jueves, 28 de julio de 2016

La Nacencia.

Luis Chamizo fue un notable poeta de Badajoz (Guareña, 7 de noviembre de 1894) que murió en 1945 en Madrid, donde tiene una calle. La poesía que transcribimos refleja, en el lenguaje de su tierra, toda la ternura ante el hecho estremecedor del nacimiento de un primer hijo en circunstancias dramáticas.

I
Bruñó los recios nubarrones pardos
la lus del sol que s’agachó en un cerro,
y las artas cogollas de los árboles
d’un coló de naranjas se tiñeron.
A bocanás el aire nos traía
los ruídos d’allá lejos
y el toque d’oración de las campanas
de l’iglesia del pueblo.
Ibamos dambos juntos, en la burra,
por el camino nuevo,
mi mujé mu malita,
suspirando y gimiendo.
Bandás de gorriatos montesinos
volaban, chirrïando por el cielo,
y volaban pal sol qu’en los canchales
daba relumbres d’espejuelos.
Los grillos y las ranas
cantaban a lo lejos,
y cantaban tamién los colorines
sobre las jaras y los brezos,
y roändo, roändo, de las sierras
llegaba el dolondón de los cencerros.
¡Qué tarde más bonita!
¡Qu’anochecer más güeno!
¡Qué tarde más alegre
si juéramos contentos!...
- No pué ser más- me ijo- vaite, vaite
con la burra pal pueblo,
y güervete de prisa con l’agüela,
la comadre o el méico -.
Y bajó de la burra poco a poco,
s’arrellenó en el suelo,
juntó las manos y miró p’arriba,
pa los bruñíos nubarrones recios.
¡Dirme, dejagla sola,
dejagla yo a ella sola com’un perro, 
en metá de la jesa,
una legua del pueblo...
eso no! De la rama
d’arriba d’un guapero,
con sus ojos roendos
nos miraba un mochuelo,
un mochuelo con ojos vedriaos
como los ojos de los muertos...
¡No tengo juerzas pa dejagla sola;
pero yo de qué sirvo si me queo!
La burra, que rroía los tomillos
floridos del lindero
carcaba las moscas con el rabo;
y dejaba el careo,
levantaba el jocico, me miraba
y seguía royendo.
¡Qué pensará la burra
si es que tienen las burras pensamientos!
Me juí junt’a mi Juana,
me jinqué de roillas en el suelo,
jice por recordá las oraciones
que m’enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia
p’hacé memoria de los rezos...
¡Quién podrá socorregla si me voy!
¡Quién va po la comadre si me queo!
Aturdio del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu’otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.
¡Qué mirarán tan fijos
los ojos del mochuelo!
No cantaban las ranas,
los grillos no cantaban a lo lejos,
las bocanás del aire s’aplacaron,
s’asomaron la luna y el lucero,
no llegaba, rondo, de las sierras
el dolondón de los cencerros...
¡Daba tanta quietú mucha congoja!
¡Daba yo no sé qué tanto silencio!
M’arrimé más pa ella;
l’abrasaba el aliento,
le temblaban las manos,
tiritaba su cuerpo...
y a la luz de la luna eran sus ojos
más grandes y más negros.
Yo sentí que los míos chorreaban
lagrimones de fuego.
Uno cayó roändo,
y, prendío d’un pelo,
en metá de su frente
se queó reluciendo.
¡Que bonita y que güena,
quién pudiera sé méico!
Señó, tú que lo sabes
lo mucho que la quiero.
Tú que sabes qu’estamos bien casaos,
Señó, tú qu’eres güeno;
tú que jaces que broten las simientes
qu’echamos en el suelo;
tú que jaces que granen las espigas,
cuando llega su tiempo;
tú que jaces que paran las ovejas,
sin comadres, ni méicos...
¿por qué, Señó, se va morí mi Juana,
con lo que yo la quiero,
siendo yo tan honrao
y siendo tú tan güeno?...
¡Ay! qué noche más larga
de tanto sufrimiento;
¡qué cosas pasarían
que decilas no pueo!
Jizo Dios un milagro;
¡no podía por menos!


II
Toito lleno de tierra
le levanté del suelo,
le miré mu despacio, mu despacio,
con una miaja de respeto.
Era un hijo, ¡mi hijo!,
hijo dambos, hijo nuestro...
Ella me le pedía
con los brazos abiertos,
¡Qué bonita qu’estaba
llorando y sonriyendo!
Venía clareando;
s’oïan a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros.
Besé a la madre y le quité mi hijo;
salí con él corriendo,
y en un regacho d’agua clara
le lavé tó su cuerpo.
Me sentí más honrao,
más cristiano, más güeno,
bautizando a mi hijo como el cura
bautiza los muchachos en el pueblo.
Tié que ser campusino,
tié que ser de los nuestros,
que por algo nació baj’una encina
del camino nuevo.
Icen que la nacencia es una cosa
que miran los señores en el pueblo;
pos pa mí que mi hijo
la tié mejor que ellos,
que Dios jizo en presona con mi Juana
de comadre y de méico.
Asina que nació besó la tierra,
que, agraecía, se pegó a su cuerpo;
y jue la mesma luna
quien le pagó aquel beso...
¡Qué saben d’estas cosas
los señores aquellos!
Dos salimos del chozo,
tres golvimos al pueblo.
Jizo Dios un milagro en el camino:
¡no podía por menos!

viernes, 22 de julio de 2016

Kazanlak.

Don Bosco está en Kazanlak, Bulgaria, desde hace 22 años. Bulgaria está rodeada, ya sabes, por Rumanía, Serbia, Macedonia, Grecia y Turquía. Y se asoma gozosamente por el Este al Mar Negro. Los salesianos, solo cuatro, atienden dos obras en el centro de la nación: Kazanlak y Stara Zagora. Tres son checos y el cuarto, el más joven, Donbor Jyrwa, llegado hace poco, es indio y recibió la ordenación diaconal con rito católico bizantino (bien se ve en la foto) el pasado 18 de Junio en la parroquia salesiana de San José de Kazanlak.
Este notable acontecimiento es parte de la imagen de los misioneros que Don Bosco envía al mundo. La India, salesiana desde hace poco más de cien años, transfunde su joven fe con la vida de muchos misioneros en muchos lugares de la Tierra. Siendo como es la nación que más salesianos tiene en la actualidad (casi 2700 incluidos los 130 novicios) es natural que se ofrezca como sembradora de la misión de Don Bosco. Porque Don Bosco se sintió eco de las palabras de Jesús: “¡Id a todo el mundo para dar a todos los hombres esta buena noticia!”.
Cuando, estando en Barcelona en 1886, tuvo un sueño misionero la noche del 9 al 10 de abril, la Virgen le indicó “lo que debían hacer los salesianos” desde Valparaíso a Pekín, pasando por el corazón de África.
Diez años antes, cuando ya tenía a sus hijos en Argentina, les había escrito lamentando ser ya viejo y no poder unirse a ellos para darles un abrazo de padre y animarles en su valiente trabajo de ayuda a los jóvenes.
Somos y debemos seguir siendo de esa estirpe. No iremos porque los años, la familia, el trabajo, la salud… nos atan a este banco de aquí. Pero nada nos impide tener un corazón como el del padre en todo lo que sirva para que el trabajo que otros sí hacen sea más jugoso, más valiente, más generoso. ¡A la obra!   

domingo, 17 de julio de 2016

Nuestro!!

He salido a caballo esta mañana
cuando el sol en la tierra aparecía
e inundaba de luces la besana
que en rosados colores se teñía.
He ido a ver mis haciendas y mis prados
con el mismo entusiasmo y alborozo
con que un rey visitara sus estados.
Y al extender la vista sobre el llano
que llega de los montes hasta el río,
extendiendo la mano,
he gritado con ansia: -"Todo es mío.
Mías son esas mieses, que amarillas,
inclinan las cabezas
repletas de semillas,
que son germen de vida y de riquezas.
Míos son esos bosques seculares
de encinas y olivares
que se pierden allá en el horizonte:
y míos los ganados
que suben apiñados
por la verde ladera de aquel monte”.
Y de nuevo, con loco desvarío,
repetía con ansias: "Todo es mío."
  …
El viejo capataz que me acompaña,
nacido en la cabaña
que los rudos pastores de mi padre
hicieron para abrigo en la montaña,
haciendo adelantar a su jumento,
interrumpe mi loco pensamiento:
“Todo lo que usted mira es de la hacienda.
Su padre la heredó, y hoy, mejorada,
a usted se la encomienda”.
Al escuchar aquella voz cascada,
voz a la de mi padre parecida,
cuando próximo ya a perder la vida
tendía a mí, su mano descarnada:
al mirar aquel rostro macilento,
que solo con hablar del amo, llora,
de mis torpes ideas me arrepiento.
“ No es mío, no. ¡Es nuestro!”,- exclamo ahora.
“¡Nuestros campos!”, decía cuando hablaba
mi padre a sus gañanes.
“¿Qué tal van nuestras mieses?”, preguntaba.
Hacíanse en el mismo horno los panes
y con la misma harina se amasaban.
Nuestro, nuestro. ¡Es verdad! ¿Qué hice yo acaso,
qué fatiga pasé, que gota encierra
del sudor de mis manos esta tierra,
esa fortuna que me sale al paso?
Nacer, haber nacido es mi derecho.
Poco título es para una herencia
cuando se tiene estrecha la conciencia
y un corazón cristiano esconde el pecho.
Y poniendo la mano
en la espalda fornida del anciano
y ocultando una lágrima furtiva,
le he dicho convencido,
con voz franca y sincera:
Nuestra hacienda el Señor ha bendecido...
Pero vamos arriba,
que nuestra gente y nuestro hogar espera”.

martes, 12 de julio de 2016

Como una cabra.

Seguí con mucha atención una conferencia didáctica y creativa (con ánimo de despertar la creatividad en sus oyentes) de Thomas Thwaites, diseñador gráfico inglés. Explicaba cómo, recurriendo a la fuente de las cosas, uno mismo puede hacer lo que la industria nos ofrece. Recurrió a una mina de hierro para obtener ese metal, obtuvo plástico maleable para adaptarlo a su máquina y consiguió cobre para diversas partes y funciones del microondas que iba construyendo. Cuando, terminado todo, lo enchufó, se le quemó totalmente. No le habían permitido obtener de una Hevea Brasiliensis, el caucho necesario para aislar los cables del enchufe.
Este pensador de 34 años, cansado “de ser un ser consciente de sí mismo y capaz de arrepentirse del pasado y preocuparse sobre el futuro” (son afirmaciones suyas) y viendo al perro de un amigo “feliz, feliz de estar vivo”, decidió compartir con unas cabras tres días de experiencia caprina. Se hizo un disfraz, unos suplementos para las manos y ¡hala, al monte! Parece que se sometió a un tratamiento craneal para estar callado ese tiempo, pero renunció a la implantación de un estomago apto para digerir hierba. Y como la cabra tira al monte, subió con ellas hasta donde ellas quisieron. “Fui capaz de seguirlas alrededor de un kilómetro en esta migración – afirmaba al final de la experiencia -, pero después comenzaron a ir cuesta abajo y sencillamente me abandonaron entre el polvo. Así que pasé el resto del día tratando de alcanzarlas y cuando por fin lo logré llegué a un sitio bastante bonito, donde el pasto era muy suave”.
Como ves, querido lector, Thomas Thwaites, es un estupendo caricato. Pero, además de hacernos, cuando menos, sonreír, despierta en nosotros preguntas muy serias, aunque vengan envueltas en cables de cobre sin aislante y pezuñas sospechosas de cabra.
¿No vivimos demasiado encadenados al siempre igual que aprendimos de niños? ¿No dependemos de los esquemas de la tecnología hasta el punto de dejar de ser nosotros mismos? ¿Hemos intentado el ejercicio de meternos en el pellejo de otros para conocer, sentir y reaccionar tras una experiencia que nos puede hacer más comprensivos, más compasivos, más grandes de corazón, mejores?

jueves, 7 de julio de 2016

Castigar?

Yamato Tanóoaka apareció una semana más tarde. Perdonó a su padre por haberle castigado dejándolo en la carretera y prometió portarse bien en adelante. A los siete años debe de ser arriesgado caminar unos cuantos kilómetros hacia Nanae-cho sin saber nada del lugar. Y sin saber ni haberse encontrado por aquellos parajes con osos salvajes, como se decía al dar la noticia.
Supo después, seguramente, que se le había buscado afanosa y sistemáticamente pero en dirección errónea.
Pasado el susto y vuelto al abrazo paterno, se nos vienen muchas preguntas a la cabeza. Empecemos por la más espontánea: ¿Le habrá castigado el abuelo del niño al padre por haber perdido al nieto? (¿perdido o abandonado?). ¿Habrán dormido padre y madre alguna noche de las que mediaron hasta el encuentro? ¿Qué habrán revuelto en su cabeza y en su corazón durante el obligado insomnio? ¿Existirá alguna mediación legal para hechos como el presente? ¿Le habrá pedido perdón el padre al hijo por haberse pasado de justo? ¿Sentirá el padre que, de verdad, fue justo y si lo cree así, en qué grado practicó la justicia? ¿Tiraba el niño piedras a los coches y viandantes? ¿Llevaba en el coche repuesto de piedras? ¿Conducía el padre el coche o tenía conciencia de que estaba conduciendo algo más?          
Para un padre o una madre o un maestro o una profesora es un problema esto de la administración de castigos. 
Si castigar es, como se dice y parece correcto, hacer bueno, ¿estamos seguros de que el castigo hace bueno al que lo recibe y es bueno el que lo impone? Porque si no es bueno el que lo impone ¿tiene derecho y fuerza para imponérselo al que, como él, necesita hacerse bueno? El primer sentimiento del que recibe un castigo es un insulto callado al que le castiga. Y probablemente el insulto, mire usted por dónde, es acertado y justo.
El único modo de castigar, es decir, de hacer bueno, de educar, es amar. Don Bosco decía que la educación es cosa del corazón. El no empezó proponiéndose educar. Nació, creció y se hizo grande amando. Y excluyó de su camino de padre al que no era capaz de sentirse hijo, es decir, de sentir que era amado. Cuando se decía - y se sigue diciendo - que el admitía en su casa, en su “oratorio” a todos, se afirma que lo hacía a todos los que eran capaces de sentirse amados. Porque en su casa, en su “oratorio”, se dispensaba como alimento de vida el amor.

sábado, 2 de julio de 2016

Infinity...

La naviera americana Celebrity Cruises pasea por los anchos mares del mundo sus buques, remozados y aumentados en número poco a poco. Tal vez  los conozcas. Su flota, formada por Millennium, Summit, Constellation, Infinity…, viaja por el Caribe, Florida, Bermudas, Nueva Inglaterra, Canadá, Galápagos, Alaska... Y programa ampliar sus destinos ofreciendo a bordo todas las comodidades y atractivos posibles en estos gigantes de los océanos.
No hace mucho una de estas naves, la Infinity, de 292 metros de larga (eslora, dicen los entendidos y aficionados de la noble esfera de la navegación), tuvo un pequeño incidente en el puerto de Ketchikan de Alaska: se incrustó levemente de costado en el muelle y abatió parte del mismo. Y ella quedó dañada en su casco y en parte de su interior. Con una noche más en el puerto se repuso de su embestida con un leve coste de tres millones de dólares, dicen los gacetilleros, sin que hubiese heridos y otros males que lamentar y seguir lamentando. ¿Te acuerdas del Costa Concordia?        
¿Nos enfrentamos en el mar de la vida, nosotros y nuestros grumetes, con la mayor certeza de que no vamos a quebrar nuestro proyecto con un acceso equivocado a lo que se nos presenta como meta segura de atraque? ¿Nos fiamos, porque somos listos, fuertes y decididos, de nuestra sabiduría y de nuestro dominio de la preciosa nave que creemos ser (¡y lo somos, pero…!) y de los mares por donde se mueve y se va a mover? 
Hace poco escuchaba las razones sinrazón del padre de un muchacho que había roto su vida en la sentina de la droga. Y al escucharle se me ocurrían muchas preguntas que haces muchas veces ante la idiotez de un padre atolondrado que educa dando, concediendo, transigiendo y abandonando el mando de la propia nave y de la de su hijo y acaba llorando el fracaso más triste de su vida.

lunes, 27 de junio de 2016

Catequesis en Alepo.

El 22 de Mayo fue domingo. En el Oratorio salesiano de Alepo terminó el año catequístico de este curso. Pudieron reunirse casi un mes después de la suspensión de actividades debida al conflicto. Don Pier Jabloyan decía: “Aquí Don Bosco está todavía vivo y trabaja con los jóvenes y para los jóvenes. Tratamos de transmitir a estos muchachos el espíritu de Don Bosco, el espíritu de familia. Es lo que intentamos hacer en estos tiempos de guerra”.
Como son tantos y la foto es tan pequeña, tal vez no llegas a advertir algo que llama la atención y alienta el alma: sonríen felices.
Contra guerra cabe de nuevo la guerra. En los conflictos se suele intervenir acreciendo el conflicto o despertando otro. Pero en medio de la guerra hay quien es capaz de mantener el espíritu despierto para el bien, aunque esté herido en lo más hondo. Don Pier Jabloyan, lo acabamos de leer, lo explica así: “Aquí Don Bosco está todavía vivo y trabaja con los jóvenes y para los jóvenes. Don Bosco mantiene vivo el espíritu de familia. Donde hay familia hay unidad, cariño, esperanza, tesón, amor… porque se ha abierto la puerta al único que puede dar todo eso: Cristo, el Hijo, el Testigo fiel del amor del Padre. 

miércoles, 22 de junio de 2016

Aborto.

En Libertad Digital, hace cosa de un año (25 de agosto de 2015) se publicaban estos versos de Fray Josepho. Sin duda los conoces, pero te hará bien leerlos de nuevo. Si no los leíste, encontrarás en ellos la lógica que hace bien al pensar, discernir y decidir.
He suprimido el guion que precede a cada intervención de los dos amigos que se hablan, pero figuran, como ves, en tipo distinto sus preguntas y afirmaciones.
Bastan por sí solos para nuestro intento, no en la defensa de la tradición, sino en la del ser humano.
¿Prohibirías los toros? Sin duda alguna, sí.
¿Por qué quieres prohibirlos, si me gustan a mí?
Porque matan al toro, sin ninguna razón.
Pues no te comas ese bocata de jamón.
Perdona, no es lo mismo. Te ruego que concretes.
Al toro lo torean. ¡También lo hacen filetes!
Lo malo es que se haga por diversión y fiesta.
¿La diversión es mala? ¿Acaso te molesta?
Me molesta que el público disfrute con la muerte.
Oye, pues tú no vayas, si eso no te divierte.
¡Jamás hay diversión si un ser vivo se inmola!
¿Te fastidia tal vez porque es fiesta española?
El toro sufre mucho por culpa del torero.
¿Y la vaca disfruta cuando va al matadero?
Muere un ser indefenso, y eso es lo que deploro.
¿Indefenso? Perdona. Ponte enfrente de un toro…
El torero va armado. No aguanto que se queje.
¿Y el feto, en un aborto? ¿A ese quién lo protege?
El aborto es distinto. Decide la mujer.
Pero el feto está vivo. Y también es un ser.
Si me sales con esas, ya el debate lo corto.
¿Te asquean las corridas y te mola el aborto?

viernes, 17 de junio de 2016

Suricatos.

O suricatas, ya que su nombre científico es suricata suricatta (¡un respeto!). Viven en el Sur de África (Namibia, Botsuana -desierto de Kalahari-) y, aburridas, en algunos zoos. Es una mangosta, la más pequeña, prima hermana de la garduña, conocida entre nosotros. Se asocian en grandes grupos, en los que solo una pareja suele ser la que reproduce, mientras que los demás componentes se resignan a colaborar alimentando a las crías. Las hembras son agresivas entre sí para mantener o lograr el papel de madre. Y lo hacen engordando. Los machos dejan el grupo cuando están en condición de ser dominantes y buscan serlo en otro grupo. Son muy sociales y juegan y fingen luchar y perseguirse, especialmente las  crías.
No es que sean un ejemplo para nosotros, pero la tentación de poder más para mandar más es parecida. Nos cuesta ser parte de un todo y tendemos a sobresalir, a que se nos haga caso, a que nos den una prebenda en la que logremos que se nos tenga en cuenta o podamos gobernar nuestro corralito. A lo mejor no nos atrevemos a decir la última palabra y nos resignamos a decir la penúltima  o no decir ninguna. O a lo mejor tenemos siempre alguna palabra que decir y nos gusta, no solo que se nos oiga, sino que, si es posible,  nos sigan. 
Son admirables esas mujeres y hombres de pocas palabras pero de mucha entrega, de entrega generosa, de entrega generosa. Parece que no vale la pena fijarse en ellos. Hay quien los tiene, tal vez, por puros peones. Pero el que no avancen a caballo no significa que no sean quienes mejor construyen, más luchan, más aportan… En realidad son más.

domingo, 12 de junio de 2016

Laura.

Hace unas semanas (estoy seguro de que lo leíste), en el partido de dieciseisavos de final del Campeonato de Europa de bádminton en Francia para optar a los juegos de Río, jugaban la húngara Laura Sarosi y la alemana Karin Schnaase. A esta se le desprendió la suela de una zapatilla y se quedó a punto de quedar descalificada porque en su bolsa no tenía repuesto. “A punto”… porque la húngara, en vez de cantar su victoria al no poder seguir en el juego su oponente, sacó el par de zapatillas que llevaba en su repuesto y se las dio a Karin que calzaba el mismo número. El partido continuó obteniendo la victoria la recalzada por 21-18.
En la página web en la que se piden firmas para obtener en favor de Laura una invitación especial del COI para Río, se lee, por ejemplo: "La húngara le ofreció sus zapatillas con una sonrisa, como si fuera la cosa más natural del mundo". "Y para Laura era, por supuesto, la cosa más natural del mundo y la esencia de la gran comunidad del bádminton". Lo que hizo Sarosi "verdaderamente abraza la cultura y el espíritu olímpico que en las dos últimas décadas ha sido enterrado a causa de su excesiva comercialización".
Estoy seguro de que cada uno de nosotros siente y cuenta o guarda sus sentimientos a propósito de esta joven húngara. Me permito callarme los míos pero, al mismo tiempo, escribir algo de lo pobre que me viene a mi mente de poblador de la generalidad de los pensantes (el pensamiento de los que ocupan la excepcionalidad se encarna en papeles más altos).     
En la vida del día a día, en la calle, en los  espectáculos, en el lugar de trabajo, en las tertulias de toda especie y número, en cada momento y a toda hora se oyen estas expresiones, manifestación del corazón: «Allá ella». «Ya sabrá arreglarse», «Me alegro», «Se lo ha ganado», «Bien merecido lo tiene», «Había que cortarle los humos», «Se lo ha buscado», «Que se aguante», «Se le acabaron las ínfulas», «Si se veía venir»… Y muchas más expresiones menos “pulidas»” que estas.
Son fruto del corazón, es decir, de los sentimientos que tenemos y engordamos hacia los demás. Porque en el fondo (del corazón, ¡claro!) hay un cocedero continuo de envidias, revanchas, suspicacias, deseos de venganza, impotencia, vagancia, asechanzas reprimidas… y hasta odio.
Es triste que este fenómeno exista. Más triste que se justifique, que se propale, que se vierta en otros corazones, especialmente cuando esos corazones están en los primeros trajines para amueblarse. 

martes, 7 de junio de 2016

Horror Vacui

Aristóteles, al que llamamos el estagirita (porque nació en Estagira de Calcídica, asomada al golfo Estrimónico del mar Egeo) hace ya 2.400 años escribió mucho. Dicen que más de doscientos tratados. De todo lo habido. En su Física, uno de esos tratados, afirmaba que “la naturaleza aborrece el vacío”. Como la afirmación es atrevida y hasta un tanto ambigua, han dicho lo mismo o lo contrario otros pensadores de todo tiempo y espacio. Escribió también De lineis insecabilibus, que rozaba un poco el tema. E insistía en que la belleza es unidad de partes si está dotada de táxis (correcta distribución), symmetría (correcta proporción) y to horisménon (contención: ni grande ni chica, que no se salga de los márgenes).
Hay quien dice que la expresión latina que encabeza este escrito, muy aristotélica, es de Mario Praz, un pensador italiano, que la empleó ante el ahogo que se sentía en las manifestaciones sociales de la era victoriana inglesa.
Yo me aventuro a atribuírsela, si no en la expresión, sí en sus preceptos, a Marco Vitruvio Polión, arquitecto, escritor, ingeniero y tratadista romano del siglo I aC. Escribió, inspirado en los griegos, diez libros De Architectura. De él se conserva, en ruinas, excavadas en 1960, cerca de Pésaro, la basílica del Fanum Fortunae en honor de Augusto. Un modelo de elegancia y sencillez.
Observa la vida actual de grandes y chicos. Bien pudiera pensarse que los criterios de Aristóteles y de Vitruvio, maestros en todos los siglos, pudiesen aplicarse en muchas manifestaciones de nuestra vida, aunque no tengan que ver con la arquitectura. En construcciones suntuarias, en casas normales, en casas modestas, en jardines, en armarios, estanterías, mesitas, cocinas, cajones, bolsillos… el buen gusto, la sobriedad, la parsimonia, el ahorro, el sentido común, hasta la comodidad y la táxis, la symmetría y el to horisménon fallan porque falla el criterio sólido y práctico de la existencia. Tantas cosas inútiles, adquiridas por contagio (“porque lo tiene el vecino”), o por capricho (“… es tan bonito”), por puro gusto (“qué ganas tenía de hacerme con ello”), por orgullo (“para que se enteren”), por envidia (“no voy a ser manos”)… en el fondo, por impersonalidad (“no voy a ser el único que no…”). Es decir, porque no soy capaz de ser yo mismo y, porque presumiendo de libertad, me atan “los otros”.

jueves, 2 de junio de 2016

El "Maestro"

En el Museo de Bellas Artes de Sevilla respira un cuadro de José Villegas Cordero, sevillano (1844-1921), director en 1893 de la Academia Española de Bellas Artes en Roma y en 1901 del Museo del Prado. Su título es “La muerte del maestro”. En Baeza, el 21 de junio de 1889, se acabó la corrida (en beneficio del también sevillano Antonio Sánchez “el Tato”, mutilado unos años antes en otra corrida y en situación económica precaria) con la muerte del cordobés “Bocanegra”, es decir, Manuel Fuentes y Rodríguez, que yace ante todos, ellos y nosotros.
Villegas dedicó al recuerdo de aquella desgracia la triste y bellísima pintura en la que se empeñó desde 1893 hasta 1910. Sin duda contaba para esa dedicación dolorosa y prolongada el recuerdo de que la muerte del Bocanegra se dio al acudir él, que no estaba muy dotado para el toreo y un poco cecuciente entonces, ya mayor y entrado en peso, en ayuda del inexperto torero Hormigón. Una brutal cornada del cuarto de la tarde le alcanzó provocando su muerte al día siguiente. 
Hasta aquí la crónica. Y ahora la reflexión. Ante un cuadro podemos pasar un rato largo. La belleza de los representados, la grandeza del hecho concretado en la pintura, el acierto del color, el aire, la proporción, la vida… nos retienen. Confieso que he dedicado bastantes ratos a mirar este cuadro de Villegas. Se me ocurre pensar que es una meditación colectiva ante la muerte. Todos callan. Todos sienten el dolor por lo sucedido. Todos sucumben por la propia inutilidad ante un hecho que no tiene vuelta atrás. Tal vez los más cercanos al muerto y a su muerte en la arena se dicen: “¡Si yo me hubiese adelantado…!”. El que, agachado, a la izquierda, recoge la ropa de Manuel Fuentes piensa acaso: “¡Ya, ¿para qué?”. El que, en actitud de arrodillarse en la derecha del cuadro, se une a la acción del sacerdote, reza, sin duda: “¡Qué entre por la única Puerta Grande que lleva a la auténtica Gloria…!”.
Lo que imagino que pasa en ese duelo debiera ser más común en nuestra vida: “Me interesa el otro. Sufro con él o, al menos y mejor, por él”, “¡Ojalá hubiera hecho algo en su favor!”, “¿Por qué no le eché una mano?”. “Un quite oportuno no es tan difícil y puede convertirse en un triunfo del otro”.  

sábado, 28 de mayo de 2016

La Ghrelina.

No me digas que no es bonita la ghrelina. Sin duda la conoces, pero no sabías cómo era. Y yo tampoco. Pero me la presentaron hace unos días. Me explicaron que es, aproximadamente, un importante eslabón en nuestro crecimiento corporal. La sintetiza especialmente el estómago y ella se encarga de regular el metabolismo de la energía en nuestro cuerpo: en el hipotálamo (esa pequeña glándula que tenemos en el centro del cerebro) anima a unas neuronas de por allí para que estimulen nuestro apetito. La llaman por eso la “hormona del hambre”: aumenta cuando estamos más o menos en ayunas y disminuye una vez que hemos comido.
Me da miedo pensar en lo que piensa al leer esto, si lo lee, algún conocedor científico de este tema tan atractivo. Pero estoy seguro de que disculpará mi ignorancia y comprenderá la intención que me mueve a escribir esto.
Nuestra ghrelina tiene mucho trabajo: elimina los vasos sanguíneos que se han quedado flacuchos, produce la hormona del crecimiento GH, regula nuestro peso y apetito y la presión arterial, protege el corazón y organiza el camino que nos lleva a comer: atención, un cierto regusto antes de probar lo que se come, ganas de comer, comer y memoria de lo que se ha comido y memoria en general (ciertas drogas que afectan a  la memoria han afectado también a la ghrelina).
¿Lo aplicamos a la educación? Creemos que educamos. En realidad lo que hacemos es acompañar a nuestros jóvenes compañeros de viaje en su maravilloso proceso de crecer. Un niño, un joven se educa a sí mismo. Pero nuestro papel es indispensable. De nosotros debe recibir en la medida y ritmo oportunos, el estímulo para que entren con agrado, con decisión y entusiasmo en el progreso de ir haciendo de su valiosa personalidad (a veces frágil, a veces desorientada, a veces caprichosa, a veces testaruda…) un tesoro en su  vida y en la historia gracias a la transformación y crecimiento de la ghrelina que estimule en ellos la búsqueda de la mejor maduración.  

lunes, 23 de mayo de 2016

El Temple.

Sin duda recuerdas que el Rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, determinó que ya estaba bien de Caballeros Templarios en su Reino. Y en todas partes. No se sabía cuántos eran ni cuánta  riqueza tenían ni hasta qué extremo podían ensombrecer su prestigio y su poder. Le ayudó en la extinción de la Orden el Papa Clemente V (Felipe IV había estado excomulgado en 1303 por el Papa Bonifacio VIII). Pensó Felipe que, en vez de devolver el capital recibido de los Caballeros para sus guerras con aragoneses, ingleses y flamencos, le salía más económico eliminar la Orden. La honradez siempre por delante. Duró siete años (1307-1314) el proceso basado en las imputaciones de dos testigos expulsados de la Orden. Se les acusaba de prácticas diabólicas, idolatría hacia la cabeza mágica de Baphomet (un numen de tres caras con barba y cuernos), de sodomía y de ritos iniciáticos que no son para traer aquí. Torturados, muchos se entregaron y confesaron esperando, seguramente, la protección del Papa. Pero éste, con la bula Vox in excelso (22 de marzo de 1312) acabó con ellos. Jacques de Molay se retractó, el gran Maestro, se retractó de su confesión anterior y con Godofredo de Charney, preceptor de Normandía y custodio de la Sábana Santa, fueron condenados al fuego en una islita del Sena y a la puesta del sol, el 18 de marzo de 1314, según cuenta Godofredo de París, testigo del suplicio: “El Gran Maestro, cuando vio el fuego encendido, se despojó sin tardanza de sus vestidos… excepto de la camisa, y lentamente y con aspecto tranquilo, avanzó sin temblar en absoluto, aunque le empujaban y golpeaban mucho. Lo sujetaron para amarrarlo en el palo y le ataron las manos con una cuerda, pero él dijo a sus verdugos: «Al menos, dejadme que una mis manos un momento para decir a Dios mi oración, porque este es su momento estando a punto de morir, Dios lo sabe, injustamente… En cuanto a vosotros, Señores, poned mi cabeza, os lo ruego, hacia la Virgen María, Madre de Jesucristo (se refería a la Catedral de Notre Dame de París)». Se le concedió esa gracia y la muerte lo acogió tan dulcemente, en esa actitud, que todos quedaron maravillados".
No vale nada añadir más. 

miércoles, 18 de mayo de 2016

Su mirada.

Cuando Don Bosco, en 1862, tuvo conocimiento de la aparición de María, como Auxiliadora de los Cristianos, al niño Riguetto Cionchi en Spoleto, decidió dedicarle una nueva iglesia bajo esa advocación en el Oratorio de Valdocco. No se trataba solo de disponer de un espacio capaz de acoger a todos sus muchachos, sino de elevar un monumento a la Madre y Maestra de todas sus obras “en tiempos tristes”, decía él,  para la Iglesia y la fe cristiana.
Comenzaron las obras en 1863 y se consagró el 9 de Junio de 1868. Del nuevo templo decía Don Bosco: “No existe un solo ladrillo que no sea señal de alguna gracia”. Y por eso: “María Auxiliadora se ha edificado su casa”.     
La Basílica se amplió setenta años más tarde agrandando el espacio del presbiterio y sus aledaños y terminando esas obras en 1938. Lo único que queda de esa zona de la iglesia construida por Don Bosco fue el cuadro de siete metros por cuatro  que había encargado al artista natural de Pancalieri Tommaso Andrea Lorenzone. Don Bosco le dio la idea: “En lo alto María Santísima entre los coros de los ángeles, después el coro de los profetas, de las vírgenes, de los confesores. En el suelo los emblemas de las grandes victorias de María y de los pueblos del mundo que elevan las manos hacia ella pidiendo su auxilio”. Y el mismo Don Bosco la describía así: “La Virgen se mueve en un mar de luces y de majestad. Rodeada de ángeles los cuales la saludan como su Reina. Con la mano derecha sostiene el cetro, que es el símbolo de su gran poder, con la izquierda sostiene al Niño Jesús quien tiene los brazos abiertos ofreciendo de esta manera su gracia y su misericordia a quien recurre a su augusta Madre. Rodeándola y hacia abajo se ven a los Apóstoles y los Evangelistas, quienes transportados en un dulce éxtasis, mirando a la Virgen es como si exclamaran: Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros. En la parte inferior del cuadro se ve la ciudad de Turín, con el santuario de Valdocco en primer plano y con el fondo de Superga. Lo que es de gran valor en el cuadro es su idea religiosa que genera una impresión devota a quien lo observa”.
Como sugerencia para la reflexión de quien lea esto, añado unos párrafos de la crónica de Valdocco de aquellos días: «Cierto día –cuenta un sacerdote del Oratorio – entré en el estudio del pintor para ver el cuadro. Estaba sobre una escalerilla dando los últimos toques al rostro de la imagen de la Virgen. No se volvió al ruido de mi entrada, continuó su trabajo. Después de un rato descendió y se puso a contemplar el efecto que daban los últimos retoques. De pronto se percató de mi presencia: me tomó  de un brazo y me llevó a un punto desde donde pudiera apreciar mejor el cuadro y, una vez allí, me dijo: -¡Mire qué hermosa es! No es obra mía; no soy yo quien pinta, hay otra mano que guía la mía. Y esta, a mi parecer, pertenece al Oratorio. Diga, pues, a D. Bosco que el cuadro saldrá como él lo quiere. Estaba locamente entusiasmado. Después se puso nuevamente a su trabajo”. Cuando se llevó el cuadro a la iglesia y se colocó en su lugar, Lorenzone cayó de rodillas derramando abundantes lágrimas».

sábado, 14 de mayo de 2016

Cebuella.

A este precioso mono con cabeza de león y uñas de plantígrado, con las que se abraza a un dedo humano, lo llaman en la seria lista zoológica de congéneres, Cebuella pigmaea. Pero sus amigos de la Amazonia, donde vive, le llaman, por ejemplo, y con más confianza, tití pigmeo, tití enano, mono de bolsillo, chichico, mono de piel roja, tití león, mono leoncito, mono de bolsillo… No sé en China, de donde procede la foto que vemos. Es un primate platirrino (siguen diciendo los entendidos y seguimos aprendiendo los profanos) que es lo mismo que decir que es chatito. Y lo sitúan en la familia de los callitriquidas. ¡Qué horror!: con lo fácil que es decir de pelo lindo, bonito. Porque así lo tienen y así les gusta tenerlo. Son un poco presumidillos y cuidan mucho su aspecto, ya que conviven en comunidades reducidas en las que desean presentarse bien. Este de la foto, nos dicen, mide 12 centímetros, que suele ser una talla bastante corriente, aunque algunos llegan a 15. Y a todo esto hay que añadir que su especie está en camino de extinción. 
Produce dolor saber que hay animales, como el tití enano, que van a dejar de existir porque encuentran dificultad en reproducirse, les falta la tranquilidad que necesitan para desarrollarse y vivir, se los busca para convertirlos en mascotas, se les priva de su aire o se les hace difícil la soledad en que progresan de acuerdo con su naturaleza.
¿No pasa algo parecido con nuestros hijos? Algo parecido, pero aproximado, porque hay hogares en los que no se tiene en cuenta la fragilidad de los sentimientos de los hijos: el desconcierto ante la conducta de sus padres porque exigen lo que ellos no cumplen; la necesidad de afecto sin lograrlo porque no hay entre los esposos la cordialidad que están esperando y deseando y que no aparece nunca; la serenidad que solo se asimila cuando es el tono constante en que debiera transcurrir la vida familiar. Hay hijos que dudan de que sus padres los quieran. Porque se sienten perseguidos o porque si no constatan que los padres se quieren de verdad deducen que, con mayor razón, no los quieren tampoco a ellos. Consideran que son un estorbo para sus padres porque se sienten tratados como un estorbo.
Hay padres que no saben que sus hijos piensan y sienten cosas que nunca se atreverían a manifestar, porque les cabe el miedo de que no serían comprendidos o aceptados.

lunes, 9 de mayo de 2016

La vida.

Creo que ninguno de nosotros se ha puesto a contar cuántos insectos o plantas… se conocen en la Tierra. Parece que, en números muy redondos, se ha llegado a proponer que los insectos conocidos (la referencia es, naturalmente, a especies, no a individuos) son más de 800.000. Menos, pero muchas también, son las plantas: 248.000; 200.000 los artrópodos no insectos (arañas, cangrejos, ciempiés…); 70.000 los hongos; 50.000 los moluscos; 30.000 los protozoos; 27.000 las algas; 19.000 los peces; 12.000 los platelmintos (esos gusanos que no tienen patas ni vértebras);  9.000 las aves; 9.000 las medusas; 6.300 los reptiles; 4.200 los anfibios; 4.000 los mamíferos...
Esto es lo conocido. Pero es frecuente encontrar en la prensa o, más todavía, en publicaciones especializadas, que se han descubierto nuevas especies. Por ejemplo, investigadores de la Universidad de Berkeley han clasificado 1.000 nuevas especies de bacterias y arqueas (parecidas a las bacterias, dicen los entendidos, pero diferentes), que viven en lagos, cuevas y bosques de nuestro Planeta, la Tierra.
Bastaría este burdo recuento para despertar en cada uno de nosotros una seria actitud de admiración y respeto ante la vida en cualquiera de sus modalidades. Pisar una hormiga es un acto que tal vez se haga pensando que molesta o que mancha o que nos puede invadir. Nada de eso sucede ni va a suceder. ¿Cuántos millones de años hemos convivido con ellos y no han deshecho el mundo?
Y sin embargo, respetar la vida, ese maravilloso don inexplicable, es algo que para algunos no tiene importancia. Cuando se trata de un ser humano (pensemos en una ejecución mortal, en la víctima de una reyerta, en eso que tan perversamente se llama “violencia de género”, en una guerra, en un aborto…) se está frustrando el recto camino de la construcción de la historia, se está produciendo un fracaso de Dios. Y no hay nada más aberrante que lo más venerable de la historia, que es la vida, se someta al capricho, a la barbarie, al desahogo de quien se convierte con ello en un ser vil y despreciable.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Papiros.

Cuando en el verano del año 79 d.C. el Vesubio se cargó todo lo que pudo a su alrededor, lo hizo de forma diferente según las distancias. Pompeya, como sabes, quedó arrasada por el fuego, el viento y las rocas. La población de Herculano, un poco más cercana y hacia el Oeste, se vio invadida por la lava que quedó como incrustada en ella. Basta pensar que sobre ese enorme depósito de lava solidificada se empezó a construir, hacia el siglo X, otra ciudad que se llamó Resina, o porque había un caserío con el nombre de Risina o porque aparecía resina o algo parecido en aquellos parajes. Pero con gran acierto volvió a llamarse Ercolano en 1969.
Entre los hallazgos de su lenta excavación está la biblioteca mejor conservada de la antigüedad, casi en su integridad. Sus papiros quedaron a salvo de la erupción del Vesubio y son, después de tanto tiempo y de su rareza, un tesoro arqueológico muy notable. La mayor parte son tratados de filosofía escritos en griego. Pero… (es natural que haya “peros” después de tal catástrofe y tantos siglos) no se pueden desenrollar. Se presentan sumamente frágiles de modo que en el primer intento de hacerlo se dañó totalmente alguno de ellos. Por otra parte su contenido nos ha llegado por otras manos y otros lugares.  
De todos modos, cuando se quiso identificarlos y clasificarlos se recurrió a una lectura por medio de rayos X. Y se pudo constatar que la tinta usada, en contra de la idea de que la mezcla con hierro en tinta no se dio hasta el año 420 d.C., la de los pergaminos romanos de Herculano estaban escritos con una tinta hecha a base de negro de humo, la goma que más tarde se llamó arábiga, y plomo.
Este largo preámbulo puede servir para una reflexión breve en dos líneas. El asombro sobre el fenómeno de la inventiva humana al servicio desde siempre de la ciencia y de la sabiduría. Y la veneración que debemos mantener, a pesar del torrente de instrumentos que nos ofrece hora a hora la técnica actual, por las enseñanzas que nos vienen desde muy atrás, pero que conforman nuestra actitud de solidaridad con el pasado que se convierte en el presente en escuela de solidez y pertinacia.

viernes, 29 de abril de 2016

Pasado?

Da gusto saborear el fruto de la investigación de los estudiosos del pasado. Todo es quietud, madurez, hondura, misterio… Hace gozar (y sufrir al mismo tiempo) saber que, por ejemplo, en Galicia (según las conclusiones de los que se hunden en la historia para sentir la riqueza que ella encierra) hubo unos 420 monasterios reales,  conventuales, familiares, parroquiales… De ellos se conserva la memoria, la tradición, documentos más o menos completos y precisos, sus muros, la iglesia, los nobles restos medievales desde el siglo VIII hasta el comienzo del XVI.    
Lugares como Abadín, Baralla, Sobrado do Picato, Penela, Amoexa, Vilane, Baleira, o Mosteiro de San Pedro da Esperela donde se vertió sangre de moros y cristianos.  Duarría, Río Roza, Orizón, Labio... La Capela de San Martiño, los monasterios de  Vilafrío, de Santa María de Moreira, dependiente del espléndido cisterciense de Santa María de Meira.
La lista sería larga e impropia de un lugar tan modesto como este, pero sugeridora de sentimientos y preguntas como los que siguen y que bien pudieran ser el arranque para nuestros hijos de una reflexión gozosa. ¿Dónde está el origen de nuestros apellidos? ¿Sé que tengo ocho bisabuelos (¿tantos?; sí: cuatro ellas y cuatro ellos) sin los que la vigorosa planta de mi “yo” no habría crecido nunca o, al menos, así?  O, de otro modo, ¿quiénes fueron los que dieron nobleza a mi estirpe? ¿He pensado alguna vez que no soy hijo del azar o nacido en una col como el Totó adoptado como propio por aquella encantadora viejecita de Milagro en Milán
Y, más importante aún, ¿me siento, no solo deudor, sino compromisario en esa maravillosa ráfaga de vida que me viene desde tan lejos, desde tantos ancestros, desde lugares, estados y situaciones para mí desconocidos, pero a los que debo dar respuesta con mi conducta personal?
Nos corresponde educar, formar, tal vez encauzar o reencauzar vidas. ¡Debiera darnos placer acompañar - ¡arduo trabajo! - a nuestros educandos hacia el pasado: hacerles sentir que son herederos de generaciones sin número, con grandeza, con ilusiones - ¡todos los sueños! - sobre sus descendientes (incluidos ellos mismos); abrirles a la ilusionante idea de desplegar la bandera de su apellido como  un proyecto que embellezca la vida de muchas personas y dé luz y calor a muchas más...!

domingo, 24 de abril de 2016

La Herencia.

El perfil del Palacio de los Reyes de Navarra de Olite (Palacio Real o Castillo de Olite) ha despertado, sin duda alguna vez, tu atención y simpatía. Empezó a vivir como fortaleza (en aquellos tiempos todo tenía naturaleza de fuerza) en el siglo XIII. Y se remató en el siglo siguiente. Fue Carlos III, el Noble, quien en el siglo XV, comenzó la ampliación del anterior castillo, dando lugar al Palacio de los Reyes de Navarra. Y así te parecerá lo mires por donde lo mires, teniendo en cuenta la complejidad de su estructura y la variedad de sus estilos. Puedes apreciar esa variedad de elementos sobre todo si le sigues en su decadencia, su ruina, su abandono e incendios y, afortunadamente, su restauración y su vuelta a la belleza y a la vida a partir de 1923 y todavía en nuestros días.
Es tan bonito que se declaró como la primera maravilla medieval de España cuando cumplía cuatrocientos años de edad. Lo merece. ¡Lástima que los jardines que lo rodearon hayan desaparecido y se vea en lo alto, aislado, como un precioso trofeo encima de un armario. Pero todo se andará. 
Ese huevo que ves arriba le pertenece. No es sino la enorme tapa del enorme depósito de nieve como provisión para tiempos de sequía. Y me trae al pensamiento de nuestra actitud del vivir al día que hoy nos domina. Me atrevería a decir que “vivir al día”, pensando poco en el mañana y nada o casi nada en el pasado, es una enfermedad espiritual muy extendida. Y es grave porque, además de ser hereditaria, es gravemente contagiosa. El célebre y sabio carpe diem! de los romanos, tan mal entendido y tan peor aplicado, impera en nuestros ritmos. Y nos tiene sin cuidado cuando ahorramos esfuerzos en construir y construirnos sin que nos preocupe que, a lo mejor, la casa, hecha de ese modo, se nos puede venir abajo. El ahínco en estudiar, en capacitarnos para saber, para ser mejor, para vivir con más nobleza y servir con mayor honradez cede lugar al menor esfuerzo porque conocemos a muchos que sin esfuerzos de ayer van tirando hoy. ¡Y cómo tiran!

martes, 19 de abril de 2016

El Gris.

Llama fuertemente la atención el comportamiento del perro con el hombre. Por eso no extraña lo que se nos cuenta de la aparición de un perro, al que llamaron Gris, en momentos de peligro en la vida de Don Bosco. Lo vieron y acariciaron los muchachos del Oratorio. Y desde 1854, en que se dejó ver por primera vez, hasta 1866, el Gris acompañó a Don Bosco por Turín varias veces o le impidió salir de casa.       
Más asombrosa fue su aparición en Vallecrosia, una ciudad asomada al mar y a mitad de distancia entre Ventimiglia y Bordighera. Volvía Don Bosco a la casa salesiana acompañado por don Francisco Durando de una visita al obispo de la ciudad. Era una tarde lluviosa y transitaban por calles mal iluminadas y peor pavimentadas. Esto sucedió el 14 de febrero de 1883. El perro apareció delante de ellos y los fue precediendo a una cierta distancia hasta llegar a su destino. Don Francisco Durando decía que no había visto nada. Don Bosco, al comentar el hecho y cómo el perro acomodaba el paso al de los dos salesianos, decía que no podía ser el Gris, casi veinte años más tarde que el de Turín, pero que “seguramente era un hijo suyo o un nieto”.
Pero sigamos. A primeros de Mayo de 1959 regresaban algunos salesianos de Roma a Turín con la urna de los restos de Don Bosco que habían trasladado para la inauguración de la Basílica de Don Bosco en la capital de Italia. Apareció en La Spezia un perro que se empeñó en acompañar a la expedición. Don Renato Celato, un joven salesiano entonces, conducía el coche del Rector Mayor, don Renato Ziggiotti. Y nos cuenta que, al llegar de madrugada a la iglesia de la casa salesiana de la Spezia para descansar unas horas, vieron que había un perro echado junto a la puerta de la iglesia. Colocaron la urna en el presbiterio y el perro entró y se colocó debajo de ella. A mediodía del día siguiente salió al patio donde los muchachos jugaron con él sin que aceptase la comida que le daban. Pero a la hora de la comida subió el comedor de los salesianos donde dio varias vueltas por entre las mesas y donde alguno de los presentes le largó una patada. Salió de allí, pero cuando fueron a recoger la urna para viajar a Turín, lo encontraron debajo de ella, habiendo estado la iglesia cerrada. Siguió a la comitiva hasta Sampierdarena donde desapareció.   
Haz los comentarios que desees hacer, porque los míos serían, cuando menos, inoportunos.