el mismo mérito y derecho a que se respete su identidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.