miércoles, 25 de julio de 2012

Silene Stenophylla.


¿Se creen ustedes que un equipo de investigadores rusos haya presentado hace unas semanas el resultado de su actuación sobre semillas de una planta llamada Silene Stenophylla descubiertas hace un año en la guarida de una ardilla que vivió hace treintaidos mil años cerca del río Kolyma en la Siberia nororiental? Parece ser que sí. Y que en ese cubil, sepultado a 38 metros de profundidad, en la tundra de Duvanny Yarde, esperaba esa reliquia del Pleistoceno y del Paleolítico.

Silene stenophylla
Vienen al recuerdo las nostalgias de Bécquer en sus rimas

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!

¡Qué orgullo el de la persona o escuela o institución que sabe arrancar de una muerte  aparente forzada por el olvido, el frío, el desprecio, el desinterés, la vagancia de su entorno familiar o social… no ya sólo al genio o al superdotado, sino al pobre que no tiene acceso a la fuente en la que pueda beber su dignidad! ¡Cuánta riqueza se destina en subvenciones a frivolidades que no sirven más que para diluir el sentido de la vida y de la solidaridad; que alimentan en algunas sociedades la sed de vacío, de apariencia, de pasarlobien y de indignidad en el fondo de todo ello!
¿Será posible calcular el caudal invertido en el cuento, en la indolencia, en la apatía,  en el vagabundeo de los que hace cursos de protesta sistemática sin dar golpe, de chupeteo de todo lo que les vaya permitiendo “tirar del bote” común, del esfuerzo de otros y de la urgencia de hace un mundo más noble y más humano?

viernes, 20 de julio de 2012

Peri Em Heru.


El serio investigador alemán Karl Richard Lepsius llamó en 1842 Libro de los muertos al conjunto de oraciones, fórmulas o sortilegios con que los egipcios ayudaban a sus muertos a hacer la gran travesía hasta el Aaru o mundo del Sol. Lo hacían desde el Imperio Antiguo, hace casi cinco mil años. Aunque el estilo de las invocaciones fue variando y mejorando con el paso del tiempo.
Ya en el Imperio Nuevo (pongamos hacia los años 2.500, cuando Keops, Kefrén y Mikerinos - o Jufu, Jafra y Menkaura, como les gustaba llamarlos a sus paisanos, abuelo, padre e hijo - se hicieron las célebres pirámides en Guiza) las invocaciones estaban consolidadas, aunque no había quien las entendiera.          
Y los saqueadores de tumbas dieron el nombre de Kitab al-Mayitun (que significa "Libro del difunto") a los papiros que hallaron junto a las momias. O Lepsius copió a los profanadores o éstos oyeron a Lepsius. Porque el verdadero título de tal literatura, como dicen los que entienden de ese mundo sugestivo y misterioso, sencillo y complicado, sombrío y luminoso de la interminable vida de los egipcios, es el de rw nw prt m hrw. O, con mayor brevedad y más vocales, peri em heru. Es decir, más o menos: Palabras para salir a través de la luz. Que es un modo de explicar con más esperanza de qué se trata.   
Comprende las oraciones de marcha hacia la necrópolis con himno al Sol y a Osiris. La “salida al día” con el triunfo sobre los enemigos. La toma de  diversas apariencias para disimular, el uso de la barca solar para conocer algunos misterios. Regreso a la tumba. Juicio ante el tribunal de Osiris. Textos de glorificación del muerto para diferentes fechas y celebraciones, servicio de las ofrendas, preservación de la momia por los amuletos.
Alabanza a Osiris y, finalmente, el capítulo mas impresionante con el que dejamos al paciente lector que ha llegado hasta aquí:
"Fórmula para entrar en la sala de las dos Maat". El difunto se presenta ante el tribunal de Osiris. Se pesa su corazón (conciencia y moralidad).
“Fórmula para impedir que el corazón del difunto N. se oponga a él mismo en el Más Allá”: Que diga (el difunto, al llegar a la Sala de Maat, donde habrá de ser juzgado en presencia de Osiris, la divinidad del Inframundo):
“¡Oh mi corazón (proveniente) de mi madre, oh mi corazón (proveniente) de mi madre, oh víscera de mi corazón de mi existencia terrenal! ¡No levantéis falsos testimonios contra mí en el juicio, ante los Señores de los bienes! ¡No digáis a propósito de mí: “Hizo aquello, en verdad” con respecto a lo que hice; no os levantéis contra mí delante del Gran Dios, Señor del Occidente!
¡Salve a ti, corazón mío! ¡Salve a ti, víscera de mi corazón! ¡Salve a vosotras, entrañas mías! ¡Salve a vosotros, dioses preeminentes, portadores de majestuosos penachos, cuyo poder radica en vuestros cetros! Anunciadme a Re, recomendadme a Nehebkau cuando llegue al Occidente del cielo”.

domingo, 15 de julio de 2012

Nehebkau


Los que han tenido ocasión (o necesidad o gusto o disgusto) de leer las 192 fórmulas hasta ahora encontradas del mal llamado (porque su verdadero “nombre”, como todos saben, es el de Peri Em Heru, es decir Palabras para salir al día) Libro de los muertos egipcio saben quién es (o era) Nehebkau.                
Y como todos saben, pero ahora se lo recordamos, ese Libro ayudaba a los que habían dejado de ver el Sol, porque se morían, a acertar con el proceso de purificación en la Duat subterránea (sobre todo el exigente juicio de Osiris) hasta llegar a la casa del Sol, el Aaru.
Como el tema es rico en lección, volveremos a él otro día. Pero hoy nos interesa tener en cuenta que el nombre de la serpiente Nehebkau, significa, más o menos la que alimenta a los kas. Lo hacía en dos vasos con “leche de luz”. Los kas eran los difuntos en su difícil camino hacia el Día. Y Nehebkau era una serpiente divina cuya misión era mantener unidas y en vigor todas las energías del universo. Tenía también el poder de curar a los que habían sido mordidos o picados por animales ponzoñosos.
Y como una imagen es suficiente para saber cómo imaginaban los egipcios a la serpiente, sobra la descripción.
Pero viene bien – pienso - esta breve y simple reflexión sin la que la noticia anterior no valdría mucho: ¿No andaban un poco despistados los egipcios de aquellos lejanos tiempos (¡hace más de cuatro mil años! por lo menos) si dejaban para después de muertos el arreglo de sus asuntos con la justicia?
¿Y no andamos liados nosotros, después de esos años, con nuestros conflictos del día, sin darnos cuenta de que el tiempo pasa y vale la pena ajustarlos ya ahora? Porque creer que Nehebkau nos va a dar fuerzas cuando nos encontremos con un corazón arrugado por el egoísmo, es creer algo muy arduo: que alguien ajeno a nuestra libre conciencia pueda enderezar, cuando ya no hay tiempo, lo que quisimos torcer porque nos dio la gana.

martes, 10 de julio de 2012

Bohol


No es broma escribir los siguientes nombres de los ayuntamientos de la isla de Bohol, una de las mayores de Filipinas: Alburquerque, Alicia, Anda, Antequera, Bien Unido, Buenavista, Carmen, Clarín, Corella, Cortés, Duero, García Hernández, Getafe, Lila, Pilar, Presidente García, San Isidro, San Miguel, Sevilla, Sierra Bullones, Trinidad, Valencia. No es de extrañar. A pesar de su identidad más que plural (tagalos, cebuanos, ilocanos, bisayanos, hiligainones, bícoles, samareños, moros, pampangos, pangasinenses, ibanag, ivatan, igorotes, lumad, mangyen, negritos, aeta, ati…) mantienen una cierta nostalgia histórica de la presencia española en aquel precioso archipiélago.
No es broma tampoco escribir que en medio de la Isla de Bohol hay un lugar (Monumento Nacional) llamado Chocolate Hills, es decir, Colinas de Chocolate. Son 1268 conos de unos 120 metros de altura que ocupan una superficie de más de 50 kilómetros cuadrados. Son el resultado (dicen, pero vaya usted a saber) del levantamiento de depósito de piedra caliza. Es, pues, un intrigante paisaje kárstico, como dicen expertos.
Pero en el lugar (¿y quién va a estar más enterado que ellos?) no están muy convencidos y dicen que hubo una vez un gigante, Arogo, que lloró sin pausa y que cada lágrima por la muerte de su amada se convirtió en uno de esos conos.
¿Y por qué chocolate? Porque en los meses de sequía, agostado el verde que los cubre, dan la impresión de ser descomunales bombones, todos tan iguales, todos tan quietecitos.
Y como esto no es una página de propaganda turística, vamos al grano que nos interesa. En el salmo 56 (55 según la diferente numeración desde el 11 al 147) se lee (versículo 9) una cosa tan sugestiva como ésta: De mi vida errante llevas tú la cuenta. ¡Recoge mis lágrimas en tu odre! 
Moisés pedía a Dios si no perdonaba el pecado del pueblo: Bórrame del libro que has escrito. El autor de este salmo, en cambio, está seguro, recordando lo que hace un buen administrador con un tesoro o un beduino con el agua en el desierto, que Dios acaricia en su corazón los pasos del fiel desterrado y las lágrimas del perseguido por su causa. Aquí no hay conos de chocolate en los que se han convertido las lágrimas del que sufre, sino el seguro de que Dios será grandioso con sus amigos al final de la  peregrinación.

jueves, 5 de julio de 2012

¿Al revés?


Para los que ya hace mucho tiempo que aprendieron cómo se porta el río Okavango y para los que no han caído en ello, me permito decirlo aquí.
Es un río grande, muy largo, como casi todo en África, de casi mil seiscientos kilómetros, que nace en Angola con el nombre de Cubango y que en la época de las grandes lluvias se crece, crece y se convierte en un milagro. Porque yo creo que el Okavango, como todo en África, tiene alma. Alma de río, claro, pero alma y grande. Cuando ya es adolescente atraviesa Namibia, como Kavango, regándola, y llega adulto a Botsuana, donde, ya Okavango, se entrega para formar lo que dice su nombre: ríos con grandes peces. Los racionalistas dicen que el río mantiene ese curso porque no tiene más remedio, porque lo aprisionan dos fallas geológicas que no le dejan hacer lo que hacen todos los ríos: echar su vida al mar. Pero yo creo que lo hace porque no quiere perderse en el infinito de los océanos, sino convertirse en fuente de vida, en forma de un inmenso delta lleno de vida en el más inmenso desierto de Kalahari (gran sed) de 700.000 km2. Llega a bañar este impresionante río algún año, en su crecida, hasta 22.000 km2. Y allí se consumen sus aguas hasta la nueva crecida.
Acuden, además de miles de aves, elefantes, búfalos, hipopótamos, jirafas, cebras, leopardos, cocodrilos, rinocerontes y… leones nadadores. Nadadores porque, si no, los antílopes y los impalas se les escaparían por el agua.
¿Moraleja? Muy simple, pero puede valer. ¿Ser distinto es malo? ¿No ser como los demás demuestra soberbia? ¿Es necesario seguir la moda para sobrevivir? ¿Investigan y descubren los que caminan en pelotón o los que se adentran en solitario tierra adentro? ¿Acudir con las manos llenas y abiertas donde hay necesidad nos empobrece?   

sábado, 30 de junio de 2012

Budapest.


Corona, espada y mundo (San Esteban: año 1000)

Toda persona que viaja o quiere viajar sabe que Budapest es la capital de Hungría. Y aunque parezca que una ciudad puede decirnos poco para alentar nuestro intento de mejorar el mundo (este pequeño mundo que se nos ha confiado), vamos a ello.  
Hasta 1873 Budapest no era Budapest. Había una ciudad llamada Buda en la orilla derecha del gran Danubio. Que todas las mañanas saludaba desde lejos y por encima de las aguas del río azul a otra ciudad de la margen izquierda que se llamaba Pest.  Y se gustaban tanto que aquel año decidieron convertirse en una sola y preciosa ciudad, la “perla del Danubio”.
Esa es la primera lección. No es la única ciudad que la da: por ejemplo, Nueva York con el Hudson, se hizo una cuando, en 1898, Brooklyn se unió a Manhattan… Y desde mucho antes (¡en 330!) Constantinopla, a pesar del Cuerno de Oro y del Bósforo, es una sola ciudad. Y nosotros, ¡a la gresca de la división!, ¡a la pesca de mi parcelita!
Parece que el nombre de Buda, en antiquísima lengua local, significa (con mucha razón: basta asomarse al Danubio)”agua”. Y Pest, en eslavo, es “horno”. ¡Qué buen consorcio: agua y fuego!
Y esa es la segunda buena lección: la vecindad de los extremos no es necesariamente un mal. La cercanía de la Fuerza y la Ternura engendra amor. Basta ver de qué modo el Sol y el Mar provocan juntos el choque y la quietud vitales de la playa.   
La tercera puede tomarse en la contemplación de su historia. Budapest (Óbuda) fue primero celta, después romana (Aquincum), deshecha por los vándalos, ocupada por los mongoles, convertida por algún tiempo en suya por los otomanos, siguió siendo magyar en su corazón. San Esteban, su primer rey, le dio un alma que pudo volar por encima de los avatares de casi mil años para que sea hoy un modelo de libertad, laboriosidad,  arte, cultura, equilibrio y sensatez.

lunes, 25 de junio de 2012

Sembrar amor.


Juan Cervera Sanchís, de Lora del Río, que sueña a Sevilla  con los ojos abiertos en su México acogedor, decía de sí hace poco más de un año, que es 
el último poeta,
que rima flor con amor,
que rima vuelo con cielo,
y cuna con luna rima
y poesía con fantasía.

Me repito a mí mismo muchas veces (y me hace bien hacerlo) otros versos que escribió hace medio siglo:
Ando sembrando
amor
por los caminos.
Por donde paso
o sueño
que he pasado,
o he de pasar,
o acaso nunca pase,
ando sembrando
amor
mientras me muero

Y me hace bien repetírmelos porque es un proyecto (sin vista atrás, breve, resuelto) de muerte por los otros. Y cuesta tanto morir amando a los otros o simplemente amar (si es que amar no supone irremediablemente morir), que necesito al menos saber el camino que debo hacer aun sin hacerlo.
Sembrar amor parece un disparate. Porque lo que nos gusta es cosechar. Pero sembrarlo mientras muero, sin esperar que al menos una brizna de vida brote de mi siembra, parece un suicidio sin herederos. Y sin embargo el poeta necesitaba sembrar mientras caminaba porque morir así era su meta. Y sembrar por caminos reales o soñados, presentes o futuros, pisados o no más que deseados, es una avasalladora profesión de vida.
Y no es que el poeta – pienso – sienta tener que morir porque ama. No es que sepa que si ama se hace alieno, se hace de “otros”. Es que está seguro de que sólo será de verdad si deja de ser porque se ha dado todo en forma de amor.
Cuando se vive en mundo en el que el yo lo quiere todo, es muy difícil aceptar como amigo, como amigo de verdad que compromete nuestra existencia, a Jesús que en todos los caminos de Galilea ensayó esa siembra de amor y en Sión acabó de sembrar porque amó hasta entregarse todo.

miércoles, 20 de junio de 2012

Séneca.


A Lucio Anneo Séneca le debió de divertir el título que puso a la sátira contra el fallecido emperador Claudio: Apocolocyntosis divi Claudii (que para los que tienen el griego - y el latín - un poco hacinado, se podría traducir como La conversión en calabaza del divino Claudio. Y le divertiría en su embestida juzgarle, condenarle, desterrarle del Olimpo, arrojarlo al Hades y castigarle a jugar a los dados con un cubilete sin fondo hasta que Calígula le consiguió un puesto de honrado funcionario.
Muy divertido tal vez, pero fuera de sitio, al menos, cuando el ataque se lanza como venganza sobre la memoria de un hombre muerto.
Poco más tarde Séneca sería también hombre muerto por designio de su pupilo Lucio Domicio Enobarbo al que, con poco respeto, llamamos familiarmente Nerón.
Parece mentira que ese hombre escribiese cosas como las siguientes por las que le tenemos por recto, justo, honrado, respetuoso, serio, y profundo.
En su ensayo sobre el ocio decía: Solemos afirmar que el sumo bien consiste en vivir según la naturaleza: la naturaleza nos ha engendrado para estos dos fines: la contemplación de la realidad y la acción...
La naturaleza nos ha dado una índole sedienta de conocimiento y, consciente de su maestría y de su belleza, nos ha engendrado para hacernos espectadores de sus visiones majestuosas, porque vendría a perder el fruto de su obra si exhibiese obras tan grandiosas, tan espléndidas, tan finamente realizadas, tan deslumbrantes y bellas con una belleza multiforme a una platea vacía.
La primera consideración es sobre el hecho de su conversión. Los que siguen su trayectoria como hombre de estado, como filósofo, como fallido preceptor imperial saben bien que su camino desde la ambición juvenil al sosiego del atardecer fue limando las aristas de sus desmedidas.
Pero no interesa aquí subrayar la historia lejana y discutida y sí aplicarnos las palabras que nos dirige como posibles espectadores de la grandeza que nos acoge. Corremos el riesgo contagiado de ver solo lo despreciable porque nos distraen la acción, la vorágine de los hechos, la ramplonería de fijarnos en la superficie de los acontecimientos, de la historia, de las personas y llenar de vacío esta preciosa platea en la que vivimos, nos movemos y existimos.