Encuentro una nota brillante
entre otras vulgares:
Bienaventuranzas
de la familia
Feliz la Familia que sabe dónde está la Verdad y la compra
Feliz la Familia que ha descubierto qué es
el Bien y lo atesora
Feliz la Familia que conoce el sentido de la Justicia y la aplica
Feliz la Familia que vive la Libertad y la prodiga
Como
el texto es en sí mismo un ánfora que se hunde en un pozo abundante y se
rebosa, bastan aquí la reflexión que sigue y el deseo de que el que la lea,
siga echando su corazón en la mina preciosa de la vida, la de los suyos y la
propia.
El
que se complace en contemplar así la felicidad de la familia da brillo a cuatro
valores que están siempre en ella, pero que a veces se esconden en la alacena
de las metas difíciles, en el rincón de los objetos incómodos fuera de uso, en
una caja fuerte que rara vez se abre, en una redoma bien lacrada para que no se
pierda el aroma.
Y,
sin embargo, parece que la felicidad crece donde se sabe, se descubre, se conoce el sentido, se vive. Saber, descubrir, conocer el
sentido y vivir son vivencias naturales en un cuerpo sano, ávido de ser,
deseoso de vigor, salud, empuje.
Pero
saber supone necesitar, buscar, ahondar, sudar, sufrir… Descubrir lleva consigo
la valentía de abandonar la retaguardia, de lanzarse hacia lo que no se tiene
exponiéndose a la incomprensión de otros (a veces muy poco “otros” y muy
propios), a la contradicción, al cansancio, a la aparente inutilidad del
esfuerzo. Conocer el sentido lo tiene el que afina el tino en sopesar,
comparar, distinguir lo secundario de lo esencial, lo temporal de lo duradero.
Y vivir es el resultado de volcarse en la grandiosa empresa de servir, dar la
propia existencia, ver al que nos necesita, olvidar la esclavitud del pobre yo
encanijado en sí.
La
Verdad, el Bien, la Justicia, la Libertad son el alimento de nuestro hambriento
ser y vivir. Son los ingredientes divinos que nos elevan por encima de nuestra
caducidad hasta convertirnos en constructores de eternidad. El camino para
salir de lo trillado por la costumbre, la comodidad, la inercia, la dependencia
de los demás y de su aprobación de los otros.
Escribo
el día en el que conmemoramos, es decir recordamos juntos, el triunfo de la
entrega sobre el encogimiento visceral, la generosidad sobre el egoísmo, la
Vida sobre la muerte: la Pascua de nuestro Hermano y Señor Jesús.