Es
difícil ser justo cuando se pretenden definir los rasgos que modelan a un
personaje. Y más si, como en el caso de Ezra Weston Loomis Pound (1885-1972),
sus flancos son tantos, su vida tan larga, sus aficiones tan pasionales, sus
adhesiones tan comprometidas, su expresión tan definitiva...
Pero
no es nuestro deseo entrar en ese mundo complejo. El parecer de cada uno, alimentado
sin duda por el propio ambiente, se supondrá acertado según el punto cardinal
de donde le llega el aire que respira.
Deseamos,
en cambio, acercarnos a los versos que siguen (de Encargo) que no nos dejan en absoluto indiferente.
¡Oh, qué asqueroso resulta
ver tres generaciones reunidas bajo un mismo techo!
Es como un árbol viejo con retoños
y con algunas ramas podridas y cayéndose.
ver tres generaciones reunidas bajo un mismo techo!
Es como un árbol viejo con retoños
y con algunas ramas podridas y cayéndose.
Pienso
que un árbol como el que describe Pound es siempre noble. No inspira asco ni
rechazo, ganas de alejarse de él o deseos de que ya no exista, sino admiración,
envidia, agradecimiento, propósito de copiar sus virtudes. Y esto no lo siente
solo el viejo que se ve reflejado en su compleja imagen, sino también el
adolescente al que Pound invita a abandonarlo. Porque con su vista puede
apreciar que se encuentra ante un ser en el que se aúnan el nacimiento y el ocaso,
la vida y la muerte, el vigor y la flaqueza, la generosidad y el egoísmo.
Pound
se refiere a la familia como declara en los dos primeros versos. Porque tiene
miedo de que en la familia se contagien de abajo arriba la sensatez, la
paciencia, la bondad, la espera, la humildad, la mesura… ¡la aceptación de la
caducidad! que anida en todo ser vivo.