sábado, 18 de febrero de 2012

En su sitio


Por fin Jean d’Alluye descansando boca arriba

“Herodoto de Halicarnaso presenta aquí el resultado de su investigación para que el tiempo no borre el recuerdo de las acciones de los hombres y que las grandes empresas llevadas a cabo  por los griegos o por los bárbaros no caigan en el olvido; explica asimismo la razón que llevó a estos dos pueblos a la lucha”.
Con estas solemnes palabras, escritas en 444 aC, abre sus nueve volúmenes sobre la historia aquel viajero incansable, estudioso sin reposo y “padre de la historiografía”, como le llamó Cicerón. “La historia es la maestra de la vida”. O, al menos, podemos decir nosotros, una maestra.
Pasemos a uno de sus capítulos. Y observemos esa lápida, sobre la que yace devotamente la imagen de Jean d’Alluye, caballero cruzado en 1241 y fallecido en 1248. ¿Qué fue de su sepulcro, de sus restos y de su lápida que estuvo en la abadía benedictina de La Clarté-Dieu, cerca de Tours (Francia), fundada diez años antes de su muerte? La Guerra de los Cien Años, primero, y la Revolución Francesa después hicieron que muchas de sus joyas desapareciesen o se dispersasen. Esta que vemos, de fuerte piedra caliza, que mide 212 centímetros por 87, estuvo boca abajo haciendo de puente sobre un arroyo hasta que los busca-tesoros del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, donde está ahora, la rescataron del olvido.
Así es la historia. O así la hacemos nosotros. Y así es la vida. Pregonamos “el progreso” como nuestra gran victoria sobre el tiempo. Y presumimos de que, al arrinconar o humillar lo pasado, inauguramos una nueva era Aquarius o Piscis que licúa todo lo que de sólido construyeron antes de nosotros. ¿Habéis visto el león que descansa a los pies de don Jean? ¿O es su perro?  Valen igual para decirnos que la fortaleza y la fidelidad deberían estar en lo más alto de nuestros blasones. (¡Ya están estos carcamales con sus historias!). Sí, de historia hablamos y de sus blasones, que significan y son las llamadas que se nos hacen desde el pasado para que nuestras vidas no sean las de larvas que se esfuman al nacer. Necesitamos que lo noble, lo vigoroso, lo bello, lo grande, lo generoso sea modelo para trazar con dignidad la ciudad del tiempo presente. Y que los que nos siguen no vuelquen la honrosa y dura lápida de nuestra herencia para convertirla en plataforma ultrajada por sus pisadas.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Muere Don Bosco


Así escribe ReligionenLibertad.com al dar la noticia de la muerte, el pasado día 3, de Biagio Anthony Gazzara. Es decir, Ben Gazzara en las pantallas, como recio, creíble y buen actor en muchas películas y protagonista en la que lleva el nombre de DON BOSCO de 1988.  La dirigió, con guión de Ennio di Concini, Leandro Castellani. Y en el reparto están, junto a Gazzara, Patsy Kensit, Piera degli Esposti, Philippe Leroy, Karl Zinny… La música es del veterano Stelvio Cipriani.
No interesa dar noticia ni crítica de la cinta, porque muchos la conocen o pueden conocer y en ella podrán apreciar los valores que contiene y las personas que le dieron vida.
Pero sí resaltar la actuación de este norteamericano, nacido en Nueva York, pero de padres sicilianos, escogido para convertirse en rostro del alma de Don Bosco. Y en esta fecha de su muerte, agradecerle con estima y cariño el regalo de su acertada y difícil interpretación. Acertada, a mi parecer, porque respondió a lo que el guión cinematográfico le atribuía, el director le encargaba y el asesor salesiano le sugería. Y difícil porque si ser actor es un empeño arduo siempre (y más cuando se interpreta a una persona real), hacerlo con un santo y más aún con un santo tan complejo como Don Bosco, supone un serio reto. Un santo está animado por un espíritu interior inflamado de amor. Y reflejar esa aura especial es un empeño casi inaccesible. Pero es que la vida de Don Bosco no se vio nunca poblada por aires de persona importante. Y se corre el riesgo de que, al considerar a un santo importante, se sienta un cierto impulso a vestirse de importancia. Ben Gazzara lo comprendió y resultó un Don Bosco plausible.             
Para cerrar este recuerdo es bueno releer lo que Gazzara confesaba de su adolescencia, cuando se vio libre de convertir su vida en la de un criminal al lanzarse con toda su fuerza a ser un buen actor. Esto le exigió entregarse al estudio, a la exigencia, a la docilidad como aprendiz de intérprete, al fracaso momentáneo sin abandonar el empeño de sus sueños. ¡Con qué agrado se vería rodeado de adolescentes y jóvenes que en el rodaje de la película fingían ser muchachos felices por haber sido arrancados del mal por el amor hacia ellos de un sacerdote paisano suyo que quería salvarlos a costa de su propia vida! 

domingo, 12 de febrero de 2012

… Et moriente mori.


La vida de los grandes suele estar llena de grandeza. Aunque nos duele que a veces la grandeza vaya entretejida con algunos jirones de miseria. Esto viene a propósito de dos grandes. Uno, pintor y arquitecto, Rafael Sanzio de Urbino. Y otro, Pedro Bembo, eximio latinista y muchas cosas más, que veía en los escritos de Cicerón la perfección del Latín cultivado por él soberbiamente. Se conocieron y apreciaron, primero en Urbino y después en Roma, aunque Bembo superaba en 13 años la edad de Rafael.
La siguiente reflexión se reduce a un dato mínimo en su extensión, triste en su situación y grande en su contenido. Rafael había hurgado en su juventud en las entrañas de Roma. Con unos amigos, artistas y amantes de la cultura clásica, buscaban y copiaban los restos del arte antiguo de la ciudad. Se descolgaron en las ruinas vacías de la Domus aurea de Nerón, donde dejaron sus firmas con humo en los muros del palacio nunca terminado. Y de allí sacaron las pinturas “grutescas” que habrían de multiplicarse en las obras del Renacimiento.           
El que visita el Panteón de Roma queda tal vez anonado ante una obra tan perfecta y no advierte que allí, a la izquierda y a ras del suelo está la sepultura de Rafael. Y aun los que la ven no leen dos breves inscripciones de un especial interés.
La inferior aclara que el papa Gregorio XVI concedió que Rafael, muerto a los 37 años, fuese depositado en el arca de una obra antigua. Sin duda se creyó que era el cofre mejor para quien había sabido hacer moderno el arte de la lejana capital del Imperio.  
La otra inscripción es el breve, conciso y bello epitafio que le dedicó Pedro Bembo:
ILLE HIC EST RAPHAEL TIMVIT QUO SOSPITE VINCI RERUM MAGNA PARENS… ET MORIENTE MORI.
Los conocedores del Latín darán una traducción mejor que la mía, pero yo la adelanto para los que sólo estudiaron griego: Aquí está aquel Rafael a quien la Naturaleza temió mientras vivía y morir cuando él moría.
Y la reflexión que cierra estas líneas puede ser la siguiente. A pesar de que Bembo luchó por una lengua a la que llamó vulgar para que fuese común en toda Italia, a pesar de que Rafael llenó su mundo de en apariencia fácil belleza, no podemos consentirnos (ni consentir si hay alguien que nos mira y nos escucha) que la vulgaridad sea su Norte o nuestro Norte. La vulgaridad es hija de la vagancia, de la indiferencia ante la auténtica belleza, la auténtica conducta, la auténtica grandeza, la personalidad auténtica. Llenar nuestra vida de sucedáneos y el mundo en el que respiramos de camelos lleva a la inevitable decadencia de valores. Y con esa decadencia se provoca la decadencia irremediable de la Verdad.

jueves, 9 de febrero de 2012

El final.


Escribo en el regusto de la fiesta de Don Bosco, que fue ayer (el pasado 31 de enero). Los que creemos, vemos muy bien que se celebre la muerte de los creyentes como el día de su nacimiento a la Vida que no acaba. Y en recuerdo de esos nacimientos hoy agrupamos a todos los salesianos que murieron. Como lo hacemos el 25 de Noviembre, día de la muerte de Mamá Margarita, la madre de Don Bosco, con todos los miembros de su inmensa Familia.
Es interesante preguntar a jóvenes sobre la muerte. Algunos se muestran en sus respuestas como sabios. Preguntadles. Para ellos no es un tema macabro o desechable. Coinciden bastantes en verlo como un hecho natural, necesario, aunque no muy presente en sus pensamientos. Y hacen bien. Con tal de que pongan en sus vidas la intensa satisfacción, el noble esfuerzo de construirse como ejemplares cabales, en su naturaleza de hombres y mujeres y en su condición de cristianos. 
A alguien que visitó el cementerio de Génova, Staglieno, el más bello del mundo, le llenaba de emoción el conjunto de un ángel que habla a dos niños allí clavados delante del sepulcro de su joven madre: “No lloréis. No está aquí. ¡El corazón de una madre no cabe en un sitio tan pequeño!”.
Que es lo mismo, de otro modo, que lo que escribían tres salesianos ejemplares:
Don Bosco en su Testamento espiritual: “Os dejo aquí en la tierra… Os ruego que no lloréis mi muerte. Es una deuda que todos debemos pagar. Pero después nos serán copiosamente recompensados los sufrimientos padecidos por amor de nuestro maestro Jesucristo”.
El Venerable José Quadrio, pocas semanas antes de morir, como respuesta a una señora que manifestaba terror ante la muerte: “Para un cristiano morir no es acabar, sino empezar; es el principio de la verdadera vida, la puerta que da a la eternidad.  Es como cuando, en la alambrada de un campo de concentración, se oye el suspirado anuncio: «!Se vuelve a casa!».Morir es entreabrir la puerta de casa y decir: «Padre, ya estoy aquí; he llegado». Es verdad que se trata de un salto en la oscuridad, pero se hace con la certeza de caer en los brazos de nuestro Padre del cielo”.
Y un gran salesiano, José Luis Carreño, señor de muchas esferas, escribía: “¡Piensa lo que será!: saltar a tierra, ¡y ver que es cielo ya! Pasar de la borrasca de la vida ¡a la paz sin medida…! De un brazo asirte y ver, al irle en pos, ¡que es el brazo de Dios! Beber a pulmón pleno un aire fino… ¡Y es el aire divino! Ebrios de dicha oír a un querubín: «¡Es la dicha sin fin…». Abrir los ojos, inquirir qué pasa, y oír decir a Dios: «¡Ya estás en casa! ¡Oh el inmenso placer de abismarse en tu mar! Cerrar los ojos y empezar a ver; pararse el corazón ¡y echar a amar!”.

lunes, 6 de febrero de 2012

Mareante.


Hay gente que piensa, proyecta, inventa y… trabaja en serio. Se lee (pero es seguro que la noticia queda, como se verá, más que atrasada) que la revista Popular Science mantiene viva una lista de los depósitos de información más interesantes y curiosos del mundo. Son archivos digitales, casi todos de libre acceso para estudiantes, estudiosos (que no es lo mismo), investigadores, científicos, curiosos, espías, publicistas… 
WordCat es el más grande hasta que se demuestra que hay otro mayor. Y el más viejo, porque este catálogo bibliográfico digital lo empezó a alimentar el Online Computer Library Center hace más de cuarenta años. ¿Qué ofrece? Los datos bibliográficos, es decir, el nombre del autor, el lugar y fecha de nacimiento y de impresión, las medidas, la fecha de la última edición de libros… Es decir, todo lo que se necesita para identificarlo sin duda ni confusión.
Y esto referido a los libros de 72.000 bibliotecas de muchos países del mundo. El resto irá llegando. WorldCat sabe dar con 1.700.000.000 de objetos (libros, CDs, DVDs) y decirte dónde está la biblioteca más cercana a tu residencia donde puedes encontrarlo.
El CODIS (Combined DNA Index System) del FBI (ya sabes: Federal Bureau of Investigation) con más de diez millones de perfiles, ha ayudado a resolver más de 150.000 casos criminales y, por ejemplo, permitido reconstruir al Genographic Project (IBM y National Geographic Society) la historia de las migraciones desde hace 200.000 años. Añadamos los archivos de la FAO (agricultura y población mundiales), OKCupid (relaciones sociales), International Panel on Climate Change (clima) y las impresionantes Encyclopedia of Life (con referencias de la mitad de las especies vivas del planeta y aseguran que en 2017 habrán completado el estudio) y la Sloan Digital Sky Survey (centenares de millones de cuerpos celestes). ¿Y qué decir del MD:Pro (virus informáticos) y del The Wayback Machine (páginas web de las  150.000.000.000 de las existentes desde 1996).
¿No es mareante? Y no me refiero a la sensación de pérdida de uno mismo cuando se siente en una corriente que lo zarandea? Digo mareante para referirme al que ejerce el oficio de la navegación en alta mar. Porque ese tesoro de información que guardan y ofrecen los archivos reseñados es un espléndido mar, aparentemente sin orillas que invita a navegar para enriquecer la propia despensa.
Pero sobre todo: ¿has pensado en el trabajo que ha supuesto formar esos acervos? ¿En el trabajo, tiempo, entrega, dedicación, tesón, esfuerzo, generosidad, ilusión, exactitud, seguramente sacrificio… que hay detrás de ellos? ¿Has pensado alguna vez en lo que dejas tú a tus hijos, a tu sociedad, a tu patria, al mundo… como fruto de tu trabajo, del ejercicio denodado y generoso de tu profesión, en la entrega de tu vida en tu condición de padre, en tu aportación como miembro de una comunidad humana…? ¿O eres de los que dices y repites, por ejemplo, en los mares de tu vida “¡Que cada palo aguante su vela!”, “Lo que sea de la mar, todo es azar”, “Quien no mira derrotero es majadero”, “Si el patrón supiera y el grumete pudiera, todo se hiciera”, “Socorro tardío, socorro baldío”, “Zuncho flojo peor que roto”...

viernes, 3 de febrero de 2012

Hohler Fels.

… significa, según los entendidos en alemán, Roca Hueca. ¡Ya, ya! Cuentan que de esa cueva y rocahueca de Schelklingen en la Región alemana de Tubinga (en el centro y hacia el sureste de esa gran nación), brotan cada día testimonios de la vida de nuestros lejanos antepasados. De los chispeantes nombres que se les ha dado (homo habilis, gautengensis, rudolfensis, ergaster, georgicus, erectus, antecessor, cepranensis, floresiensis, heidelbergensis, neanderthalensis, rhodesiensis, helmei, sapiens…) parece que sólo del último, con un nombre tan digno de respeto, podemos considerarnos orgullosos descendientes. Por muy nuestro que nos parezca el antecesor, no somos sus choznos. Venimos del sapiens que fue el que en Hohler Fels pintó cuatro piedras como la que aquí figura y con las que, tal vez, jugaban al parchís.
Fue Nicholas Conrad, un buscador de pasados, un arqueólogo empeñado en llegar a lo más hondo posible en los vestigios de nuestros antecesores, el que encontró, distinguió e interpretó esas piedras “tratadas” hace unos 15.000 años. Y el que algún tiempo antes había encontrado una estatuilla de mujer, de unos seis centímetros, a la que llaman venus, porque casi siempre se llama así a lo que representa belleza; y ¡pasmaos, admiradores de la seducción sonora!, flautas hechas con huesos de cisne. Todo ello hace 40.000 años. Así lo cuentan las crónicas y así lo afirman los arqueólogos. Y así alegran el corazón noticias como estas.
Porque unos hombres, de los que siempre tendemos a decir que eran un poco “bestias” todavía, cultivasen la belleza y necesitasen tener imágenes de ella e instrumentos para crearla, significa que estamos destinados desde siempre a embellecer este bello jardín en que nos instaló el Creador.
No importa el ADN mitocondrial ni el genoma de aquellos hombres si de ellos hemos heredado el anhelo de admirar, de buscar de crear encanto en el encantador mundo que nos rodea. Ni importa que los floresienses, diminutos tíos-abuelos nuestros, hobbits del pasado, desapareciesen totalmente de la haz de la bella isla de Flores en Indonesia hace 13.000 años.
Somos herederos de esa grata misión. Desde la sonrisa, el primer regalo que adorna la vida, hasta la creación artística en cualquiera de sus formas (con tal de que sea creación y sea arte), se nos abre un inmenso universo que nos está esperando. Sin dejarnos engañar por el gato del pseudo-arte, hagamos por alentar en nosotros y en los demás las ganas de tomar la flauta de la alegría que alivie la pesadumbre natural de nuestras vidas.

martes, 31 de enero de 2012

Cármina Burana y Don Bosco.

Va esa tilde en el latín (lo permite la RAE) para que una pronunciación errada no haga creer que esa Cármina de los versos es una sucesora de la Carmen de Bizet.
¿Qué tiene que ver Cármina Burana con Don Bosco? Muy poquito, pero… bueno. Veamos. Cármina significa versos, cantos, poesías… Y Burana, de Bura,  nombre latino de un pueblo alemán.   
En ese pueblo de Baviera había un viejo monasterio al que el gran santo Bonifacio llevó su aliento en el siglo VIII. Vinieron malos (guerras, antipatías, destrucción, abandono…). A partir de 955 se rehízo recordando tiempo pasados. Los benedictinos lo ocuparon en 1031 con los que recuperó su luz, su ciencia, la majestad de su magisterio, la aspiración a la santidad y el cultivo de la tierra. Por lo que vino a llamarse Benediktbeurn. Su biblioteca guardaba dos siglos más tarde, en la mitad del siglo XIII, más de 250 manuscritos. Uno de ellos, procedente no se sabe de dónde, era el célebre códice “Carmina Burana”, que es una colección de poemas goliardos, es decir, debidos a estudiantes universitarios. Y célebres porque el músico y musicólogo Carl Orff tomó en 1937 algunos de sus versos para ponerles la música que hoy se interpreta frecuentemente. Aunque más frecuente aún es cantar en actos solemnes de alguna universidad Gaudeamus igitur que procede del mismo fondo. Todo ello, encontrado en 1803 por Johann Christoph von Aretin, fue a parar en virtud del poco respetuoso proceso de secularización a la Biblioteca Estatal de Munich.
En 1490 quedó disminuido para cobrar alguna pujanza mediado el siglo XVII con un centro de estudios de música, matemáticas y botánica al mismo tiempo que se instituyó la Escuela Superior de Teología de los benedictinos
La desamortización de 1803 acabó con la labor del monasterio que pasó al estado, a un particular y de nuevo al estado bávaro que tuvo allí cuartel, caballería, hospital militar, cárcel y de nuevo hospital.
Y en 1930 entró Don Bosco en la persona de los salesianos que sigue la tradición secular y la novedad propia con la “Escuela Superior de Teología”, la Escuela Especial de Ciencias Sociales, el Centro de Medioambiente y Cultura que cuida el paisaje, defiende la naturaleza y crea biotopos abriendo sus instalaciones a jóvenes que encuentran allí un retiro para la contemplación serena y honda de la creación, con el aprecio motivado por la naturaleza y el conocimiento ecológico que allí se vive.

domingo, 29 de enero de 2012

Don Bosco por el mundo

Los que conocen a Don Bosco saben de una foto suya de gran contenido en su vida y en la de su obra. Se cumplía un sueño: enviar a sus salesianos a las misiones, a las tierra de los indios de Argentina: onas, tehuelches (patagones), mapuches… La primera expedición salió de la Basílica de María Auxiliadora de Turín el 11 de noviembre de 1875. Unos días antes habían ido los diez misioneros con Don Bosco y el cónsul argentino en Savona Juan Bautista Gazzolo al estudio de Michele Schemboche en la Place Château, 25, como consta en el anverso de la copia en bromuro de plata de 21,5 x 16 que se conserva.    
El Padre, feliz por el acontecimiento, pero afligido por la despedida, les dijo (mientras entregaba a don Juan Cagliero el libro de las Constituciones), entre otras cosas bonitas: “Querría acompañaros yo mismo, confortaros, consolaros, protegeros. Pero lo que no puedo hacer en persona, lo hará este librito. Custodiadlo como un precioso tesoro”.  
Don Bosco viajó para pedir dinero con el que alimentar a sus pobres muchachos acogidos, a Francia varias veces y una a España, en 1886, cuando su salud estaba muy deteriorada. Pero cinco años antes de que se cumplan doscientos desde su nacimiento (16 de Agosto de 1815) su sucesor actual don Pascual Chávez Villanueva  quiso que Don Bosco diese la vuelta al mundo, como a él la habría gustado. Lo está haciendo en una urna (copia de la que contiene sus restos en la Basílica de Turín) que lleva una reliquia insigne de su cuerpo.    
El 25 de abril se presentó y bendijo en la misma Basílica antes de comenzar su recorrido por los cinco continentes
La urna reproduce (en aluminio, bronce y cristal) el diseño de Gianpiero Zoncu. Han ejecutado sus respectivas labores los artistas Marco Berrone y Francesco Boglione. Y han realizado el cierre y la iluminación las empresas Bivetro y Perlaluce. Lucen cinco rostros de jóvenes que representan a los cinco continentes y se les añade el escudo de la Congregación Salesiana y el lema de Don Bosco Da mihi animas, caetera tolle. Mide 253 cm de largo, 100 cm de ancho y 132 cm de alto y pesa 530 kg.
El rostro de la imagen se ha hecho con la mascarilla que hizo Cellini al día siguiente de la muerte de Don Bosco.
El recorrido que está haciendo y que terminará el 31 de enero de 2014 es el siguiente:
  • América: desde marzo hasta octubre de 2010.
  • Asia Este y Oceanía: desde noviembre de 2010 hasta abril de 2011.
  • Asia Sur: desde mayo hasta noviembre de 2011.
  • África: desde diciembre de 2011 hasta abril de 2012 y julio y agosto de 2012.
  • Europa Oeste: mayo y junio de 2012 y de septiembre a noviembre de 2012.
  • Europa Norte: desde diciembre de 2012 hasta agosto de 2013.
  • Italia y Oriente Medio: desde septiembre de 2013 hasta enero de 2014.

jueves, 26 de enero de 2012

¿Nosotros?

Si el Tratado de Blois (¡el cuarto!) lo firmaron los reyes de Navarra y de Francia o, al día siguiente, 18 de julio de 1512, el regente de Castilla Fernando el Católico y el rey de Francia Luis XII, no nos interesa mucho a estas alturas. Pero sí que por aquellos días se vino a España hace exactamente cuatro siglos Francesco Guicciardini, brillante abogado florentino de 29 años, lúcido de mente y luminoso en su juicio sobre España. Como embajador, o algo parecido, estuvo ante la corte española casi dos años. Y miró tanto y tan bien a su alrededor y más allá, que tuvo para escribir al regreso su Redazione di Spagna.
A cualquiera que le interese saber cómo somos nosotros aceptando lo que dicen otros, aunque no les hagamos caso, puede resultarle de agrado su lectura. Aquí van sólo unas líneas.   
Los hombres de esta nación son de carácter sombrío y de aspecto adusto, de color moreno y de baja estatura. Son orgullosos y creen que ninguna nación puede compararse con la suya. Cuando hablan ponderan mucho sus cosas y se esfuerzan en aparecer más de lo que son… Estiman mucho el honor, hasta el punto de que, para no mancharlo, no se cuidan generalmente de la muerte”.
Evidentemente nada de eso es verdad. Guicciardini miró mucho, pero vio mal. Y si los españoles eran entonces así, hoy no somos esos.
Pero no nos vendría mal ver, entre nosotros, si la herencia que llevamos encima no nos hace conservar un poco (¡sólo un poco, claro!) de ese carácter sombrío con el que no dejamos pasar una al que se remueve en la trinchera de enfrente, por bien que dispare y acierte en el tiro. ¿Aspecto adusto? ¡No! Somos generosos en el perdón, amplios en la comprensión, limpios de cualquier envidia, magnánimos en la ayuda, sonrientes en la disculpa. Lo de orgullosos… ¡bueno!, un poco. Calderón de la Barca decía algunos años más tarde de los infantes de los Tercios que “todo lo sufren en cualquier asalto; sólo no sufren que les hablen alto”. Y lo que también admitimos es que creemos que no hay ninguna nación superior a la nuestra. Es verdad que la criticamos, la denostamos, la desgarramos, nos esforzamos por dejarla hecha unos zorros, pero aun así queda por encima de cualquiera que se nos enfrente: “¡La Roja!”.  
Y que preferimos morir matando si se ofende nuestra dignidad, si se duda de nuestro honor, si se pretende rozar la pureza de nuestro nombre: “¡Pues muerte aquí te daré porque no sepas que sé que sabes flaquezas mías!”.

lunes, 23 de enero de 2012

Buenas Noches de Don Bosco

El día del onomástico de don Bosco, 24 de junio, se celebraba en el Oratorio de Valdocco de Turín con entusiasmo, cariño y agradecimiento. Don Bosco sabía que el clima de fiesta era un bien clima para educar a sus muchachos en la alegría, la gratitud y los sentimientos de familia. Desde 1870 se unieron siempre también los Antiguos Alumnos. En 1880 Don Bosco les habló así:
… os contaré un hecho que me sucedió hace pocas semanas. A primeros de este mes, vióse merodear alrededor de la iglesia de María Auxiliadora y de la tapia del Oratorio a un militar que era capitán. Buscaba con sus ojos un lugar que había cambiado de aspecto. Después de inútiles pesquisas, preguntó a uno de los nuestros que entraba en casa:
- Por favor, ¿sabría decirme dónde está el Oratorio de don Bosco.
- Aquí lo tiene, señor.
- ¿Es posible? En otro tiempo aquí había un campo, allí una casucha que amenazaba ruina; la iglesia era una mísera capilla que desde fuera ni se veía.
- He oído contar muchas veces que las cosas estaban precisamente como usted dice; pero yo no tuve la suerte de verlas. Lo que le puedo asegurar es que éste es el Oratorio llamado de San Francisco de Sales o como usted dice, el Oratorio de don Bosco. Si usted quiere entrar, hágalo con toda libertad.
El capitán entró, examinó la casa por un lado y por otro y, después, maravillado, preguntó:
- ¿Y dónde tiene don Bosco su habitación?
- Allá arriba.
- ¿Se le podría hablar?
- Creo que sí.
Le acompañaron y se presentó. Nada más verme, exclamó:
- Don Bosco, ¿me conoce todavía?
- No recuerdo haberle visto nunca.
- Y, sin embargo, me vio, me habló, trató conmigo muchas veces. ¿No se acuerda de un tal V..., que por los años 1847, 1848 y 1849 le dio tantas molestias y fastidios, le hizo repetir tantas veces ¡silencio! en la iglesia; que durante el catecismo le tenía siempre a su lado para que no molestase a los compañeros y que, a duras penas, iba a confesarse?
- ¡Vaya si me acuerdo! Recuerdo también que, a menudo, al oír el toque de la campanilla para ir a la iglesia, él entraba por una puerta y salía por la otra, obligando a don Bosco a correr tras él.
- Pues bien, yo soy precisamente aquél.
Me contó después las principales vicisitudes de los casi treinta años que han transcurrido desde 1850 hasta ahora, y me dijo:
- Pero yo nunca he olvidado ni a don Bosco ni a su Oratorio; he llegado hace poco a Turín y me di prisa para venir a verle. Aquí me tiene para pedirle por favor que me confiese.
Con mucho gusto lo hice. Y antes de despedirnos, le pregunté:
- ¿Qué te indujo a pedirme que te confesara?
¿Sabéis qué me contestó? Escuchad:
- Al ver a don Bosco vino a mi mente el recuerdo de las artes que empleaba para arrastrarme al bien, me recordó las palabras que me decía al oído, su deseo, sus invitaciones para que fuera a confesarme, y estos recuerdos me han metido en el corazón las ganas y me han inducido a ello.

Queridos hijos míos, si un militar, en medio de los muchos peligros de su profesión, con tantas conversaciones como habrá oído, conserva, sin embargo, el recuerdo de las verdades religiosas aprendidas en su juventud y, llegada la ocasión propicia, pide confesarse y se confiesa: ¿por qué vamos a desanimarnos y acobardarnos, si no nos vemos correspondidos inmediatamente en la educación de los muchachos? Sembremos e imitemos después al labrador, que espera con paciencia el tiempo de la cosecha. Pero, os repito, no olvidéis jamás la dulzura de los modales; ganaos el corazón de los jóvenes por medio del amor; acordaos siempre de la máxima de san Francisco de Sales: Se cazan más moscas con un plato de miel que con un barril de vinagre.