O, lo que es lo mismo, pero en lenguaje
inteligible, Macaco de cara oscura.
Vive, además de otros lugares del Japón, en un amplio paraje de montaña en la
localidad de Jikogudani (Valle del
Infierno), cerca de la ciudad de Nagano, al norte de la isla de Honshû, la
más grande de las islas del Japón. Allí el
invierno es muy crudo y para defenderse de la crudeza están dotados de un pelaje tupido y
largo. Pero las partes no cubiertas están recorridas por un sistema de riego
sanguíneo muy intenso que se manifiesta especialmente en la cara. Y de ahí el
nombre de fuscata, en Latín oscurecido o algo parecido.
Se defienden, además, sumergiéndose en las
aguas calientes de las pozas de aguas termales, donde se lo pasan muy bien,
calentándose, desparasitándose y riéndose con una cara muy seria de los
turistas que los visitan y admiran y a los que no hacen caso.
Tienen un estilo de vida familiar intensa en la
que cuidan de modo especial a la última cría habida en la pareja. Y se abrazan
para resguardarse del frío poniéndose muy juntos y colocando al último llegado
a la familia, calentito, en el centro.
Los japoneses los llaman con
orgullo Nihonzaru, Mono del Japón (el
nombre de Japón para los japoneses es Nippon o Nihon y ya has intuido que saru es mono). Porque esta familia de monos solo se da en Japón y si hay
alguno fuera (por ejemplo en Laredo, Texas, Estados Unidos) es que se lo han
llevado de aquí.
Moraleja: ¿Nos queda algo que
aprender de estos amigos nuestros? Subrayo lo ya apuntado: la fidelidad en la
“familia” y el mimo en la “educación” de los hijos. En ellos y en nosotros es
instintivo, pero en nosotros es, además, inteligente. Nos necesitamos, nos
necesitamos siempre. Pero la necesidad que sentimos debe brotar, no de la
costumbre y ni siquiera sólo del deber, sino del amor que debe alimentarse
sabiamente y de un modo constante y creciente.
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