El afecto hacia Don Bosco
de todos los suyos animó a atesorar escritos y documentos de su servicio
paternal a sus muchachos. Se conserva, por ejemplo, un extenso y minucioso contrato
de aprendiz de carpintería a favor de uno de ellos, Giuseppe Odasso, en el
taller del señor Giuseppe Bertolino. Seguro que fue uno de los primeros contratos laborales, lo firmaron dicho maestro, el aprendiz, su
padre Vincenzo y Don Bosco el 8 de Febrero de 1852 (hace hoy 167 años) en doble copia y en papel
timbrado de 40 céntimos.
El maestro se comprometía
a “corregir al joven solo de palabra y sin golpes, respetando su edad, su capacidad,
el descanso los días de fiesta y los deberes como alumno del oratorio”.
El joven se comprometía
a portarse como “buen aprendiz”. Durante los dos años de su aprendizaje
recibiría un sueldo de 30 céntimos diarios los seis primeros meses, 40 en el
segundo semestre y 60 desde enero del segundo año.
Hace bien recorrer algunas de las fechas de la vida
de Don Bosco y situar en ella la firma de este contrato: en 1847 acoge a
algunos sin techo y amplía ese espacio
al año siguiente. En 1853 empiezan los primeros talleres que tal vez fueron de
remiendo de calzado.
Y un año antes, como hemos visto, ya había colocado
al joven Giuseppe Odasso como aprendiz en el taller del señor Bertolino.
La impresión que causa leer la vida de Don Bosco
lleva a entender que la grandeza de su corazón fue, desde el principio y sin
barreras a la hora de entregar su atención a los que más necesitaban ese
precioso regalo. Más y más, forzando las fronteras de lo presente, porque sabía
que era del futuro, siempre del futuro, el campo interminable de su proyecto.
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