Oimiakón
significa en lengua yakuto (que es la que se habla en el lugar) “agua
sin congelar”. No se refiere, claro está, a la que está al alcance de la mano,
porque permanece helada casi todo el año. Sino a la de un surtidor natural de
agua caliente a 50º que hay cerca del lugar. Oimiakón está al Este de Siberia
en el Nordeste de la República rusa de Sajá relativamente cerca del mar. En
Oimiakón viven, más o menos, 480 personas. Y presumen de que es el lugar más
frío del mundo: - 67º C. Pero los más viejos recuerdan que el 26 de enero de
1926 llegó a – 71,2 (hay quien dice que, como son viejos, a lo mejor exageran o
que se les heló el termómetro o… que tienen helada la memoria). Aunque, con
todo respeto, debe tenerse por bueno que la temperatura natural más baja
alcanzada en la Tierra, y medida como deben medirse las temperaturas, parece
que fue de -91º C en el Macizo Antártico.
¿Y por qué
no se va la gente de allí si en el mercado sólo hay peces y carne – sin
necesidad de congeladores ni frigoríficos: mira la foto -, si la leche de renas
se conserva sólida en el sótano y si se les para el coche en la “calle” y lo
dejan allí pueden considerarlo ya para siempre como un monumento a la sabiduría
de los países cálidos? Porque saben aguantar, crecer en la adversidad, mantener
el calor de la familia, no quejarse, no lamentar tener que carecer de lo que
saben que otros tienen, cultivar la vida social y familiar, gozar de la dicha
de la intimidad…
Nuestros
males no son casi nunca y para muchos no tener, sino no tener eso que nos
gustaría tener, sufrir ese taladro de la conciencia que llaman envidia y que
abre aguas en la zona de flotación de nuestra nave. No me estoy refiriendo
- y el inteligente que lee esto y lo
comprende bien lo sabe – a los que carecen, por tantas razones de la vida más
que de la historia, de lo necesario para vivir con dignidad. Sino a los que
pudren la propia vida y la convivencia con los demás con un llanto nunca
inteligente y siempre vergonzoso, con una acusación injusta al menos cuando la
hacen mientras que ellos siguen con sus quejidos y sus más o menos disimulados
y nunca justificados despilfarros.
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