Este gigante de la foto se llama Yakouba
Sawadogo al que seguramente conoces por los periódicos. Por ellos sabes que en
1974 se propuso frenar el avance del desierto en su región de Gourga, en
Burkina Faso. Ha recuperado en cuarenta años tres millones de hectáreas en ocho
países del Sahel. Y ahora se pueden cultivar, habiendo olvidado que eran un
desierto. El Sahel (que significa “borde”) es un
cinturón de 5.400 km desde el Atlántico hasta el Mar Rojo. Está al sur del
desierto del Sahara y tiene una anchura variable entre varios centenares y mil
kilómetros. Y cubre una superficie de más de tres millones de kilómetros
cuadrados.
Empleó los métodos
tradicionales de la agricultura llamada “ZaÏ” puesta al día: en hoyos de unos
veinte centímetros depositaba la semilla que interesaba con estiércol y
compost. Las lluvias completaban la obra.
Le salió bien y
obtuvo “cosechas” dobles y hasta cuatro veces mayores. Añadió árboles que
ayudaban a mantener la humedad del suelo. Y se dedicó a recorrer largas
distancias en su moto para convencer a todos los agricultores de la nación que
pudo, el resultado de su empeño.
Se hicieron algunos documentales con su propuesta
y dio en 2013 conferencias en 29 aldeas sobre el “ZaÏ”.
Y una nueva iniciativa, organizada junto con
Ashley Norton y Naaba Ligdi, llevará esta enseñanza, antes de las lluvias de
2014, en doce clases magistrales para cuatro estudiantes, a jóvenes agricultores
de la región Yatenga que quieran luchar como él lo ha hecho.
¿Nos hemos
medido, de verdad, alguna vez? ¿Qué nos falta para dar talla de gigante? ¿O, al
menos, de aprendiz de gigante? ¿Qué medida es la que queremos para nuestros
hijos, para los niños, los adolecentes, los jóvenes que crecen (o deben crecer)
a nuestra sombra? Porque en un análisis que debemos hacer, continua y
valientemente, debemos ver si nuestra sombra es la de una generosa entrega que
estimule la entrega de nuestros educandos o es un paraguas de pura protección
que les impide salir de sí mismos, lanzarse fuera de las propias y pobres
bardas y aprender que sólo pensando en los demás, viviendo para los demás,
yendo hacia los demás, queriendo a los demás… podremos ver una cosecha que
detenga el desierto del egoísmo que parece invadir el mundo de hoy, tan estéril
de amor en tantos gestos, tantas propuestas, tantos oscuros “saheles” de
muerte.