Mi amigo Alejandro escribía sobre la “arena”, cuando
tenía quince años, la poesía que transcribo:
Vengas de donde vengas - pienses como pienses – seas lo que seas
- recuerda: - deja huella.
Como un avión que deja su
estela
en el aire al volar,
logra tú que tus pisadas
queden marcadas a orillas del
mar.
Como recuerdos en la memoria
que no logras olvidar
haz que tus acciones queden en el tiempo
al echar la vista atrás.
Y así dentro de un tiempo
cuando el final haya llegado
esas huellas que dejaste
harán que no seas olvidado.
Estoy seguro de que cuando, dentro de dos años,
repase estos versos, los pulirá sin prisas y hará que su lectura te sea más
plácida. Pero estoy también seguro de que no cambiará ni una tilde de la
propuesta que hace. Y dentro de veinte años añadirá que una Mirada amorosa y una Memoria sin fisuras
dan perpetuidad a nuestras vidas porque están enraizadas en la Vida. ¡Qué bien
se entiende esto cuando se celebra con gozo la Pascua de Quien es para nosotros
Camino, Verdad y Vida!.
¿Quién siente, de entre los
nuestros, de quince años, que la vida es siempre siembra de bien hoy para una
cosecha plena en el mañana? Tal vez vivir al día (no prestar atención a que
pisamos destruyendo, a que sembramos granos hueros, a que dejamos estelas
inconsistentes) nos hace perder de vista que nuestros jóvenes necesitan el
sosiego oportuno y el ejemplo determinante para que descubran en el fondo de su
espíritu que existe una responsabilidad, es decir capacidad de dar respuestas
que nos hagan felices y hagan felices a los que sigan nuestras huellas porque
hemos amado.