Así escribe ReligionenLibertad.com al dar
la noticia de la muerte, el pasado día 3, de Biagio Anthony Gazzara. Es decir,
Ben Gazzara en las pantallas, como recio, creíble y buen actor en muchas
películas y protagonista en la que lleva el nombre de DON BOSCO de 1988. La dirigió, con guión de Ennio di Concini,
Leandro Castellani. Y en el reparto están, junto a Gazzara, Patsy Kensit, Piera
degli Esposti, Philippe Leroy, Karl Zinny… La música es del veterano Stelvio
Cipriani.
No interesa dar noticia ni crítica de la
cinta, porque muchos la conocen o pueden conocer y en ella podrán apreciar los
valores que contiene y las personas que le dieron vida.
Pero sí resaltar la actuación de este
norteamericano, nacido en Nueva York, pero de padres sicilianos, escogido para
convertirse en rostro del alma de Don Bosco. Y en esta fecha de su muerte,
agradecerle con estima y cariño el regalo de su acertada y difícil
interpretación. Acertada, a mi parecer, porque respondió a lo que el guión
cinematográfico le atribuía, el director le encargaba y el asesor salesiano le
sugería. Y difícil porque si ser actor es un empeño arduo siempre (y más cuando
se interpreta a una persona real), hacerlo con un santo y más aún con un santo
tan complejo como Don Bosco, supone un serio reto. Un santo está animado por un
espíritu interior inflamado de amor. Y reflejar esa aura especial es un empeño
casi inaccesible. Pero es que la vida de Don Bosco no se vio nunca poblada por
aires de persona importante. Y se corre el riesgo de que, al considerar a un
santo importante, se sienta un cierto impulso a vestirse de importancia. Ben
Gazzara lo comprendió y resultó un Don Bosco plausible.
Para cerrar este recuerdo es bueno releer
lo que Gazzara confesaba de su adolescencia, cuando se vio libre de convertir
su vida en la de un criminal al lanzarse con toda su fuerza a ser un buen
actor. Esto le exigió entregarse al estudio, a la exigencia, a la docilidad
como aprendiz de intérprete, al fracaso momentáneo sin abandonar el empeño de
sus sueños. ¡Con qué agrado se vería rodeado de adolescentes y jóvenes que en
el rodaje de la película fingían ser muchachos felices por haber sido
arrancados del mal por el amor hacia ellos de un sacerdote paisano suyo que
quería salvarlos a costa de su propia vida!