jueves, 21 de febrero de 2019

ULURU o... Ayers Rock.


ULURU llaman desde siempre los anangu, aborígenes de Australia, a este monolito que les viene desde el Cámbrico, formado por feldespato y sales de Hierro, al que William Gosse, el primer occidental que subió a él en 1873, le dio otro nombre, Ayers Rock, que era el del primer ministro de Australia en aquella fecha.
Es, como sin duda sabes, una enorme roca de 349 metros de altura y 8 kilómetros de perímetro, en el centro de Australia, rodeada por cuatro desiertos y “surgida en la época de los sueños del pasado, presente y futuro”, en cuya cima, dicen, vive una serpiente pitón, centro de fe de la cosmogonía de los aborígenes: “los hombres hicieron la Tierra y la Tierra hizo a los hombres”.
La solidez de esa roca y la de la fe de los que la veneran puede servirnos para cotejar con ella la firmeza de nuestra historia colectiva, familiar y personal. Porque es el caso que esta historia personal y colectiva, que es la que de verdad nos interesa, necesita de un repaso a fondo.
¿Estamos satisfechos de la claridad y altura de miras, de la entereza de voluntad, de la firmeza, nobleza y grandeza de las convicciones y el carácter con el que se van modelando nuestros hijos, nuestros educandos? No podemos estar esperando “a ver lo que sale”. No podemos rendirnos a la idea de que “nos ha tocado” vivir una etapa de la historia en la que hay que rendirse ante la marcha del mundo. Eso es, naturalmente, lo cómodo, lo que creemos que cohonesta el esfuerzo que aplicamos para que crezcan con una aceptable dignidad en medio de un aire en el que dignidad y apariencia se confunden.           
La inmensa alegría de haber volcado ilusión, cercanía, afecto, propuesta de metas sucesivas y crecientes, seguimiento eficaz y respetuoso, análisis del camino que se va haciendo, de las dificultades que presenta, de los medios que se aplican para hacerlo vida y, sobre todo, el ejemplo de esa vida y de entusiasmo deben mantenerse enhiestos para que el fruto conseguido sea un fruto sazonado. 

sábado, 16 de febrero de 2019

El Tambora de Sumbawa.


El Tambora es un volcán de 2850 metros de altura en la isla de Sumbawa, Indonesia.
Su máxima actividad conocida la tuvo el 10 de abril de 1815: arrojó 160 kilómetros cúbicos de material volcánico y causó la muerte inmediata de 71.000 personas. Provocó anomalías del clima en todo el mundo en 1816, “año sin verano” y sin cosechas. Con sus cenizas a más a 10 y 30 km de altura durante años produjo nieve de junio a septiembre  en Estados Unidos y Canadá y epidemias de tifus en el Sureste de Europa y en el Este del Mediterráneo.
En la historia de las personas nada de lo que sucede queda sin consecuencias. Ni nada de lo que hacemos. Hasta un gesto sin aparente relieve en una madre o un padre, en un educador se puede convertir en una actitud de reserva, en una conducta de apartamiento, en un vacío a todo lo que provenga de él, en una vida llena de resabios y desquites, de soledad interior, de desconfianza general y profundamente creciente.
Basta haber tenido la confianza de uno de nuestros jóvenes amigos tocado por una desafortunada intervención paternal (¿paternal?), para apreciar la hondura de ese mal. Y si por herencia o venganza continúa esa cadena de conductas torpes y egoístas, nos damos cuenta de por qué en nuestra cercanía familiar o en nuestra más o menos vecina sociedad advertimos en algunos de nuestros “amigos” amarguras, decepciones, desánimos, necesidad visceral de revancha… 

lunes, 11 de febrero de 2019

Diálogo...? O no es verdad.


Roger Rosenblatt comenzó su vida profesional como escritor y periodista. El teatro, la historia y la poesía moderna le abrieron después el paso desde muy joven camino de la cátedra. De las muchas cosas inteligentes que escribió está esta severa afirmación: Entre padre e hijo no puede haber monstruo más terrible que el silencio.
Que nos sirve para analizar nuestra conducta y relaciones en el ejercicio supremo de nuestra vida familiar: la comunicación. 
Parece natural que quienes comparten un mismo techo lo hagan también con la sangre y la palabra. Pero no siempre es así. Y porque es así se va abriendo un abismo en la “comunión” entre padre e hijo y se abre día a día una trinchera que los separa irremediablemente.
Conocí un caso en el que era el padre el que se desahogaba sin ser capaz de darse cuenta de que la situación la había creado precisamente él. La falta de una oportuna pero sincera declaración de afecto y estima fue dando cuerpo a una triste convicción en el hijo: “Mi padre no me aprecia, mi padre no me quiere, le tengo sin cuidado, hasta puede ser que me desprecie…”. Y el silencio se enseñorea en forma de desinterés e ignorancia recíproca… que va pervirtiendo poco a poco no solo la relación, sino la capacidad de transmitir palabras, sentimientos, estima, afecto y vida.
Si no se manifiesta el amor es inútil pretender lanzar puentes de otro tipo para poder acercarse al que es, por generación, por autoridad, por afecto, por cercanía la obra de nuestra vida.
Una vez más la palabra de Don Bosco bajo cuyo afecto vemos todo y vivimos nos vuelve a recordar que “la educación es cosa del corazón”.  

viernes, 8 de febrero de 2019

Primer contrato laboral de aprendizaje.


El afecto hacia Don Bosco de todos los suyos animó a atesorar escritos y documentos de su servicio paternal a sus muchachos. Se conserva, por ejemplo, un extenso y minucioso contrato de aprendiz de carpintería a favor de uno de ellos, Giuseppe Odasso, en el taller del señor Giuseppe Bertolino. Seguro que fue uno de los primeros contratos laborales, lo firmaron dicho maestro, el aprendiz, su padre Vincenzo y Don Bosco el 8 de Febrero de 1852 (hace hoy 167 años) en doble copia y en papel timbrado de 40 céntimos.
El maestro se comprometía a “corregir al joven solo de palabra y sin golpes, respetando su edad, su capacidad, el descanso los días de fiesta y los deberes como alumno del oratorio”.
El joven se comprometía a portarse como “buen aprendiz”. Durante los dos años de su aprendizaje recibiría un sueldo de 30 céntimos diarios los seis primeros meses, 40 en el segundo semestre y 60 desde enero del segundo año.  
Hace bien recorrer algunas de las fechas de la vida de Don Bosco y situar en ella la firma de este contrato: en 1847 acoge a algunos sin techo  y amplía ese espacio al año siguiente. En 1853 empiezan los primeros talleres que tal vez fueron de remiendo de calzado.    
Y un año antes, como hemos visto, ya había colocado al joven Giuseppe Odasso como aprendiz en el taller del señor Bertolino.
La impresión que causa leer la vida de Don Bosco lleva a entender que la grandeza de su corazón fue, desde el principio y sin barreras a la hora de entregar su atención a los que más necesitaban ese precioso regalo. Más y más, forzando las fronteras de lo presente, porque sabía que era del futuro, siempre del futuro, el campo interminable de su proyecto.

martes, 5 de febrero de 2019

Sonreír, siempre sonreír.


La Universidad del Estado de Ohio (EEUUA) analizó 7.200.000 imágenes de rostros humanos, que quedaron reducidas a 35 modos diferentes. Tomaron 821 palabras inglesas para describir los sentimientos. Las tradujeron al español, chino mandarino, persa y ruso y se pusieron a investigar en 31 países de todo el mundo.
El rostro humano puede expresar sentimientos de 16.384 maneras, combinando los músculos faciales de modo diferente. El disgusto sólo necesita una expresión facial,  tres el miedo, cuatro  la sorpresa y cinco la tristeza y la rabia.
Las expresiones universales que expresan emociones son una docena y, afortunadamente, la mayor parte se usan para manifestar alegría. Aleix Martínez, coautor del estudio, ha quedado satisfecho de esta última constatación  “porque –dice– habla de la compleja naturaleza de la felicidad".
Todo lo anterior es curioso y puede ser que también interesante. Pero llegar como final del estudio a gozar por la “compleja naturaleza de la felicidad” debería llevarnos a que nuestra conducta, nuestros gestos, nuestras actitudes, nuestro trato, nuestras propuestas, nuestras invitaciones, nuestros modos de mostrar caminos estén siempre iluminados por la sonrisa.     
San Pablo VI, el año 1975 nos ofreció una carta sobre la alegría: «Gaudete in Domino». Y en ella señalaba a Don Bosco como uno de los santos que mejor habían aprendido y comunicado el carisma de la alegría. Su primer intento de unir y empapar de fe la vida de sus amigos, siendo estudiante en Chieri (1832) le hizo fundar la «Sociedad de la Alegría» entre sus compañeros, mostrando su opción por buscar lo positivo en la vida y evitar toda tristeza («melancolía, fuera de la casa mía»). Y esa fue una de las claves psicológicas fundamentales de su pedagogía. Era en el fondo, como no podía ser de otra manera –como no puede ser nunca- la alegría sobrenatural de la fe.

sábado, 2 de febrero de 2019

Proclamadlo desde las azoteas...


Don Bosco tenía muy presentes las palabras de Jesús a sus discípulos cuando les mandaba predicar desde las azoteas las verdades aprendidas de Él. Lo cuenta san Mateo en el capítulo décimo de su evangelio. 
No es de extrañar que Don Bosco leyese, comentase y sugiriese alguna corrección a sus biografías, que fueron apareciendo en Francia a partir de 1881 la del doctor Charles D'Espiney y en 1883 la de Albert du Bois. En 1884 aparece, como ya sabemos, la primera española, Don Bosco y su Obra, de monseñor Marcelo Spínola.
A propósito de ésta es bueno recordar esta oportuna anécdota.
Un provincial franciscano leyó esta biografía, recién editada,  en un viaje desde España al Ecuador. Y allí la propagó entre los suyos.
Don Evasio Rabagliati, uno de los primeros salesianos misioneros a América, en uno de sus viajes a Italia le comentó a nuestro Padre que había leído este libro y que le había gustado mucho.
“- Bien, le contestó Don Bosco, tradúcelo. Ahora sólo tú y don Luis Lasagna sois los únicos misioneros capaces de escribir con corrección en italiano. Así lo haremos imprimir.
- Pero ¡cómo, Don Bosco! - observó con toda confianza don Evasio Rabagliati - ¿Publicar nuestra alabanza nosotros mismos? ¿No le parece que eso no está bien?
- ¡Ah!, no; mira: si no lo imprimimos nosotros, lo imprimirán otros y el resultado será el mismo. No se trata de una persona; se trata de glorificar la obra de Dios y no la del hombre, porque obra suya es lo que se ha hecho y lo que se está haciendo”.
Cuando se define la virtud de la humildad solemos cometer el error de afirmar que es la virtud que nos invita a disimular el bien para no presumir de gigantes. Pero los santos, que nunca supieron presumir de gigantes, sabían que la humildad es la virtud que anima a “predicar desde las azoteas” el bien que derrama Dios sobre sus hijos.

miércoles, 30 de enero de 2019

El Cardenal Spinola y Don Bosco.


Es sabido que el Papa Juan Pablo II (santo desde 2014) declaró beato al cardenal de Sevilla Marcelo Spínola en 1987. Y que el santo arzobispo de Sevilla había publicado en 1884 Don Bosco y su obra en la que deseaba presentar la vida, la santidad y la entrega de un santo y humilde sacerdote consagrado totalmente a los jóvenes y hacia quien el joven Spínola sentía un afecto profundo.      
De esa biografía tomamos las líneas que siguen y que se bastan para delinear la sensibilidad de Don Bosco ante un hombre ya muy anciano, triste y en búsqueda de la luz, del que se alababa la grandeza de sus relatos.  

“ - Pero el que usted acompañaba hace un momento ¿no era Victor Hugo?
- Sí, pero cállese, no diga nada a nadie. Quería hablar con Don Bosco y vino a verle secretamente a mi casa. Le ha atraído la actividad filantrópica de este apóstol de la juventud.
Pocos minutos después el abogado Boullay se presentó a Don Bosco, que le bendijo a él y a sus niñas. Después, hechos los cumplidos de circunstancia y roto el hielo, se animó a decirle: - Usted, Padre, ha hablado hace poco con un pez gordo.
- ¿Quién se lo ha dicho?
- El abate Roussel.
- Si es así, yo puedo decirle que sí: he hablado con Víctor Hugo. Ha hecho profesión de fe espiritual; pero yo creo que si vuelve atrás depende del respeto humano. Lo que le rodea, como él mismo me ha dejado entender, es hostil a cualquier idea religiosa... Eh, ¡ya es viejo!... No hay que abusar de la gracia de Dios. Se lo he dicho también a él...”

viernes, 25 de enero de 2019

Fieles, fieles, fieles...


No sé cómo se llaman ellos, pero sé que su amigo, el mendigo  a quien esperan, se llama César, un sintecho de Rio do Sul - un ayuntamiento de Brasil en el Estado de Santa Catarina - que está en el hospital para una cura que no interesa para nuestro fin.
Es medianoche y ellos, los cuatro amigos, sin una voz, sin dar un paso donde saben que no deben, esperan que salga su amigo. Que lo quieren, que lo necesitan, que no se separarán de él porque le necesitan para vivir porque no pueden vivir sin él. Y no es por lo que les da, sino porque su vida, la de César, es la ellos, los perros amigos.
Si tienes ocasión búscalo en alguno de estos medios que nos asoman a la vida y podrás ver a César, sentado en la acera, casi ciego del ojo izquierdo, que es el lado hacia el que apunta su corazón que es todo cariño.     
Este hecho tan simple, tan profundo y tan clamoroso despierta sin duda en tu tesoro más grande que es el afecto, unas ganas tan sinceras, tan emocionadas, tan decididas, tan valientes, que a lo mejor se convierten en lágrimas de impotencia o rebelión contra ti mismo porque no haces nada.
En toda vida humana, con una respuesta u otra, desde la de los valientes que se lanzan, hasta la de los cobardes que envejecen preguntándose “¿Y yo qué voy a hacer?” hay siempre un momento en el que podríamos sentir el placer de dar un paso adelante, dejando atrás todo lo que nos ataba a nuestro afán de ahorrarnos. 

domingo, 20 de enero de 2019

La Flota de Calígula.


Como sabes, el joven emperador Calígula hizo construir, junto al lago de Nemi (celebrada por sus fresas), a unos veinticuatro kilómetros de Roma dos (o tres, pero el tercero no ha aparecido) lujosos barcos o algo parecido (de 73 y 71 metros de largo o eslora) para honrar a Diana en uno y celebrar fiesta en el otro.
Calígula (Cayo Julio César Augusto Germánico), emperador durante cuatro años (le asesinaron a los 29 años en el año 41) no pudo disfrutar mucho de aquel sueño. Y el Senado decretó, a su muerte, disipar su memoria. Y los barcos fueron al fondo.      
Los siglos recordaban el hecho y en ellos hubo intentos de recuperarlos. En 1928 Mussolini ordenó desecar el lago con un esfuerzo colosal y llevar los restos (después de reforzarlos por su vejez) a un museo construido al  efecto (1936). Pero el 31 de mayo de 1939 un incendio fortuito o provocado los convirtió en ceniza.
Los hechos narrados se me ocurren como una sólida invitación a contemplar la historia. Sí, es verdad, lo puedo hacer con tantos jirones o jalones de historia como se nos vienen a la memoria del pasado y, sobre todo, a la mente del porvenir.
Pero la contemplación de la historia (el pasado, el presente, el porvenir que le tejen) de los que me interesan, porque me los han confiado, debe ser una sana obsesión que haga arder toda mi vida. El proyecto lo llena todo: ¿Hacia dónde? ¿Con que pasos? ¿Con qué ayuda? ¿Con que convicciones? ¿Con cuánto entusiasmo? ¿Con qué seguimiento? ¿Con que cercanía? ¿Con cuáles respetos?

martes, 15 de enero de 2019

Kloster Maulbronn: un tono que me atrae.


El Monasterio de Maulbronn (Baden-Württemberg, en Alemania) fue declarado, en 1993Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La razón para ello fue que «El complejo de Maulbronn es el más completo que se conserva de un establecimiento monástico cisterciense en Europa, en particular debido a la supervivencia de sus amplios sistemas de manejo del agua de canales y embalses»
El joven Hermann Hesse ingresa en él como seminarista en 1891. Escribía en una carta (24 de febrero de 1892): "Estoy feliz, feliz y satisfecho. Hay un tono que me atrae”, pero el  7 de marzo huye (¡odia la gimnasia!). Un gendarme lo lleva de nuevo, se le castiga unas horas y en el mes de mayo siguiente lo abandona definitivamente.
Pero de aquel breve tiempo vivido allí volcó con cierta nostalgia, ya Premio Nobel (1946), su recuerdo en Bajo las ruedas.
El acercamiento a la historia, a la biografía de hombres grandes, a la admiración de la belleza en tantas formas como se nos ofrece, la veneración por la Historia que es la síntesis de un pasado que ha hecho grande el mundo en que vivimos, que es maestra de valentía, de generosidad, de fortaleza en superar el mal y la malicia sin dejarse contaminar por el derrotismo, deben ser lecciones que amemos, profundicemos, asimilemos, hagamos nuestras y ofrezcamos a nuestros hijos y a los que cerca de nosotros aprendan a ennoblecer la historia que les toque vivir.