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domingo, 20 de enero de 2019

La Flota de Calígula.


Como sabes, el joven emperador Calígula hizo construir, junto al lago de Nemi (celebrada por sus fresas), a unos veinticuatro kilómetros de Roma dos (o tres, pero el tercero no ha aparecido) lujosos barcos o algo parecido (de 73 y 71 metros de largo o eslora) para honrar a Diana en uno y celebrar fiesta en el otro.
Calígula (Cayo Julio César Augusto Germánico), emperador durante cuatro años (le asesinaron a los 29 años en el año 41) no pudo disfrutar mucho de aquel sueño. Y el Senado decretó, a su muerte, disipar su memoria. Y los barcos fueron al fondo.      
Los siglos recordaban el hecho y en ellos hubo intentos de recuperarlos. En 1928 Mussolini ordenó desecar el lago con un esfuerzo colosal y llevar los restos (después de reforzarlos por su vejez) a un museo construido al  efecto (1936). Pero el 31 de mayo de 1939 un incendio fortuito o provocado los convirtió en ceniza.
Los hechos narrados se me ocurren como una sólida invitación a contemplar la historia. Sí, es verdad, lo puedo hacer con tantos jirones o jalones de historia como se nos vienen a la memoria del pasado y, sobre todo, a la mente del porvenir.
Pero la contemplación de la historia (el pasado, el presente, el porvenir que le tejen) de los que me interesan, porque me los han confiado, debe ser una sana obsesión que haga arder toda mi vida. El proyecto lo llena todo: ¿Hacia dónde? ¿Con que pasos? ¿Con qué ayuda? ¿Con que convicciones? ¿Con cuánto entusiasmo? ¿Con qué seguimiento? ¿Con que cercanía? ¿Con cuáles respetos?

domingo, 13 de julio de 2014

"Y un Proyecto..."

Hace unos días, en un discurso programático de su misión y la nuestra, el rey Felipe VI, decía, entre otras verdades: «… una nación no es sólo su historia, es también un proyecto integrador, sentido y compartido por todos, que mire hacia el futuro». No negaba el pasado, la historia; sino que subrayaba las secuelas de la historia, que son el ahora, que son el mañana, que somos nosotros, que son nuestros hijos, que somos todos. “Proyecto” es un plan basado en la plataforma del presente, construida en el pasado por todos los que fueron capaces de unirse para darle solidez, y que se nos propone para que, uniéndonos, ya unidos, codo con codo, mente con mente, corazón con corazón («proyecto integrador, sentido y compartido…») nos sirva para convivir madurando, creciendo, haciendo un mundo mejor para unos hombres mejores en todas las dimensiones del mundo y del hombre.
El Papa Francisco afirmaba pocos días antes: «No se puede ir hacia adelante sino desde atrás». El toque de sentido común, de sentido realista y de sentido estimulante de esas palabras nos hace pensar en la necesidad de avanzar llevando con gusto y estima, con atención y respeto, en nosotros la herencia del pasado.
Estas palabras deberían despertar en cualquier padre y en cualquier educador la decisión de indicar con constancia, firmeza e imaginación las pistas completas por las que caminar después de haber caminado. Es muy frecuente que algunos niños y algunos adolescentes (y no tan adolescentes) quieran que todo en su vida sea nuevo. Lo que quieren en el fondo es que les dejen hacer lo que les dé la gana. Son niños y adolescentes a los que no se les ha ayudado a comprender que las “ganas” son la afirmación absoluta de sí mismos sin tener en cuenta que en las “sociedades” en que vive,  los que ”conviven”, es decir, los otros necesitan y tienen derecho a compartir para formar sociedad.     
¿No has notado que se dan con frecuencia, en esta sociedad que queremos hacer mejor, “brotes de dictadura”, no verdes precisamente, sino marchitados por el DDT de querer deshacernos de los que nos contradicen?