Seguí
con mucha atención una conferencia didáctica y creativa (con ánimo de despertar
la creatividad en sus oyentes) de Thomas Thwaites, diseñador gráfico inglés.
Explicaba cómo, recurriendo a la fuente de las cosas, uno mismo puede hacer lo
que la industria nos ofrece. Recurrió a una mina de hierro para obtener ese
metal, obtuvo plástico maleable para adaptarlo a su máquina y consiguió cobre
para diversas partes y funciones del microondas que iba construyendo. Cuando,
terminado todo, lo enchufó, se le quemó totalmente. No le habían permitido
obtener de una Hevea Brasiliensis, el
caucho necesario para aislar los cables del enchufe.
Este
pensador de 34 años, cansado “de ser un ser consciente de sí
mismo y capaz de arrepentirse del pasado y preocuparse sobre el futuro” (son afirmaciones suyas) y viendo al
perro de un amigo “feliz, feliz de estar vivo”, decidió compartir con
unas cabras tres días de experiencia caprina. Se hizo un disfraz, unos
suplementos para las manos y ¡hala, al monte! Parece que se sometió a un
tratamiento craneal para estar callado ese tiempo, pero renunció a la
implantación de un estomago apto para digerir hierba. Y como la cabra tira al
monte, subió con ellas hasta donde ellas quisieron. “Fui capaz de seguirlas
alrededor de un kilómetro en esta migración – afirmaba al final de la
experiencia -, pero después comenzaron a ir cuesta abajo y sencillamente me
abandonaron entre el polvo. Así que pasé el resto del día tratando de
alcanzarlas y cuando por fin lo logré llegué a un sitio bastante bonito, donde
el pasto era muy suave”.
Como
ves, querido lector, Thomas Thwaites, es un estupendo caricato. Pero, además de
hacernos, cuando menos, sonreír, despierta en nosotros preguntas muy serias,
aunque vengan envueltas en cables de cobre sin aislante y pezuñas sospechosas
de cabra.
¿No vivimos demasiado encadenados al siempre igual que aprendimos de niños? ¿No dependemos de los esquemas de la tecnología hasta el punto de dejar de ser nosotros mismos? ¿Hemos intentado el ejercicio de meternos en el pellejo de otros para conocer, sentir y reaccionar tras una experiencia que nos puede hacer más comprensivos, más compasivos, más grandes de corazón, mejores?
¿No vivimos demasiado encadenados al siempre igual que aprendimos de niños? ¿No dependemos de los esquemas de la tecnología hasta el punto de dejar de ser nosotros mismos? ¿Hemos intentado el ejercicio de meternos en el pellejo de otros para conocer, sentir y reaccionar tras una experiencia que nos puede hacer más comprensivos, más compasivos, más grandes de corazón, mejores?