jueves, 5 de julio de 2012

¿Al revés?


Para los que ya hace mucho tiempo que aprendieron cómo se porta el río Okavango y para los que no han caído en ello, me permito decirlo aquí.
Es un río grande, muy largo, como casi todo en África, de casi mil seiscientos kilómetros, que nace en Angola con el nombre de Cubango y que en la época de las grandes lluvias se crece, crece y se convierte en un milagro. Porque yo creo que el Okavango, como todo en África, tiene alma. Alma de río, claro, pero alma y grande. Cuando ya es adolescente atraviesa Namibia, como Kavango, regándola, y llega adulto a Botsuana, donde, ya Okavango, se entrega para formar lo que dice su nombre: ríos con grandes peces. Los racionalistas dicen que el río mantiene ese curso porque no tiene más remedio, porque lo aprisionan dos fallas geológicas que no le dejan hacer lo que hacen todos los ríos: echar su vida al mar. Pero yo creo que lo hace porque no quiere perderse en el infinito de los océanos, sino convertirse en fuente de vida, en forma de un inmenso delta lleno de vida en el más inmenso desierto de Kalahari (gran sed) de 700.000 km2. Llega a bañar este impresionante río algún año, en su crecida, hasta 22.000 km2. Y allí se consumen sus aguas hasta la nueva crecida.
Acuden, además de miles de aves, elefantes, búfalos, hipopótamos, jirafas, cebras, leopardos, cocodrilos, rinocerontes y… leones nadadores. Nadadores porque, si no, los antílopes y los impalas se les escaparían por el agua.
¿Moraleja? Muy simple, pero puede valer. ¿Ser distinto es malo? ¿No ser como los demás demuestra soberbia? ¿Es necesario seguir la moda para sobrevivir? ¿Investigan y descubren los que caminan en pelotón o los que se adentran en solitario tierra adentro? ¿Acudir con las manos llenas y abiertas donde hay necesidad nos empobrece?   

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