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sábado, 1 de abril de 2017

S’Ozzastru, el árbol más viejo de Europa.

Los sardos llaman a este árbol, o así parece, S’Ozzastru, que es Olivastro, porque es un olivo. Aseguran que es uno de los más viejos de Europa, si no el más viejo. Y que tiene más de 4.000 años. Está en un pueblo llamado Luras de la provincia de Olvia Tempio, en el Norte de la isla de Cerdeña. Cerca hay otro que tiene ganas de que se le tenga en cuenta porque cuenta, dice, con más de 2.000 años. Pero ¿qué son 2.000 al lado de 4.000?
S’Ozzastru es Monumento natural desde que, en 1991, se reconocieron oficialmente sus características y dimensiones excepcionales: el perímetro de su tronco es de once metros y medio; el de su copa en su parte más ancha, 21; y tiene de altura 14.
Visto de cerca su noble tronco no caben dudas sobre su vejez: nudos y huras le dan un carácter venerable de viejo venerando, pensativo y hondo, fuerte y sabio, paciente y generoso, fiel a su condición y misión y decidido a seguir dando siempre sus frutos y siendo abuelo, abuelo de todos. Sigue con sus pies-raíces firmemente clavados en la tierra sin dar señales de fatiga ni cansancio en la región de Santo Baltolu (Bartolo o Bartolomé en español) di Carana junto a las orillas del lago Liscia en el Norte de la Isla.
¡Qué pena da ver a los abuelos orillados, como si ya no contasen, como si fuesen monumentos respetables (si así se los considera), pero con su aspecto de inútiles y hasta su carácter de estorbo! Es verdad que las edades avanzadas hacen mella en las personas. Pero también es verdad (que es mentira) que dejan de tener valor y fecundidad en las familias. Hay un culto admirable a la ancianidad en las sociedades sabias en las que un muchacho puede encontrar en su abuelo (¡que es padre de su padre!) un puerto acogedor después de una travesía en falso; o unos brazos seguros aunque flacos para un esfuerzo inútil; o una palabra experimentada tras un fracaso joven; y siempre el afecto, sin exigencia de retorno, de un padre doblemente padre.

lunes, 27 de marzo de 2017

Poveglia: la isla de las enfermedades raras.

Poveglia es una preciosa isla de las que pueblan la llamada Laguna de Venecia. Está situada a la mitad del Lido de Venecia o de Malamocco y tiene una forma peculiar porque, además de estar dividida por un canal, tiene un apéndice llamado por su forma el Ottagono (a nosotros nos sonaría mejor Octógono, pero en Venecia las cosas son como en Venecia) que junto a otro, llamado Alberoni, eran fuertes para detener, por si acaso, a la enemiga flota genovesa en el siglo XIV.
La isla de Poveglia tiene una historia larga y triste. Hoy está deshabitada y no es posible visitarla. Se cree que ya los romanos la utilizaron como destino de personas aquejadas de enfermedades incurables y contagiosas. Y se sabe con certeza que la peste del siglo XIV, importada tal vez de Oriente, obligó a convertir la isla en el cementerio de sus víctimas. Y más adelante en lazareto de los enfermos de ese mal para los que no se pronosticaba curación, que era la mayor parte. Pasados aquellos tristes tiempos y desaparecidos aquellos irremediables males, pareció que era un lugar muy a propósito para un sanatorio psiquiátrico. Pero en poco tiempo hubo que abandonar sus amplias instalaciones dedicadas a intentar la salud de los enajenados de mente. Entre otras razones porque se propaló la voz de que se había convertido en un escenario de apariciones y fantasmas. No es verdad, porque no hay apariciones ni fantasmas. Pero hay gente que cree en ellos. 
Todavía en el siglo XX parece ser que hubo quien intentó utilizar las viejas instalaciones para experimentos que lograsen la curación de enfermedades raras o incurables.
Y ahora nuestra aplicación concreta e inmediata. ¿No se está convirtiendo nuestra sociedad en un racimo de islas povelias en las que se asientan todas las desviaciones de la buena salud?
Contemplemos la amada isla de nuestra propia familia. Y observemos a qué destino la abrimos. No vale decir: ¡Las cosas son hoy así! ¿Qué vamos a hacer? ¡No es para tanto! ¿Quién va a poner coto a los tsunamis que se nos vienen encima día a día? Y no solo porque pagar caro nuestra desidia o indiferencia o cobardía no va a alejar la peste, en algunas de sus formas, de nuestro entorno familiar. Sino porque declararnos decidida y oportunamente opuestos a cualquier contagio es nuestro oficio: noble, digno, irrenunciable, valiente y gozosamente esperanzado.

viernes, 17 de marzo de 2017

Un proyecto truncado.

Como sabes, la populosa ciudad de Pompeya quedó sepultada en Agosto o, más probablemente, en Noviembre del año 79 dC bajo el material arrojado por el volcán Vesubio. Mucho más tarde el rey de Nápoles, Carlos de Borbón, futuro Carlos III de España, encargó al ingeniero militar español Roque Joaquín de Alcubierre que comenzase las excavaciones para sacar la ciudad al sol. Era el año 1738. Y entonces empezó un trabajo que sigue todavía hoy, día a día.
La ciudad existía como entidad poblada, al menos desde el siglo VII aC. Los oscos y los samnitas anduvieron por allí y estos últimos, unidos a otras ciudades de la región llamada hoy Campania, lograron no caer de momento en las garras de los romanos. Pero estos, en el año 80 aC, la rindieron dándole el nombre de Colonia Cornelia Veneria Pompeianorum. Fue puerto importante para el paso de mercancías, con la via Appia muy cerca, hacia el Sur. El año 62 quedo muy dañada por un devastador terremoto, de modo que la destrucción venida del Vesubio en el 79 cayó sobre ella cuando se reponía de las heridas anteriores.
Prueba de ello es cuanto sigue: en una “manzana” de la calle de la Abundancia se ha encontrado recientemente un conjunto de indudable interés histórico y arqueológico en el que se trabaja para ofrecer dentro de tres años en su visita a los admiradores del Vesubio, tres mil metros cuadrados más de recuerdos de aquel pasado tan remoto.  Lo forman una panadería con sus elementos de producción, por ejemplo los esqueletos de los asnos que movían el molino (¡y el de una mula!), varios frescos de la Casa de los Castos Amantes y otra casa llamada de los Pintores en su trabajo. De esta casa es la imagen que acompaña a estas letras.
Parte de la pared se ve terminada con rojo cinabrio. Inmediatamente a la derecha se ve una superficie en blanco preparada para recibir el color. Las líneas rectas ya trazadas en ocre serían después los límites de los espacios en color que simularían fondos de paño o cortinajes de la estancia. Pero la labor quedó truncada. 
Y aquí nuestra reflexión. ¿En qué momento o después de qué hecho he advertido que mi obra de construcción de la personalidad de mi hijo, de mi pupilo… quedó en ciernes o por perfilar? ¿O hasta quedó quebrada? Porque si lo analizo tal vez descubro que mi intervención fue inoportuna, mi trato fue ofensivo (¡sí, “subjetivamente”, pero ofensivo!), mi actitud obsesiva, mi conducta desinteresada, fría y distante. Dejé de ser amigo y cesó mi capacidad de educador.

miércoles, 15 de febrero de 2017

La carta de Navidad de Sofía.

Sofía ha escrito ya su carta de Navidad. Por primera vez no la ha dirigido a Papá Noel, sino al Niño Jesús. Y no es porque ya sea “mayor” (el pasado día 20 cumplió ocho años), sino porque cree que lo que pide este año es difícil: “Querido Niño Jesús quiero que todos estén bien y haz que haya mucho amor y a mi mamá que no le hagan daño y no la despidan porque debemos ser generosos”.
La empresa en la que trabaja su madre despedirá a un buen número de trabajadores el próximo día 31, a pesar del esfuerzo de la empresa por salir adelante, de las manifestaciones de los trabajadores y de la intervención del sindicato.
Sofía ha puesto la carta en las manos de su mamá insistiendo en que la entregue a su destinatario. Y los primeros en sorprenderse y emocionarse han sido los padres: "Yo evito hablar de cuestiones de trabajo delante de las niñas”, comenta la madre que trabaja en la oficina de la administración de la empresa. Pero Sofía debe haber captado la preocupación de los padres y por eso ha escrito esta carta. "Sofía me ha preguntado que si dejo el trabajo y me voy a dedicar a dar clases de matemáticas. No sé cómo se le ha ocurrido. Seguramente es porque la ayudo a hacer las cuentas”.
Acaba la carta pidiendo ayuda para los niños pobres; y la cierra escribiendo con bolígrafo rojo: "Viva la paz y abajo la guerra".
Este precioso cuadro de inocencia, cariño filial, serenidad, generosidad, sensatez y desinterés puede servirnos como falsilla para cotejar la madurez y grandeza de nuestros hijos, de nuestros educandos. Porque tal vez la Navidad y los “Reyes”, año tras año, lo hemos convertido en una escuela intensiva en el que se alimenta la ansiedad, el capricho, el egoísmo y el despilfarro no solo de dinero sino de nobleza de alma. 

miércoles, 30 de noviembre de 2016

El Beso.

En una de sus preciosas Catequesis el Papa Benedicto XVI se refería a San Gregorio de Nisa con esta reflexión sobre el Cantar de los Cantares: Para San Gregorio de Nisa en sus homilías sobre el Cantar este es el beso por el cual los amados respiran juntos, fusionan sus espíritus o bien infunden su aliento. Con ello se designa la unidad de vida a la cual han sido llamados hombre y mujer y llega a ser palabra creadora. Por este motivo las palabras del novio son para ella espíritu y vida. Por esa razón la joven niña desea aproximarse a esa boca que es fuente de vida espiritual. Fuente es la boca del novio de donde brotan palabras de vida eterna (12). Por ello, Su Palabra sacia la boca sedienta, como el profeta que con su boca atraía al espíritu. “Abro mi boca franca y hondo aspiro, que estoy ansioso de tus mandamientos”, Salmos 119, 131. Hay que dar a la boca el agua que sacamos de la fuente a la cual se refiere el Señor diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”, Juan 7, 37. Por eso el alma quiere atraer, aproximar hasta sus labios aquella boca que es manantial de vida y exclama: ¡Que me bese con el beso de su boca! Este es el beso que hace manar vida y salvación para todos, beso del cual el Señor no desea privar a nadie”.
Si observamos la vida que nos acoge descubrimos con frecuencia que todo o casi todo, siempre o casi siempre, queda envilecido por el egoísmo. Y eso que llamamos amor y queremos que sea beso, como manifestación del amor, no va más allá de ser un cumplimiento. Se ha dicho que esto es amor y, como me gusta, o se dice que se debe hacer, lo colecciono con otras muchas cosas que dicen que son amor, pero que bien se yo que no es más que complacencia o apariencia.  
Esto viene a cuento en nuestra reflexión de que sería muy oportuno que las expresiones de cariño en familia nunca fuesen gestos “de oficio”. “Cuando yo le doy un beso a mi padre y él me da otro, pienso «Pero, ¿me quiere?». Y el gesto que debiera y pudiera ser un lazo que estrechara el amor mutuo, se convierte en una invitación a la duda cuando no en un tormento que se afianza día a día. Un beso a la abuela pudiera ser un bonito cumplido bonito. Un beso a la madre o al padre debiera se siempre una transfusión de confianza, de enamoramiento, de vida. Una piedra viva y gozosa en el cimiento de la familia.

martes, 11 de octubre de 2016

Macaca Fuscata.

O, lo que es lo mismo, pero en lenguaje inteligible, Macaco de cara oscura. Vive, además de otros lugares del Japón, en un amplio paraje de montaña en la localidad de Jikogudani (Valle del Infierno), cerca de la ciudad de Nagano, al norte de la isla de Honshû, la más grande de las islas del Japón. Allí el  invierno es muy crudo y para defenderse de la crudeza están dotados de un pelaje tupido y largo. Pero las partes no cubiertas están recorridas por un sistema de riego sanguíneo muy intenso que se manifiesta especialmente en la cara. Y de ahí el nombre de fuscata, en Latín oscurecido o algo parecido.
Se defienden, además, sumergiéndose en las aguas calientes de las pozas de aguas termales, donde se lo pasan muy bien, calentándose, desparasitándose y riéndose con una cara muy seria de los turistas que los visitan y admiran y a los que no hacen caso.
Tienen un estilo de vida familiar intensa en la que cuidan de modo especial a la última cría habida en la pareja. Y se abrazan para resguardarse del frío poniéndose muy juntos y colocando al último llegado a la familia, calentito, en el centro.
Los japoneses los llaman con orgullo Nihonzaru, Mono del Japón (el nombre de Japón para los japoneses es Nippon o Nihon y ya has intuido que saru es mono). Porque esta familia de monos solo se da en Japón y si hay alguno fuera (por ejemplo en Laredo, Texas, Estados Unidos) es que se lo han llevado de aquí.
Moraleja: ¿Nos queda algo que aprender de estos amigos nuestros? Subrayo lo ya apuntado: la fidelidad en la “familia” y el mimo en la “educación” de los hijos. En ellos y en nosotros es instintivo, pero en nosotros es, además, inteligente. Nos necesitamos, nos necesitamos siempre. Pero la necesidad que sentimos debe brotar, no de la costumbre y ni siquiera sólo del deber, sino del amor que debe alimentarse sabiamente y de un modo constante y creciente. 

jueves, 6 de octubre de 2016

Acierta!

Acabo de recibir un correo que me trae estas verdades que te regalo.

Cuando un pájaro está vivo, se come a las hormigas, pero cuando muere, son las hormigas las que se lo comen a él. El tiempo y las circunstancias pueden cambiar en cualquier minuto. Por eso, no desvalorices nada en tu vida.  Puedes tener el hoy, pero acuérdate: el tiempo es mucho más poderoso que cualquiera de nosotros. 
¿Sabías que de un árbol se hace un millón de fósforos, pero que basta un fósforo para quemar millones de árboles? Por lo tanto se bueno. !Haz el bien!
El tiempo es como un río: Nunca podrás tocar el mismo agua dos veces, porque el agua que ya pasó nunca pasará nuevamente. Aprovecha cada minuto de tu vida y acuérdate.
Nunca busques buenas apariencias, porque cambian con el tiempo. No busques personas perfectas, porque no existen. Es mejor buscar sobre todo a alguien que sepa tu verdadero valor. Y ya sabes quién conoce de verdad lo que vales.
Ten cuatro amores: Dios, la Vida, la Familia y los Amigos.
Dios porque es el dueño de la vida. La Vida porque es corta. La Familia porque es única. Y los Amigos porque son contados.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Educar.

Acabo de leer la reseña en La Vanguardia de una entrevista a la catedrática de Español y asesora del Ministerio de Educación sueco Inger Enkvist. Se refiere a los cimientos de la educación en Occidente. Y afirma, por ejemplo: "Se ha creído que la educación era un bien ya conquistado y han dejado de exigir esfuerzo a los alumnos". Dicho de otro modo, sin duda peor: el esfuerzo no es una actitud que se considere fundamental (de “fundamento”, es decir, cimientos) en la consolidación de la personalidad de los hijos y alumnos. O, traducido a otro modo, nuestros hijos y alumnos no maduran. Probablemente porque en la maduración de los padres y educadores ha faltado la convicción de que sólo crece el árbol que lucha por su propia vida, de que la “selección natural” es un proceso inevitable. “Que no sufra”, “Que no tenga que esforzarse”, ”¡Pobrecito! ¡Es tan pequeño!”. Y lo logran: pequeño se queda aunque le crezca al cuerpo, el mal genio, las exigencias y las ganas de que le den las cosas hechas.
Cree Inger “que es un error considerar que todos los alumnos se esfuerzan y por eso no exigir resultados, motivo por el que ahora, el alumno se percibe como algo «intocable». Sigo copiando lo que nos dice la profesora Enkvist: "… para que haya inclusión todo el mundo tiene que aceptar hacer su trabajo. Si anteponemos la convivencia al aprendizaje se hunde todo". Y "el aprendizaje mejora la convivencia" y no al contrario.
De Finlandia elogia: "… preparan muy bien a los niños en primaria, establecen buenas costumbres de trabajo con apoyo inmediato al alumno que lo necesita para que no acumule retraso". Lo que hay que hacer es dejar claro a los alumnos que "no pasarán de curso si no se saben las materias". "…Si el alumno no llega al segundo ciclo sabiendo leer de manera fluida y no tienen un conocimiento del mundo, están completamente perdidos en el entorno educativo, en su mundo privado y lo estará en el laboral".
Sigue afirmando que la educación debería primar la calidad de la enseñanza sobre la cantidad de horas que se pasa en el colegio -"los finlandeses están 5 horas en el colegio y no tienen demasiados deberes porque en casa se dedican a leer". Y  destaca que "la educación no debería ser una cuestión política…. Se debería permitir a la familia elegir la lengua vehicular si lo que queremos priorizar es el dominio del lenguaje".
"Lo más importante es que los niños tengan vocabulario y conocimientos, y para eso escuela y padres deben estar de acuerdo y fortalecer la lengua materna, así es más fácil aprender el otro idioma, pero como materia. En mi país se dan tres clases de sueco por semana en sueco y todo el mundo habla sueco", porque hay que tener claro, dice esta catedrática de español, que "la lengua es un instrumento, no una meta". "Si una sociedad se cierra está quitándole oportunidades a sus jóvenes".
“Destaca la necesidad de tener buenos profesores y recuerda que en países como Finlandia, «a los profesores de preescolar se les exigen una nota de corte muy alta, y todos tienen un máster. Los padres saben que están muy preparados y los alumnos que ser profesor es muy difícil y que los suyos están entre los mejores del mundo. De un buen profesor no te olvidas jamás».

jueves, 28 de julio de 2016

La Nacencia.

Luis Chamizo fue un notable poeta de Badajoz (Guareña, 7 de noviembre de 1894) que murió en 1945 en Madrid, donde tiene una calle. La poesía que transcribimos refleja, en el lenguaje de su tierra, toda la ternura ante el hecho estremecedor del nacimiento de un primer hijo en circunstancias dramáticas.

I
Bruñó los recios nubarrones pardos
la lus del sol que s’agachó en un cerro,
y las artas cogollas de los árboles
d’un coló de naranjas se tiñeron.
A bocanás el aire nos traía
los ruídos d’allá lejos
y el toque d’oración de las campanas
de l’iglesia del pueblo.
Ibamos dambos juntos, en la burra,
por el camino nuevo,
mi mujé mu malita,
suspirando y gimiendo.
Bandás de gorriatos montesinos
volaban, chirrïando por el cielo,
y volaban pal sol qu’en los canchales
daba relumbres d’espejuelos.
Los grillos y las ranas
cantaban a lo lejos,
y cantaban tamién los colorines
sobre las jaras y los brezos,
y roändo, roändo, de las sierras
llegaba el dolondón de los cencerros.
¡Qué tarde más bonita!
¡Qu’anochecer más güeno!
¡Qué tarde más alegre
si juéramos contentos!...
- No pué ser más- me ijo- vaite, vaite
con la burra pal pueblo,
y güervete de prisa con l’agüela,
la comadre o el méico -.
Y bajó de la burra poco a poco,
s’arrellenó en el suelo,
juntó las manos y miró p’arriba,
pa los bruñíos nubarrones recios.
¡Dirme, dejagla sola,
dejagla yo a ella sola com’un perro, 
en metá de la jesa,
una legua del pueblo...
eso no! De la rama
d’arriba d’un guapero,
con sus ojos roendos
nos miraba un mochuelo,
un mochuelo con ojos vedriaos
como los ojos de los muertos...
¡No tengo juerzas pa dejagla sola;
pero yo de qué sirvo si me queo!
La burra, que rroía los tomillos
floridos del lindero
carcaba las moscas con el rabo;
y dejaba el careo,
levantaba el jocico, me miraba
y seguía royendo.
¡Qué pensará la burra
si es que tienen las burras pensamientos!
Me juí junt’a mi Juana,
me jinqué de roillas en el suelo,
jice por recordá las oraciones
que m’enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia
p’hacé memoria de los rezos...
¡Quién podrá socorregla si me voy!
¡Quién va po la comadre si me queo!
Aturdio del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu’otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.
¡Qué mirarán tan fijos
los ojos del mochuelo!
No cantaban las ranas,
los grillos no cantaban a lo lejos,
las bocanás del aire s’aplacaron,
s’asomaron la luna y el lucero,
no llegaba, rondo, de las sierras
el dolondón de los cencerros...
¡Daba tanta quietú mucha congoja!
¡Daba yo no sé qué tanto silencio!
M’arrimé más pa ella;
l’abrasaba el aliento,
le temblaban las manos,
tiritaba su cuerpo...
y a la luz de la luna eran sus ojos
más grandes y más negros.
Yo sentí que los míos chorreaban
lagrimones de fuego.
Uno cayó roändo,
y, prendío d’un pelo,
en metá de su frente
se queó reluciendo.
¡Que bonita y que güena,
quién pudiera sé méico!
Señó, tú que lo sabes
lo mucho que la quiero.
Tú que sabes qu’estamos bien casaos,
Señó, tú qu’eres güeno;
tú que jaces que broten las simientes
qu’echamos en el suelo;
tú que jaces que granen las espigas,
cuando llega su tiempo;
tú que jaces que paran las ovejas,
sin comadres, ni méicos...
¿por qué, Señó, se va morí mi Juana,
con lo que yo la quiero,
siendo yo tan honrao
y siendo tú tan güeno?...
¡Ay! qué noche más larga
de tanto sufrimiento;
¡qué cosas pasarían
que decilas no pueo!
Jizo Dios un milagro;
¡no podía por menos!


II
Toito lleno de tierra
le levanté del suelo,
le miré mu despacio, mu despacio,
con una miaja de respeto.
Era un hijo, ¡mi hijo!,
hijo dambos, hijo nuestro...
Ella me le pedía
con los brazos abiertos,
¡Qué bonita qu’estaba
llorando y sonriyendo!
Venía clareando;
s’oïan a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros.
Besé a la madre y le quité mi hijo;
salí con él corriendo,
y en un regacho d’agua clara
le lavé tó su cuerpo.
Me sentí más honrao,
más cristiano, más güeno,
bautizando a mi hijo como el cura
bautiza los muchachos en el pueblo.
Tié que ser campusino,
tié que ser de los nuestros,
que por algo nació baj’una encina
del camino nuevo.
Icen que la nacencia es una cosa
que miran los señores en el pueblo;
pos pa mí que mi hijo
la tié mejor que ellos,
que Dios jizo en presona con mi Juana
de comadre y de méico.
Asina que nació besó la tierra,
que, agraecía, se pegó a su cuerpo;
y jue la mesma luna
quien le pagó aquel beso...
¡Qué saben d’estas cosas
los señores aquellos!
Dos salimos del chozo,
tres golvimos al pueblo.
Jizo Dios un milagro en el camino:
¡no podía por menos!

sábado, 2 de julio de 2016

Infinity...

La naviera americana Celebrity Cruises pasea por los anchos mares del mundo sus buques, remozados y aumentados en número poco a poco. Tal vez  los conozcas. Su flota, formada por Millennium, Summit, Constellation, Infinity…, viaja por el Caribe, Florida, Bermudas, Nueva Inglaterra, Canadá, Galápagos, Alaska... Y programa ampliar sus destinos ofreciendo a bordo todas las comodidades y atractivos posibles en estos gigantes de los océanos.
No hace mucho una de estas naves, la Infinity, de 292 metros de larga (eslora, dicen los entendidos y aficionados de la noble esfera de la navegación), tuvo un pequeño incidente en el puerto de Ketchikan de Alaska: se incrustó levemente de costado en el muelle y abatió parte del mismo. Y ella quedó dañada en su casco y en parte de su interior. Con una noche más en el puerto se repuso de su embestida con un leve coste de tres millones de dólares, dicen los gacetilleros, sin que hubiese heridos y otros males que lamentar y seguir lamentando. ¿Te acuerdas del Costa Concordia?        
¿Nos enfrentamos en el mar de la vida, nosotros y nuestros grumetes, con la mayor certeza de que no vamos a quebrar nuestro proyecto con un acceso equivocado a lo que se nos presenta como meta segura de atraque? ¿Nos fiamos, porque somos listos, fuertes y decididos, de nuestra sabiduría y de nuestro dominio de la preciosa nave que creemos ser (¡y lo somos, pero…!) y de los mares por donde se mueve y se va a mover? 
Hace poco escuchaba las razones sinrazón del padre de un muchacho que había roto su vida en la sentina de la droga. Y al escucharle se me ocurrían muchas preguntas que haces muchas veces ante la idiotez de un padre atolondrado que educa dando, concediendo, transigiendo y abandonando el mando de la propia nave y de la de su hijo y acaba llorando el fracaso más triste de su vida.

sábado, 28 de mayo de 2016

La Ghrelina.

No me digas que no es bonita la ghrelina. Sin duda la conoces, pero no sabías cómo era. Y yo tampoco. Pero me la presentaron hace unos días. Me explicaron que es, aproximadamente, un importante eslabón en nuestro crecimiento corporal. La sintetiza especialmente el estómago y ella se encarga de regular el metabolismo de la energía en nuestro cuerpo: en el hipotálamo (esa pequeña glándula que tenemos en el centro del cerebro) anima a unas neuronas de por allí para que estimulen nuestro apetito. La llaman por eso la “hormona del hambre”: aumenta cuando estamos más o menos en ayunas y disminuye una vez que hemos comido.
Me da miedo pensar en lo que piensa al leer esto, si lo lee, algún conocedor científico de este tema tan atractivo. Pero estoy seguro de que disculpará mi ignorancia y comprenderá la intención que me mueve a escribir esto.
Nuestra ghrelina tiene mucho trabajo: elimina los vasos sanguíneos que se han quedado flacuchos, produce la hormona del crecimiento GH, regula nuestro peso y apetito y la presión arterial, protege el corazón y organiza el camino que nos lleva a comer: atención, un cierto regusto antes de probar lo que se come, ganas de comer, comer y memoria de lo que se ha comido y memoria en general (ciertas drogas que afectan a  la memoria han afectado también a la ghrelina).
¿Lo aplicamos a la educación? Creemos que educamos. En realidad lo que hacemos es acompañar a nuestros jóvenes compañeros de viaje en su maravilloso proceso de crecer. Un niño, un joven se educa a sí mismo. Pero nuestro papel es indispensable. De nosotros debe recibir en la medida y ritmo oportunos, el estímulo para que entren con agrado, con decisión y entusiasmo en el progreso de ir haciendo de su valiosa personalidad (a veces frágil, a veces desorientada, a veces caprichosa, a veces testaruda…) un tesoro en su  vida y en la historia gracias a la transformación y crecimiento de la ghrelina que estimule en ellos la búsqueda de la mejor maduración.  

viernes, 29 de abril de 2016

Pasado?

Da gusto saborear el fruto de la investigación de los estudiosos del pasado. Todo es quietud, madurez, hondura, misterio… Hace gozar (y sufrir al mismo tiempo) saber que, por ejemplo, en Galicia (según las conclusiones de los que se hunden en la historia para sentir la riqueza que ella encierra) hubo unos 420 monasterios reales,  conventuales, familiares, parroquiales… De ellos se conserva la memoria, la tradición, documentos más o menos completos y precisos, sus muros, la iglesia, los nobles restos medievales desde el siglo VIII hasta el comienzo del XVI.    
Lugares como Abadín, Baralla, Sobrado do Picato, Penela, Amoexa, Vilane, Baleira, o Mosteiro de San Pedro da Esperela donde se vertió sangre de moros y cristianos.  Duarría, Río Roza, Orizón, Labio... La Capela de San Martiño, los monasterios de  Vilafrío, de Santa María de Moreira, dependiente del espléndido cisterciense de Santa María de Meira.
La lista sería larga e impropia de un lugar tan modesto como este, pero sugeridora de sentimientos y preguntas como los que siguen y que bien pudieran ser el arranque para nuestros hijos de una reflexión gozosa. ¿Dónde está el origen de nuestros apellidos? ¿Sé que tengo ocho bisabuelos (¿tantos?; sí: cuatro ellas y cuatro ellos) sin los que la vigorosa planta de mi “yo” no habría crecido nunca o, al menos, así?  O, de otro modo, ¿quiénes fueron los que dieron nobleza a mi estirpe? ¿He pensado alguna vez que no soy hijo del azar o nacido en una col como el Totó adoptado como propio por aquella encantadora viejecita de Milagro en Milán
Y, más importante aún, ¿me siento, no solo deudor, sino compromisario en esa maravillosa ráfaga de vida que me viene desde tan lejos, desde tantos ancestros, desde lugares, estados y situaciones para mí desconocidos, pero a los que debo dar respuesta con mi conducta personal?
Nos corresponde educar, formar, tal vez encauzar o reencauzar vidas. ¡Debiera darnos placer acompañar - ¡arduo trabajo! - a nuestros educandos hacia el pasado: hacerles sentir que son herederos de generaciones sin número, con grandeza, con ilusiones - ¡todos los sueños! - sobre sus descendientes (incluidos ellos mismos); abrirles a la ilusionante idea de desplegar la bandera de su apellido como  un proyecto que embellezca la vida de muchas personas y dé luz y calor a muchas más...!

sábado, 9 de abril de 2016

Y volvió!!

Sin duda conoces la anécdota. Joâo Pereira de Souza, jubilado como pescador y albañil, de 71 años, vive en una isla cercana a la costa de Rio de Janeiro, Brasil. En 2011 encontró una mañana en la playa un pingüino cubierto de petróleo y con grandes dificultades para moverse y, probablemente, vivir. Se lo llevó a su casa y le dedicó casi diez días para dejarlo limpio y fuerte de modo que pudiese vivir en libertad. Se despidió de Dindim (le había regalado también ese delicioso nombre) sin suponer lo que sucedió algunos meses más tarde: que Dindim volvió. Y desde entonces, cada año ese cariñoso Spheniscus magellanicus (¡con lo bonito que es Dindim!) después de recorrer unos dicen que cinco mil, otros que hasta ocho mil kilómetros, regresa para pasar unos días con su amigo.
Me resulta muy difícil definir eso tan misterioso que llamamos sentimiento. Tiendo a creer que brota de un juicio racional que el hombre elabora a partir de experiencias, de relaciones, de sensaciones. Y quedo alelado cuando conozco la “conducta” de perros que demuestran que sienten, que recuerdan, que agradecen, que necesitan pagar con su “afecto”; que lloran la ausencia del que “aman” (¡porque aman!) y se agitan como fuera de sí cuando vuelven a encontrarlo. También los pingüinos, como los perros, tienen “alma” y me doy cuenta de que todo ser vivo (no sé si los gatos también) se modela interiormente con una actitud de dependencia amorosa que los guía. Hemos visto el modo de comportarse con ternura (¡pobrecitos, con la ternura de que son capaces!) los elefantes huérfanos cuidados y mimados por sus tutores.
¿Y el hombre? Me temo que el hombre es mucho más inteligente (¡menos mal!) y por eso es capaz de fabricar sentimientos voluntarios y tal vez conscientes de cálculos, rechazos, exigencias, despechos, resentimientos, venganzas y hasta violencia.
¿Cómo es posible? No han recibido amor. Es triste oír a algún padre que dice de su hijo: “Me ha salido…”. Los hijos no “salen”. Son, decía el del verde gabán del Quijote, pedazos de la entraña de sus padres. Pero cuando el padre no sabe amar, amar siempre, amar en todo, amar sobre todo, amar cuando exige, cuando corrige, cuando propone, cuando endereza, cuando se muestra “decepcionado”… el hijo se tuerce. Porque se ha retorcido interiormente al convencerse de que su padre no le quiere.

domingo, 10 de enero de 2016

Aures Cantibus.

Hace pocos días tuvimos el placer de escuchar un delicioso concierto de Villancicos y composiciones de Navidad de la coral Aures cantibus de la ciudad donde resido. He leído que esta coral tiene quince años. Y además de acierto en la selección de composiciones, de seguridad, mimo y exactitud en la ejecución y de dominio y entusiasmo en la directora, tiene un nombre aparentemente extraño y atractivo: Aures cantibus. Son dos palabras de una corta frase de un brillante y eficaz  discurso de Marco Tulio Cicerón: Oculi pictura tenentur, aures cantibus, que,  libre y torpemente, me permito traducir: A los ojos los cautiva la pintura, al oído los cantos.
El discurso era la defensa de Lucio Licinio Murena. Lo habían propuesto como cónsul el año 62 aC junto a Décimo Junio Silano. Y los que tenían otra propuesta le acusaron de soborno. Sí o no, Cicerón basó su defensa en la necesidad de tener un cónsul fuerte ante el peligro de la acometividad de Lucio Sergio Catilina, con un ejército cerca de Roma y amigos dentro.
Dejamos a Catilina y volvemos al Aures cantibus. En su arte de cautivar los oídos y el corazón, muestra, como todas las corales, un tejido de virtudes y de aciertos que ennoblecen el oficio de la voz humana como instrumento de belleza. El canto de un pájaro, por bello que sea, no pasa de ser una llamada repetida y monótona a la compañera para poder mantener la continuidad de su esplendor. El que labra oro, puede dejar para siempre una obra llena de atractivo, un regalo vivo, pero adormecido, que se guarda en un estuche o se exhibe en un anaquel.
Un conjunto de voces encierra, fundamentalmente, un ejercicio gratuito de disciplina de la voz, de obediencia a unos criterios ajenos pero compartidos, de la atención, de la libertad, de la finura de expresión, del uso del tiempo y del ritmo, de la seguridad de que la propia voz es un elemento esencial pero no imprescindible para labrar la belleza final que se ofrece, porque hay otros que lo hacen también.
El modelo de una coral puede servir de ejemplo y de estímulo en la dura tarea de modelar el alma de nuestros educandos y de nuestros hijos.

martes, 22 de diciembre de 2015

De costa a costa.

Cuando yo era niño no sabía, naturalmente (porque sabía muy pocas cosas, como ahora) que Charles Earle Funk atribuía al “mensaje a García” el valor de un ejemplo eficaz en la cultura popular: Con él se animaba (se obligaba, vamos) a los hijos a realizar cosas aparentemente difíciles, pero necesarias o convenientes y posibles de conseguir. Tampoco sabía que Un mensaje a García era un ensayo de Elbert Hubbard que, en 1899, contaba que el soldado norteamericano Rowan, en lucha contra los españoles a los que querían echar de Cuba (y lo lograron), tenía que entregar un mensaje nada menos que del Presidente de los Estados Unidos a un jefe de los rebeldes oculto en la sierra cubana.
Y me decían, como respuesta a mis interminables preguntas sobre lo que me encargaban y yo no quería hacer: Mensaje a García.      
Porque García – me decían - atravesó Cuba de costa a costa y a pie (yo no sabía si de Norte a Sur o de Sur a Norte, o de Occidente a Oriente o en sentido contrario, porque ni sabía cómo era ni dónde estaba Cuba) y entregó a García el precioso mensaje.
Y refunfuñando me entregaba a realizar la misión confiada echando pestes contra García, contra el jefe que necesitaba que le escribiese el Presidente de los Estados  Unidos y, con un poco de miedo – y supongo que con todos mis respetos por si llegaba a conocer mis sentimientos - contra el Presidente de  los Estados Unidos.       
Hubbard sabía que quien se entrega a una misión recibida con decisión y sin vacilaciones, con arrojo y entusiasmo y sin reticencias, se hace fuerte, cultiva la inventiva, supera la depresión del fracaso, consigue el triunfo, logra llegar a la otra costa. 
¿Educamos como el jefe de Rowan? ¿O más bien, queriendo acabar pronto y que las cosas se hagan bien, o temiendo cargar con demasiado peso la  presuntamente inmadura responsabilidad de nuestro hijo, hacemos nosotros lo que, sin duda, debe hacer él?
Hay una figura estimulante en el padre que le pregunta a su hijo si le quiere ayudar… ¡en lo que sea!, que le cede parte de un trabajo que han comenzado juntos, que le elogia y le agradece lo que ha hecho. Porque más adelante se da cuenta de que el hijo quiere hacer y hace algo de lo que no le habrían dado las ganas de hacer sin una escuela así.

domingo, 11 de octubre de 2015

Cariño

Os los presento en la medida en que las noticias que tengo de ellos me lo permiten.
Tonka (a la izquierda) vive la tristeza de su orfandad (su madre murió en un accidente) en una refugio de animales “dependientes” en Billabong (Australia). Samantha Sheema, responsable del centro de atención, nos dice que padece de una profunda depresión. Tonka lleva siempre consigo al osito. Y lo rompe con frecuencia. “Se lo sustituimos apenas tiene un destrozo sensible… Muchos animales encuentran alivio acariciando un juguete de peluche en su luto”.    
Al de la derecha le llaman Doodlebug y está internado en otro refugio australiano y a lo mejor lo has visto en Twitter. Como Tonka, intenta consolar con otro osito su soledad de canguro pequeño que ha perdido a su madre.
Necesitan un cariño que nada ni nadie puede ya darles. Naturalmente tienen memoria. Memoria de caricias, de abrazos, de presencia materna... Se me ocurre pensar: ¿un animal es solo instinto?; ¿por qué creemos (y tal vez afirmamos) que solo el ser humano tiene sentimientos?; ¿su “conducta” futura quedará condicionada por su situación actual?; ¿habrá algo en su evolución que abrevie su vida, que influya en sus actitudes, en sus reacciones, en su relación con los demás?
Me parecen inútiles para nuestra práctica diaria estas preguntas. Pero pueden valer para aplicarlas a niños, adolescentes, jóvenes, hijos o educandos, que crecen en algún modo dependiendo de nosotros.
Resulta evidente que los frutos de una familia, de unos padres, de un educador, de una educación,  son diferentes y a veces muy diferentes en seguridad, madurez de mente y sazón de corazón. No es solo la simiente la que cuenta (“De tal palo tal astilla”), porque hay una profunda relación de auténtico enriquecimiento entre el fruto y el árbol cuando la flor se va haciendo cosecha sanamente seductora para el mundo y los demás.

sábado, 22 de agosto de 2015

Laguna colorada.

La Estación Espacial Internacional es un observatorio excepcional para muchas misiones. Una, tal vez poco científica, pero muy nostálgica y muy lógica, es la de sentirse asomado a un balcón de la Estación y exclamar, como  ET, pero en dirección contraria, “¡Mi casa!”.
La Laguna Colorada, de nombre sencillo casi infantil y muy acertado, se halla, como sabes, a 4.300 metros sobre el nivel del mar en los Andes de Bolivia. No es muy grande (10 kilómetros) ni muy profunda, pero, bella y salada, se envuelve en un manto rojo-marrón, ya lo ves, que la haría sentirse prima lejana del Río Tinto. No es lo mismo. El Río Tinto arrastra aguas teñidas de minerales de cobre, hierro, manganeso… la tetraedrita, la goethita, el azufre… Y la Laguna boliviana debe su hermoso color a las algas, rojas o verdes, según la estación, que crecen en su agua salada. Es un Humedal Ramsar de Importancia Internacional (en 1971 se definieron en ese lugar de Irán, al Sur del Mar Caspio, lugares como el de la Laguna, de los que hoy hay casi dos mil).
Los flamencos, en gran número, acuden allí por temporadas. Se encuentran a gusto: son del color de la Laguna; y del mismo color del fuego, flamma (en Latín).
Pensemos. Y vamos a hacerlo en una línea obsesiva para mí. ¿Valen para algo cosas como la Laguna Colorada?
El monte Taigeto y la roca Tarpeya y el Tíber fueron testigos, tal vez, de la selección social de los nacidos. La fuerza y la belleza eran criterios para decidir sobre el futuro de esos niños.    
¿Y hoy? ¿Y nosotros? Junto a las instituciones que hoy los atienden, a los movimientos que los miman, precisamente porque su anormalidad los hace más amables, ¿nos sentimos cercanos a ellos, prestamos nuestra ayuda, creemos en ellos, los queremos?
Me emocionó encontrar a una joven madre de cuatro niños preciosos, de los que uno iba acunado entre sus brazos. “Es mi tesoro” – me dijo – “Es subnormal profundo”. 

domingo, 5 de julio de 2015

Azul!!

Scott Kelly, norteamericano, desde la Estación Espacial Internacional, contempló y fotografió hace pocos meses este bello lago encaramado a 4.970 metros en la zona nordeste del Himalaya. De él dice Scott que es lo más azul que se ve desde tan arriba. Se llama, como seguramente sabes, Cuowomo. No te lo pongo en chino, porque no sé. Y porque seguramente no te interesa de momento.  Es relativamente pequeño, 22 kilómetros cuadrados, y parece un corazón clavado en lo alto como con ganas de que nadie lo contamine. Y así es, porque en la península o isla que hay en su centro solo hay una estación de referencia ordinariamente deshabitada: Duopanma.      
Otros lagos cercanos, el Chagala o el Qu Baqugu, por ejemplo, y que a lo mejor no se llaman así, además de más pequeños, son muchísimo menos azules. Y no creo que, si se da envidia entre lagos, ellos la tengan, porque al lado del Cuowomo no tienen nada que hacer.  
Referirme a este bello lugar me trae interrogantes que tal vez compartas. ¿Hace falta vivir apartado del mal para conservarse puro? ¿El mundo en que vivimos tiene que permitir (¡o hasta forzar!) el contagio de la sordidez o es posible, aun en medio de él, empaparse de luz y de color? ¿Existe un sistema de vacunación o trasfusión que haga pasar de corazón a corazón – de corazón de padres a hijos, de maestros a discípulos (“que aprenden”) – la paz personal, la paz con los demás, el respeto a lo que vale, el cultivo de las plantas más hermosas y nobles? ¿Por qué el modelo del hombre ha de ser, en forma humana, el cerdo? El egoísmo, la afición a revolcarse para encontrar alivio, el afán por hozar y saciarse, la holgazanería… no pueden ni aceptarse ni proponerse para crecer.  
Debemos estar más atentos y ser más exigentes en nuestra elección de metas, de métodos y de modelos. Más todavía: deberíamos no perder de vista que la auténtica educación se da cuando, con humildad, decisión y mesura,  nos convertimos en meta, en método y en modelo.

miércoles, 21 de enero de 2015

La voz de la madre.

Don Bosco visitó Roma 20 veces. Los viajes no eran nada fáciles, ni cómodos: tren, barco (al menos alguna vez, de Génova a Civittavecchia), diligencias, pasaporte (¡y testamento antes de uno de ellos!), pesadas posadas, cantinas, mareos… 
El último fue en mayo de 1887. Se trataba de asistir a la consagración, en el llamado Castro Pretorio, de la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús. Había supuesto para él un esfuerzo ingente aquel precioso monumento de fe y de amor que el Papa León XIII le había encargado: pedir dinero, aguantar trampas, llorar de emoción en el acto y en la misa que celebró al terminar la ceremonia contemplando su vida y sus obras. Le quedaban ocho meses de vida.     
El día 8, domingo, se le hizo un recibimiento de honor al que acudieron autoridades y personalidades de la Iglesia y de la política, italianos y extranjeros. Muchos intervinieron con discursos breves y sentidos, cada uno en su propia lengua. Alguno le preguntó después: “¿Cuál es la lengua que más le agrada?”. Y él, sonriendo, respondió: “La lengua que más me gusta es la que me enseñó mi madre, porque me costó poco esfuerzo para expresar mis ideas y además no la olvido tan fácilmente como las demás lenguas”.

Es un recuerdo que nos debe hacer pensar en la fértil siembra que una madre hace siempre en el corazón de sus hijos. Es verdad que hay casos, pocos seguramente, en los que esa siembra no es como debiera ser y resulta árida, escasa, torcida, con amargura, con dolor y resentimiento. Pero la sensibilidad de un corazón materno, la sabiduría de una responsabilidad vivida, la ternura en acompañar en su crecimiento el tesoro de las vidas de los hijos, su atenta mirada al verlos entrar en la corriente del fenómeno social (escuela, amigos, asociaciones, equipos, afectos…) lleva consigo el dulce y permanente sonido de quien más los quiere. ¡Ojalá sea de modo que no lo olviden tan fácilmente!

lunes, 5 de enero de 2015

Oimiakón.

Oimiakón significa en lengua yakuto (que es la que se habla en el lugar) “agua sin congelar”. No se refiere, claro está, a la que está al alcance de la mano, porque permanece helada casi todo el año. Sino a la de un surtidor natural de agua caliente a 50º que hay cerca del lugar. Oimiakón está al Este de Siberia en el Nordeste de la República rusa de Sajá relativamente cerca del mar. En Oimiakón viven, más o menos, 480 personas. Y presumen de que es el lugar más frío del mundo: - 67º C. Pero los más viejos recuerdan que el 26 de enero de 1926 llegó a – 71,2 (hay quien dice que, como son viejos, a lo mejor exageran o que se les heló el termómetro o… que tienen helada la memoria). Aunque, con todo respeto, debe tenerse por bueno que la temperatura natural más baja alcanzada en la Tierra, y medida como deben medirse las temperaturas, parece que fue de -91º C en el Macizo Antártico.
¿Y por qué no se va la gente de allí si en el mercado sólo hay peces y carne – sin necesidad de congeladores ni frigoríficos: mira la foto -, si la leche de renas se conserva sólida en el sótano y si se les para el coche en la “calle” y lo dejan allí pueden considerarlo ya para siempre como un monumento a la sabiduría de los países cálidos? Porque saben aguantar, crecer en la adversidad, mantener el calor de la familia, no quejarse, no lamentar tener que carecer de lo que saben que otros tienen, cultivar la vida social y familiar, gozar de la dicha de la intimidad…
Nuestros males no son casi nunca y para muchos no tener, sino no tener eso que nos gustaría tener, sufrir ese taladro de la conciencia que llaman envidia y que abre aguas en la zona de flotación de nuestra nave. No me estoy refiriendo -  y el inteligente que lee esto y lo comprende bien lo sabe – a los que carecen, por tantas razones de la vida más que de la historia, de lo necesario para vivir con dignidad. Sino a los que pudren la propia vida y la convivencia con los demás con un llanto nunca inteligente y siempre vergonzoso, con una acusación injusta al menos cuando la hacen mientras que ellos siguen con sus quejidos y sus más o menos disimulados y nunca justificados despilfarros.