jueves, 15 de diciembre de 2016

La Huella.

Los historiadores aseguran que los primeros europeos que llegaron a Japón fueron los portugueses. Por aquel entonces Japón había logrado, con dificultad, la unidad política: en los comienzos del siglo XVI Tokugawa Leyasu daba a la nación una estabilidad que nunca había tenido.
Los portugueses llevaban el comercio, la novedad y la fe cristiana a la que se adhirieron en los cien años siguientes quinientos mil nativos. Tal vez, en el fondo, y por parte de algunos de ellos, se unieron en esa conversión el atractivo de su doctrina y costumbres, algunas ventajas políticas y económicas, la novedad y la facilidad para una mejor relación diplomática. Por ejemplo, se dice que el Daymio Nobunaga Onamura de Nagasaki pudo buscar alguna de esas ventajas. Y Kyoto, la ciudad imperial aquellos años, vio florecer en su seno la fe cristiana.
Pero los “bárbaros del sur” con su cristianismo empezaron a verse como una amenaza. Se decidió la pena de muerte excepto para los holandeses y los chinos: fue el Periodo Edo. Y en 1597 murieron crucificados nueve misioneros católicos y diecisiete conversos japoneses. Y comenzó una etapa de aislacionismo que duró mucho tiempo.
Pero la semilla había quedado en dos formas: la fe cristiana practicada en secreto y la entrada de muchas palabras portuguesas. Todos conocen el fervor actual de los católicos japoneses, pero tal vez menos esas palabras que quedaron en el lenguaje popular, por ejemplo y así hasta unas cuarenta según los entendidos: bateren (padre), biidoro (vidrio), furasuko (frasco),  chokki (jaqueta), kapitan (capitâo), kappa (capa), karumera (caramelo), pan (pâo), sabato (sábado), tempura (témporas)…
¡Cuánta semilla, buena muchas veces (pero también alguna mala) dejamos por la vida! Un gesto, a veces, una palabra, una actitud, una reacción, un estilo de vida, una virtud, un desorden, un afecto, un rechazo, una convicción… son muchas veces una herencia inevitable porque va con los que tienen culpa de todo, los genes, según dicen; pero en muchos otros casos, de un modo consciente o involuntario, de la inadvertencia de que vivimos sembrando, sembrando, sembrando…

sábado, 10 de diciembre de 2016

Rezar? La serena convicción de no estar solos.

Recordamos con aprensión y afecto que hace tres años Michael Schumacher sufrió un accidente mientras esquiaba en los Alpes franceses. Es un gran piloto de la llamada Fórmula 1. Y ahora lo es de nuevo en una carrera de recuperación paciente, lenta y afortunadamente progresiva después de algunos meses en Grenoble hasta que, fuera del coma, pudo continuar su difícíl convalecencia en su casa suiza.
Pienso que se dan al menos tres circunstancias en este proceso de recuperación que pueden servirnos de ayuda para madurar en nuestra visión de la vida, del dolor y de la esperanza.
La primera es la reserva. Estamos tan acostumbrados a comprar y comer noticias que no sabemos estar tranquilos mientras no nos dan cuenta de los pelos y señales de los hechos que nos han conmovido en lo más hondo de nuestra sensibilidad. Tenemos tal ansia por saber, por hurgar en la historia de las personas y las naciones, que la hemos convertido en un derecho. Da pena vivir al lado de personas que se alimentan del cotilleo, de lo morboso, de lo más entrañable de los otros, que suele ser el dolor hasta no poder dormir tranquilos. Aunque nos traigan al pairo el que sufre y su sufrimiento. “¡Derecho a saber!, ¡Derecho a conocer!”.
El vuelco sobre el que sufre no es siempre en nuestras vidas un signo de amor. Hasta creemos estar amando cuando programamos lo que debería suceder en vez de esperar a que suceda lo que de verdad sucederá. Decimos tranquilamente: “Es mejor que acabe de sufrir”. Ni sabemos si sufre, ni sabemos si su sufrimiento es el camino de que cese, ni somos capaces de intuir qué efecto, positivo o adverso, puede producir el dolor que observamos. En el fondo, al menos alguna vez, es que nos deje de esa vez en paz.
Ross Brawn, cercano a los acontecimientos de la Fórmula 1, pero sobre todo a los seres humanos que la alientan, decía hace unos días sobre el estado de Michael: «Hay signos alentadores y todos estamos rezando cada día para ver más». ¡La oración! Que no es, como algunos pensamos, la fórmula para que nos den, para que el demandado, cansado, quede en paz. La oración es esa serena convicción de que no estamos solos, de que nuestra vida no es un juego de fichas o de saltos de obstáculos. La oración debe ser, pienso, la seguridad que da saberse mecido, sano o quebrado, en los brazos de un Padre que no puede dejar de querernos porque no puede, por muy hijos que nos sintamos, dejar de ser Padre.  

lunes, 5 de diciembre de 2016

Un caballo.

Tomo de las crónicas contemporáneas este bello relato. Ludovico el Moro encargó en 1482 a Leonardo da Vinci que hiciese “la estatua ecuestre más grande del mundo” como homenaje a su padre Francisco Sforza. Leonardo se dedicó a estudiar a los caballos y a trazar bocetos. Al principio pensó que quedaría muy bien figurándolo en actitud de lanzarse contra el enemigo: pero exigía demasiado por sus dimensiones. Lo modeló, 1491, en barro de siete metros de alto. Cuando se decidió a fundirlo en bronce, no se encontraron las cien toneladas que hacían falta. Se habían convertido en cañones para oponerse a la invasión de Luis XII de Francia. Pero los franceses entraron en Milán y tomaron al enorme caballo de barro como blanco de sus disparos. Leonardo empezó en 1506 una nueva estatua ecuestre para la tumba del caudillo Giacomo Tribulzio, pero tampoco se pudo realizar aquel proyecto y quedó dormido.  Quinientos años más tarde, en 1977, un piloto americano apasionado por el arte, Charles Dent, se entusiasmó con la vieja idea, reunió dos millones y medio de dólares a lo largo de 15 años, pero murió sin verlo logrado. Y, por fin, en 1999, la escultora  Nina Akamu lo realizó y regaló a Milán, para la entrada al hipódromo de la ciudad, como homenaje al gran genio de Leonardo.
Pienso que de estos hechos se pueden extraer algunas reflexiones (¡y, ojalá, también propósitos!) útiles en nuestra vocación de labrar obras de arte humanas. Sin duda tu visión será mucho más valiente y alta que la mía. Nada puede hacer morir el proyecto del ideal que tenemos cuando nos toca modelar un hombre nuevo. Ni el esfuerzo, ni el tiempo que le dedicamos, ni la falsa falta de medios, ni el aparentemente sabio apagafuegos de nuestras ilusiones desplumadas. Ni la persistente cantilena que  amenaza con convencernos de que en este mundo decadente no vale la pena luchar contra un mar incontenible de desidia, conformismo, “ya lo harán otros”, “allá si quieren estrellarse”, “yo ya hago bastante”, “que no me pidan imposibles”, “pero tú ¿en qué mundo vives?”…
Sabemos bien que cohonestar inteligentemente el abandono que practicamos es el modo más útil para dejar que las cosas rueden cuesta abajo. “¡Y allí me las den todas!”.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

El Beso.

En una de sus preciosas Catequesis el Papa Benedicto XVI se refería a San Gregorio de Nisa con esta reflexión sobre el Cantar de los Cantares: Para San Gregorio de Nisa en sus homilías sobre el Cantar este es el beso por el cual los amados respiran juntos, fusionan sus espíritus o bien infunden su aliento. Con ello se designa la unidad de vida a la cual han sido llamados hombre y mujer y llega a ser palabra creadora. Por este motivo las palabras del novio son para ella espíritu y vida. Por esa razón la joven niña desea aproximarse a esa boca que es fuente de vida espiritual. Fuente es la boca del novio de donde brotan palabras de vida eterna (12). Por ello, Su Palabra sacia la boca sedienta, como el profeta que con su boca atraía al espíritu. “Abro mi boca franca y hondo aspiro, que estoy ansioso de tus mandamientos”, Salmos 119, 131. Hay que dar a la boca el agua que sacamos de la fuente a la cual se refiere el Señor diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”, Juan 7, 37. Por eso el alma quiere atraer, aproximar hasta sus labios aquella boca que es manantial de vida y exclama: ¡Que me bese con el beso de su boca! Este es el beso que hace manar vida y salvación para todos, beso del cual el Señor no desea privar a nadie”.
Si observamos la vida que nos acoge descubrimos con frecuencia que todo o casi todo, siempre o casi siempre, queda envilecido por el egoísmo. Y eso que llamamos amor y queremos que sea beso, como manifestación del amor, no va más allá de ser un cumplimiento. Se ha dicho que esto es amor y, como me gusta, o se dice que se debe hacer, lo colecciono con otras muchas cosas que dicen que son amor, pero que bien se yo que no es más que complacencia o apariencia.  
Esto viene a cuento en nuestra reflexión de que sería muy oportuno que las expresiones de cariño en familia nunca fuesen gestos “de oficio”. “Cuando yo le doy un beso a mi padre y él me da otro, pienso «Pero, ¿me quiere?». Y el gesto que debiera y pudiera ser un lazo que estrechara el amor mutuo, se convierte en una invitación a la duda cuando no en un tormento que se afianza día a día. Un beso a la abuela pudiera ser un bonito cumplido bonito. Un beso a la madre o al padre debiera se siempre una transfusión de confianza, de enamoramiento, de vida. Una piedra viva y gozosa en el cimiento de la familia.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Despedida.

En el convento de las Hermanas de San Fidencio de Novaglie, Italia, se encontró un códice del siglo XIV, junto a una miniatura de la escuela de Giotto de Siena. La llamada Leyenda perusina nos presenta en él esta poesía de Francisco de Asís para las Clarisas de San Damián: “También en aquellos días y en el mismo lugar, después de haber compuesto Francisco las alabanzas al Señor por sus criaturas, dictó también algunas palabras con melodía, para mayor consuelo de las Pobres Señoras del monasterio de S. Damián, sobre todo porque sabía que estaban muy tristes por su enfermedad. Y dado que, a causa de su enfermedad, no las podía visitar y consolar personalmente, quiso que sus compañeros llevasen e hiciesen oír a las que estaban en clausura aquel canto".

Escuchad, pobrecitas, llamadas por el Señor,
que de muchas partes y provincias os habéis reunido.
Vivid siempre en verdad
que en obediencia moráis.
No miréis la vida de fuera
porque la del espíritu es mejor.
Yo os pido con gran amor
que tengáis discreción con las limosnas
que os da el Señor.
Las que están gravadas por la enfermedad
y otras que, por sí mismas, están fatigadas,
todas lo sobrellevéis en paz
para que tengáis como querida esa fatiga
porque cada una será coronada como reina en el cielo
con la Virgen María.

Emociona a quien, como Francisco, vive profundamente el sentido del otro, la necesidad de regalar y regalarse por ello, la necesidad de convertir en canto el fastidio  de la enfermedad, ese rasgo de cariño hacia hermanas que, llamadas por el Señor, viven en verdad y moran en obediencia. A nosotros nos hace bien conocer el motivo por el que procedió a escribir y subrayar con música, las palabras, aunque no nos haya llegado la melodía que él mismo compuso.

domingo, 20 de noviembre de 2016

A la cabeza!!

La aventura (¿aventura?) de Napoleón Bonaparte en Egipto fue un cambio de ruta en el proyecto del Directorio de invadir Inglaterra: en vez de la metrópoli, su grandeza en  África.
Recuerdas todo sin duda mejor que yo, por lo que solo me detengo en dos puntos muy sencillos y muy prácticos para nuestro intento. El primero es archiconocido, pero tan romántico y tan excitante que vale la pena traerlo también aquí. Se trata de la conocidísima arenga del gran general ante las pirámides y antes de lanzarse a la conquista: «Soldados. Vinisteis a este país para salvar a sus habitantes de la barbarie, para traer la civilización a Oriente y sustraer esta bella parte del mundo a la dominación de Inglaterra. Desde lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos os contemplan». Era julio de 1798.
Cuando en la batalla, que resultó definitiva, se iban a encontrar con un ejército  de 54.000 soldados árabes salpicados de jenízaros y los temibles 6.000 mamelucos (los hombres de la cimitarra,  herederos del ardor de los 12.000 jóvenes comprados en 1230 en el Cáucaso por un decidido sultán) los oficiales franceses recordaron a sus soldados que, al apuntar el tiro, disparasen a la cabeza de los caballos y de ese modo «los caballos recularían, desmontando a su jinete».    
¿Conducimos así el ejército de nuestros muchachos? ¿Somos capaces de hacer que nuestra propia vida, nuestro estilo de convencer, nuestro modo de expresarnos sea una arenga vital que contagie a nuestro “ejército”? Puede suceder que no creamos en lo que pedimos o exigimos, ni creamos en nuestra capacidad de transmitir entusiasmo, ni estemos convencidos de que les resulte de algún modo atractivo el plan de guerra común. Y si, además, no apuntamos a la cabeza, si no herimos el corazón, si no somos capaces de sembrar entusiasmo en sus vidas, el resultado de la campaña de nuestra educación será bien pobre. Si es que es. 

martes, 15 de noviembre de 2016

Pylos, un ejemplo de arqueología.

El empresario prusiano Johann Ludwig Heinrich Julius Schliemann (1822-1890) soñó con comprobar que lo que se lee, por ejemplo, en la Ilíada, fue real y que aquella realidad se vivió en Troya, Micenas, Tirinto, Orcómono… Y a Troya y Micenas se fue para excavar la tierra y descubrir que su sueño era acertado.  
Con menos medios y más método se sigue excavando y excavando en muchos lugares del mundo. La arqueología se viste con la nobleza de descubrir el pasado. Y hace un año (mayo de 2015) un equipo de arqueólogos (Jack L. Davis y Sharon R. Stocker, de la Universidad de Cincinnati) encontró en las ruinas de Pylos, en el sudoeste de Grecia, la tumba de un guerrero que fue enterrado allí hace unos 3.500 años en una fosa a 2,50 metros de profundidad, dos metros de ancho y cuatro de largo. Guerrero importante si tenemos en cuenta el hallazgo: un ataúd de madera con los huesos de un hombre joven de entre 30 y 35 años. A la izquierda estaban las armas: una espada de bronce con empuñadura de marfil y oro y una daga con oro. A la derecha, cuatro anillos de oro con finas tallas minoicas y cerca de 50 sellos de piedra con imágenes de dioses y toros. Entre sus piernas había una placa de marfil en la que estaba tallado un grifo, criatura mitológica cuya parte superior es de águila y la inferior de león, que protegía a los dioses y a los reyes. También se encontraron copas de oro, plata y bronce, un espejo de bronce con mango de marfil y seis peines del mismo material. Todo lo que parecía que iban a necesitar para navegar con seguridad por el difícil camino del más allá.
¿Y a cuento de qué viene esta vieja historia para nuestra vida? A mí se me ocurren estas dos nimiedades: ¿Organizan los padres y formadores el futuro de sus pupilos de modo que en su futuro sobre la tierra esté provisto de todo lo que van a necesitar para vivir con dignidad su condición de hijos y de discípulos? Me refiero a la honradez, probidad, sentido de la justicia, grandeza ánimo, fortaleza, tesón, generosidad, tenacidad, limpieza de conciencia… Es decir, todo eso que cuando miramos  a nuestro alrededor o en nosotros mismos echamos de menos y nos gustaría no tener que echarlo así? ¿Intentamos despertar en ellos aprecio por esas condiciones de hombres maduros, estimulamos el deseo de crecer en estatura intelectual, perfección de alma, belleza de conducta, luminosidad de obras? 

jueves, 10 de noviembre de 2016

A la cola...

Den Grimme ælling es el título original danés del precioso cuento El patito feo que Hans Christian Andersen escribió en 1844. Andersen (1805-1875) nació en una familia muy pobre y un poco desquiciada, y vivió sus primeros años en la pobreza. La publicación de sus primeros cuentos (escribió 168) le permitió entrar muy merecidamente en la estima social, aunque sus obras “mayores” no tuvieron el mismo eco. Viajó mucho (le encantaron - ¿cómo no? - Málaga, Granada, Alicante y Toledo) y dejó memoria en sus libros de viajes de los que El Bazar de un poeta (1842) es su mejor escrito según algunos críticos:  
Intentó ser cantante  y danzarín de ópera, dramaturgo, ser estimado por sus escritos más que por sus cuentos, pero en nada de esto encontró éxito. Y sobre todo sufrió mucho en amor a lo largo de su vida.
Alguno ha creído verlo en algunos de los personajes que creó. Y puede que El patito feo encierre algo de eso: ese “pollito” raro, grandote y extraño que sale de un huevo de cisne perdido entre unos cuantos de pato; que sufre porque se burlan de él; que deja su “hogar” equivocado y que, por fin, se une con miedo a otros cisnes que lo acogen y aprecian.
Todo niño (y aun algún adolescente) es, un poco o mucho, un pato inseguro de su propia valía, de la estima de sus padres y educadores, del amor de su familia, de su capacidad de salir de esa negrura que le entristece, del acierto en sus sueños y proyectos. Cuando un padre, una madre, un educador… percibe ese aire de despiste de su hijo o de su educando, debe desplegar el precioso velo de la amistad. El niño o muchacho que se siente amigo, es decir, aceptado, querido, estimado empieza a ser lo que se desea que sea. 

sábado, 5 de noviembre de 2016

Thomas Oliver Chaplin

Cantaba espléndidamente con la banda inglesa Keane a lo largo de ocho años hasta que en 2006 se hundió en el fango. Del fango logró salir para volver a caer otra vez nueve años más tarde. Él mismo dice que a comienzos de 2015  estuvo a punto de morir tras varias noches de alcohol y cocaína.
El que lee esta breve historia estará pensando que el cliché de ese viaje se repite en la historia de la música moderna como si triunfar fuese el principio de una carrera hasta el precipicio: ¿Por qué un buen cantor tiene que convertirse en una piltrafa de hombre? 
Escuchemos ahora a Chaplin, ya con 37 años, cuando presenta su primer disco en solitario, «The Wave»: “Hay algo de milagro en todo esto, porque mi vida se había convertido en un completo desastre, estuve a punto de perderlo todo y hasta de morir. Tras un enorme desfase de drogas de varios días, me dije: «Tengo que cambiar, tengo que hacer algo». Afortunadamente, por la mañana, esta vez, seguía pensando igual. Estaba exhausto tras tantos años viviendo así… Probablemente el deseo de ser cantante fuese ya una forma de autodefensa. Yo era un tipo agradable y educado, como tú dices, pero por dentro no me sentía así. Me sentía triste, ansioso y temeroso del mundo. No sabía quién era. Lo que se veía por fuera no era yo... Ahora me siento muy diferente. He cambiado como persona, algo que es muy difícil… Yo creo que sí tenemos posibilidades de elegir. Si hubiese seguido siendo como era, tomando drogas, medicándome a mí mismo, estaría arruinado o muerto. Me vi forzado a cambiar como persona. Mi vida es ahora tan buena… ¡Tengo tanto por lo que vivir después de estar casi muerto! Aprecio la vida más que nunca antes. Aquello fue algo horrible de experimentar, pero también puede tener una parte útil si logras superarlo. Cada día me levanto con energía, con apetito por ver qué puedo hacer hoy. Realmente tuve mucha suerte al sobrevivir”.
En el disco sonríe una niña rubia, de dos años: “Es mi hija. El álbum realmente cuenta una historia, un viaje de la oscuridad a la luz, y yo quise que cada canción se reflejase en una foto. Trabajé con un fotógrafo muy veterano, que lo hizo. En el caso de la de mi hija, quería contarle mi visión de la vida, que hay momentos brillantes, pero también otros de mierda. No quería contarle que la realidad es solo azúcar, como hacen muchos padres, quería que supiese que también existe la resaca. Pero en esa canción hay algo más. En el primer año de su vida yo realmente no estaba. No era un buen padre para ella, andaba fuera y con mi adicción. Ahora soy mejor y le he hecho una promesa: «Siempre estaré ahí si me necesitas». Hoy puede confiar en mí por completo. Para mí es importantísimo poder decir algo así”.

lunes, 31 de octubre de 2016

Austero yo?

Fue Décimo Junio Juvenal quien escribió en el puente del siglo I al II, en su sátira 10, esta frase que tanto repetimos los viejos: … nam qui dabat olim imperium, fasces, legiones, omnia, nunc se continet atque duas tantum res anxius optat, panem et circenses…. Que viene a decir (pero no te contentes con mi traducción un poco rastrera): … pues quien daba en el pasado el poder, la justicia, el ejército, todo… ahora se contenta afanosamente con sólo dos cosas: pan y circo. Ya sabes: circo eran los espectáculos que se regalaban al pueblo para tenerlo contento; y pan el remedio del descontento de los pobres que habían visto subir el precio del trigo y necesitaron convertirse en paniaguados del Estado.
La annona era un derecho. Había empezado, como sabes, siendo una diosa (con mayúscula, por tanto: Annona), protectora de las trojes oficiales. Y se convirtió en el sustento gratuito o casi gratuito que, desde Cayo Sempronio Graco el año 123, recibía el pueblo. Treinta y dos años más tarde 40.000 ciudadanos romanos tenían ya derecho al sustento público. Augusto se encontró en Roma, cuando estrenaba siglo (nuestro siglo I), con  200.000 de estos. Se alegraba de haber podido robustecer al Estado y a 50.000 de sus sustentados al quitarles el pan y hacer que se lo ganasen. 
Pero poco más tarde, Septimio Severo se dijo que por qué los de su pueblo (Leptis Magna, en África: hoy Lebda a 130 kilómetros al Este de Tripoli) no iban a tener los mismos derechos que los romanos de Roma. Y el número de los beneficiados subió hasta 320.000. Septimio Severo Alejandro mejoró la cesta de la annona y en vez de trigo, para ahorrar trabajo a su sudoroso pueblo, le dio trigo hecho ya pan. Y Aureliano, en el alba del siglo III, daba ya pan y medio por cabeza. ¡Y vino! ¡Y carne de cerdo!
Este fue el Aureliano (Lucio Claudio Domicio Aureliano, que era húngaro, es decir, de la Panonia romana) que dejó su nombre en la muralla de ladrillo, todavía visible en Roma,  que levantó por miedo a los bárbaros que venían despeñándose desde lejos. Y no se daba cuenta de que los bárbaros que estaban acabando con el Imperio estaban dentro. Y que fueron estos bárbaros domésticos, con sus regidores, los que llevaron a Roma al derrumbe económico y a su desintegración y desvanecimiento.
Y como esta historia es de por sí elocuente para todos los tiempos, ¡ojalá que valga para el nuestro!