Es sabido que el Papa Juan Pablo II (santo desde 2014) declaró beato al
cardenal de Sevilla Marcelo Spínola en 1987. Y que el santo arzobispo de
Sevilla había publicado en 1884 Don Bosco
y su obra en la que deseaba presentar la vida, la santidad y la entrega de
un santo y humilde sacerdote consagrado totalmente a los jóvenes y hacia quien
el joven Spínola sentía un afecto profundo.
De esa biografía tomamos las líneas que siguen y que se bastan para
delinear la sensibilidad de Don Bosco ante un hombre ya muy anciano, triste y
en búsqueda de la luz, del que se alababa la grandeza de sus relatos.
“ - Pero el que usted acompañaba
hace un momento ¿no era Victor Hugo?
- Sí, pero cállese, no diga nada
a nadie. Quería hablar con Don Bosco y vino a verle secretamente a mi casa. Le
ha atraído la actividad filantrópica de este apóstol de la juventud.
Pocos minutos después el abogado
Boullay se presentó a Don Bosco, que le bendijo a él y a sus niñas. Después, hechos los cumplidos de
circunstancia y roto el hielo, se animó a decirle: - Usted, Padre, ha hablado
hace poco con un pez gordo.
- ¿Quién se lo ha dicho?
- El abate Roussel.
- Si es así, yo puedo decirle que sí: he hablado con Víctor Hugo. Ha hecho
profesión de fe espiritual; pero yo creo que si vuelve atrás depende del
respeto humano. Lo que le rodea, como
él mismo me ha dejado entender, es hostil a cualquier idea religiosa... Eh, ¡ya
es viejo!... No hay que abusar de la gracia de Dios. Se lo he dicho también a
él...”