Carranque (cerca de Illescas-Toledo), La Olmeda (en Pedrosa
de la Vega– Palencia), La Tejada (muy allí también, en Quintanilla de la
Cueza), Clunia Sulpicia (Coruña del Conde– Burgos), Almenara Puras (Olmedo-
Valladolid), Itálica (Santiponce– Sevilla… son otros tantos luminosos
cementerios de otras tantas luminosas teselas milenarias, testigos y frutos de
invasiones, luchas, conquistas, holganzas, sueños de belleza, programas de
eternidad…
Asombran los mosaicos que afloran cuando la afición al pasado
de nuestros buscadores de tesoros ocultos nos las ofrece. Pero yo gozo y sufro
al mismo tiempo con cada una de las humildes teselas que los forman. Pétreas o
cerámicas (¿qué más da su cuna?) no son nada y lo son todo. Sin una, sin dos o
sin más el mosaico es siempre grandioso. Pero sin ninguna, no existe. Es verdad
que la alianza sellada por su conjunto (una y otra y otra y otra…) con su
inteligente coordinación, las convierte en una fascinación para el alma de un
nostálgico. Pero es cada una de ellas, dispuesta a no estar sola, la que hace
posible, la maravilla que contemplo y la que me anima a escribir lo que
escribo. Porque la siento como un ser vivo o como el rasgo imprescindible de un
ser superior igualmente o, mejor, soberanamente vivo.
El que me ha aguantado hasta aquí ha adivinado que me ocupa
un pensamiento más alto. Pienso, en efecto, en la maravilla de una mujer, de un
hombre que, desde niño, animado por la sabiduría de sus padres, de sus
educadores, de sus maestros, de sus amigos; de los libros, de la experiencia,
de la necesidad de ahondar en la Naturaleza y en la Vida, ha ido haciendo de la
suya una obra de arte. No ha desechado nada noble, nada cálido, nada radiante,
nada difícil, nada generoso para convertirse en ese modelo de gracia humana que
enriquece la Naturaleza y hace grande el mundo que tiene la suerte de tenerlo
en su alma.
Hay padres y educadores y formadores (los conocemos) que
desechan con facilidad muchas de las teselas que requiere la talla del cincel y
el esmeril o el fuego del horno para que la obra de arte resulte redonda. Todo
lo que supone esfuerzo, renuncia, trabajo, constancia, altruismo, abnegación,
sacrificio… queda fuera de un plan de la existencia en el que cuenta poco o no
cuenta nada el Amor.
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