1. NO LO VOY A HACER. No
tengo ganas. ¡Que no quiero, vamos!
2. NO PUEDO HACERLO.
¿Qué me pasa? Voy a pensar en ello
3. QUIERO HACERLO. Necesito ser más, valer más.
4. ¿CÓMO SE HACE? Voy a
investigarlo.
5. TRATARÉ DE HACERLO.
6. PUEDO HACERLO.
7. LO VOY A HACER.
8. ¡LO HICE!
Basta con leer, creo
yo, lo que dice y lo que hace el muñequito trazado, torpe pero expresivamente,
de izquierda a derecha y de arriba abajo, para darnos cuenta de que es un
retrato de una postura o de un proceso de raquitismo o de crecimiento.
Por desgracia es para
algunos una postura vital: no tener ganas, no hacer nada, no esforzarse, no
estudiar, no acometer una acción, no emprender un camino, no proponerse subir,
no seguir subiendo, no subir siempre… Lo
vemos en muchos que dicen, por
ejemplo: “Nadie me echa una mano”, “Estamos en crisis”, “Más tarde”, “Ya veré”,
“A ver si…”. Son “justificaciones” más frecuentes de lo que suponemos. Que
nacen en una familia, en una comunidad, en una sociedad en la que no se enseña
a esforzarse, a sufrir, a buscar, a trabajar, a ingeniarse, a superar, a ser
uno mismo. El alivio, el bienestar, la debilidad de los responsables de educar,
el subsidio, el “derecho”, la “libertad”… son las muletas de los que se deciden
a ser cojos toda la vida. Y a pasear su cojera pidiendo compasión y cargando el
peso de su cojera sobre cualquiera que les haga caso o no en su casa, en el
grupo de familiares, de amigos, de compañeros de estudio y trabajo (¿estudio?,
¿trabajo?), de la sociedad.
Decía alguien (no
recuerdo quién, pero decía bien): «No digas nunca “No puedo”. Ponte a ello.
¡Hazlo!». Y otro: «Todo es posible para el que cree en sí mismo».
Y el gran Alexander
von Humboldt (1769-1859), que recorrió todo el mundo investigando a fondo sus
tesoros naturales: «Cuando no se quiere lo imposible, no se quiere».
Bastante más tarde, pero con la misma
convicción, decía algo parecido Georges Clemenceau (1841-1929): «Solo triunfan
los que se atreven a atreverse».