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martes, 7 de marzo de 2017

Un Fuego sin Cenizas.

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno escuras?
¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el Ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

La Cuaresma es un paréntesis gozoso en la vida de un cristiano. Para algunos parece evocar recuerdos sombríos o prácticas extrañas en esta etapa de la historia en la que solo parece caber “lo que me place”. Pero este tiempo tan especial, casi en la inauguración del año y de la explosión de la Primavera, hace sentir, a los que intentamos romper las ataduras de la placentera rutina, la grandeza de la inauguración de la auténtica libertad que es siempre espléndida.
Lope de Vega, a quien debemos el soneto que abre estas líneas inspirado en el luminoso libro del Apocalipsis, vivió deseando asomarse a la ventana para poder contemplar y gozar la llamada del Amor. Confundió Amor con amores y abrió la puerta, sufriendo la entrada en su larga vida a aventuras más o menos (más bien menos que más) placenteras, con lo que el amor le preocupó menos que el placer; sufrió e hizo sufrir sin asentar nunca su vida en una roca que diese a su hogar la consistencia de una auténtica entrega, de una amistad definitiva y madura.
Amarse a sí mismo es natural, es instintivo, es necesario. Pero en nuestro papel de educadores no podemos perder de vista que lo natural, lo instintivo, lo necesario no puede perdurar sino en la educación de un amor para el amor, que es renuncia a sí para ser de otro y para otro. Y mantener esta convicción y esta postura a pesar de que el amor nos pretenda enseñar que amor con dolor no es amor. Solo en ese amor se mantiene un fuego sin cenizas.

miércoles, 9 de abril de 2014

Por qué no?



Este caballero andante de 68 años está afectado por un fuerte proceso bronquial. Y ha recurrido a uno de los colonos de su explotación artiodáctila para acudir a resolver asuntos propios en la ciudad desde su pueblo de Ghongking, en China. El dócil portador tiene una alzada de 90 centímetros y pesa 250 kilos. No sabemos su nombre, pero seguro que lo tiene. Ha sido un acierto el de este ciudadano chino al escoger este medio tan fuerte y fiable, aunque un poco lento, para sus viajes de ida y vuelta a la ciudad. Y seguro que le ha dado un nombre. ¿Por qué no? La fama de algunos seres, entre ellos los que llamamos animales, es decir, que tienen alma o soplo interior, ha nacido del desprecio en que se han sentido crecer. Pero cuando el trato que reciben es de aprecio aparece en ellos la amistad. Sí, la amistad.
Hablemos ahora de los habitantes de la llamada en Inglés Pig Island. Es un islote, hoy deshabitado, de los 700 de Exuma, que forman el rosario de las Bahamas entre Cuba y La Española al Sur y los Cayos de Florida al Norte. Son congéneres del dócil portador de Ghongking. Están allí desde que, no se sabe cuándo, alguien los llevó para tener asegurada la despensa suina. Pero hoy es meta de excursiones que las empresas turísticas ofrecen a los desocupados turistas que viajan provistos de comida para ellos. Desde la borda de la embarcación en que van se la regalan a los alegres, limpios y lustrosos cerditos que, resueltos en su natación, acuden a recogerla. ¿Por qué no?
¿Y por qué damos por perdidos a esos aspirantes a ser ciudadanos de la sociedad futura, cuando los vemos indolentes, perdidos en un lenguaje que no dice nada, pero que muestra su hambre y su sed por ser importantes y no lo logran porque no encuentran quien confíe en ellos, quien se atreva a alimentar su alma (también ellos tienen alma) haciéndoles sentir que son objeto de aprecio, de amor, de deseo de verlos desprenderse de la costra ociosa en que crecen? Están esperando – decía Don Bosco – “una mano amiga” que les ayude a mirarse como instrumentos preciosos en una familia, en una asociación, en una sociedad que los necesita.    
Cuaresma es el tiempo cristiano de la limpieza de fondos. Un vino nuevo debe llenar de alegría y luz nuestras barricas de esperanza y una increíble alegría debe empapar nuestra conciencia por haber tendido nuestra mano amiga a quien nos pidió confianza. ¿Por qué no?

miércoles, 5 de marzo de 2014

Tántalo.



No se sabe por qué el lago Karagöl, “lago negro”, en el monte Yamanlar de Turquía, llegó a ser el lugar de la tumba de Tántalo. Tal vez porque sus aguas cubren la boca de un pavoroso volcán que se abre desde las entrañas del Tártaro. Sea como sea, Tántalo era un sinvergüenza, decían sus amigos. Veamos. Su padre, Zeus, le invitó a un banquete de dioses en el Olimpo. Y Tántalo volvió al mundo de los mortales no sólo con ganas de contarles (para presumir de importante o para comprarles su estima) los secretos de los dioses que habían cotilleado en la sobremesa, sino que se trajo en los bolsillos un poco de néctar y de ambrosía.
Ofreció a su hijo Pélope a los dioses en el banquete con que quiso corresponder a su anterior invitación (Zeus, después, por medio de las Moiras, le dio una nueva vida), robó el perro de oro que había guardado a Zeus recién nacido y negó el hecho. Zeus, harto de tanta codicia, lo aplastó con una roca del monte Sípilo y allí sufre para siempre.
Todos estos cuentos del pensamiento antiguo pueden servirnos para descubrir en ellos una crítica a la codicia que alimentan los que creen que, queriendo tener más y más…,  e intentando lograrlo, pueden llegar a ser felices.
La Cuaresma que los cristianos guardan es un ejercicio de limpieza del propio ánimo de la tendencia humana (y de la urraca) a la avaricia o codicia de tener y de guardar (los chinos llaman a esa inteligente ave - en chino, naturalmente - urraca feliz), y de ese modo olvidar que ser vale más que saber y mucho más que tener. 
No debemos atender sólo a las prácticas conocidas de este tiempo especial, sino que debemos responder, en este tiempo y en todos los tiempos, a la necesidad profunda de ayunos y abstinencias de todo lo que nos hace más esclavos, más animales, más egoístas.