Otra vez Siria. Y el salesiano sirio
Padre Dani Gaurie nos da las Buenas Noches con el resumen de su exposición el
pasado 30 de Noviembre en el Salesianum
de Viena.
Siete salesianos (cuatro en el centro
juvenil de Damasco con unos 1.250 niños y jóvenes y tres en el Oratorio de
Alepo al que acuden cerca de 900) animan la vida con todo lo que está a su
alcance: tiempo libre y catecismo. “A pesar del
sufrimiento, podemos experimentar cosas bellas y por encima de todo,
experimentamos que Dios existe y está entre nosotros”, manifiesta el P. Gaurie.
Los
salesianos tratan de transmitirles a los jóvenes dos elementos principales: “la
esperanza y la reconciliación”. Sin estos dos elementos no habrá futuro en
Siria.
El
P. Gaurie explica que las explosiones de granadas son casi habituales, e
incluso suceden en las zonas más tranquilas de Damasco y Alepo. El trabajo de
los salesianos está a unos 2 a 3 km de la frontera. “Por supuesto, los padres
de familia tienen miedo cuando envían a sus hijos hacia la obra salesiana… Hay
peligro en todas partes, pero de alguna manera uno tiene que continuar”. Donde
no hay combates, la gente trata de vivir una vida tan normal como sea posible,
explica el salesiano. Muy a menudo falta lo suficiente para vivir: agua
potable, alimentos o medicamentos. Los niños se han acostumbrado a la guerra,
al sonido de los aviones, a los aviones de combate, a escuchar las bombas.
En
Damasco hay 35 voluntarios que apoyan el trabajo de los Salesianos. Durante las
actividades de verano llegan a unos 100 voluntarios. "Son muy importantes;
sin ellos no haríamos mucho” explica el P. Gaurie.
El
gobierno, dice, no impide el trabajo de los Salesianos “porque no hacemos
actividades políticas”, pero tampoco apoyan económicamente.
Pero los salesianos nunca han pensado en renunciar a su trabajo en el lugar: “El Inspector provincial nos preguntó si queríamos irnos del país. Nuestra respuesta fue clara: «No abandonaremos a la gente de Siria»”.
Pero los salesianos nunca han pensado en renunciar a su trabajo en el lugar: “El Inspector provincial nos preguntó si queríamos irnos del país. Nuestra respuesta fue clara: «No abandonaremos a la gente de Siria»”.